(Víctor in vínculis) Justo a los pies de la Santina, en el corazón del Santuario, se encuentra la CASA DIOCESANA DE EJERCICIOS DE COVADONGA, gestionada por las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús. En el mismo edificio de la histórica Colegiata de San Fernando. Allí en unas de sus capillas se encuentra la imagen original de la Santina. En el pasillo se conserva el cajón en que fue devuelta -tras los días de la persecución religiosa- desde Paría.
Una copia en poliéster, más resistente para estar a la intemperie, se venera en la Cueva.
CUANDO LA VIRGEN ESTUVO EN PARÍS
El incombustible don Ángel Garralda García (1923), que fue párroco de San Nicolás de Bari de Avilés, publicó en 1977 La persecución religiosa del clero en Asturias en dos tomos (I. Martirios y II. Odisea). En 2009 ha publicado una nueva edición en uno solo. En la página 71 del primer tomo leemos:
«El último capítulo de la persecución religiosa en Asturias concluye con la vuelta del destierro de la Virgen de Covadonga. Raptada y prisionera, fue exiliada y apareció inesperadamente en un desván de la Embajada española en París.
Así apareció: El señor Quiñones de León, que representaba a España en tanto llegaba el nuevo embajador, señor Lequerica, encontró en el desván del edificio donde está la embajada de España en París, unas cuantas cajas que habían servido para trasladar el tesoro artístico robado por los rojos asturianos. Estas cajas tenían en sus tapas notas indicando lo que contenían cada una de ellas.
Todas las cajas habían sido saqueadas por los marxistas al abandonar la embajada, a excepción de una que permanecía cerrada y que en su parte superior tenía un rótulo que decía: Virgen de Covadonga.
Abierta la caja, se vio que la imagen estaba intacta y que únicamente le faltaba la corona (la corona de uso diario, porque la auténtica se conservaba en un banco de Oviedo). Vestía un manto que, según se supo, es el mismo que le regalaron unas damas asturianas cuyos nombres aparecen bordados en el mismo manto.
[Nuestra Señora de Covadonga, 1876. Fotografía de Vicente Pérez Sierra. Museo de Covadonga. Escribe Javier Remis: «Aunque existen algunas fotografías anteriores, esta es una de las más antiguas que se conocen de la Virgen de Covadonga. Es muy curiosa, porque en ella se aprecia que, en aquella época, la imagen llevaba rostrillo. A día de hoy todavía se conserva en el santuario el manto y la peana, no así la corona, desaparecida durante la guerra civil española»].
La persona que abrió la caja en que se guardaba la imagen de Nuestra Señora de Covadonga, ha sido el señor Selgas (Boletín Oficial Eclesiástico de Oviedo. 1939 - 15 de abril, nº 7, pág. 234).
Doña Carmen Pérez-Caballero, viuda de la Torre, en su función de canciller de la Embajada española en París, fue la que encontró personalmente la imagen de la Santina, según declaró (en el periódico Región de Oviedo el 6 de noviembre de 1977).
Un día -dice-, en un cuarto pequeño, situado en el descansillo entre el primero y el segundo piso, encontramos (me acompañaba el ministro consejero de la embajada, señor Castilla), unos cajones cerrados. Uno de ellos ponía en la tapa: Virgen de Covadonga. Pensamos que estaría vacío, y al abrirlo fue una gran emoción, porque allí estaba la Virgen con su manto, pero sin corona.
La noticia llenó de alborozo a Asturias y a España entera. Inmediatamente se nombró una comisión organizadora del retorno de la Madre a su trono del Auseva».
Sin embargo, el sacerdote e historiador Silverio Cerra (1) nos explica que la historia del destierro de la Virgen de Covadonga se inició al estallar la Guerra Civil, cuando la Santina fue escondida en un armario ropero del Hotel Pelayo para evitar que sufriese algún daño (2). Allí estuvo custodiada por una joven socialista, que era la responsable del departamento de lencería del establecimiento. Muy pocas personas conocían el secreto, entre ellas el médico y diputado de Izquierda Republicana Luis Laredo y su esposa Ángeles López-Cuesta. Esta, que era católica, acudía a menudo a rezar a la habitación que guardaba la imagen hasta que, en diciembre de 1936, cuando se creó el Consejo Interprovincial de Asturias y León, el control del santuario pasó a otras manos con lo que la familia del político republicano decidió llevar a la Virgen hasta Gijón. El traslado fue responsabilidad del consejero de Propaganda Antonio Ortega, amigo de Luis Laredo y del escultor Antonio Goicoechea Aguirre quien se encargó de depositarla en el Ateneo Obrero.
En Gijón fue exhibida en abril y mayo de 1937 en sendas exposiciones organizadas por Ortega, quien pretendía crear un Museo Popular de Arte, pero ante la evidencia de que Asturias estaba a punto de caer en poder del Ejército nacional, en septiembre de 1937 se decidió el traslado a Valencia. La misión le fue encargada al anarcosindicalista Eleuterio Quintanilla, un hombre ponderado y de toda garantía que debía conducirla a su destino vía Burdeos, pero los acontecimientos bélicos hicieron que los planes se torcieran y finalmente la Virgen acabó en la Embajada española de París.
En cuanto acabó la Guerra Civil, entra en juego el superior de la Misión Española, el padre claretiano Joaquín Aller (3), quien supo del paradero de la Santina a través del testimonio de un joven comunista asturiano, que prestaba sus servicios en la representación diplomática del gobierno de la República. Según el testimonio del claretiano aquel joven le dijo:
Yo soy un comunista asturiano... Es el caso que la Santina asturiana, patrona de mi tierra, está entre otros tesoros artísticos, almacenados en la embajada. Esta va a ser evacuada, y yo no quiero que esta imagen tan querida sufra más ultrajes... Está guardada dentro de una caja, cuyo lugar conozco, y no me sería difícil dar con ella sin que lo advirtiesen.
El padre Aller le ofreció su ayuda y colaboración, le encomendó que la separase de los otros objetos y la guardase con cuidado hasta que las nuevas autoridades españolas se hiciesen cargo de aquellos locales. Vuelto a la embajada, el joven comunista escondió la imagen en un pequeño departamento junto al ascensor, del cual él mismo tenía las llaves, evitando que en los últimos momentos la Santina fuese llevada a otra parte, y acabase vendida o liquidada de cualquier modo.
Según texto recogido por Silverio Cerra, el anarquista Álvarez Palomo (4) dejó escrito: «Ese símbolo de la cristiandad, al margen de toda creencia y desmintiendo la ferocidad que se nos atribuye, fue puesto a salvo... por los rojos y custodiado por el hombre más representativo del fondo humanista del anarquismo: Eleuterio Quintanilla».
El caso es que, al salir a la luz, la imagen, aunque no mostraba graves deterioros, aparecía exhibiendo sobre sí la pobreza y las heridas de la guerra: no tenía corona, ni flor en la mano, ni la peana con los tres ángeles, ni adornos sobre el pobrísimo vestido. Y mostraba diversas rozaduras que lastimaban su rostro.
El embajador Lequerica comunicó la noticia del hallazgo al gobierno español. La buena nueva, tan largamente esperada se difundió de inmediato por todas partes. El 25 de marzo de 1939 el mismo Franco comunicaba al gobernador cívico-militar de Asturias, coronel José Ceano, en un telegrama que imagen Virgen Covadonga ha sido encontrada en un desván de la Embajada española en París, revuelta con otros objetos. La emoción de Asturias tras el hallazgo de la Santina no tuvo medida.
La colonia española en París empezó a visitar a la Santina, y la presencia de multitud de devotos motivó que la imagen fuese trasladada el 8 de abril de 1939 a la iglesia de la Misión Española. Al tiempo que sucede todo esto, se trabaja para que la imagen regrese a España.
La Santina salió de París el 10 de junio, siendo despedida en Versalles, haciendo paradas en Loyola, Mondragón, Vitoria, Burgos, Valladolid y León, para entrar en Asturias, el 13 de junio, por el puerto de Pajares «a hombros» de costaleros.
Recorrió diversos municipios hasta llegar el día 17 de junio a Oviedo, donde permaneció nueve días en la catedral hasta que fue trasladada a Gijón el 27 de junio. Finalmente, el 6 de julio de 1939, la Santina regresaba a Covadonga para ser entronizada en la cueva.
(1) Silverio Cerra Suárez (1938-2014) era profesor en el seminario de Oviedo y se había dedicado a la investigación de temas religiosos relacionados con Asturias.
(2) Los responsables de sanidad del comité republicano provincial convirtieron Covadonga en un gran centro hospitalario. En el otoño de 1936, el Hotel Pelayo fue destinado a la atención de enfermedades infecciosas. El Hotel Favila se dedicó a la atención de militares heridos.
Además, Covadonga fue en este tiempo refugio y residencia de dirigentes republicanos. Allí pasó parte de la guerra José Maldonado, diputado de Izquierda Republicana y que llegaría a ser el último presidente de la República en el exilio. También residió unos meses en Covadonga, el diputado del mismo partido, Luis Loredo y la esposa de este, Angeles López-Cuesta, que habría de convertirse en personaje de singular importancia y sin cuya animosidad y coraje quizá no hubiera sido posible que la imagen de la Santina estuviera hoy en Covadonga.
(3) En 1910 Joaquín Aller Aller (1897-1964) ingresó en la Congregación de los Misioneros del Corazón de María, los claretianos. En Santo Domingo de la Calzada se ordenó sacerdote, siendo profesor durante un quinquenio en el colegio de Castro Urdiales (Cantabria). Después de casi una década como formador, en julio de 1938, fue enviado a París como superior, en la misión que los claretianos tenían en Rue de la Pompe, recuperando la imagen de la Virgen de Covadonga de los sótanos de la Embajada de España. También en París, falsificó documentos que permitieron salvar la vida a 155 judíos.
(4) Ramón Álvarez Palomo (1913-2003) fue un histórico anarcosindicalista asturiano y una de las figuras claves de la Revolución de Asturias de 1934 y de la constitución de la Confederación General del Trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario