Conocí a Don Federico hace bastantes años, aunque cuando realmente lo pude conocer mejor fue en mi etapa como párroco en el suroccidente asturiano. Llegó la enfermedad y la jubilación de mi compañero de tabla Don Horacio como párroco de San Antolín de Ibias y otras y yo hacía las sustituciones, y el entonces arzobispo Don Carlos Osoro, el cual me había nombrado arcipreste de El Acebo me dijo que no me preocupara, que tenía un sacerdote para mandar a esas seis parroquias del referido Concejo, y la solución llegó de Estados Unidos en la persona de Don Federico Abad Martínez, quién aceptó aquel nombramiento contento e ilusionado... Ese nombramiento en principio me sonó un tanto extraño de mano: ¿un sacerdote entrado en años contento e ilusionado para Ibias?... Bueno, me dijo el Arzobispo, es que su familia es del occidente, se crió en Salime y es un enamorado del mundo rural... ¡Ah, pues genial! Desde el primer momento tuvimos mucho "feeling". Era, ciertamente, único e irrepetible, pero en aquel hombre fuerte y robusto se escondía también una persona frágil, enferma, con heridas en el alma y mucha vida a sus espaldas. Don Federico me pidió en mi calidad de arcipreste que defendiera ante el Arzobispado la necesidad de que le arreglasen la casa rectoral que había dejado D. Horacio tras medio siglo en ella. Aquello -como siempre que uno trata con burócratas- me costó mis disgustos, pues yo reclamé -porque era testigo- que aquella casa no reunía las condiciones para un sacerdote de su edad, tras una austeridad espartana de D. Horacio. El entonces Vicario General, Juan Antonio Menéndez (q.e.p.d.), asesorado por el Ecónomo decía que era "tirar el dinero", que Federico en dos días iba a pedir cambio de destino: "que tú no le conoces, Joaquín, que nunca ha parado en ningún sitio..." Yo volví a hablar con Don Federico y me aseguró que ese sería su último destino: ''yo me jubilo en Ibias'', me dijo. Con las mismas vuelvo a hablar con el Arzobispo y la administración y, finalmente, se aprueba arreglar la casa rectoral de San Antolín. Aún hubo después muchos tiras y aflojas, pues Don Federico quería rehabilitar la casa por todo lo alto y la Diócesis quería gastar lo mínimo indispensable. Al final todos cedimos un poco, pues que un sacerdote estuviera dispuesto a dedicar el resto de su vida ministerial en aquel lejano suroccidente sonaba a chollo...
Al final Don Federico, a los dos años no pidió cambio, pero dijo que se jubilaba y que se iba para la Casa Sacerdotal de Oviedo... Tardaron poco en echarme en cara "los expertos" su profecía, pero en mi opinión no fue un error ni un gasto inadecuado, pues gracias a aquella rehabilitación se pudo alquilar posteriormente esa casa; de otra forma hoy sería otra de las no pocas rectorales en ruina a lo largo y ancho de nuestra geografía diocesana. Don Federico, aún con su estilo socarrón no mintió, pero tampoco dijo toda la verdad; cierto. Dijo que se jubilaba en Ibias, pero no nos dijo cuándo ni en qué forma. Los dos años que le tuve de compañero pude disfrutar de su forma de ser tan original, de su saber y de su dominio del paisaje y paisanaje. Aunque estuvo poco tiempo se impregnó muy bien de la historia y la idiosincrasia de Ibias, y si le preguntaba por cualquier tema del pasado estaba informado o sabía darme su visión sobre ello. Por poner un ejemplo, recuerdo que un día le pregunté por un caso curioso de un niño de dos años que había desaparecido en una aldea de Ibias en el verano de 1968 al cual la Guardia Civil buscó con importantes batidas por la zona sin hallar nunca su rastro. Pensé que Don Federico igual no tenía noticia de ello, pues el crío era de la aldea de Salvador en la parroquia de Sena, feligresía de Ibias, y que no atendía él sino Don Manuel -un sacerdote de la diócesis de Lugo-. Me sorprendió: estaba informadísimo de las diferentes hipótesis, las leyendas urbanas y las búsquedas de la gente y la Guardia Civil. Don Santiago Pérez García -''Chilindrín''- cura emérito de Naviegos, le llamaba ''el punto filipino de la diócesis de Oviedo'', y es que sus padres estaban en aquellas tierras de Asia en busca del porvenir cuando él llegó al mundo en la ciudad de Tarlac, castellanización de la palabra indígena malatarlak que significa ''mala hierba''. Pero uno no es de donde nace, sino de donde pace, por eso Fede siempre se sintió muy asturiano. En el occidente estaba en su salsa, no en vano su primer destino fue en tierras de Cangas de Narcea como Ecónomo de San Mamés de Tebongo y Encargado de Coliema y Carceda. Tras cuatro años en esta zona del El Acebo con sus aventuras y desventuras, era conocido como ''el cura de Tebongo''. Pasó de aquí a Avilés, fundando la parroquia de Santa Teresa de Jesús en el barrio de El Pozón, siendo en esta etapa también Consiliario Comarcal de Mujeres de la Acción Católica General de Avilés, así como arcipreste del desaparecido arciprestazgo de Avilés-Sur, el trienio 1973 - 1975.
Vuelve a su occidente del alma, en concreto a su querida localidad Grandas de Salime a la que se le añadieron San Juan de Vitos, Santa María de Trabada y Santa María Magdalena de Peñafuente, primero, y más tarde Santiago de Pesoz y San José de Brañavieja. Fueron años en que vivió con mucha intensidad, pues se conocía aquello como la palma de su mano. Se identificó muy bien con el papel de sacerdote rural, muy preocupado por las necesidades de sus paisanos, por lo que abundaron en aquellas fechas reuniones y "concejos"; unas para restaurar templos, otras para arreglar caminos o hacer nuevas pistas o reclamar la llegada del alumbrado.
Fueron cinco años en esta tierra de sus raíces en las que en los últimos tres ejerció también como arcipreste de Grandas de Salime, así como de miembro designado del Consejo Presbiteral. Muchos años después, cuando llegaron los ordenadores e internet se haría todo un experto y llegaría a llamarse Federico de Salime, como figuraba en su perfil de linkedin. Le gustaba presumir de que había hecho la primera comunión en el templo de Salime, y que se había criado en aquel pueblo que hoy yace bajo las aguas del Salto en el embalse de Grandas de Salime. El pueblo pertenecía a la parroquia de Villarpedre, aunque como ocurría en tantos otros lugares de la Diócesis con núcleos de población alejados del templo parroquial, se dotó a Salime de un cementerio propio y una iglesia filial. El templo de Salime estaba dedicado a Santa María, y así, al edificarse el poblado de A Paiceiga y dotarlo de templo para los trabajadores del Embalse, se dedicó también a Santa María en la advocación de Nuestra Señora de la Luz en alusión al fin eléctrico del Salto. Hoy la imagen pétrea de Nuestra Señora preside el enclave natural del embalse y Salime sigue siendo de Santa María.
En 1979 D. Federico pide cambio, ofreciéndosele la posibilidad de ir a Taramundi, lo cual acepta encantado. Se encontró con sus dificultades en esta Parroquia: sustituía en esa de San Martín a Don Manuel, un sacerdote anciano y enfermo que en los últimos años en lugar de anotar los sacramentos celebrados en los libros del Archivo Parroquial los iba dejando de forma provisional en cientos de papelinos en una letra ilegible sobre el despacho parroquial, amontonados anárquicamente sin orden ni concierto. Don Fede, que era un apasionado de la investigación, la historia y los archivos, hizo un trabajo de campo ingente preguntando a las familias, comadronas, enterradores, matrimonios jóvenes, etc. para recopilar datos y reconstruir todo lo que faltaba de aquellos "apuntes" de su enfermo predecesor. Atendió también San Pedro de Bres y San Julián de Ouría, siendo el último sacerdote que vivió en la histórica Casa Rectoral de Taramundi, la cual se convirtió en el primer experimento de turismo rural de España y del mundo -dicen algunos- hasta el punto que se la conoce hoy como ''la cuna del turismo rural español''.
Después de tres años en Taramundi parte para las Islas Canarias, en concreto a la diócesis de Canarias donde con permiso del Arzobispo de Oviedo fue nombrado párroco de Santa Ana de Casillas del Ángel, en el corazón de la isla de Fuerteventura. Tras un año de experiencia pastoral canaria es designado por el entonces obispo de esa diócesis, Monseñor Ramón Echarren, secretario particular. Fue el destino al que más tiempo dedicó en su vida sacerdotal, nada menos que seis años; todo un récord en nuestro filipino astur. Monseñor Echarren Isturiz era un hombre abierto de mente, se reconocía progresista, social y próximo a Tarancón. Era hombre humano e inteligente, por ello buscó a un sacerdote para acompañarle que no le dijera que sí a todo, que no fuera canario ni "animal de curia". Lo encontró en Don Federico, pero éste siempre fue "perro sin amo" y en 1989 regresa a nuestra Diócesis siendo destinado como párroco a Tazones, Bedriñana y San Martín del Mar.
Después de tres años en tierras maliayas los periplos de Don Fede serán cada vez más breves: dos años como Adscrito en la parroquia de Holy Rosary Church en Sacramento - USA, dos años en La Espina de Salas junto a dos parroquias más de Salas y tres de Tineo... En 1996 Monseñor Díaz Merchán le ofrece un destino más cómodo como párroco de Ciaño (Langreo) donde en lugar de dos años -lo habitual en él- estará cuatro. Lo pasó mal en la Cuenca del Nalón: le tocaron años convulsos de manifestaciones y actos vandálicos. En aquellos tiempos estaba la Catedral tomada por los trabajadores de Duro Felguera (sufriendo mucho por ello también el Deán de entonces, D. Rafael Somoano Berdasco q.e.p.d.), pero como siempre hizo la izquierda en sus asaltos en contraposición del buen trato recibido de la Iglesia, dañaron seriamente los edificios religiosos, aunque en aquel Langreo no llegaran al nivel de 1934... Contra las paredes de la iglesia y la casa parroquial de Ciaño dispararon cócteles molotov, y hasta clavos, puntas y tornillos... Don Federico, que siempre se sintió muy libre, pidió audiencia al Arzobispo y se presentó con fotografías y con un tarro lleno de esas puntas, clavos y tornillos que lanzaron contra su casa, diciéndole al Obispo: ''Ahí tiene Don Gabino una muestra de lo que hacen sus amigos del "gomeru", y a los que usted tanto contempla''. Y le pide salir de Ciaño, volviendo a la vida de cura rural como párroco de Alles y siete parroquias más del entorno. A los dos años solicita permiso para desarrollar el ministerio pastoral en la Archidiócesis de Madrid, siendo nombrado por Don Antonio María Rouco Varela, Cardenal Arzobispo de Madrid, párroco de Santo Tomás Apóstol de El Berrueco, en la sierra madrileña. A los dos años marcha de nuevo a la diócesis de Sacramento, en Estados Unidos, y será a su regreso de tierras americanas cuando asuma las parroquias de San Antolín de Ibias, San José de Seroiro, San Clemente de Ibias, Santa María Magdalena de Marentes, Santa María de Cecos y San Pedro de Alguerdo, donde yo le conocí y compartí sus anécdotas y el "pulpo a feria" en Fonsagrada, al igual que ya había hecho con su predecesor, el difunto D. Horacio.
Ya jubilado y residiendo en la Casa Sacerdotal de Oviedo aún colaboró en el Archivo Histórico Diocesano como buen amante de la historia; tenía especial habilidad para las cuestiones de archivística. Pastoralmente aún tendría nombramiento como Adscrito en San Antonio de Padua de la Florida de Oviedo. Después colaboró generosamente con la UPAP de Grado, con la UPAP Grandas de Salime o con la Capellanía del Real Monasterio Benedictino de San Pelayo-Oviedo, entre otros apostolados, incluyendo de vez en cuando la ayuda en nuestra parroquia de Lugones. Era habitual verle pasear por el centro de Oviedo con su boina carlista...
Este hombre inquieto y risueño, aunque a veces lo utilizara como argumento "ad hoc", realmente nunca gozó de buena salud: problemas de tensión arterial, glucosa, etc. Los achaques le llevaron en estos últimos tiempos a moverse incluso con ayuda de un andador, primero, y en silla de ruedas al final. Sufrió un "ictus" el día 22 de agosto, por lo que fue trasladado al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) donde falleció. El Señor lo llamó a su presencia en la madrugada del sábado 23 de Agosto de 2025. Tenía 88 años de edad y 59 de ministerio sacerdotal. Descanse en paz el buen punto filipino de D. Federico:
¡hasta el cielo, amigo!







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