Recordemos Covadonga, la gran victoria cristiana en España en el año 722 d. C., y el comienzo de la Reconquista.
Esto fue una década antes de la batalla de Tours, cuando Carlos Martel, “el Martillo”, repelió a la caballería omeya “imparable”, preparando el terreno para el Imperio Carolingio que salvó, o podría decirse, inventó, Europa.
Toda la cristiandad había quedado arrasada, incluidos los centros civilizados de Egipto y Siria, salvo la menguante “Roma” (Bizancio), y los territorios en su mayoría paganos yermo en el lejano oeste. Sólo los milagros salvaron, por ejemplo, a Francia de caer presa de la agresión.
Sin embargo, la conquista de la Península Ibérica por parte de los pueblos del desierto fue, como su avance por Oriente Medio y el Norte de África, una catástrofe para los cristianos, que habían gobernado con relativa paz.
Había comenzado catorce siglos de aniquilación, con otras oleadas árabes que precedieron al islam. La Persia zoroástrica también fue pulverizada, y se cometieron masacres profundas en Hindustán e incluso hasta el Tíbet.
El islam tiene fronteras sangrientas, como escribió Samuel P. Huntington una década antes del 11-S, y siempre las ha tenido. Dondequiera que el islam se encuentra con no musulmanes, hay derramamiento de sangre. Esto no es sólo una condición moderna. Fue cierto desde el principio. El islam se expandió mediante el terrorismo, por sorpresa absoluta, de la nada. Los once de septiembre fueron su estrategia constante.
Los no musulmanes, en general, tienen una historia de enemistad con vecinos musulmanes, y la mayoría han sido masacrados por los musulmanes en su momento. Pero cristianos y judíos han sido las principales víctimas, pues ambos fueron identificados de manera psicótica en el Corán y los hadices.
Para aprender sobre las realidades del islam, hay que estudiar esos textos fundacionales, así como hay que leer la Biblia para acceder al cristianismo. Encontrar traducciones fidedignas es necesariamente un desafío, pues del árabe al inglés resulta casi imposible; hay disparidades enormes entre cualquier par de versiones. Al menos un tercio del Corán es palabrería sin sentido, incluso en el original. Buena suerte.
Preguntas como quién fue Mahoma, si existió realmente, o si La Meca fue siquiera edificada para el siglo VII, no pueden resolverse usando la evidencia al modo occidental. No existe una erudición comparable a la que sustenta tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.
Por buenas razones, la investigación de los textos y las afirmaciones islámicas está impedida en todos los países musulmanes y entraña peligro cuando se intenta en Occidente. En contraste, el cristianismo y el judaísmo pueden estudiarse abiertamente, incluso por escépticos, y han estado disponibles para su desmantelamiento destructivo durante mucho tiempo.
La arqueología ha mostrado que las tradiciones bíblicas son sólidas o plausibles. En cambio, todos los antiguos yacimientos arqueológicos en Arabia Saudita han sido completamente nivelados y rastreados. Se han realizado enormes esfuerzos para mantener la historia del islam alejada del escrutinio, o restringirla a autoridades oficiales. De hecho, prácticamente todos los intentos de estudiar el pasado islámico se han llevado a cabo en instituciones occidentales y se han limitado a éstas.
Esto puede sonar a exageración, y un escándalo para el liberalismo “multicultural” de cara sonriente de hoy. Pero compruébese, porque es un hecho. Además, si se consulta la literatura académica más antigua, hasta hace unas décadas, se constata que todos coincidían en la indigencia del islam. Nuestros historiadores anteriores sí dominaron el campo. Los más recientes han sido, casi siempre, “políticamente correctos” y apologistas tímidos, por temor a represalias musulmanas.
A mí mismo me encargó escribir sobre este estado de cosas Peter Collier en Encounter Books, justo después de que el tema se volviera actual tras los atentados terroristas islámicos del 11 de septiembre. No acepté el anticipo, y rehusé hasta estar seguro de que la tarea era factible.
No era factible, por desgracia, para una persona que no sabe leer árabe, persa, turco y varias otras lenguas. Además, creo que fui un cobarde. Pero desde entonces han surgido personas más valientes y eruditas.
Quizá hayamos superado la ridiculez que expresó el presidente George W. Bush sobre “la religión de la paz”, y su reticencia al uso de la palabra “cruzada”.
Pero el islam no existiría ni siquiera, excepto por su práctica más esencial: el castigo universal de la apostasía con la muerte. Esto está al frente de los muchos castigos bárbaros de esta religión, y subyace a cada artículo de la ley islámica, la Sharia.
Está en abierto y violento conflicto con todas las tradiciones jurídicas civilizadas. Ni siquiera el “islam moderado” ofrece alivio, porque los musulmanes “moderados” son como los cristianos “moderados”: gente que no sabe y no le importa lo que cree. Invariablemente, las creencias musulmanas retornan a sus orígenes inquietantes y al control de fanáticos.
Hasta el día de hoy, por ejemplo en Nigeria, donde muchos miles de cristianos han sido masacrados y las iglesias incendiadas por Boko Haram y otros representantes musulmanes. Y hay además 53 naciones de mayoría musulmana, y varias docenas donde los musulmanes ahora constituyen una minoría considerable y problemática.
A pesar de momentos culturales maravillosos, aunque breves, la experiencia del islam ha sido la misma a lo largo de los siglos. Es consistentemente violento, y todo éxito suyo ha dependido de la intimidación. Sólo atrae a hombres violentos, y a sus economías de piratería, esclavitud y robo.
Esto es lo que aprendí a lo largo de los años desde que, siendo niño en Pakistán, me horrorizó la violencia islámica (aunque aprecié la calidez de muchas familias musulmanas).
Entonces, ¿cómo “reconquistamos” a los musulmanes?
«No podemos», es la respuesta de todos nuestros liberales engreídos y postcristianos. La rendición es su única política coherente.
Sin embargo, la victoria está cerca. Porque la invasión de Europa y América por inmigrantes musulmanes está demostrando ser el mayor error del islam. Personas que venían de sociedades donde el 99 por ciento de los musulmanes permanecían musulmanes han llegado a lugares donde al menos el 20 por ciento se convierten, y la mayoría se hacen cristianos cuando pueden, incluso en Irán. Eran los mejores musulmanes y se convierten en cristianos impresionantes.
La Reconquista no requerirá violencia por nuestra parte. Nos costará martirios. Pero cuando tengamos el coraje de decir a los musulmanes la verdad impactante, su religión se derrumbará. Porque la verdad es firme: DEUS VULT!
●Acerca del autor: David Warren fue editor de la revista Idler y columnista en periódicos canadienses. Tiene amplia experiencia en Oriente Próximo y Lejano. Su blog es Essays in Idleness.
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