domingo, 13 de agosto de 2017

Don José Manuel García Rodríguez, 25 años dando trigo en Candás. Por Rodrigo Huerta Migoya


"La perfección no consiste en la multitud de cosas hechas, sino en el hecho de estar bien hechas".

Quisiera comenzar con una cita de San Vicente de Paúl, pues fue un 27 de septiembre de 1992 cuando Don José se convertía en párroco de San Félix de Candás con la solemne toma de posesión, celebrada con Monseñor Javier Gómez Cuesta como representante del Arzobispo y con la presencia de un nutrido grupo de sacerdotes de Pravia y de Carreño, con D. Rosendo a la cabeza como Arcipreste, que se hicieron presentes y le acompañaron.

Han sido muchas las gracias que el Señor ha derramado sobre la Parroquia de Candás desde la llegada del nuevo cura; quiero repasar algunas:

El mantenimiento de todas las tradiciones de la Parroquia: horarios de misa, flores de mayo, salve de los sábados, responsos por los difuntos...

La recuperación de la antigua Novena del Cristo en su formato y textos originales

La recuperación de los cantos originales del encuentro y el himno auténtico del Cristo (casi olvidado)

La apertura de la Fiesta del Cristo hacia el clero diocesano, pues hasta la llegada de Don José, el día del Cristo sólo contaba con dos curas: Don Luis, hoy párroco emérito de Llanes que era invitado por D. Valeriano, el párroco anterior, y Don Rosendo, que se "auto-invitaba" imbuido de su autoridad y que el ilustre cura de Albandi tenía por ser en el tiempo, nada menos, que el sucesor del mísmisimo Don Antón de Marirreguera, literato asturiano... además de ser ya entonces el Decano de los arciprestes diocesanos.

En estos veinticinco años el día del Cristo se ha distinguido por grandes concelebraciones de sacerdotes, que sólo descendieron en número cuando el día 14 coincidió en domingo. Cabe traer a colación una anécdota de esas primeras fiestas, cuando nuestro cura invitó a todo el clero del arciprestazgo carreñense. La comida fue en el restaurante (ahora cerrado) "La Fonte", y allí se dispusieron a optar mayoritariamente por el menú del día. El cura local ya había sido advertido por sus compañeros, en especial creo que por el ya difunto Don Manuel, el de Logrezana, que al cura de Tamón era muy difícil sacarlo de casa a comer, pues había sido fraile y además se quejaba de problemas estomacales. No pasa nada; Don José Manuel le advirtió que a la hora de comer pidiera lo que quisiera y mejor le viniese para su estómago. Don Alejandro (el cura de Tamón, también ya difunto) consiguió animarse así, y tras ojear bien la carta y quedando el último por pedir, ante el asombro de todos (y el susto del anfitrión) le espetó al camarero: ''a mi me trae unas angulitas por favor'' (a 25.000 pts. de las de entonces el kilo)

Ha sido un cura "obrero", pues siempre cabila como mejorar o adecentar algo. Ahí queda la restauración y mejoras del templo en tantísimas actuaciones: pintura, torres, luz, megafonía, andas para las procesiones, retablos, lámparas, órgano, relojes, sacristía, santuario del Cristo...

Algunas de sus aportaciones han sido brillantes, aunque nunca se lo hallamos reconocido debidamente, tal como la vidriera del Cristo que preside la fachada del templo y siempre ilumina al peregrino que pasa ante él, con su arco iris, que nos dice como Dios ha cumplido su alianza con el pueblo a través del madero santo.

El precioso baldaquino para la procesión del Corpus, el palio nuevo, el manto de la Virgen del Rosario, los nuevos faldones del Cristo, el altar de la Santina, las lámparas votivas, los candelabros, los magníficos cuadros que fue adquiriendo para el templo (como las dos escenas de pasión que vemos en el santuario) o las propias vidrieras de la capilla de Covadonga, también en el Santuario, que recuerdan a los grandes santos que meditaron sobre la Cruz del Señor: San Agustín y Santa Teresa: el que tarde le amó y la que moría de ganas de amarle cara a cara...

Creo que tampoco se puede omitir la recuperación de la capilla románica de San Félix, capilla que ya no es desconocida (estuvo mucho tiempo restringido su acceso) sino familiar para todos los candasinos, pues el párroco, con buen criterio, trasladó allí la pila bautismal, afirmando sin lugar a dudas que es en esta capilla donde originalmente nació a fe el pueblo marinero de Candás.

Igualmente, la exposición permanente de esa pequeña parte del legado de Don Valeriano al Museo de la Iglesia. No suele ser habitual que el sacerdote "nuevo" sea el que recuerde a su antecesor (¡qué cosas!) pero en este caso hay que decir que sino fuera por nuestro homenajeado, D. Valeriano no hubiera tenido una placa en el templo ni los reconocimientos de la Parroquia y de la Escolanía, que, con el actual cura a la cabeza, en su momento, peregrinaron hasta el cementerio municipal de Mieres para recordar en oración y ante su sepultura a quien le había precedido.

¡Cuántas ideas han salido de la cabeza de este hombre en estos años!: las balconeras rojas de las torres para la fiesta del Cristo, los mamposteros del presbiterio con los símbolos de Carreño y Asturias, los ángeles que custodian el Sagrario, las vidrierillas emplomadas en las puertas de acceso al templo, los ángeles de bronce incrustados en la base del retablo mayor, la nueva sede, la apuesta por las cofradías...

Que decir de la tienda de recuerdos!.. gracias a ella la Parroquia no sólo ha podido afrontar los gastos que conlleva cada pequeña obra: ¿alguien se imagina lo que cuesta andamiar sólo un tramo de las bóvedas para pintarlas?... Pero fuera ya de números, lo que me parece aquí más reseñable es la repercusión y potenciación tan grande que se le ha dado al Santuario en este reducido espacio en el que el peregrino, el romero o el turista, tienen posibilidad llevarse a su tierra, a su país o a otros amigos un recuerdo de esta historia entrañable de Candás, visitado por un cristo náufrago que recata a sus rescatadores. Los famosos "pins" del Cristo que el buen cura ha ido regalando a tantas personalidades que hasta aquí se han acercado: Fernando Alonso, el Abad de Silos, el Obispo de Canarias... siendo ya un emblema o atuendo candasín junto con el pañuelo marinero. "Pin" que se hizo nacional e internacional cuando Josefa "la Cervera" se lo impuso a la entonces Princesa Letizia en su paso por Candás y en el que omitieron la visita Cristo. ¡No pasó nada!.. los protocolos de palacio no sabían del orgullo pescador de las de Candás que recordaron a la hoy reina lo que de todos es sabido: En Candás, el Cristo y nada más...el resto de la copla, es puro añadido tiñoso de Antromero p´llá!...

Pero en mi opinión, las grandezas de Don José Manuel no están sólo en sus obras materiales, sino sobre todo en las espirituales que son muchas más (y ya es decir). De él podríamos decir que es un cura de los de antes, sí; pues se ha desposado tanto a su parroquia que cuesta horrores sacarle un día de ella, y, para lograrlo, hay que hacer a veces autenticas ecuaciones matemáticas... Sinceramente, no conozco otro cura en Asturias que tenga en un pueblo dos misas diarias todos los días del año de forma fija (además de funerales) y que no tenga un sólo día de descanso a la semana; que celebre cinco misas dominicales en el mismo templo o que nunca vaya de vacaciones.. bueno, sí, sólo conozco a uno: al cura de Candás.

El gusto con el que tiene siempre el altar y el templo dicen ya mucho de él, algo que muchos feligreses han empezado a valorar a raíz de las peregrinaciones de la Cofradía del Rosario a tantos templos de Asturias. Me contaron que cuando se visitó la basílica de Cangas del Narcea, a algunas mujeres no les gustó mucho lo que vieron, hasta el punto de que alguna comentó: ¡si esto ye una basílica la nuestra ye una catedral!...

Hombre de oración -cuantas veces sentado en su banco siguiendo el rosario- y sus misas siempre celebradas con unción y con un "ars celebrandi" de los que quedan muy pocos. Parecen cosas que no tienen importancia pero no es igual la eucaristía con un sacerdote que parece tener prisa o que celebra de carrerilla a ver a otro que parece saborear cada momento, cada oración, cada gesto... en una palabra que vive en Cristo, por Él y en Él.

No le han faltado momentos duros y difíciles, noches si dormir, disgustos, problemas... quizá aquí podemos decir que se ha hecho verdad aquello que Monseñor Tarancón le dijo en el rito de su ordenación un 29 de Junio de 1965: "Agnosce quod ages, imitare quod tractabis, et vitam tuam mysterio dominicae crucis" (configura tu vida con la Cruz del Señor).

Yo se bien que ha vivido con miedos, con dudas, muchas veces "de uñas"... pero como para no; a veces las misiones más sencillas son las que se hacen más cuesta arriba, como también muchas veces no es tener muchos enemigos sino pocos que te ofrezcan su hombro. Ahora uno ve el presente y piensa que Dios ha puesto a cada cuál en su sitio y en su lugar, aunque eso no borre tanto dolor que se pudo haber mitigado con la ayuda y el ausente sentido común de los que lo pudieron evitar. Napoleón sabía de esto cuando acuñó una expresión definitiva y definitoria al respecto: "El mundo sufre mucho, no por la violencia de las malas personas sino por el silencio de las buenas''. Pese a todo, pienso que no ha habido mejor candidato para sustituir a D. Valeriano (28 años en la Parroquia) que D. José Manuel... Dios hace las cosas a su manera para confundir a los necios...

El Señor dijo que la característica del pastor es que conoce a sus ovejas, y doy fe de ello. Don José Manuel se conoce a todos y cada uno de los vecinos de Candas: los que vienen a misa y los que no; los que están en Candás o fuera de España; las familias, las situaciones, las realidades y hasta "los motes", algo que me sigue pareciendo increíble. Es ya un candasín de adopción, pues se ha integrado totalmente en la idiosincracia "sardinera" de esta villa y puerto.

El pequeño y austero coche del párroco sólo conoce tres rutas fuera de la parroquia: una es la del hospital, llámese Jove, Cabueñes o San Agustín, para visitar o alentar al feligrés enfermo; la segunda es la ruta de los tanatorios: La Cruz en Candás, Avilés o Gijón; y allá va él presuroso para rezar el responso por el vecino que ha partido de este mundo. Y su última ruta es la de su querida casa natal de Miranda (Avilés) a la que tan unido está.

Rodrigo Huerta Migoya

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