jueves, 6 de abril de 2023

Jueves Santo, corazón derrochador de amor

Sin lugar a duda todos los días sale a nuestro paso el amor, y decimos que hay jornadas muy del Corazón de Cristo, pues una muy suya es sin duda esta del Jueves Santo por ser el día del amor fraterno en que el Señor regala al hombre los más grandes tesoros de su sacratísimo corazón. Así en este día luminoso comenzando el triduo pascual queremos ver al Señor, y asolapar nuestra cabeza sobre su pecho como San Juan para poder sentir como late ese corazón que tanto ha amado al mundo. Un corazón que sirve y se entrega, un corazón que ama y se deja amar, un corazón que se parte y reparte en la Eucaristía, un corazón misericordioso que se hace presente en medio de nosotros gracias a los sacerdotes que son no sólo otros cristos sino en verdad el amor mismísimo del corazón del Señor

El corazón de Jesús se hace fuente de vida, esa fuente que descubrió la samaritana, ese manantial que salta hasta la vida eterna. Al adentrarnos en esta tarde en ese bendito cenáculo lo hacemos como siempre comenzando por el deseo de purificar, al igual que nos lavamos las manos antes de comer pedimos al Señor perdón al comienzo de cada Eucaristía. En este día la simbología del agua toma un papel que aunque discreto nos dice y anticipa mucho, Cristo nos lava, se arrodilla ante ingratas criaturas como nosotros para limpiarnos. Este es el icono que bien encarna la perfecta descripción de como es el corazón de nuestro Salvador ''manso y humilde''. Que nos lava con agua ciertamente, pero más aún con su sangre preciosa que limpia el pecado del mundo. Nos has comprado Señor con tu sangre, has lavado nuestras almas, y así nuestro vestido bautismal luce con blancura de transfiguración. 

Jesucristo nos regala en este día la ley de su corazón, el mandato del amor. No ha venido a abolir la ley, los diez mandamiento siguen vigentes y son un faro claro para la travesía de nuestra existencia creyente, pero nos faltaba este matiz que da a todo otro sentido. Durante el tiempo de cuaresma le hemos pedido ''Danos Señor un corazón nuevo'', pues lo que debemos hacer ya lo sabemos, el problema es que nos falta la fuerza y sólo podemos con tu gracia. El amor lo cambia todo, pues sólo viviendo desde la caridad crecerá nuestra fe y se mantendrá nuestra esperanza. Se nos presenta así el Jueves santo como día de amor, y amor fraterno, pues contemplar el corazón eucarístico del Señor del que nos alimentamos ha de llevarnos precisamente a encarnar en nuestra existencia el amor a los hermanos. 

Hay una tradición que viene de la cultura griega y que aquí en el contexto de la cena pascual del Señor se hace verdad para nosotros, contaban ya los clásicos que las aves más silenciosas eran normalmente los cisnes y que estos hacían su canto más bello justamente cuando veían la muerte llegar. Los filósofos dirán que ese símil está muy bien para referirse a la muerte de Sócrates, pero para nosotros ejemplifica muchísimo mejor lo que ha sido la vida del Hijo de Dios en nuestro suelo. Tras treinta años silencioso, no sólo nos regala esa melodía de sus tres años últimos de vida que fueron un anuncio incansable de la verdad del evangelio, sino que vislumbrando ya su muerte entona aquí en la sala con divanes su testamento final del amor sin reservas. No es un amor superficial ni buenista, ni equiparable a lo que nuestro mundo entiende por amor, y es que el sentido amatorio del corazón de Cristo es amor redentor. San Ignacio nos lo indica en sus ejercicios ''al contemplar el mundo dice hagamos redención'', el Señor viene a completar su misión, para la que ha venido a nosotros. 

Somos llamados a amar, el problema es que difícilmente podemos dar amor cuando no hemos conocido el amor que Dios nos tiene. Sólo partiendo de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser... podrán nuestros ojos reconocerle no sólo en los hermanos sino especialmente en los que más sufren a los que llamamos los predilectos de su corazón. La colecta de Jueves Santo que se hace en el ofertorio siempre va destinada a Cáritas, es un gesto bellísimo que nos pone los pies en la tierra. Señor ¿Cuándo te vimos con hambre o con sed? ahora el problema no es que no tengamos clara esta dimensión social de la fe, sino que nos empeñamos en alimentar, liberar, vestir o dar de beber al que creemos que lo necesita cuando nosotros somos los primeros que no nos dejamos ayudar, ni terminamos de ver que estamos hambrientos, que somos esclavos, que estamos desnudos o muertos de sed. El día que logremos ver a Cristo hasta en el rostro de los que tenemos por enemigos, ese día ya no sólo dejarán de ser para nosotros contrarios sino que habremos logrado aproximarnos al anhelo de todo creyente ''tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús''. Suena a locura ciertamente, y es que el proyecto del Corazón de Cristo no es otro que amar locamente. En aquel primer jueves santo de la historia se materializó la locura de Dios por nosotros, que tanto nos amó y ama, que no sólo se entrega sino que se queda con nosotros. 

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