jueves, 16 de marzo de 2017

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Forjadores de la esperanza

¡Qué extraño desencuentro cuando hay gente que presuntamente embebida de Dios fatiga estando con los hermanos, o cuando personas comprometidas en tantas causas nobles humanas no se inspiran –dicen- en Dios de quien se sienten ajenos y alejados! Este año tiene por lema el día del Seminario que celebramos cada festividad de San José, “cerca de Dios y de los hermanos”. Es hermosa esta mutua cercanía, con amores distintos, sin duda, pero sin duda inseparables. No se puede amar a Dios haciéndolo sin los hermanos, no nos entregamos de veras a los hombres sin llegar al modelo de amor que vemos en el Corazón de Jesucristo.

Tenemos un puñado de seminaristas en nuestra diócesis. Son veintiséis jóvenes entre el Seminario Metropolitano y el Seminario Misionero Redemptoris Mater. Quiera Dios que, no tardando, podamos tener también el Seminario Menor otra vez. Veintiséis bendiciones que abren otras tantas esperanzas en el horizonte de nuestra pastoral diocesana. Lo hago siempre que voy a confirmar a nuestras parroquias, y cuando visito las comunidades religiosas o cuando me veo con familias: rezad por las vocaciones, que el Señor nos conceda los seminaristas que tanto necesitamos para que el día de mañana se puedan entregar con verdadera pasión y con santidad de vida a los hermanos que la Iglesia les confíe.

No se improvisa la formación de un futuro sacerdote. Ni queremos que sean santones que se entregan y sirven a un Dios que no nos hubiera dado hermanos, ni queremos tampoco que sean agentes sociales de pancarta y barricada que no saben decir por quien hacen lo que hacen. Con Dios y con los hermanos: esta es la síntesis justa y acertada de una misión que sabe abrazar a los hombres en sus heridas y preguntas, y que bebe continuamente en la fuente de un agua viva que es la única que sacia.

Necesitamos curas, buenos curas, muchos y santos, capaces de ser testigos del amor de Dios, capaces de dar la vida por los hermanos. Ese testimonio del amor de Dios sólo es posible cuando se ha experimentado en la propia vida qué significa de veras ser amado por el Señor. Si esto no fuera así, los sacerdotes seríamos tan sólo expertos de religión, los encargados del mantenimiento en un edificio y de muchos tejados, los que llevaran adelante programaciones consabidas. Pero testimoniar el amor de Dios sólo es posible cuando se ha vivenciado ese amor y se hace gesto en el abrazo a los demás.

Por este motivo cuidamos a los seminaristas como mejor sabemos y podemos, y pedimos ser bendecidos con nuevos hermanos que vayan asumiendo los huecos que los curas enfermos y ancianos van dejando tras haber entregado toda su vida.

El día de San José es el día del padre, también de estos hombres consagrados que ejercen una paternidad espiritual. Es un día para agradecer el don de los sacerdotes, de tantos hermanos buenos y entregados, que a pesar de su edad o mil ocupaciones, tienen tiempo, ganas e ilusión para escuchar las palabras de Dios que luego ellos narran a sus hermanos y nutren su vida de la gracia que sus manos saben repartir a los demás. ¡Qué hermoso espectáculo, el más bello sin duda, ver a curas así... porque los hay! Pidamos al Señor que bendiga nuestra Diócesis con muchas y santas vocaciones sacerdotales, jóvenes que se atrevan a prestar a Quien les llama, sus labios y sus manos, su tiempo y su entraña! Curas y seminaristas que tengan sus brazos en el pulso de la historia y el oído en el corazón del Señor, portavoces de las voces del mismo Dios, portadores de los dones con los que Él viene al encuentro de nuestras pobrezas y necesidades de toda índole, auténticos forjadores de la esperanza cristiana.



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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