Infancia y formación
sacerdotal
San
Juan de Ávila nació el 6 de enero de 1499 (o 1500) en Almodóvar del Campo
(Ciudad Real), de una familia profundamente cristiana. Sus padres, Alfonso de
Ávila (de ascendencia israelita) y Catalina Jijón, poseían unas minas de plata
en Sierra Morena, y supieron dar al niño una formación cristiana de sacrificio y
amor al prójimo. Son conocidas las escenas de entregar su sayo nuevo a un niño
pobre, sus prolongados ratos de oración, sus sacrificios, su devoción
eucarística y mariana.
Probablemente en 1513 comenzó a estudiar leyes en Salamanca, de
donde volvería después de cuatro años para llevar una vida retirada en
Almodóvar. A pesar de llamarlas ‘leyes negras’ los estudios de Salamanca dejaron
huella en su formación eclesiástica, como puede constatarse en sus escritos de
reforma. Esta nueva etapa en Almodóvar, en casa de sus padres, viviendo una vida
de oración y penitencia, durará hasta 1520. Pues aconsejado por un religioso
franciscano, marchará a estudiar artes y teología a Alcalá de Henares
(1520-1526). De esta etapa en Alcalá existen testimonios de su gran valía
intelectual, como así lo atestigua el Mtro. Domingo de Soto. Allí estuvo en
contacto con las grandes corrientes de reforma del momento. Conoció el
erasmismo, las diversas escuelas teológicas y filosóficas y la preocupación por
el conocimiento de las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia. También
trabó amistad con quienes habían de ser grandes reformadores de la vida
cristiana, como don Pedro Guerrero, futuro arzobispo de Granada, y posiblemente
también con el venerable Fernando de Contreras. Incluso pudo haber conocido allí
al P. Francisco de Osuna y a San Ignacio de Loyola.
Primeros años de sacerdocio
Durante sus estudios en Alcalá, murieron sus padres. Juan fue
ordenado sacerdote en 1526, y quiso venerar la memoria de sus padres celebrando
su Primera Misa en Almodóvar del Campo. La ceremonia estuvo adornada por la
presencia de doce pobres que comieron luego a su mesa. Después vendió todos los
bienes que le habían dejado sus padres, los repartió a los pobres, y se dedicó
enteramente a la evangelización, empezando por su mismo
pueblo.
Un año después, se ofreció como misionero al nuevo obispo de
Tlascala (Nueva España), Fr. Julián Garcés, que habría de marchar para América
en 1527 desde el puerto de Sevilla. Con este firme propósito de ser
evangelizador del Nuevo Mundo, se trasladó san Juan de Ávila a Sevilla, donde
mientras tanto se entregó de lleno al ministerio, en compañía de su compañero de
estudios en Alcalá el venerable Fernando de Contreras. Ambos vivían pobremente,
entregados a una vida de oración y sacrificio, de asistencia a los pobres, de enseñanza del
catecismo.
Esta amistad y convivencia con Fernando de Contreras, fueron
posiblemente las que motivaron el cambio de las ansias misioneras de Juan de
Ávila. El P. Contreras habló con el arzobispo de Sevilla, D. Alonso Manrique, y
éste le ordenó a Juan que se quedara en las ‘Indias’ del mediodía español. El
mismo arzobispo quiso conocer personalmente la valía del nuevo sacerdote y le
mandó predicar en su presencia. Juan de Ávila contaría después la vergüenza que
tuvo que pasar; orando la noche anterior ante el crucifijo, pidió al Señor que,
por la vergüenza que él pasó desnudo en la cruz, le ayudara a pasar aquel rato
amargo. Y cuando, al terminar el sermón, le colmaron de alabanzas, respondió:
<<Eso mismo me decía el demonio al subir al púlpito.
Durante algún tiempo continuó el ministerio juntamente con Fernando
de Contreras. Pronto se dirigió a predicar y ejercer el ministerio en Écija
(Sevilla). Uno de sus primeros discípulos y compañero fue Pedro Fernández de
Córdoba, cuya hermana de catorce años, D.ª Sancha Carrillo (ambos hijos de los
señores de Guadalcázar, Córdoba), comenzó una vida de perfección bajo la guía
del Maestro Ávila. La que habría sido dama de la emperatriz Isabel, pasó a ser
(después de confesarse con san Juan de Ávila) una de las almas más delicadas de
la época y destinataria de las enseñanzas del Maestro en el Audi, Filia, preciosa pieza espiritual
del siglo XVI y único libro escrito por Juan de Ávila. Su predicación se
extendía también a Jerez de la Frontera, Palma del Río, Alcalá de Guadaira,
Utrera..., juntamente con la labor de confesionario, dirección de almas, arreglo
de enemistades.
Pero
su presencia en Écija pronto le va a acarrear las enemistades y la persecución.
El primer incidente ocurrió cuando un comisario de bulas impidió la predicación
de Juan para poder predicar él la bula de que era comisario. El auditorio, sin
embargo, dejó al bulero solo en la iglesia principal y fue a escuchar a Juan de
Ávila en otra iglesia. Después del suceso, el comisario de bulas, en plena
calle, propinó una bofetada a Juan. Éste se arrodilló y dijo humildemente:
<<emparéjeme esta otra mejilla, que más merezco por mis pecados>>.
Este hecho y las envidias de algunos eclesiásticos, llevaron precisamente a los
clérigos a denunciar a San Juan de Ávila ante la Inquisición sevillana en
1531.
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