sábado, 23 de febrero de 2013

Reflexión Dominical

Por el Padre Franz Monroy Castellanos ,Párroco de San Luis Beltrán de Bogotá
 
El sacerdote Pierre Teilhard de Chardin, reconocido sabio y filósofo francés, escribió: “La Transfiguración, termina por convertirse en la fiesta de mi predilección porque expresa exactamente lo que yo más espero de Cristo; que se realice en nosotros, y a nuestros ojos, la bienaventurada metamorfosis”.

La Transfiguración de Cristo representa uno de los acontecimientos centrales en su vida terrenal. Al parecer sucedió en tiempos de la Fiesta Judía de las Tiendas: una celebración de la presencia moradora de Dios entre los seres humanos.

La transfiguración de Cristo revela que Dios “habita” en el Mesías y se manifiesta por él, hombre de carne y hueso. Su celebración, de manera muy similar a las fiestas de la Pascua y Pentecostés, llegó a ser el cumplimiento en el nuevo testamento de estas fiestas del Antiguo Testamento.

Por la Transfiguración los apóstoles comprendieron que en Cristo “habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad” y Jesús les permite conocer esto antes de su Crucifixión, a fin de que sepan quién es El y qué es lo que ha preparado.

La presencia de Moisés y Elías es de gran importancia para la comprensión y celebración de esta fiesta. Estas dos figuras representan el Antiguo Testamento: Moisés representa la Ley; Elías a los Profetas, y Cristo el cumplimiento de la Ley y de los Profetas.

También representan a los vivos y a los muertos; Moisés falleció y se conoce su lugar de sepultura, mientras Elías fue llevado al cielo. Moisés y Elías confirman que el Mesías-Salvador está aquí, y que Él es el Hijo de Dios de quien el Padre mismo da testimonio. La Transfiguración de Cristo nos revela nuestro propio destino como cristianos, el destino final de todos los seres humanos y de la creación entera, el de la transformación radical del ser y su glorificación por el majestuoso esplendor de Dios.
 
 

La Transfiguración de Jesús, en este segundo domingo de cuaresma, nos descubre la identidad, el certificado de ADN de Jesús: probabilidad con un 100% de ser HIJO DE DIOS.

Muchos seguirán sin creer, sentenciando que no existió el monte Tabor, ni hubo manifestación o nubes que se abrieron desplegando y completando el Misterio.

Otros se quedarán en el Jesús histórico, sin más trascendencia que su nacimiento, su muerte o el movimiento de liberación que pudo desencadenar.

Algunos otros, como yo, concluiremos que la Transfiguración es una vivencia y un adelanto de la gloria que nos espera después de la muerte y resurrección de Jesús.

En la transfiguración el Señor nos llama a la confianza, nos arrastra hasta la intimidad con Dios; nos manifiesta su gloria y nos invita a dejarnos transfigurar por el poder del amor, del compromiso y de la solidaridad.

El Tabor exige subir para comprender y acoger la persona divina de Jesús y baja

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