domingo, 16 de abril de 2023

Misericordia divina. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Con este domingo II de Pascua ponemos fin a la Octava; estos ocho días que la liturgia nos ha ayudado a vivirlo como uno sólo, toda una prolongación del día de la Resurrección del Señor de forma intensa, misterio que seguiremos interiorizando en las próximas semanas de este tiempo de Pascual. También llamamos a este domingo "de la Divina Misericordia"; preciosa expresión que refleja la devoción al Señor, la cual se ha extendido al mundo entero teniendo origen en Polonia. Adentrémonos, pues, en la hermosura de este glorioso día en que recordamos la mayor misericordia de Cristo para con nosotros al padecer, morir y resucitar por todos. 

I. Por su gran misericordia 

Qué emocionante este cántico tomado de la carta de San Pedro, sobre el cual merece la pena volver, aunque sólo sea en la primera parte: ''Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final''. Este texto va dirigido a dos tipos de oyentes principalmente; según nos dicen los entendidos, a los dos modelos de cristianos que más le preocupaban al autor: los que eran perseguidos por su fe y los que no acaban de aterrizar y vivían un tanto dispersos. Hoy quizá somos una mezcla de todo; en nosotros hay fidelidad, ciertamente, aunque quizá también temores que tienen origen en la persecución camuflada que vivimos y también dispersión, por no decir de confusión, confrontación y división. Pero lo importante es que sabemos decir ''Bendito sea Dios que nos ha rescatado, que no nos ha dejado seguir viviendo la esclavitud del mal, sino que nos ha dado por pura misericordia la vida en plenitud. La noche de Pascua no nos da alas, no basta con preocuparse sólo de llevar a casa el agua bendita; lo hermoso de este tiempo es esforzarnos por vivir como hombres nuevos, tomar en serio nuestro compromiso bautismal y afrontar los contratiempos de nuestra vida con la diferente mirada que da saber que el sepulcro de Cristo está vacío. Sólo el que cree en la resurrección mira sin miedo al futuro; sólo el que cree en la resurrección acepta en esta vida la persecución y el martirio; sólo contemplando a Jesucristo resucitado experimentaremos el verdadero sentido de la esperanza cristiana. 

II. Perseveraban

Solemos cantar que es aquí en este tiempo de Pascua cuando nace nuestro pueblo, el pueblo de Dios que es la Iglesia. Ó, como dice otro himno de estos días: ''Somos el pueblo de la Pascua, aleluya es nuestra canción''. La historia de la Iglesia debe leerse en clave pascual, pues no hacemos cosas para queden aquí, sino que nuestra misión es construir lo que no se ve, lo que atañe al espíritu y nos habla de participar de la gloria de Cristo vivo. A lo largo de estas semanas nos acompañará la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, que es como el cuaderno de bitácora de los comienzos de la Iglesia. Todo comienzo es hermoso, pero también veremos que no fue todo maravilloso, que hubo obstáculos, disputas y diferentes puntos de ver las cosas... Al fin y al cabo una comunidad es un grupo de personas mayor o menor, aunque cada cual con su realidad y circunstancias, pero con una premisa clara: somos todos hermanos y nos une la fe en que el Señor que es lo más importante, y lo que debería poner fin a toda rivalidad. En las parroquias siempre hubo, hay y habrá problemas, pues las formamos personas de carne y hueso; pero nunca olvidemos que sólo hay un protagonista: Jesucristo. Aquí vemos una descripción envidiable, más adelante irán apareciendo los contratiempos. Sin embargo, quiero quedarme con un término que aparece en dos ocasiones: ''perseverar''. Si os fijais nos ha dicho San Lucas: ''Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando''. Y al principio del texto matizaba: ''Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles''. El perseverante es el que permanece firme, el que no se cansa ni se deja caer, el que es constante no sólo en el obrar sino en el ser, y a eso somos llamados nosotros, no sólo a obrar como cristianos, bautizados, testigos del resucitado, sino a serlo. Nos lo ha dicho el Señor: ''con vuestra perseverancia, salvareis vuestras almas''. 

III. Señor mío y Dios mío

Parece muy breve el evangelio de hoy, pero tiene mucha miga. El primer detalle a tener en cuenta es el lugar donde sucede. Nos dice el texto que estaban reunidos; es decir, como nosotros alrededor de la mesa, en torno al altar compartiendo el alimento de la palabra y el pan de vida. Y se aparece Jesús Resucitado en dos momentos diferentes: primero nos dice al anochecer del primer día de la semana; es decir, la noche del domingo de Pascua, y nos aclara el autor: "Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús". Y más adelante se nos especifica: ''A los ocho días'', es decir: hoy, segundo domingo de Pascua... Aquí Jesús Resucitado vuelve a aparecerse con su saludo de paz y esta vez sí que está Tomás con ellos. Nuevo detalle a valorar: ¿os dais cuenta lo que nos está diciendo el texto? Que ya los apóstoles se reunían en domingo, como lo hacemos nosotros y como ha hecho la Iglesia desde el día de la Resurrección sin interrupción hasta hoy. Los primeros cristianos entendieron ya el valor del día de Pascua; no es un invento de los curas, es un sentimiento del corazón de los discípulos que creen en su Maestro y quieren cada semana celebrar con Él su paso, su Pascua, su victoria. Atención aquí, pues igualmente estamos ante una prueba histórica de que Jesús resucitó: ¿Cómo es posible que un grupo de judíos se atrevieran a dejar de celebrar "el sabat" para empezar a celebrar el domingo, y que esta costumbre se extendiera de forma permanente tan pronto? Es impensable. Sólo un hecho de tales dimensiones como la que nos traemos entre manos llevaría a unos fieles judíos a traicionar sus propias leyes y tradiciones... A ésto nos reunimos cada domingo, para celebrar que Jesús ha resucitado y que nos ha redimido, ciertamente; pero no como un hecho del pasado, sino como algo que actualizamos y hacemos presente de forma sacramental: el hecho central de nuestra salvación. Jesucristo siempre regala paz, por eso sieguen siendo millones de personas en el mundo las que a diario siguen postrándose a orar ante Jesús crucificado, y es que éstas -ojalá estemos entre ellos- han descubierto que de sus heridas, de sus llagas y de su costado sólo brota misericordia... Otro gesto es la figura de Tomás con sus dos actitudes: el Tomás que representa lo contrario a la Pascua; es decir, una persona que se ciñe al mundo y lo que captan los sentidos sin saber ir más allá ni importarle más; y el Tomás que queda extasiado de la experiencia de encuentro con Jesucristo resucitado, que es la experiencia de la Pascua. Os animo a descubrir esta preciosa devoción de "la Divina Misericordia", la cual sólo la entiende quien profundiza en el contexto del momento histórico de estas revelaciones, de la situación personal de Santa Faustina Kowalska y del momento que vivía Polonia en aquel entonces. En internet hay numerosas biografías de la Santa, muchísima documentación sobre su diario, el rezo de "la coronilla"... Acercaros a ello, y si tenéis la oportunidad en vacaciones de ir a Polonia no dejéis de pasar como peregrinos por el Santuario de la Divina Misericordia...
Que San Juan Pablo II interceda por nosotros; él falleció en las vísperas de este domingo en el año 2005. Le pedimos que nos enseñe a ser devotos de la misericordia de Dios para saber ser nosotros también misericordiosos.

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