jueves, 1 de agosto de 2013

Los franciscanos se van de Avilés

(El Comercio) .Si Dios no pone remedio, Asturias se quedará sin frailes franciscanos. «Sí, nos marchamos de Avilés, puede que ya en septiembre, o quizá en octubre. Lo cierto es que nos vamos», admite Fray Tito poco antes de entregarse a las vísperas, el oficio divino vespertino.Su voz delata su pesar. Es el mayor del convento de Avilés, la única congregación de la orden que sobrevive en Asturias y la más antigua.
La llegada de la comunidad franciscana a la ciudad se remonta al segundo tercio del siglo XIII, posiblemente en torno a 1260, apenas cincuenta años después de que, en 1209, San Francisco de Asís fundase la orden, autorizada por el Papa Inocencio. Desde entonces siempre ha habido franciscanos en Avilés, salvo un paréntesis durante los años de la Desamortización de Mendizábal, a caballo entre los siglos XIX y XX, que concluyó en el año 1919, con el regreso de los Padres Franciscanos a Avilés. Su marcha rompe una historia escrita a lo largo de los últimos 750 años y abre un hueco que el Arzobispado de Asturias tendrá que cubrir, solo en parte, encomendando la parroquia de los Padres Franciscanos a un sacerdote o a otra comunidad conventual. No será tarea fácil, dada la profunda crisis vocacional.
Y si hay pocos sacerdotes, frailes hay menos aún. La escasez de personal es lo que ha obligado a la jerarquía de la orden religiosa a tomar la dolorosa y difícil decisión de cerrar el convento de Avilés y también el de Herbón, en La Coruña, muy cerca de Padrón.
El primitivo convento de los Padres Franciscanos de Avilés estaba en lo que ahora es la iglesia de San Nicolás de Bari, y el actual, en una casa de la calle de la Ferrería. Tras la muerte, el pasado octubre, de Fray Domingo, el mayor, sus únicos moradores son Humberto González, nombre civil de Fray Tito, y Fray Uxío, los dos frailes franciscanos que hoy en día quedan en Avilés. Llevan aquí cinco años. Hasta entonces la congregación residía en otra casa edificada junto a la iglesia de los Padres Franciscanos, mejor dicho sobre la propia iglesia, que fue posteriormente demolida.
Los franciscanos se encargan del templo desde su regreso a Avilés, en 1919. Erigido en el siglo XII, de estilo románico y dedicado a San Antonio de Padua, es el edificio más antiguo de la ciudad, y en él descansan los restos de Pedro Menéndez, el Adelantado de la Florida. A su lado, pared con pared, está la Capilla de Los Alas, bajo cuyo suelo se han hallado numerosos enterramientos.
Fray Tito, de 45 años, lleva en Avilés «trece o catorce», y Fray Uxío, de 54, tres. Los dos son gallegos. «Es una decisión dolorosa, pero esta casa ni siquiera es nuestra, y es más fácil de cerrar que otras que tienen que hacerse cargo, por ejemplo, de un colegio. Las circunstancias son las que son y hay que aceptarlas, aunque no gusten. Las cosas vienen así», explica Fray Tito con resignación cristiana. «Llevamos aquí mucho tiempo y nos sentimos queridos», añade.
Alberga pocas esperanzas de que la jerarquía franciscana dé marcha atrás. «Hay que esperar a que venga el padre provincial, posiblemente el día 10 de este mismo mes, pero la decisión está tomada, el proceso en marcha y alternativa tampoco se vislumbra. Cuando llegue esa visita será el momento de comunicar oficialmente a los feligreses lo que en realidad la mayoría ya sabe. Que nos vamos», explica Fray Tito.
Capuchinos y seglares
Una vez abandonen Avilés, la presencia franciscana en Asturias se reducirá a seglares y a cinco miembros de la orden de los Hermanos Menores Capuchinos, encargados de la iglesia de San Antonio de Padua de Gijón, en la calle Uría. Popularmente conocidos como los capuchinos, es una rama nacida a a raíz de la reforma de los Franciscanos Observantes, la tercera y última de la primera orden franciscana. Hay otras dos ordenes, la femenina, conocidas como las clarisas, y la seglar.
Fray Tito y Fray Uxio pertenecen a la rama troncal, franciscanos puros. Y en Asturias no quedan más. En cuanto a su futuro, «ya nos asignarán un nuevo convento», concluye Fray Tito. Dios proveerá.

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