jueves, 27 de abril de 2023

Vía lucis de la mano de los escritos de Monseñor Fray Jesús Sanz Montes O.F.M.

En nuestra Parroquia de Lugones hemos preparado un Vía lucis con textos de nuestro Arzobispo tomados de sus homilías, cartas semanales, comentarios al evangelio etc. El Vía Lucis, "camino de la luz" es una devoción reciente. En ella se recorren catorce estaciones con Cristo triunfante desde la Resurrección a Pentecostés, siguiendo los relatos evangélicos. Esperamos que os sirva para orar en este tiempo de Pascua.

Vialucis, alumbrar sin ser cegados

De luz en luz, como quien se asoma a ventanales por donde el sol se cuela sin que haya filtros censuradores que eclipsan la vida. Así, de luz en luz, estuvimos hace unos días en el arciprestazgo de Siero haciendo una celebración pascual. Tantas veces lo hemos hecho con la Santa Misa, verdadero culmen de nuestro memorial cristiano en donde recordamos de Jesús lo más grande que Él nos dejó con su presencia resucitada que se parte y se reparte como un pan tierno y un vino generoso que son su Cuerpo y su Sangre. Pero en esta ocasión no hicimos así, sino que hicimos un vialucis.

Del viacrucis ya tenemos experiencia y costumbre. Es una arraigada devoción de la que tanto saben los hijos espirituales de San Francisco de Asís. Con el viacrucis vamos de dolor en dolor, de duelo en duelo, subiendo con nuestros llantos por la calle de la amargura viendo a Jesús pasar con su pasión inacabada hasta el estertor del Calvario.

Pero el vialucis tiene otras catorce estaciones. En ellas la calle se llama hermosura, por donde Jesús pasa luminoso regalando a espuertas el don de su luz y su gracia. Son los evangelios que leemos en esa primera semana de pascua, en donde aparecen los discípulos contrariados, cabizbajos, a cal y canto encerrados por miedo, llorosos y defraudados. A pesar de que Jesús había resucitado, ellos no todavía. Justo como a nosotros nos sucede.

Igual que Magdalena también nosotros sabemos de nuestros llantos en donde con piedad triste seguimos buscando a un Cristo muerto para ofrecerle nuestros bálsamos. Y como aquellos dos de Emaús que se escapaban hundidos y enojados ante lo que juzgaban el fracaso de una preciosa ocasión perdida, mientras hablaban de camino de sus cosas para volver a lo de siempre. Son verdadera imagen de nuestras escapatorias, cuando vamos dale que dale a nuestro tema como si no hubiera salida en nuestros callejones de malicia y desesperanza. O como Tomás el incrédulo que no terminó de creer lo que los compañeros le contaron quizás poco convincentemente como quien cuenta algo prestado, algo que no te abraza, algo que no ha cambiado tu propia vida. Pero Tomás se encontró personalmente con un Jesús que siempre vuelve, que nos da una nueva oportunidad, y entonces hizo en primera persona la experiencia del encuentro que le transformó para siempre. O los discípulos que salieron a pescar sin haber pescado una sardina aquella noche, como la vez primera. En la orilla, amaneciendo, no había un vulgar cantamañanas, sino quien ve donde ellos no veían, quien llena de milagros unas redes demasiado vacías.

Quedaba María, la madre buena del Buen Pastor. A ella la contemplamos reuniendo a aquellos discípulos con llantinas, con temores, con dudas y fracasos, para orar en fraternidad a fin de esperar cuando llegase el Espíritu Santo que Jesús les prometió. Y así fue en aquella mañana de Pentecostés: las puertas se abrieron, la luz les inundó, y los miedos se convirtieron en audaz testimonio en todas las lenguas para anunciar las maravillas de Dios.

Vialucis, en el camino de quienes no hemos resucitado, para que también a nosotros nos alcance ya la gracia que les abrazó a aquellos primeros discípulos, y podamos dar cumplido testimonio desde nuestras heridas del bálsamo que nos cura, contar desde nuestros apagones la claridad que devuelve el color y la verdad a las cosas, en medio de nuestros egoísmos, miedos y rencores, decir humildemente cómo es el amor al que nos llaman. Vialucis como un regalo que anuncia sin pretensiones que Jesús ha resucitado y que de esto nosotros somos testigos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

1ª Estación _ La Resurrección del Señor

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Muy de madrugada, el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento. Se decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del monumento? Y mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande. Entrando en el monumento, vieron un joven sentado a la derecha, vestido de una túnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto. Él les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el sitio en que le pusieron.

(Mc 16, 2-6)
Meditación:
Sucedió al alba. Pero casi nadie lo creía, casi ninguno lo esperaba Y andaban cavizbajos, llorosos y fugitivos para volver cada uno a sus andadas. ¿Será posible -se preguntaban destrozados-, que aquellos labios hayan enmudecido para siempre sus palabras? ¿Será posible que aquellas manos hayan dejado ya de bendecirnos desde que las vimos a la muerte clavadas? Y así estaban unos y otros, de aquí para allá, mientras lloraban sus recuerdos haciendo sus cábalas. Pero alguien dio la alarma: no está ya entre los muertos, su muerte ha sido despertada, la tumba está vacía y sólo hospeda su nada. No sabían cómo, pero allí en el sepulcro ya no estaba. Y se pusieron nerviosos, y corría como un reguerillo el comentario de la noticia más increíble, la más inmerecida y más inesperada. ¿Será verdad que ha sucedido, que ha resucitado de veras como nos dijo? Fue al alba. Sucedió al alba. Y de pronto las lágrimas no eran ya el llanto de la pérdida maldita, sino la emoción de un reencuentro que bendecía. La noche había pasado con sus sombras, se había encendido la luz amanecida. Los colores de la vida que nacieron en los labios creadores de Dios, volvían a brillar con toda su dicha.

La penúltima palabra que correspondió a la proclama del sinsentido, a la condena del inocente, a la censura de la verdad y al asesinato de la vida, cedió inevitable la palabra final a quien como Palabra se hizo hombre, se hizo hermano, se hizo historia y se hizo pascua rediviva. Hoy encendemos los cristianos ese cirio cuya luz nos acompaña en nuestros vericuetos y nos perdona nuestras cuitas. La luz que nos habla del perdón, de la gracia, del abrazo del mismo Dios que en su Iglesia nos bendice, nos acoge y nos guía. Por eso entonamos el canto de los vencedores, el canto de la verdadera alegría, la que no es fruto de nuestro cálculo o pretensión, a nuestras nostalgias o insidias. Es un canto dulce, apasionado, con un brindis de triunfo que no se hace triunfalista. Porque Cristo ha vencido con su resurrección bendita su muerte y la nuestra, y ha terminado la mentira la diga quien la diga; y no tiene hueco ya lo que nos enfrenta por fuera y nos rompe por dentro. Fue al alba, sí, sucedió al alba. Y desde entonces, a pesar de nuestros cansancios, pecados, lentitudes y cobardías, sabemos que Dios nos ha abierto su casa, nos acoge, nos redime y nos regala su vida. Por eso cantamos un aleluya mañanero, por eso cantamos al alba nuestro mejor albricias.

(Carta semanal domingo de Pascua de 2010)

Oración
Señor Jesús, hemos querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión y Muerte, sin avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos vivir contigo la verdadera alegría, la alegría que brota de un corazón enamorado y entregado, la alegría de la resurrección. Pero enséñanos a no huir de la cruz, porque antes del triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu cruz podremos llenarnos de ese gozo que nunca acaba.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

2ª Estación_ Jesús Resucitado se encuentra con María Magdalena 

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si les has llevado tú, dime dónde le has puesto, y yo le tomaré. Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: «¡Rabboni!», que quiere decir Maestro. Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a Vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: «He visto al Señor», y las cosas que le había dicho.

(Jn 20, 11-18)
Meditación:
Hoy la Iglesia celebra otra cosa. Sin aspaviento ni alharaca. Pero sí, la convocatoria nos escenifica que quedaba lo mejor por llegar, quedaba propiamente dicha la última palabra. Es el final que se torna recomienzo, y donde todo parecía agotado, tumbado y aplastado, de pronto empieza allí la primavera con una pujanza tan nueva que hace olvidar todos los barbechos que ridiculizaron burlones la espera. Así, todas las penúltimas palabras llenas de oscuridad, muerte y desesperanza, han quedado enmudecidas para siempre tras ese canto que como un himno a la alegría tenía un aleluya sin ocaso por única estrofa. Había una palabra última que debía ser escuchada y es la que de modo postrero se reservó Dios mismo para pronunciarla. Por angostos que sean nuestros pesares, por malditos que resulten tantos avata­res inhumanos, y por tropezosos que nos parezcan los traspiés de cada día, Jesús ha vencido. Y esto significa que ni la enfermedad, ni el dolor, ni la oscuridad, ni la tristeza, ni la persecución, ni la espada… ni la mismísima muerte tendrán ya la última palabra, porque hasta la muerte ha sido muerta. Jesús ha resucitado, y su triunfo nos abre de par en par el camino de la esperanza, el camino de la verdadera humanidad, el camino que nos conduce al hogar de Dios sin más intemperies aciagas.

Él ha querido morir nuestra muerte, para darnos como regalo más inesperado y más inmerecido lo que era menos nuestro: su propia resurrección. La puerta está abierta y el sendero limpio y despejado. Sólo basta que nuestra libertad se mueva y se­cunde su primordial iniciativa, la de Dios, la de su Amor. Sí, Jesús ha resucitado, y la luz ha vuelto a entrar en nuestro mundo víctima de las tinieblas de todos los viernes santos de la historia. Pero es posible que nosotros todavía no nos hayamos enterado, y nos ocurra como a María Magdalena, que se acerca al Sol de la vida, a Jesús, cuando todavía para ella es sólo una discreta amanecida, cuando para ella “aún estaba oscuro” (Jn20,1), como nos ha descrito el Evangelio. Y en lugar de reconocer en los signos de la piedra quitada del sepulcro, el cumplimiento de cuanto el Maestro había dicho, quedó asustada, y echó a correr en busca de Pedro y de los otros, para hacer una interpretación tan apresurada como inexacta: “no está el Señor, se lo han llevado del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn20,2).

(Homilía II Domingo de Pascua. Covadonga 19/04/2020)

Oración
Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la tradición cristiana nos dice que la primera visita de tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer tu fe, que en ningún momento había decaído, sino para compartir contigo la alegría del triunfo. Nosotros te queremos pedir que, como María Magdalena, seamos testigos y mensajeros de la Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el gozo de no separarnos nunca del Señor.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

3ª Estación_ Jesús Resucitado se aparece a las mujeres 

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Pasado el sábado, ya para amanecer el día primero de la semana, vino María Magdalena con la otra María a ver el sepulcro. Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de él temblaron los guardias y se quedaron como muertos. El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto.

(Mt 28, 1-6)
Meditación:
Lo dirá la oración principal de la misa de Pascua: que las puertas de la eternidad han vencido en este día la muerte. Abiertas de par en par nos invitan a pasar acompañados del Señor resucitado, de María y todos los santos. Todos los artistas con sus pinceles o cinceles, los músicos con sus notas, y con sus versos los poetas, nos han ambientado este momento indescriptible. ¿Corremos nosotros al sepulcro de Cristo como los discípulos en aquella primera mañana? ¿Qué obra de arte, cantata o poema representa la búsqueda del Señor resucitado mi vida? Hoy la Iglesia lo celebra sin aspaviento ni alharaca. Se nos pedirán los ungüentos y bálsamos con los que como aquellas mujeres iban a ungir la muerte de alguien tan querido, para que con nuestras manos libres rompamos en alabanza por el estupor que nos suscita su vida rediviva.

Sí, quedaba lo mejor por llegar, y a su hora providente llegó. Era el final que se tornó en recomienzo, y donde todo parecía agotado, tumbado y aplastado, de pronto empieza allí la primavera con una pujanza tan nueva que hace olvidar todos los barbechos que no dieron nada. Así, todas las penúltimas palabras llenas de oscuridad, de violencia y de muerte, han quedado enmudecidas para siempre tras ese canto de alegría madrugada. Era la palabra última que se reservó Dios mismo para pronunciarla. Hemos llegado así al centro del año cristiano. Todo parte de aquí y todo hasta aquí nos conduce. Y como quien sale de una pesadilla que parecía inacabable y pertinaz, como quien sale de su callejón más oscuro y tenebroso, como quien termina su exilio más distanciador de los que ama, como quien concluye su pena y su prisión… así Jesús ha resucitado, como Él había dicho.

(Homilía Domingo de Pascua 2023)

Oración
Señor Jesús, danos la valentía de aquellas mujeres, su fortaleza interior para hacer frente a cualquier obstáculo. Que, a pesar de las dificultades, interiores o exteriores, sepamos confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o el desaliento, que nuestro único móvil sea el amor, el ponernos a tu servicio porque, como aquellas mujeres, y las buenas mujeres de todos los tiempos, queremos estar, desde el silencio, al servicio de los demás.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

4ª Estación_ Los soldados custodian el sepulcro del Señor

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

(Mt 28, 11-15)
Meditación:
Anoche en el cielo la estrella de la mañana nos acercaba el presagio de una eterna bonanza. Su titilar nos decía que despuntaba el alba trayendo la libertad resucitadora y resucitada, porque Jesús había salido del sepulcro poniendo fin a su mordaza. Ha habido muchos ladrones en la noche de los tiempos con tantas penumbras inhumanas. Robaban siempre que podían la luz que descubre los colores de las cosas, desfigurando los rostros de aquellos que Dios nos da como compañía adecuada. Sus armas eran las tinieblas, para que impedir ver con asombro el don que siempre entraña la belleza. Taparla como se pueda, ha sido siempre su intento. Censurarla con tintas negras. Que no brote jamás la claridad cuando llega la mañana. Y así andaban esos ladrones intentando de mil maneras ofuscar con sus espesas nieblas lo que llegando el amanecer siempre llamaba a la puerta poniendo fin a su secuestro.

Pero no pudieron con aquella luz distinta. Una luz que estaba viva y despierta, levantando de su mortecina postración a quien sólo las pocas horas de aquellos tres días dejó maniatada. Tardó en llegar, por más que estuvo claro el aviso de que al tercer día terminaría el exilio forzado. Durante aquellos tres días interminables, hubo mucha gente que se rindió, que creyó que todo había concluido de aquel modo tan terrible e injusto, viendo colgar de una cruz a quien vino a traernos tanta vida. Lo vieron agonizar, y decir sus inolvidables siete palabras como siete dardos de bondad verdadera en medio de tanta insidia malvada. Pero por duro que fuera aquel drama, por difícil que resultara contemplar lo que no era una quimera, tan sólo era la penúltima palabra, la penúltima escena, quedándose para Dios lo que era la escena y la palabra postreras. Y así resultó al alba. De modo que aquel momento supuso el despertar del sueño bendito tras el letargo maldito de la más terrible pesadilla.

(Homilía Domingo de Pascua 2021. Catedral de Oviedo)

Oración
Señor Jesús, danos la limpieza de corazón y la claridad de mente para reconocer la verdad. Que nunca negociemos con la ella para ocultar nuestras flaquezas, nuestra falta de entrega, que nunca sirvamos a la mentira, para sacar adelante nuestros intereses. Que te reconozcamos, Señor, como la Verdad de nuestra vida.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

5ª Estación_ Pedro y Juan contemplan el sepulcro vacío

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Como se inclinara, vió los lienzos tumbados, pero no entró. Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vió también los lienzos tumbados. El sudario con que le habían cubierto la cabeza no se había caído como los lienzos, sino que se mantenía enrollado en su lugar. Luego entró el otro discípulo, el que había llegado primero: él también vio y creyó 

(Jn 20, 3-8).

Meditación:
Y fueron Pedro y Juan hasta allí para ver qué había sucedido. Pero sólo Juan, el discípulo amado, el de las confidencias al costado de su Señor, el de las fidelidades al pie de la cruz, el heredero y acogedor de la Madre de su Maestro… sólo él, como nos dice el evangelio, “vio y creyó” (Jn20,8). La primera lectura de la misa de este día de pascua nos dice cómo los discípulos –Pedro en este caso– fueron los testigos de un acontecimiento: “nosotros somos testi­gos” (Hch10,39). Sí, ellos vieron el desenlace de un drama inimaginable: Jesús y lo que hizo en su paso haciendo el bien. Hoy sí que tañen las campanas. Ya anoche comenzaron festivas y aunque no se oigan, las campanas no paran en el domingo de Pascua. Porque hay un motivo de alegría que ellas quieren contarnos con sus tañidos sin par. La oscuridad de todas nuestras historias negras, han perdido sus penumbras con la salida del sol, aunque aquí lo tengamos entre las bambalinas de las nubes mañaneras. La pena que nos arruga por los retos humillantes que nos aplastan, ya no tiene pesadumbre que abogar. Cuanto de conflicto interior o de cuita exterior nos enfrenta, las pandemias que nos confinan y extrañan, dejaron de ser motivo que nos hagan rehenes del mal. ¿Qué ha ocurrido en estas horas, quién ha venido de improviso, qué se ha vuelto a empezar como antaño o a estrenar como su primera vez?

Lo ha dicho la oración colecta de la misa de Pascua: las puertas de la eternidad han vencido en este día la muerte. Están abiertas de par en par y nos invitan a pasar acompañados del Señor resucitado, de María y todos los santos. Vale la pena asomarse hoy al extraordinario lienzo del suizo Eugène Burnand (+ 1921): «En la mañana de la resurrección, los Discípulos Pedro y Juan caminan hacia la tumba», y sentir esa tensión que este artista plasmó en los rostros de estos dos primeros cristianos. O habría que embelesarse en la escucha del oratorio de “El Mesías” que compuso el gran Georg Friedrich Haendel, o cambiar la audición de la Pasión según San Mateo por el oratorio de Pascua en Johann Sebastian Bach. Todos los artistas con sus pinceles o cinceles, todos los músicos con sus notas, y con sus versos los poetas nos han ambientado este momento indescriptible. ¿Corremos nosotros al sepulcro de Cristo? ¿Qué obra de arte, cantata o poema representa en la búsqueda del Señor resucitado mi vida?

(Homilía II Domingo de Pascua. Covadonga 19/04/2020)

Oración
Señor Jesús, también nosotros como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos hacia Ti, sin dejarlo para después. Por eso te pedimos ese impulso interior para responder con prontitud a lo que puedas querer de nosotros. Que sepamos escuchar a los que nos hablan en tu nombre para que corramos con esperanza a buscarte.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

6ª Estación_ Jesús Resucitado muestra en el cenáculos sus llagas a los apóstoles

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Mientras esto hablaban, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, que soy yo. Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies. No creyendo aún ellos, en fuerza del gozo y de la admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Le dieron un trozo de pez asado, Y tomándolo, comió delante de ellos.

(Lc 24, 36-43)

Meditación:
El Resucitado se presenta en medio de aquel grupo con el saludo pascual: Paz a vosotros. Era una paz concreta y adecuada, justo la que necesitaban aquellos hombres tan «llenos de miedo por la sorpresa que creían ver a un fantasma». Todo el relato es un alegato de realismo: la Resurrección no fue algo pacíficamente creído y adquirido por los discípulos, por lo que Jesús tendrá que convencerles de tantas maneras de que no era un fantasma, y que, al que vieron agonizar y morir colgado en una cruz, aquél mismo, estaba ahora delante de ellos. Parece como si Jesús estuviera respondiendo a las dudas y objeciones contra la Resurrección de tantas personas a través de los siglos. Era mucho lo que estaba en juego para su mensaje y su misión. No era una cuestión de deshacer sustos o satisfacer curiosidades, sino que la Resurrección evidenciaba que la muerte, como último enemigo del hombre, no tenía ya la palabra postrera, no era ya la mordaza fatal de la vida.

Es verdad que quedaban las señales de unas manos y unos pies marcados por un proceso de injusticia y sedición, por lágrimas cobardes y besos traicioneros, por el abandono más cruel de los humanos y el abandono misterioso del mismísimo Padre Dios. Al final de aquella primera semana santa de la historia, cuando Jesús, solo y abandonado, entregue su vida por aquellos que la machacaban de mil modos, y cuando confíe su suerte en las manos paternales de Aquel que le envió, y cuando inclinando la cabeza fenezca, y cuando sus discípulos se dispersen asustados, o se escapen fugitivos, o se encierren llenos de pavor… al final, digo, todo no ha terminado. Quedan las señales de la muerte, de todas las muertes, pero narradas por el eterno Viviente, por el resucitado para siempre. Esto es lo que Jesús trata de explicarles con su aparición resucitada: no es el final sino el comienzo, porque empieza el tiempo nuevo, la hora de la Iglesia. Por eso Jerusalén era punto de llegada y de partida. Ahora nos toca a nosotros prolongar aquello que entonces comenzó. Quizás también nosotros tengamos señales de muerte, esas marcas que deja siempre el egoísmo, el rencor y la envidia, la indiferencia y la tristeza, las acciones del mal y las omisiones del bien. Pero Cristo ha resucitado en nosotros y podemos mostrar todas esas señales como Él mostró las suyas: la muerte ha sido vencida.

(Comentario al Evangelio Domingo III de Pascua. 19/04/2015)

Oración
Señor Jesús, danos la fe y la confianza para descubrirte en todo momento, incluso cuando no te esperamos. Que seas para nosotros no una figura lejana que existió en la historia, sino que, vivo y presente entre nosotros, ilumines nuestro camino en esta vida y, después, transformes nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el tuyo.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

7ª Estación_ Jesús Resucitado en el camino de Emaús

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Y él les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! ¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria? Y comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a él se refería en todas las Escrituras. Se acercaron a la aldea adonde iban, y él fingió seguir adelante. Obligáronle diciéndole: Quédate con nosotros, pues el día ya declina. Y entró para quedarse con ellos. Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Se les abrieron los ojos y le reconocieron, y despareció de su presencia.

(Lc 24, 13-31)

Meditación:
La maravillosa narración de Lucas nos pone ante uno de los diálogos más bellos e impresionantes de Jesús con los hombres. Efectivamente, Él se encuentra con dos per­sonas que acaso habían creído y apostado por tan afamado Maestro… pero a su modo, con sus pretensiones y con sus expectativas liberacionistas para Israel, como deja en­trever el Evangelio de hoy. Pero el Hijo del hombre no se dejaba encasillar por nada ni por nadie, y actuó con la radical libertad de quien solo se alimenta del querer del Padre y vive para el cumplimiento de su Hora. Y entonces interviene Jesús en una ejemplar actitud de acompañar y enseñar a esta pareja de «alejados»: les explicará la Escritura y les partirá el pan, narrando la tra­dición de todo el Antiguo Testamento que confluye en su Persona, en quien vino como pan partido para todas las hambres del corazón humano. 

Finalmente se les abrieron los ojos a los dos fugitivos hospederos de Jesús en el atar­decer de su escapada, y pudieron reconocerlo. Es interesante el apunte cargado de sin­ceridad: «¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?». Les ardía, pero no le reco­nocían; les ocurría algo extraño ante tan extraño viajero, pero no le reconocían. Bastó que se les abrieran los ojos para descubrir a quien buscaban, sin que jamás se hubiera ido de su lado. Y bastó simplemente esto para escuchar a quien deseaban oír, sin que jamás hubiera dejado de hablarles. Dios estaba allí, Él hablaba allí. Eran sus ojos los que no le veían y sus oídos los que no le escuchaban. Volvieron a Jerusalén, en viaje de vuelta, no para huir de lo que no entendían, sino para anunciar lo que habían reconocido y comunicárselo a los demás, que en un cenáculo cerrado a cal y canto habían encontrado su particular Emaús. Entonces como ahora, en aquellos como en nosotros. Desandar nuestras fugas, abrirse nuestros ojos, y ser misioneros de lo que hemos encontrado.

(Comentario al Evangelio Dominical 08/05/2011)

Oración
Señor Jesús, ¡cuántas veces estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas veces estamos desengañados y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino de la vida, en la lectura de tu Palabra y en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a nosotros como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a Ti, Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

8ª Estación_ Jesús Resucitado da a los apóstoles el poder de perdonar pecados

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

La tarde del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos por temor a los judíos, vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Díjoles otra vez: La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envío yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos.

(Jn 20, 19-31)
Meditación:
Toda la vida del Señor, fue una manifestación maravillosa de cómo lle­gar hasta Dios, cómo entrar en su Casa y habitar en su Hogar. La Persona de Jesús es el icono, la imagen visible del Padre invisible. Y esto es lo que tan provocatorio resultaba a unos y a otros: que pudiera uno allegarse hasta Dios sin alarde de estrategias complicadas, sin ex­hibición de poderíos, sin arrogancias sabihondas: que Dios fuera tan accesible, que se pudiera llegar a El por caminos en los que podían andar los pequeños, los enfermos, los pobres, los pe­cadores… Y esto será en definitiva lo que le costará la vida a Jesús.

Ya no es un Rostro tremendo el de Dios, que provoca el miedo o acorrala en una virtud hija de la amenaza y de la mordaza. Quien ha visto y ha oído a Jesús, ha contemplado y escu­chado al Padre, Quien cree en Jesús, cree en su Padre. El camino de Jesús, es el camino de la bienaventuranza, el de la verdad, el de la justicia, el de la misericordia y la ternura. Pero tal revelación no se reduce a un manifestar imposibles que nos dejarían tristes por su inalcan­zabilidad. Jesús no sólo es el Camino, sino también el Caminante, el que se ha puesto a andar nuestra peregrinación por la vida, vivirlo todo, hasta haberse hecho muerte y dolor abandonado.

Jesús no se limitó a señalarnos “otro camino” sino que nos abrazó en el suyo, y en ese abrazo nos posibilitó andar en bienaventuranzas, en perdón y paz, en luz y verdad, en gracia. El es Camino y Caminante… más grande que todos nuestros tropiezos y caídas, mayor que nuestras muertes y pecados. Los cristianos no somos gente diferente, ni tenemos exención fiscal para la salvación, sino que en medio de nuestras caídas y dificultades, en medio de nuestros errores e incoherencias, que­remos caminar por este Camino, adherirnos a esta Verdad, y con-vivir en esta Vida: la de Quien nos abrió el hogar del Padre haciendo de nuestra vida un hogar en la que somos hijos ante Dios y hermanos entre nosotros.

(Comentario al Domingo V de Pascua. 22/05/2011)

Oración
Señor Jesús, que sepamos descubrir en los sacerdotes otros Cristos, porque has hecho de ellos los dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos alejemos de Ti por el pecado, ayúdanos a sentir la alegría profunda de tu misericordia en el sacramento de la Penitencia. Porque la Penitencia limpia el alma, devolviéndonos tu amistad, nos reconcilia con la Iglesia y nos ofrece la paz y serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate cristiano.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

9ª Estación_ Jesús fortalece la fe de Tomás

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Pasados ocho días, otra vez estaban dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas y, puesto en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros. Luego dijo a Tomás : Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel. Respondió Tomás y dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron. 

(Jn 20, 26-29)

Meditación:
Era la mañana de pascua. Aquellos primeros discípulos estaban encerrados a cal y canto, llenos de miedo. Jesús se presenta en medio de ellos: Yo en persona desde estas señales de muerte Yo os saludo con mi Vida. “Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. Era salir de una pesadilla y ver con sus ojos el milagro de las promesas de su Maestro cumplidas; recibir su paz en medio de todas las tormentas que les apenaban interiores y colectivas. Cuando llegó Tomás, el que faltaba, rápidamente le dieron la gran noticia: “hemos visto al Señor”. Pero era insuficiente para quien también “había visto” el proceso del Señor. No era fácil borrar de su recuerdo ese pánico que hizo esconderse a sus compañeros. Por eso su reto: yo he visto cómo Él ha muerto. Si decís que ha estado aquí, yo creeré si palpo vuestra evidencia. La condescendencia de Dios hacia todas las durezas de los hombres, está representada en la respuesta que Tomás recibe por parte de Jesús, cuando al volver allí ocho días después, le dice que toque lo que le parecía imposible. 

Es el perfecto tipo de agnóstico, tan corriente hoy en día: no niego que esto haya sucedido, pero si no lo veo y no lo palpo, no creo. Y este “agnosticismo” Jesús lo llamará sencillamente incredulidad: “trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. La hermosa respuesta de Tomás, es la que algunos creyentes recitamos interiormente tras la consagración de la Eucaristía: “Señor mío y Dios mío”, dando fe a la Presencia real de Jesucristo, que los sentidos nos hurtan en la apariencia del pan y del vino. Hoy quienes creemos en la Resurrección de Jesús, tenemos que prolongar aquél diálogo entre Jesús y sus discípulos: anunciar la vida en los estigmas de la muerte en todas sus formas. Somos los testigos de que aquello que aconteció en Jesús, también nos ha sucedido a nosotros: el odio, la oscuridad, la violencia, el miedo, el rencor, la muerte... es decir, el pecado, no tienen ya la última palabra. Cristo ha resucitado y en Él han sido muertas todas nuestras muertes. De esto somos testigos. A pesar de todas las cicatrices de un mundo caduco, insolidario, violento, que mancha la dignidad del hombre y no da gloria a Dios, nosotros decimos: Hemos visto al Señor. Ojalá nuestra generación se llene de alegría como aquellos discípulos, y como Tomás diga también: Señor mío y Dios mío.

(Comentario al evangelio del Domingo II de Pascua)

Oración
Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y firme, llena de confianza. Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar contra toda esperanza y de amar sin medida, con un corazón grande. Como dijiste al apóstol Tomás, queremos, aún sin ver, rendir nuestro juicio y abrazarnos con firmeza a tu palabra y al magisterio de la Iglesia que has instituido, para que tu Pueblo permanezca en la verdad que libera.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

10ª Estación_ Jesús Resucitado se aparece en el Lago de Galilea

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Díjoles Jesús: Traed de los peces que habéis pescado ahora. Subió Simón Pedro y arrastró la red a tierra, llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; y con ser tantos, no se rompió la red. Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Tú quién eres?, sabiendo que era el Señor. Se acercó Jesús, tomo el pan y se lo dio, e igualmente el pez. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitado de entre los muertos.

(Jn 21, 1-14)
Meditación:
Alguien extraño a una hora temprana, desde la orilla, se atreve a provocar haciendo una pregunta allí donde más dolía: sobre lo que había… donde no existía más que cansancio y vacío. Habían aprendido que la verdad de las cosas no siempre coincide con lo que nuestros ojos logran ver y nuestras manos acariciar, y se fiaron de aquel desconocido. El resultado fue el inesperado, ese que sorprende porque ya no se espera, porque se nos da cuando vamos de retirada y estamos de vuelta… de todas nuestras nadas e inutilidades. Para unos sería buena vista o acaso magia para otros, pero para el discípulo amado sólo podía ser el Señor. Hay unas brasas que recuerdan aquella fogata en torno a la cual días antes el viejo pescador juró no conocer a Jesús, negándole tres veces. Ahora, junto al fuego hermano, Jesús lavará con misericordia la debilidad de Pedro, transformando para siempre su barro frágil en piedra fiel.

El verdadero milagro no es una red que se llena, como vacío que se torna en plenitud inmerecida. El milagro más grande es que la traición cobarde se transforma en confesión de amor. Hasta tres veces lo confesará. La traición, deshumanizó a Pedro, le hizo ser como en el fondo no era, y le obligó a decir con los labios lo que su corazón no quería. El amor de Jesús, su gracia siempre pronta, le humanizará de nuevo, hasta reestrenar su verdadera vida. Sin ironía, sin indirectas, sin pago de cuentas atrasadas. Gratuitamente como la gracia misma. En nuestro mundo, hay muchas fogatas y foros donde se traiciona a Dios y a los hermanos, y haciendo así nos deshumanizamos, y nos partimos y rompemos. Pero hay otras brasas, las que Jesús prepara al amanecer de nuestras oscuridades y a la vuelta de nuestras fatigas, y allí nos convoca en compañía nueva, haciéndonos humanidad distinta. Allí nos permite volver a empezar, en la alegría del milagro de su misericordia inmerecida. Es la última pesca, la de nuestras torpezas y cansancios. Ahí siempre saca Jesús las redes repletas. Pero su buen hacer no queda en quitarnos lo que nos destruye y entristece, sino en darnos lo que nos alegra y nos construye. Feliz quien tenga ojos para reconocerle como Juan, y quien se deje renacer como Pedro.

(Comentario al Evangelio Domingo III de Pascua 14/04/2013)

Oración
Señor Jesús, haz que nos sintamos orgullosos de estar subidos en la barca de Pedro, en la Iglesia. Que aprendamos a amarla y respetarla como madre. Enséñanos, Señor, a apoyarnos no sólo en nosotros mismos y en nuestra actividad, sino sobre todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y sigamos siempre tus indicaciones, aunque nos parezcan difíciles o absurdas, porque sólo así recogeremos frutos abundantes que serán tuyos, no nuestros.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

11ª Estación_ Jesús Resucitado confirma a Pedro en el amor

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos" le preguntó por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro volvió a contestar: “Sí Señor, tú sabes que te quiero.” Jesús le dijo: “Cuida de mis ovejas” Insistió Jesús por tercera vez: “Simón Pedro, hijo de Juan, me quieres?” Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.” Entonces Jesús le dijo: “apacienta mis ovejas”

(Jn 21, 15).

Meditación:
Y en este Evangelio, como siempre en la historia cristiana, cuando de verdad se ha descansado con Jesús bebiendo en las fuentes de su Palabra y su Presencia, entonces Él no retiene ni se queda privadamente con los que más de cerca le seguían. No ha actuado así el Señor jamás, sino todo lo contrario: «cuando llegaron a la otra orilla, se conmovió por la gente que andando había ido a esperarlos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarlos».

Este es el gesto de Jesús y el gesto de sus discípulos: Pedro, ¿me amas? Pues apacienta mis ovejas (Jn 21). Siempre así. Apacentar las ovejas de Cristo, curar sus heridas, vendar sus quebrantos, consolar sus pesares e infundir la esperanza, pero no antes de haber amado al mismo Cristo. No son rivales Dios y los hombres. Son dos amores fundidos aunque no confundidos, diversos pero inseparables. Toda una lección y todo un programa para quienes por compromiso con nuestro bautismo hemos de evangelizar, descansando junto a Jesús y conmoviéndonos por los hermanos.

(Comentario al Evangelio Domingo XVI del T.O. 19/07/2015)

Oración
Señor Jesús, que sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que son traiciones a tu amistad, y volvamos a Ti respondiendo al amor con amor. Ayúdanos a estar muy unidos al sucesor de Pedro, al Santo Padre el Papa, con el apoyo eficaz que da la obediencia, porque es garantía de la unidad de la Iglesia y de la fidelidad al Evangelio.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

12ª Estación_ Jesús encarga su misión a los Apóstoles

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado, Y, viéndole, se postraron, aunque algunos vacilaron, Y, acercándose Jesús, les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre Y del Hijo y del Espíritu Santo, Enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado.

(Mt, 28, 16-20)
Meditación:
Recorrieron pueblos y desiertos, se avezaron en la mar y subieron montañas, se asomaron a mil rincones personales donde vieron lo mejor y lo peor de cada gente; supieron de las heridas, las trampas, los engaños, las pretensiones, de lágrimas y suspiros, así como también de la fe recia, los amores, los sueños y las esperanzas de cada hombre y mujer que fueron encontrando con sus mejores sonrisas. Queda lejos aquel envío, con ambiente de despedida, el que Jesús realizó al marchar al Padre mientras confiaba a sus amigos y discípulos lo que a Él mismo se le confió.

Al final, Jesús regresaba junto al Padre Dios de cuya derecha nos vino al humanarse. Había cosas por hacer y por decir, aunque ya estuviese todo dicho y hecho en Él. Propiamente había que recordarlas sin parar, poniendo la fecha de cada hoy y el domicilio de cada lugar, a aquello que para siempre ya nos dijo y mostró el Maestro. Esto es lo que les confió a los más suyos: id a todo el mundo, llegad hasta el final, salid al encuentro de todos, y contadles esta Buena Noticia que de mil modos yo he venido a narrar, dando la vida en el empeño. Entonces el mundo se hizo tan pequeño, que no pudieron por menos que llegar a cualquier finisterrae de todo el mundo más mundial. La pasión de anunciar lo que habían visto y oído en el Señor, les movió a empadronar sus vidas en la calle del mundo entero, asumiendo cada cultura, haciendo suya cualquier situación, reconociendo como hermano a cada prójimo que tenían delante. Esta es la historia cristiana que ha vivido la Iglesia a través de veinte siglos.

(Carta semanal Mendigos del sentido de la vida 11/11/2012)

Oración
Señor Jesús, que llenaste de esperanza a los apóstoles con el dulce mandato de predicar la Buena Nueva, dilata nuestro corazón para que crezca en nosotros el deseo de llevar al mundo, a cada hombre, a todo hombre, la alegría de tu Resurrección, para que así el mundo crea, y creyendo sea transformado a tu imagen.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

13ª Estación_ Jesús asciende al cielo

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Diciendo esto, fue arrebatado a vista de ellos, y una nube le sustrajo a sus ojos. Mientras estaban mirando al cielo, fija la vista en él, que se iba, dos varones con hábitos blancos se les pusieron delante Y les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo vendrá como le habéis visto ir al cielo. Entonces se volvieron del monte llamado Olivete a Jeresalén, que dista de allí el camino de un sábado. Cuando hubieron llegado, subieron al piso alto, en donde permanecían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos éstos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste.

(Hch 20, 9-14)
Meditación:
Llega el momento de la despedida del Maestro y sus discípulos. Los día pascuales fueron iluminando las penumbras de la Pasión, y el acompañamiento de Jesús a sus discípulos asustados y dispersos fue introduciendo anticipadamente un modo nuevo de acompañarles. Con la ascensión de Jesús que celebramos este domingo, no se trata de un adiós sin más, que provoca la nostalgia sentimental o la pena lastimera, sino que el mar­charse del Señor inaugura un modo nuevo de Presencia suya en el mundo, y un modo nuevo también de ejercer su Misión. Es una alternativa, no torera, que el Maestro confió a sus discípulos más cercanos al darles la encomienda que Él recibiera del Padre Dios. Cuando los discípulos vieron al Señor “algunos vacila­ban”. Esta vacilación no es tanto una duda sobre Jesús, sino sobre ellos mismos: esta­rían desconcertados y confusos sobre su destino y su quehacer ahora que el Maestro se marchaba. Y efectivamente, la primera lectura nos señala esa situación de perplejidad que anidaba en el interior de los discípulos: mientras Jesús les hace las recomendaciones finales y les habla de la promesa del Padre y del envío del Espíritu, ellos, completamente ajenos a la trama del Maestro y ha­ciendo cábalas todavía sobre sus pretensiones, le espetarán la es­calofriante pregunta: “¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?”, que era como proclamar que no habían entendido nada.

Es importante entender bien la despedida de Jesús, pues Él comienza a es­tar… de otra manera. Como dice bellamente S. León Magno en una homilía sobre la ascensión del Señor: “Jesús bajando a los hombres no se separó de su Padre, como ahora que al Padre vuelve tampoco se alejará de sus discípulos”. Él cuando se hizo hombre no perdió su divinidad, ni su intimidad con el Padre bienamado, ni su obediencia hasta el final más abandonado. Ahora que regresa junto a su Padre, no perderá su humanidad, ni su comunión con los suyos, ni su solidaridad hasta el amor más extremado. Nosotros somos también los destinatarios de esta escena. Como discípulos que somos de Jesús, Él nos encarga su misión. Contagiar esta esperanza, hacer nuevos discípulos; bautizar y hablar­les de Dios nuestro Padre, de Jesús nuestro Hermano, del Espíritu Santo nuestra fuerza y consuelo; de María y los santos, de la Iglesia del Señor, enseñándoles lo que nosotros hemos aprendido que nos ha de­vuelto la luz y la vida. Y todo esto es posible, más allá de nuestras vacilaciones y dificul­tades, porque Jesús se ha comprometido con nosotros, con y a pesar de nuestra pe­queñez. Es lo que celebramos los cristianos en la Iglesia, cuerpo de Jesús en plenitud. Él no se ha marchado, vive en nosotros y a través nuestro.

(Comentario al Evangelio Dominical 05/06/2011)
Oración
Señor Jesús, tu ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has destinado para los que te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude a trabajar sin descanso aquí en la tierra. Que no permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra vida una siembra continua de paz y de alegría.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

14ª Estación_ La venida del Espíritu Santo en Pentecostés 

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Y vieron aparecer unas lenguas como de fuego que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran. 

(Hech 2, 1-4).

Meditación:
No cabe en veinticuatro horas la alegría de la Iglesia en su canto de victoria. Necesitamos cincuenta días para entonar el aleluya de la Pascua. Fueron muchos los sobresaltos porque era demasiado real el desenlace de un fracaso cuando vieron sudar sangre al Maestro entre los olivos de un huerto, y luego allí ver que lo traicionaban con un beso, y después toda aquella interminable noche de vejaciones, de juicios falsos, de palizas de escarnio, de tropezosa subida hacia el Calvario, de agonía y muerte de Jesús coronado de espinas y lanceado. Todo eso fue demasiado real y quedó grabado en la retina del corazón como para poder olvidarlo. Por eso, la noticia del sepulcro vacío fue recibida en infinita alegría y contenido espanto. Lo que ellos deseaban era lo que ni imaginaban como deriva de el más grande de los milagros cuando Jesús venció su muerte y la nuestra. Es aquí donde entra la espera, de aquellos primeros cincuenta días de aleluyas y de cantos, hasta el cumplimiento de la promesa que el Señor les hiciera en aquella cena postrera antes de ser apresado: que se enviaría el Espíritu Santo para llevara a la verdad lo que no entendían y para que recordara lo que ellos olvidaron. María tuvo la iniciativa de reunirlos en el Cenáculo, se empleó en la plegaria con aquellos discípulos asustados, y les enseñó a vivir la espera en la esperanza que no defrauda.

En esa guisa estaban cuando los cepos y cerrojos de sus miedos saltaron por los aires, y entró el aire del Espíritu como viento huracanado que llenó de frescura sus agobios a cal y canto encerrados. Las ventanas y las puertas se abrieron de par en par, y con llamas en sus cabezas recibieron de lo alto la sabiduría que los hizo de pronto sabios, la paz que puso dulzura en sus fantasmas imaginados, la luz en todas sus penumbras oscuras, el consejo que les permitió entender en sus confusiones enredadas, la fortaleza en tanta debilidad acorralada, la piedad en sus despiadados desgarros, el temor de Dios que desplazó el miedo que experimentaban ante los envites humanos. Salieron de su trinchera, bajaron a la plaza, y en todas las lenguas que jamás aprendieron, comenzaron a contar que Dios es maravilloso, nunca rival de nuestro corazón y verdaderos deseos, sino cómplice de nuestro bien en cada tramo. Esto celebra hoy la Iglesia como final de la santa Pascua, cincuenta días después de que quedara para siempre vacío el sepulcro cuando de él salió la muerte y entró la luz que nunca se apaga por la Resurrección de Cristo que a todos nos abraza. Este es nuestro cristiano aleluya y esta nuestra inocente algazara.
(Homilía de Pentecostés 2022)

Oración
Dios Espíritu Santo, Dulce Huésped del alma, Consolador y Santificador nuestro, inflama nuestro corazón, llena de luz nuestra mente para que te tratemos cada vez más y te conozcamos mejor. Derrama sobre nosotros el fuego de tu amor para que, transformados por tu fuerza, te pongamos en la entraña de nuestro ser y de nuestro obrar, y todo lo hagamos bajo tu impulso.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

Canto
Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó.

La muerte, dónde está la muerte?
¿Dónde está mi muerte?
¿Dónde su victoria?

Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó.

Alegría, alegría, hermanos,
que si hoy nos queremos,
es que resucitó.

Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó.

Oración final
Te pedimos por tu Santa Iglesia: que sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor, santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres de la resurrección eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

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