miércoles, 17 de junio de 2015

«Cuando la fe no llega a los bolsillos, no es una fe genuina», recuerda el Papa leyendo a San Pablo


Si se quita la pobreza del Evangelio no se puede entender el mensaje de Jesús. Lo ha afirmado el santo padre Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta.

El Papa ha recordado que es injusto definir como “comunistas” a los sacerdotes u obispos que hablan de los pobres.

Tal y como ha recordado el Santo Padre, San Pablo organiza la colecta en la Iglesia de Corinto para la Iglesia de Jerusalén que vive momentos difíciles de pobreza. Por eso, Francisco ha desarrollado su homilía sobre la “teología de la pobreza” tomando la Primera Lectura del día y también ha subrayado que hoy como entonces, pobreza es “una palabra que siempre avergüenza”.

El Papa ha explicado que muchas veces se escucha decir: “pero este sacerdote habla demasiado de pobreza, este obispo habla de pobreza, este cristiano, esta monja habla de pobreza… ¿Son un poco comunistas, no?” Sin embargo, ha recordado, “la pobreza está precisamente en el centro del Evangelio. Si quitamos la pobreza del Evangelio, no se entendería nada del mensaje de Jesús”.

Así, ha proseguido, San Pablo hablando a la Iglesia de Corinto evidencia cuál es su verdadera riqueza: “Sed ricos en cada cosa, en la fe, en la palabra, en la conciencia, en todo celo y en la caridad que os hemos enseñado”. Es la exhortación del apóstol de la gentes, “como sois ricos, sedlo también en esta obra generosa” en “esta colecta”.

De este modo ha añadido: “si tenéis mucha riqueza en el corazón, esta riqueza tan grande -el celo, la caridad, la Palabra de Dios, el conocimiento de Dios- haced que esta riqueza llegue a los bolsillos. Y esta es una regla de oro. Cuando la fe no llega a los bolsillos, no es una fe genuina. Es una regla de oro que Pablo dice aquí: ‘vosotros sois ricos en muchas cosas, ahora, así, sedlo también en esta obra generosa’”. Y ha proseguido el Papa: “hay esta contraposición entre riqueza y pobreza. La Iglesia de Jerusalén es pobre, está en dificultades económicas, pero es rica, porque tiene el tesoro del anuncio evangélico. Y esta Iglesia de Jerusalén, pobre, ha enriquecido a la Iglesia de Corinto con el anuncio evangélico; le ha dado la riqueza del Evangelio”.

Vosotros, ha proseguido Francisco retomando a San Pablo, que “sois ricos económicamente y que sois ricos con tantas cosas, erais pobres sin el anuncio del Evangelio, pero habéis enriquecido la Iglesia de Jerusalén, extendiendo el pueblo de Dios”. De la pobreza viene la riqueza --ha recordado-- es un intercambio mutuo. Aquí está el fundamento de la pobreza. Jesucristo de rico que era --de la riqueza de Dios-- se ha hecho pobre, se ha abajado por nosotros. Este es el significado de la primera bienaventuranza, “bienaventurados los pobre de espíritu”.

El Papa ha afirmado que “ser pobre es dejarse enriquecer por la pobreza de Cristo y no querer ser rico con otras riquezas que no sean las de Cristo”.

Por eso, Francisco ha recordado que “cuando nosotros ayudamos a los pobres, no hacemos cristianamente obras de beneficencia. Esto es bueno, es humano --las obras de beneficencia son cosas buenas y humanas-- pero esta no es la pobreza cristiana, que quiere Pablo, que predica Pablo. La pobreza cristiana es que yo doy de lo mío y no de los superfluo, también de lo necesario, al pobre, porque sé que él me enriquece. ¿Y por qué me enriquece el pobre? Porque Jesús ha dicho que Él mismo está en el pobre”.

Por otro lado, el Pontífice ha señalado que cuando me despojo de algo “pero no solo de lo superfluo, para dar a un pobre, a una comunidad pobre”, esto “me enriquece”. Jesús actúa en mí cuando hago esto y Jesús actúa en él, para enriquecerme cuando hago esto, ha subrayado.

Para finalizar la homilía, Francisco ha indicado que “esta es la teología de la pobreza, por esto es que la pobreza está al centro del Evangelio, no es una ideología”. Es precisamente este misterio, el misterio de Cristo que se ha abajado, se ha humillado, se ha empobrecido para enriquecerse. De este modo el Papa ha explicado que “así se entiende que la primera de las bienaventuranzas sea “bienaventurados los pobres de espíritu”.

Y así, para concluir, el Santo Padre ha reconocido que ser pobre de espíritu es ir sobre este camino del Señor: la pobreza del Señor que, también se abaja tanto que ahora se hace ‘pan’ para nosotros, en este sacrificio. Continúa abajándose en la historia de la Iglesia, en el memorial de su pasión, en el memorial de su humillación, en el memorial de su abajamiento, en el memorial de su pobreza, y de este ‘pan’ Él se enriquece.

(Texto de Radio Vaticano traducido y adaptado por ZENIT)

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