jueves, 18 de abril de 2013

Olor a oveja

 
 
Olor a oveja. Eso es lo que el Papa Francisco quiere para sus sacerdotes. Y estoy totalmente de acuerdo con él. Los curas nos hemos hecho curas para trabajar, por Cristo, por la Iglesia, por la evangelización. Y no para estar mirándonos el ombligo, con introspecciones narcisistas, o para andar buscando en los trapos viejos o en los últimos destellos de la tecnología algo con que llenar la vida. Somos obreros de la viña del Señor y lo que se le pide a un obrero es que trabaje. Después ya se encargará el amo de la viña de pagarle el salario, que como dice el himno: "a jornal de gloria no hay trabajo grande".
Estamos para trabajar y eso significa no sólo atender a los que vienen a misa sino también salir en busca de la oveja perdida, lo cual es tanto más urgente cuantas menos ovejas quedan en el redil y más andan perdidas por los montes, siendo devoradas por los lobos. Hace falta recuperar el ímpetu innovador, misionero, que sacudió al clero católico en los años del inmediato posconcilio. Aquel entusiasmo se tradujo en muchas cosas equivocadas, en graves errores, pero también en muchísimas cosas buenas. Los curas entonces tenían ganas de hacer algo, de cambiar algo; muchos se equivocaron y otros no, pero al menos tenían entusiasmo. Ahora hay más pasividad, una especie de sopor resignado que lleva a la mayoría a considerar que ya no hay nada que hacer y que sólo cabe esperar a que el último cierre la puerta y eche la llave. Juan Pablo II y Benedicto XVI han preparado el camino, centrando al clero y haciéndonos recordar que tenemos que ser más espirituales, más respetuosos con la liturgia, más enraizados en Cristo. Ahora Francisco quiere que todas esas reservas de fe que hemos atesorado en estos años fructifiquen en un nuevo ímpetu evangelizador; quiere que salgamos de nuevo a la calle, incluso aunque nos equivoquemos. Porque, en realidad, el peor de los males no es hacer algo mal, sino no hacer nada.
Yo no quiero oler a Chanel nº5, ni a perfume exquisito, sino a colonia barata. Quiero pasar mi vida trabajando por Cristo y, por amor a Él, por ayudar a los hombres a encontrar al Señor, en el cual está el camino, la verdad y la vida. Tengo la enorme suerte de que ese pueblo con el que vivo y quiero vivir, me da esas muestras de cariño de que hablaba el Papa. Me siento feliz de oler a oveja.
 
 

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