martes, 15 de noviembre de 2022

Entrevista a Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo: «Sería preocupante que la Iglesia y los obispos estuviésemos mudos»

(Infovaticana/Javier Arias) Monseñor Jesús Sanz Montes (Madrid, 1955) es uno de esos prelados que cada vez que habla o escribe no deja a nadie indiferente.

El 21 de noviembre de 2009, Jesús Sanz fue nombrado arzobispo de Oviedo y desde entonces, pastorea la archidiócesis asturiana. En la CEE es miembro de la Comisión Ejecutiva desde el 3 de marzo de 2020. Era miembro del Comité Ejecutivo desde 2017. Asimismo es miembro de la Comisión Permanente.

Es, por tanto, una de las voces con más peso dentro de la Iglesia en España. Sobre la próxima Asamblea Plenaria de los obispos españoles, sobre la situación de la Iglesia y otras cuestiones de actualidad moral y social, hemos hablado con el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes.

Entre algunas de las cuestiones planteadas, monseñor Jesús Sanz ha desvelado que de cara a la próxima elección del secretario general de la CEE, prefiere que ese puesto lo ocupe un obispo y la portavocía un laico.

En cuanto a la situación política y social que atraviesa España, el arzobispo de Oviedo afirma que «da la impresión de que todo está fuera de su quicio cultural, de su principio moral, de su respeto antropológico, de su humilde verdad».

Entrevista con Monseñor Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo:

P-En pocos días se cumplirá el 13º aniversario de su nombramiento como arzobispo de Oviedo, ¿qué valoración hace de estos años transcurridos?

R-Como toda andadura humana, han sido años llenos de sorpresas con las que Dios sale a tu encuentro, poniendo en valor los talentos con los que inmerecidamente te bendice y también poniendo a prueba tu confianza. Acompañar a aquellos que te acompañan, sean sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, es una apasionante tarea pastoral llena de gozo fraterno. Ver cómo aparecen las vocaciones para el Seminario, cómo se consolidan las familias cristianas, despedir a los sacerdotes ancianos o enfermos a los que el Señor llama. Tengo esa certeza de haber recibido un regalo cuando la Iglesia me confió esta porción de la comunidad cristiana. Me embarga un sentimiento de gratitud inmenso. Quiero a mi gente y me sé muy querido por ella.

"Sueño con una España cristiana"

P-¿Con qué Iglesia sueña de aquí al futuro en Asturias y en España?

R-Asturias tiene una belleza grandísima, como también goza de la misma nuestra España. Pero no sólo es la hermosura de una tierra, sino también la bondad de las personas que con su franqueza te ayudan a remar en esa barca de la historia con la que haces tu travesía asignada hasta llegar a la orilla eterna que es nuestra meta última, prometida y soñada. Pero junto a la belleza de una tierra y la bondad de un pueblo, está la historia que nos preside y que hemos heredado. Una historia de santos y pecadores, de fidelidad y de claudicaciones, una historia de reconquista de lo que realmente vale la pena. Asturias y España tienen en común esos timbres de una gloria que nos identifican, en los que no son censurables ni erradicables los valores cristianos que nos constituyen como pueblo que tiene una cosmovisión concreta de las cosas y como Iglesia que siempre ha estado presente. Podrá haber expresiones de esa cosmovisión y de esa presencia que puedan ser modificables, pero la sustancia de nuestra identidad ha de ser siempre fiel. Yo sueño con una Asturias cristiana, con una España cristiana, que no renuncie al rostro y a la entraña que nuestra historia ha ido forjando a través de los siglos.

P-Es usted miembro de la Comisión Ejecutiva y de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española. ¿Cómo afrontan los obispos españoles la próxima Asamblea Plenaria?

R-Con serenidad, aunque de modo inevitable con una cierta preocupación. La serenidad de quien se sabe sostenido por Dios y acompañado por su Gracia. Pero la preocupación ante el deterioro que se verifica en tantos interlocutores que nos muestran toda su beligerancia desde sus posiciones políticas y sus terminales mediáticas, mientras no construyen una alternativa social, cultural y humana en donde la vida sea respetada, la familia protegida, ni la convivencia asegurada. Como Conferencia Episcopal debemos tener la lucidez de hacer un discernimiento justo de cómo están las cosas, y una libertad audaz para denunciar lo que nos destruye y enfrenta, junto al anuncio de lo que como cristianos debemos proclamar como verdadera buena noticia: Cristo ha resucitado poniendo fin a todas nuestras muertes, ha hecho posible la esperanza y nos concede con su compañía aportar el mensaje evangélico de paz verdadera, de bien sin aditivos, de justicia auténtica, de amor sincero.

"Personalmente preferiría que el Secretario fuera un obispo y el portavoz que fuera un laico"

P-En dicha Asamblea deberán elegir nuevo secretario general y portavoz de la CEE. ¿Es usted partidario de que ocupen algunos de esos dos cargos un laico?

R-Todo tiene su pro y su contra. Pero la cuestión no está en la filiación laica o clerical de un cargo que es fundamentalmente un servicio que reclama eficacia despierta, identidad clara, gestión bien llevada. El criterio no es que sea laico o clérigo quien ocupe esos servicios, sino quien lo puede hacer mejor y más oportunamente en este momento. Personalmente preferiría que el Secretario fuera un obispo y el portavoz que fuera un laico. Tenemos a hombres y mujeres extraordinariamente preparados para hacer esta función en la portavocía de la CEE.

Hay una subcultura “perrofláutica” que va poco a poco minando las cosmovisiones que teníamos

P-En una de sus últimas cartas pastorales arremetió contra el aborto y la eutanasia. Además de estas dos cuestiones, ¿qué opinión le merece la Ley Trans que quiere sacar adelante el Gobierno de España?

R-Tanto a mí como a la inmensa mayoría de la sociedad, me parece una aberración que sólo responde a un calendario ideológico por parte de algunas minorías escoradas en sus desnortadas derivas, que gozan en este momento del apoyo jaleado de algunas formaciones políticas bien conocidas. Lo acabo de expresar en una de mis cartas semanales cuando he abordado la cuestión criticando el asunto: Hay una serie de medidas vinculantes, de leyes coercitivas, de mentalizaciones mediáticas, de mantras dominantes, a través de las cuales se intenta imponer una nueva comprensión de la sociedad, una relación distinta entre personas, y una progresiva exigencia que trastoca el modo de ver las cosas hasta su más profundo disloque. Hay una subcultura “perrofláutica” que va poco a poco minando las cosmovisiones que teníamos y que, con sus variantes adecuadas dentro de una sociedad plural y democrática, habíamos cuidado y nos habíamos otorgado como modo de convivencia con sus correctoras alternancias. Pero de un tiempo a esta parte da la impresión de que todo está fuera de su quicio cultural, de su principio moral, de su respeto antropológico, de su humilde verdad.

"Hay que dar la batalla también cultural"

P-¿Cree que a la Iglesia y, en concreto a los obispos, les falta más contundencia para denunciar estos atropellos por parte del Gobierno contra la vida y la dignidad humana?

R-Pues habrá tal vez obispos que sean menos contundentes, y otros que tengan más desparpajo y audacia para decir las cosas. Acertar a denunciar lo que nos atropella de tantos modos, y a anunciar lo que nos construye desde Cristo. Pero sería preocupante que la Iglesia, y en concreto los obispos por nuestra alta responsabilidad, estuviésemos mudos y nos convirtiésemos en invisibles. Habría ganado la batalla quien siempre cizaña e insidia, pues es su secular tarea como diablo, si la Iglesia, los obispos anduviésemos callados por temor o estuviésemos ausentes por pudor. Hay que dar la batalla también cultural, y la presencia cristiana es necesaria precisamente en momentos en los que otras presencias se están demostrando tan letales y destructoras de un pasado que quieren reescribir, de un futuro que quieren controlar y de un presente que manipulan desde la mentira más manipuladora.

P-En alguna otra carta pastoral suya ha hecho referencia a lo que ha supuesto la pandemia para la Iglesia. ¿Cree que se pudo “pecar” de exceso de prudencia al asumir el cierre de las Iglesias y la falta de acceso a los sacramentos?

R-Todos estuvimos desbordados ante algo que nos dejó sorprendidos y demasiado acorralados. No deja de ser un misterio esta pandemia tan universal como extraña, que alguna vez se podrá desentrañar y descubrir su verdadero rostro y las intenciones que había detrás. Cuando el confinamiento era tan extremo e imperado, no había muchas alternativas y andábamos faltos de verdaderos datos reales. Sin duda que alguien se ha aprovechado de ello, como luego se ha demostrado, y tal vez entre la ignorancia asustadiza y la prudencia temerosa, acaso tomamos decisiones demasiado drásticas mantenidas durante demasiado tiempo. Se cerraron muchas cosas, no sólo las iglesias, y estuvimos ayunos de tantas cosas, no sólo de los sacramentos. Esta fue la tragedia que a todos nos puso contra las cuerdas poniendo a prueba nuestra audacia y nuestra esperanza.

P-Por último, es usted un gran devoto de la Virgen de Covadonga. ¿Qué papel juega la Virgen en su día a día tanto a nivel espiritual como en su tarea de gobierno de la archidiócesis?

R-La Santísima Virgen es el “método” de Dios, como ha dicho un teólogo italiano. Es la manera como el Señor ha querido introducirse en nuestra historia, no sólo siendo el camino referente, sino el caminante que nos acompaña. Y todo se deriva de ese sí que María pronunció ante la propuesta que Dios le hizo con las palabras del arcángel San Gabriel. Un sí que ha posibilitado que nosotros pronunciemos el nuestro. La vida de María es el más precioso comentario a ese doble “hágase” que explica su entera vida: hágase en mí según tu palabra y haced lo que Él os diga. Es decir, que mi vida responda al designio de Dios haciendo mía su Palabra, y que mi vida responda a la necesidad que los hermanos en cuya falta de vino (como en las bodas de Caná), encontraron en María la respuesta a sus carencias cuyo milagro se obró por acoger la Palabra de Jesús.

Nuestra Santina de Covadonga es el corazón espiritual de nuestra historia cristiana como pueblo de Dios, la que alienta toda reconquista y la que con ternura materna nos engendra como hijos y nos ayuda a crecer como cristianos. Durante el tiempo más severo de la pandemia, estuve en Covadonga y allí escribí un libro que tenía ganas de hacerlo desde hacía tiempo: “María y su itinerario cristiano. Una compañía materna en nuestro camino”. Así lo vivo cada día y así lo testimonio ante mis hermanos. La Virgen nos cuida.

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