sábado, 6 de septiembre de 2025

Canonización de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, los primeros santos del Papa León XIV

Los jóvenes católicos de todo el mundo esperan con mucha expectativa la canonización de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, que el Papa León XIV proclamará santos este domingo 7 de septiembre, y cuyo testimonio de santidad en la juventud y de entrega a Dios en la vida cotidiana inspira a multitudes.

En ese marco, iniciativas de oración, adoración y vigilia se llevarán a cabo en distintos países de Latinoamérica, donde la devoción a estos jóvenes crece día a día e impregna de esperanza a las comunidades.

El Vaticano informó este sábado sobre algunos detalles de la Misa de canonización este domingo 7 de septiembre:

Michele Acutis, hermano de Carlo Acutis, leerá la primera lectura en inglés.

Valeria Vargas Valverde, joven costarricense que recibió el milagro para la canonización de Carlo Acutis, leerá la primera petición en español.

Andrea y Antonia, padres de Carlo Acutis, junto con Michele y Francesca, sus hermanos, estarán en el ofertorio.

La procesión con incensarios contará con la participación de Wanda Gawronska, sobrina nieta de Pier Giorgio Frassati.

PEDRO JORGE FRASSATI 

Nació en Turín el 6 de abril de 1901, en el seno de una de las familias burguesas más influyentes de la ciudad. Tras recibir su primera educación en casa, se matriculó posteriormente en el Liceo Massimo D’Azeglio. A los 10 años, él y su hermana Luciana recibieron la Primera Comunión en la capilla de las Auxiliares de las Almas del Purgatorio, y al verano siguiente se unió a los Pequeños Rosarianos. Durante sus estudios, asistió durante varios años al Instituto Social de los Jesuitas, donde se unió al Apostolado de la Oración y a la Liga Eucarística. Su profunda fe se nutría de la Eucaristía diaria, la oración y la confesión frecuente.

En el otoño de 1918, tras graduarse del bachillerato, se matriculó en la Facultad de Ingeniería Industrial y Mecánica, especializándose en Ingeniería de Minas, del Real Politécnico de Turín. Su nombre figura entre los miembros de la Conferencia de San Vicente del Beato Cottolengo, que incluía a varios exalumnos del Instituto Social. Alegre y extrovertido, encarnaba el valor de la amistad y la cercanía con todos en el ambiente universitario, sin temor a expresar su fe. Fue un miembro ferviente y activo de la Federación Universitaria Católica Italiana. Se unió al Círculo Estudiantil Católico Cesare Balbo y a la Conferencia de San Vicente, que se había formado en su seno. Dedicaba la mayor parte de su tiempo libre a visitar familias pobres, dedicando su propio dinero a atender a los más desfavorecidos. También se unió a las Milites Mariæ (Soldados Militares) de su parroquia de Crocetta y participó en la sección de Jóvenes Adoradores Nocturnos Universitarios.

El vínculo que vivió con mayor dedicación fue con la Juventud Católica, que en las décadas siguientes se convertiría en la Acción Católica Italiana. El 28 de mayo de 1922, recibió el hábito de la Tercera Orden de los Dominicos, tomando el nombre de Hermano Girolamo. Durante la época fascista, pagó el precio de su participación en asociaciones católicas y en las filas del Partido Popular, al que se había unido a los 19 años. Apasionado del alpinismo desde niño, persiguió esta afición durante toda su vida, uniéndose al Club Alpino Italiano y a la asociación Giovane Montagna. Junto con sus amigos, fundó la Società dei Tipi Loschi (Sociedad de Chicos Sombríos), donde los momentos de diversión se convertían en oportunidades para la camaradería espontánea y compartir la fe. Una vez se enamoró de una muchacha, pero movido por un poco común sentido de modestia y no queriendo molestarla, nunca declaró sus sentimientos.

A finales de junio de 1925, presentó síntomas de polio fulminante que, a los pocos días, le provocaron pérdida de apetito y movilidad. Antes de caer en coma y morir, recibió los últimos sacramentos de la fe. Una gran multitud asistió a su funeral y a su despedida. Años después, comenzó el proceso canónico para el reconocimiento de su santidad, que culminó con su beatificación, presidida por san Juan Pablo II el 20 de mayo de 1990 en la Plaza de San Pedro. El año pasado, el papa Francisco reconoció un milagro de sanación ocurrido en Estados Unidos como atribuido a la intercesión del beato Pier Giorgio Frassati. Fue canonizado por el Papa León XIV el 7 de septiembre de 2025. Varios clubes de Acción Católica llevan su nombre, preservando su memoria y manteniéndolo como un modelo a seguir para sus miembros, especialmente los más jóvenes.

CARLOS ACUTIS 

Es el primer santo de la generación millennial. Nació en Londres, Reino Unido, el 3 de mayo de 1991. En aquel entonces, sus padres, originarios de Italia, vivían en Londres, donde trabajaba su padre. Dos semanas después de su nacimiento, Carlos recibió el sacramento del Bautismo. En el otoño de 1991, la familia regresó a Milán, donde Carlos cursó la escuela primaria en el Instituto Tommaseo de las Hermanas Marcelinas. Recibió la Primera Comunión a los siete años en el Monasterio de las Romitas Ambrosianas de Bernaga di Perego (Lecco). La vida de Carlos siempre dejó señales tangibles de su profunda conexión con la Eucaristía: la asistencia diaria a misa o la “comunión espiritual” los días que tenía que ir a la escuela, los pequeños sacrificios que hacía para compensar su falta de amor a Jesús Eucaristía y las historias que compartía con sus amigos. Han alcanzado fama sus palabras: «La Eucaristía es mi camino al Cielo».

Tras la secundaria, se matriculó en el instituto clásico León XIII de Milán, expresión del carisma educativo de la Compañía de Jesús. Además de sus compromisos escolares, fue catequista en su parroquia de Santa Maria Segreta, Milán. Trabajando con un estudiante de ingeniería informática en la página web de la parroquia, aprendió a diseñar y crear páginas web. Le apasionó tanto esta actividad que, en el verano de 2006, creó la página web de un proyecto de voluntariado en su colegio y colaboró ​​en la página web de la Pontificia Academia Cultorum Martyrum, a la que pertenecía su madre. Con una ordenador, también creó un plan para rezar el Rosario. Carlos era un adolescente bondadoso, alegre y jovial. No ocultaba su fe ni su amor por Jesús. Estaba deseoso de ayudar a sus compañeros necesitados, y en su barrio, ayudaba a los pobres que mendigaban con su amistad y parte de su paga. Decía: «Estar siempre unido a Jesús: ese es mi plan de vida». Pasando parte de sus vacaciones de verano en Asís (Perugia), abrazó el carisma franciscano de alegría, contemplación y respeto por la creación, la búsqueda de la paz y la entrega a los más necesitados.

En octubre de 2006, le diagnosticaron una forma agresiva de leucemia. En cuestión de días, su salud empeoró. Ofreció su sufrimiento por el Papa, por el bien de la Iglesia y para alcanzar el Cielo. Ingresado en el Hospital San Gerardo de Monza, recibió el sacramento de la Unción de los Enfermos. A los 15 años y 5 meses, el 12 de octubre de 2006, el corazón de Carlos se paró. Su cuerpo, inicialmente enterrado en la tumba familiar en Ternengo (Biella), fue posteriormente trasladado al cementerio municipal de Asís. Durante varios años, se ha conservado en la Iglesia de la Spogliazione, en la misma ciudad de San Francisco, donde se expone a la veneración de numerosos fieles de todo el mundo.

Tan solo cinco años después de la muerte de Carlos, se fundó en Milán la asociación Amigos de Carlos Acutis, que promovió su causa de beatificación y canonización. La investigación diocesana se llevó a cabo en Milán entre 2013 y 2016, y el 5 de julio de 2018, el Santo Padre Francisco autorizó a la entonces Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto sobre su ejercicio heroico de las virtudes cristianas. Posteriormente, el mismo Pontífice reconoció un primer milagro, ocurrido en la Archidiócesis de Campo Grande (Brasil) en 2013 por intercesión de Carlos. Esto allanó el camino para su beatificación, celebrada el 10 de octubre de 2020 en la Basílica Superior de San Francisco en Asís. Finalmente, el Papa Francisco, al aprobar el segundo milagro, ocurrido en Florencia en 2022, como obra de Dios por intercesión de Carlos Acutis, allanó el camino para su canonización que fue presidida por el Papa León XIV el 7 de septiembre de 2025.

El santuario de la Santina que nunca fue. Por Juan Carlos Rodríguez


(VN) “La destrucción fortuita de la iglesia del Santuario de Nuestra Señora de Covadonga en 1777 extinguió también la imagen tradicional del lugar, donde el viejo templo de madera parecía suspendido en el aire gracias a un ‘milagro divino’”, como describe Vidal de la Madrid Álvarez, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo. Hasta 1901, no se culminó la basílica neorrománica actual, ideada por el dibujante Roberto Frassinelli y construida en piedra caliza rosa por el arquitecto Federico Aparici. Sin embargo, el santuario de la Santina podría haber sido radicalmente distinto: “revolucionario y original”, como califica Vidal de la Madrid el proyecto que creó Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, 1717-Madrid, 1785), el gran arquitecto de la Ilustración.

Nunca llegó a construirse. La tradición venció, otra vez, a la modernidad. La sala 2 del Museo del Real Sitio de Covadonga, en el antiguo edificio de la Escolanía, expone ahora una recreación tridimensional que alumbra lo que pudo haber sido. “Un templo realmente increíble”, como lo define el equipo que lo ha erigido, con la asesoría del propio Vidal de la Madrid, la dirección de Magoga Piñas y la autoría en 3D de Alberto Luque.

Para comprender la debacle del proyecto neoclásico, Vidal de la Madrid explica la traza del primitivo templo altomedieval, recogida en 1759 en un grabado del académico Jerónimo Antonio Gil. “Un templo de factura popular, realizado esencialmente en madera e ideado para cerrar todo el hueco de la cueva”, anota. “Con el fin de ensanchar el exiguo espacio disponible en la oquedad –añade–, se dispusieron varias vigas encajadas en la roca, que volaban soportando la mayor parte de la estructura y proporcionaban la sensación de una fábrica arriesgada e inestable”. Tanto que el cronista Ambrosio de Morales, en su ‘Viage santo’ (1572), solo se lo explicaba por la mano de Dios.

Templo del milagro

En realidad, este “templo del milagro”, como se llegó a conocer, eran dos templos superpuestos fechados a comienzos del siglo IX y atribuidos al rey de Asturias Alfonso II. El alto, con la sacristía abierta al exterior, nave y coro. El bajo, al que se descendía por una escalera, con los sepulcros de Pelayo y Alfonso I, una pequeña capilla con la Virgen y un almacén. “No era un edificio convencional. Su desaparición acarreó la ruina de la concepción tradicional de Covadonga y abrió las puertas de una peligrosa crisis devocional, que los canónigos intentaron atajar cuanto antes procurando la reconstrucción de la iglesia en la cueva”.

Casi de inmediato, en 1779, Ventura Rodríguez propuso su fabuloso proyecto, impulsado por la reformista Real Academia de Bellas Artes San Fernando y por encargo de la Cámara de Castilla. “Ideó un edificio revolucionario de inspiración clasicista acorde con las corrientes europeas del momento, pero opuesto a la concepción del cabildo, que pugnó para lograr el fracaso de la empresa”, señala Vidal de la Madrid, autor del artículo “El arquitecto Ventura Rodríguez y Covadonga: La accidentada historia de un proyecto frustrado” (‘Liño’, n. 15, Oviedo, 2011).

“Finalmente, tan solo se hizo el basamento, pero su proceso constructivo es una apasionante historia de conspiraciones, rencillas, denuncias y, sobre todo, compromisos como los de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el conde de Campomanes o los arquitectos Manuel Martín Rodríguez y Manuel Reguera, para quienes la ejecución literal del proyecto mostraba el camino de la modernidad al amparo de la Ilustración”, detalla el catedrático.

viernes, 5 de septiembre de 2025

Septiembre: mes de la Cruz

 

Memoria de la Cueva de Covadonga desde hace cuatro siglos y medio hasta hoy (II). Por Francisco José Rozada Martínez

La pequeña capilla-sacristía que alberga la Cueva es la tercera que se conoce, después de la muy sencilla de 1820, la de Roberto Frassinelli después, cuyo camarín para albergar la imagen de la Virgen estaba construido en madera y escayola dorada y policromada, la cual se bendijo el 6 de septiembre de 1874 y se mantuvo hasta 1938.

La capilla-sagrario que hoy conocemos se concluyó en 1945 y en su cubierta interior lleva una armadura de madera de castaño dorada por el artista valenciano Juan G. Talens (es curioso que el anterior camarín de Frassinelli también había sido decorado por un artista valenciano, el señor Gasch).

Dos ventanas aspilleras se abren en ella hacia el exterior. La pequeña campana de esta capilla fue un regalo del Ayuntamiento de Gijón el 8 de septiembre de 1949, fundida en los talleres Adaro -según el diseño del arquitecto don Luis Menéndez Pidal- e incluyó en su aleación 10 kilos de plata, con el escudo de Gijón en una cara y la Cruz de la Victoria en la otra.

En la clásica “foguera” de la noche anterior, en Gijón, la campana fue volteada jubilosamente por los vecinos.

El atril del evangelio sobre el águila simbólica fue hecho en Toledo, en bronce dorado a fuego, y costó 30.000 pesetas, que pagaron a medias la Diputación de Oviedo y el Ayuntamiento de Avilés; la donaron el 8 de septiembre de 1950.

El estudio y modelado de los dos graciosos oseznos sobre los que se asienta la silla episcopal de la Cueva fue obra del escultor -nacido en Cangas de Onís- Gerardo Arsenio Zaragoza (1902-1985), pero fueron llevados a la piedra caliza roja de Covadonga por el maestro gallego Andrés Seoane el cual -para interpretar el pelo de los oseznos, se valió de un vaciado del oso existente en uno de los basamentos del Pórtico de la Gloria, en Compostela.

A uno de sus hijos Seoane le puso el nombre de Pelayo, como memoria de los trabajos que realizó en Covadonga. Sus cuatro hijos son muy famosos escultores y participaron en la restauración de más de 25 catedrales españolas.

Aspecto de la Cueva hasta 1873

Camarín de Frassinelli, construido en madera y escayola dorada y policromada, el cual se bendijo el 6 de septiembre de 1874 y se mantuvo hasta 1938.

El camarín de Roberto Frassinelli -''el alemán de Corao''- 
en sus mejores años.

La imagen bajo el arco central del camarín de Frassinelli.-

El interior era de madera y escayola dorada y policromada en tonos plateados.


Eliminación del camarín de Frassinelli en una fotografía de 1939

Año 1945.- Construcción de la actual capilla y balcón de
las bendiciones, bajo la dirección de Luis Menéndez Pidal.

Obras en el piso de la Cueva en 1945.

Interior de la actual capilla de la Cueva.
La capilla-sagrario que hoy conocemos se concluyó en 1945 y en su cubierta interior lleva una armadura de madera de castaño dorada por el artista valenciano Juan G. Talens.

Dos ventanas aspilleras se abren en la actual capilla hacia el exterior.
(En la fotografía, una de ellas).

El ambón del evangelio sobre el águila simbólica fue hecho en Toledo, en bronce dorado a fuego, y costó 30.000 pesetas, que pagaron a medias la Diputación de Oviedo y el Ayuntamiento de Avilés; la donaron el 8 de septiembre de 1950, ahora hace exactamente 75 años.

Otra vista del ambón

El estudio y modelado de los dos graciosos oseznos sobre los que se asienta la silla episcopal de la Cueva fue obra del escultor -nacido en Cangas de Onís- Gerardo Arsenio Zaragoza (1902-1985), pero fueron llevados a la piedra caliza roja de Covadonga por el maestro gallego Andrés Seoane.

Andrés Seoane -para interpretar el pelo de los oseznos, se valió de un vaciado del oso existente en uno de los basamentos del Pórtico de la Gloria, en Santiago de Compostela.

Un oso aparece esculpido -a la izquierda- en los basamentos de los pilares del Pórtico de la Gloria en la catedral de Santiago de Compostela, formando parte de un conjunto de animales fantásticos, leones y cabezas humanas. Estas figuras, que simbolizan la opresión del pecado o los vicios por la gloria de Dios, representan el triunfo del bien sobre el mal, en este caso aplastados bajo el peso de los pilares del pórtico compostelano.

La pequeña campana de esta capilla de la Cueva fue un regalo del Ayuntamiento de Gijón el 8 de septiembre de 1949, fundida en los talleres Adaro -según el diseño del arquitecto don Luis Menéndez Pidal- e incluyó en su aleación 10 kilos de plata, con el escudo de Gijón en una cara y la Cruz de la Victoria en la otra. En la clásica “foguera” de la noche anterior, en Gijón, la campana fue volteada jubilosamente por los vecinos. (La fotografía recoge la visita de los Reyes de España y de sus hijas el 8 de septiembre de 2018, cuando vinieron a celebrar en el Real Sitio tres grandes efemérides: el XIII aniversario de los orígenes del Reino de Asturias, el primer Centenario de la creación del primer Parque Nacional de España -el de la Montaña de Covadonga (hoy Picos de Europa)-, y también el primer Centenario de la Coronación canónica de la Virgen de Covadonga)

Y así se queda la Cueva cada noche... Covadonga consigue reunir y aglutinar naturaleza y arte, espíritu y materia, origen e impulso. Para los asturianos todos -los de aquí y los de la emigración- Covadonga desborda el espacio y el tiempo, los niveles sociales y las fronteras ideológicas, porque es la raíz, cuna y corazón de nuestra conciencia regional, condensando en sí misma la milenaria historia de Asturias.

jueves, 4 de septiembre de 2025

Jubilaciones 2025. Por R. H. M.


Este año apenas ha habido dos jubilaciones como tal, es el caso del P. Emiliano O.P. que se jubila de la responsabilidad de las parroquias de Santa María de Regla de Corias, Santiago de Sierra, Santa Eulalia de Ambres, San Bartolomé de Mieldes, Santa Marina de Obanca, San Julián de Oñón y San Esteban de Tainás. Así como el P. Francisco Javier García Pedramedraño O.P. que se jubila de las parroquias de Santiago de Cibea, San Pedro de Genestoso y Santa María de Regla de Corias, además de colaborar desde 2018 con el P. Emiliano en las parroquias que éste atendía. Con el cese del P. Emiliano y del P. Pachi se pone fin a la labor pastoral de los Padres Dominicos en las parroquias de la zona. Actualmente sólo quedan estos dos religiosos como colaboradores diocesano en Corias. Hasta el pasado año 2024 atendieron la comunidad de Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Cangas de Narcea; actualmente su única encomienda pastoral es la capellanía de las Madres Dominicas de clausura de Cangas. 

El P. Emiliano Burgos García O.P. tiene  81 años y lleva en Corias desde 1980. Su primera encomienda pastoral en la zona fue como Ecónomo de San Jorge de Tormaleo y encargado de San Pedro de Taladrid (Ibias), las cuales atendió hasta 1984 en que fue nombrado párroco de Santiago de Sierra, Oñón, Ambres, Mieldes y Tainás (Cangas de Narcea). Después asumió Santa Marina de Obanca, que la atendía el P. Marcelino Rodríguez Menéndez O.P. el cuál atendió también Santa Eulalia de Cueras y Santa María de Regla de Perandones. Cueras la asumió el P. Jesús Llana Secades O.P. en 1999, y Regla de Perandones la asume D. Miguel Ángel García Bueno en el año 2000. El P. Marcelino quedó como párroco de Regla de Corias hasta que al quebrarse su salud tuvo que ser trasladado a la enfermería de la Virgen del Camino (León). Para esta feligresía de Corias ha sido nombrado nuevo párroco al moderador del equipo sacerdotal de Cangas de Narcea.

El P. Francisco Javier García Peñamedrano O.P. tiene 85 años y lleva en Corias desde 1965. Su primera encomienda pastoral en la zona fue como Ecónomo de Santiago Apóstol de Degaña, así como encargado de Santa María de Sisterna y su filial de San Luis de Tablado, las cuales atendió hasta 1984 cuando fue nombrado Párroco de Santiago de Cibea, San Pedro de Genestoso y San Juan de Villalaez. Con la jubilación del P. Jaime Fernández Martínez O.P. que atendía Carballo, Fuentes y Villarmental, se le duplicó la labor. En 2018 pidió ser liberado de las parroquias de Carballo, Fuentes, Villarmental y Villalaez, quedando únicamente con Cibea, Genestoso y Regla de Corias. Para las parroquias de Cibea y Genestoso está nombrado el actual párroco de Bimeda y alrededores. 

Luego hay varios destinos que no son jubilación, pero que sí supondrá una vida en activo más jubilosa y tranquila en función de la edad y salud de estos sacerdotes. Así tenemos a Don José Luis Fernández Polvorosa, que deja las parroquias de Santa María de la Fresneda, San Cosme de Bobes y San Miguel de la Barreda, en Siero. Don José Luis es natural de Santa Cruz de Llanera; ordenado sacerdote en 1962. Su primer destino fue como coadjutor de San Julián de Somió en Gijón, a la vera del recordado Don Pío. De ahí pasó a Cangas de Narcea en 1967 a las parroquias de San Pedro de Bimeda, San Acisclo de Piñera y San Vicente de Villategil. En 1975 pasa de las tierras de la antracita a tierras de la ulla, siendo destinado a San Salvador de Cabañaquinta y Santa María la Real de Pelúgano, en Aller. En 1991 fue destinado a Santa María de Viella y San Cosme de Bobes con el encargo de la futura parroquia de La Fresneda. La parroquia de Santa María de la Fresneda dio sus primeros pasos a finales de 1991 en un módulo metálico. La parroquia fue erigida en 1997, y el templo consagrado el 20 de septiembre de 1998.

Semejante caso es el de D. Gonzalo José Suárez Menéndez, que deja por salud las parroquias de Santa María de Villaviciosa y Santa Eulalia de Carda, además de cesar en el cargo de Viceconsiliario de Cursillos de Cristiandad de Asturias. Va destinado como canónigo a Covadonga. Don Gonzalo es natural de Valsera (Las Regueras). Fue ordenado sacerdote en 1982 en su parroquia natal de El Escamplero - Valsera. Su primer destino fue la parroquia de San Miguel de Pumarín en Gijón, en cuyo equipo sacerdotal comenzó como vicario parroquial hasta 1991, llegando a ser moderador a partir de dicho año. Fue consiliario diocesano del movimiento Scout, así como delegado diocesano para la Jornada Mundial de la Juventud de 1989. En 1991 es destinado a Teverga como párroco de San Miguel de la Plaza, Santa María de Carrea, San Salvador de Alesga, Santa Marina de Barrio, Santa Eulalia de Torce, San Justo de Páramo y Santa María de Focella, en Teverga. En 2001 asumió las parroquias de Santo Tomás de Riello, San Miguel de Campiello, San Juan de Prado, San Juan de Santianes, Santo Emiliano de Taja, Santa María Magdalena de Urria, San Pedro de Villamayor y Santa María de Villanueva. En 2004 deja las parroquias teverganas para ir a estudiar en la Universidad de la Mística, en Ávila, el Curso Superior sobre Santa Teresa de Jesús. En 2005 es destinado a las parroquias mierenses de Santa María de Figaredo, la Sagrada Familia de Santullano y San Salvador de Santa Cruz. En estos años se especializa en la figura de la sierva de Dios Práxedes Fernández. Fue en este tiempo arcipreste de El Caudal. En 2019 es trasladado a las parroquias de Villaviciosa, Cazanes, Santa Eugenia, Grases y Carda. Por motivos de salud se vio obligado a dejar las parroquias de Santa Eugenia, Cazanes y Grases en 2021.  

También D. Pablo Gutiérrez Piñera, hasta ahora párroco de San Julián de Viado - Santullano, Santa María de Soto, Santa María de Valsera, Santa Eulalia de Valduno, San Martín de Biedes y San Juan de Trasmonte, es destinado como adscrito a la basílica del Sagrado Corazón de Gijón. Natural de Gijón, ejerció el diaconado en la parroquia de San Nicolás de El Coto, en Gijón; ordenado sacerdote en el año 2000. Su primer destino fueron las parroquias de Naraval, Calleras, Francos, Merás, Muñalén, Paredes, Tablado y San Fructuoso en Tineo. En 2009 asumió las parroquias de Navelgas, Collada, Rellanos, Miño y Zardaín, con la jubilación de Don Francisco. En sus trece años en tierras vaqueiras contó con la ayuda de Don Plácido, capellán castrense retirado, natural de Naraval. En 2013 es destinado al centro de Asturias como capellán del Hospital Universitario Central de Asturias y párroco de las parroquias del concejo de Las Regueras. Han sido nueve años de entrega generosa en este concejo reguerano, a pesar de afrontar serios períodos con problemas de salud. Su nuevo destino en la Basílica - Santuario del Sagrado Corazón le permitirá llevar una vida más sosegada sin coche, agendas y otros quebraderos de cabeza.

También Don José Manuel Fueyo Méndez, dejará de ser párroco de San Miguel de Tazones, San Félix de Oles, San Mamés de Argüero, Santos Justo y Pastor de Sariego, San Andrés de Bedriñana, San Martín del Mar, San Juan de Castiello de la Marina, Santa Cecilia de Careñes, San Pedro de Villaverde y Santa María de Arroes, para pasar a ser vicario parroquial en la nueva Unidad Pastoral de San Nicolás del Coto, San Andrés de Ceares y El Buen Pastor de Gijón. Don José Manuel es natural de Trelles (Coaña). Formado en el Seminario Metropolitano de Oviedo, tras ser ordenado diácono fue destinado como adscrito a la parroquia de San Román de Villa (Piloña); se ordena sacerdote en 1983. Su primer destino fue como Ecónomo de San Martín de Villagrufe, San José de Bustantigo y Santa Coloma de Allande. Pasó después a tierras de Tineo como párroco de Santa María de Soto de la Barca, Santa María de Genestaza, San Pedro de Merillés, San Juan de Santianes, San Lázaro de Silva y Santa María de Tuña. Su tercer destino será en Avilés como párroco de San Agustín del Polígono. Será su cuarto destino en Oviedo como párroco de Nuestra Señora de Covadonga, en el barrio de Teatinos. El quinto destino Cangas de Onís, que compatibilizó el primer año con la atención de San Pedro de Dego, San Juan de Parres, San Pedro de Villanueva, Santa María de San Juan de Beleño, San Lorenzo de Abiegos, San Esteban de Carangas, Santa María de las Nieves de Cazo, Santa María de Sebarga, San Pedro de Sobrefoz, Santa María de Taranes. Al año siguiente se le liberó de Beleño, Abiegos, Carangas, Cazo, Sebarga, Sobrefoz y Taranes, quedando con Cangas, Dego, Villanueva y San Juan de Parres. Su sexto destino será la mariña maliaya, como párroco de las diez feligresías antes citadas que conforman la Unidad Pastoral de esa franja en el concejo de Villaviciosa.

En Oviedo toca despedir a D. Stepan Uhryn, sacerdote ucraniano que ha atendido a los cristianos de rito greco católico, al tiempo que ejerció de vicario parroquial en la Unidad Pastoral de San Melchor de Vallobín y San Antonio de la Florida. Por otro lado, se incorpora un nuevo sacerdote: D. Jesús Alfredo Taborda Giraldo, que viene de la diócesis de Barbastro - Monzón, aunque natural de la diócesis de Santa Rosa de Osos (Colombia). También se estrena en la vida parroquial D. Miguel Elías Alderete Garrido, que es el nuevo Párroco de la Unidad Pastoral de Llaranes.

Este 8 de Septiembre

 

miércoles, 3 de septiembre de 2025

León XIV «En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed»

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 5.
La crucifixión. «Tengo sed» (Jn 19,28)

Queridos hermanos y hermanas,

En el centro del relato de la pasión, en el momento más luminoso y a la vez más oscuro de la vida de Jesús, el Evangelio de Juan nos entrega dos palabras que encierran un misterio inmenso: «Tengo sed» (19,28), e inmediatamente después: «Todo está cumplido» (19,30). Palabras últimas, pero cargadas de toda una vida, que revelan el sentido de toda la existencia del Hijo de Dios. En la cruz, Jesús no aparece como un héroe victorioso, sino como un mendigo de amor. No proclama, no condena, no se defiende. Pide, humildemente, lo que por sí solo no puede darse de ninguna manera.

La sed del Crucificado no es solo la necesidad fisiológica de un cuerpo destrozado. Es también y, sobre todo, la expresión de un deseo profundo: el de amor, de relación, de comunión. Es el grito silencioso de un Dios que, habiendo querido compartir todo de nuestra condición humana, se deja atravesar también por esta sed. Un Dios que no se avergüenza de mendigar un sorbo, porque en ese gesto nos dice que el amor, para ser verdadero, también debe aprender a pedir y no solo a dar.

«Tengo sed», dice Jesús, y de este modo manifiesta su humanidad y también la nuestra. Ninguno de nosotros puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo. La vida se «cumple» no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir. Y precisamente en ese momento, después de haber recibido de manos ajenas una esponja empapada en vinagre, Jesús proclama: «Todo está cumplido». El amor se ha hecho necesitado, y precisamente por eso ha llevado a cabo su obra.

Esta es la paradoja cristiana: Dios salva no haciendo, sino dejándose hacer. No venciendo al mal con la fuerza, sino aceptando hasta el fondo la debilidad del amor. En la cruz, Jesús nos enseña que el ser humano no se realiza en el poder, sino en la apertura confiada a los demás, incluso cuando son hostiles y enemigos. La salvación no está en la autonomía, sino en reconocer con humildad la propia necesidad y saber expresarla libremente.

El cumplimiento de nuestra humanidad en el diseño de Dios no es un acto de fuerza, sino un gesto de confianza. Jesús no salva con un golpe de efecto, sino pidiendo algo que por sí solo no puede darse. Y aquí se abre una puerta a la verdadera esperanza: si incluso el Hijo de Dios ha elegido no bastarse a sí mismo, entonces también su sed —de amor, de sentido, de justicia— no es un signo de fracaso, sino de verdad.

Esta verdad, aparentemente tan simple, es difícil de aceptar. Vivimos en una época que premia la autosuficiencia, la eficiencia, el rendimiento. Sin embargo, el Evangelio nos muestra que la medida de nuestra humanidad no la da lo que podemos conquistar, sino la capacidad de dejarnos amar y, cuando es necesario, también ayudar.

Jesús nos salva mostrándonos que pedir no es indigno, sino liberador. Es el camino para salir de la ocultación del pecado, para volver al espacio de la comunión. Desde el principio, el pecado ha generado vergüenza. Pero el perdón, el verdadero, nace cuando podemos mirar de frente nuestra necesidad y ya no temer ser rechazados.

La sed de Jesús en la cruz es entonces también la nuestra. Es el grito de la humanidad herida que sigue buscando agua viva. Y esta sed no nos aleja de Dios, sino que nos une a Él. Si tenemos el valor de reconocerla, podemos descubrir que también nuestra fragilidad es un puente hacia el cielo. Precisamente en el pedir —no en el poseer— se abre un camino de libertad, porque dejamos de pretender bastarnos a nosotros mismos.

En la fraternidad, en la vida sencilla, en el arte de pedir sin vergüenza y de ofrecer sin cálculo, se esconde una alegría que el mundo no conoce. Una alegría que nos devuelve a la verdad original de nuestro ser: somos criaturas hechas para dar y recibir amor.

Queridos hermanos y hermanas, en la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed. Y aprender que no hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito. No temamos pedir, sobre todo cuando nos parece que no lo merecemos. No nos avergoncemos de tender la mano. Es precisamente allí, en ese gesto humilde, donde se esconde la salvación.

El Santuario de la Virgen del Acebo se prepara para el Año Santo

(Iglesia de Asturias) El 8 de septiembre, Natividad de la Virgen María, es un día de celebraciones de distintas advocaciones marianas. En nuestra diócesis la fiesta más conocida en ese día es la de la Virgen de Covadonga, pero también se celebra la fiesta de la Virgen del Acebo, donde su santuario, ubicado a 1200 metros de altitud, a 12 km de Cangas del Narcea, tiene una larga historia de devoción entre el pueblo, no solo de los alrededores, sino de poblaciones más lejanas. Pero este próximo 8 de septiembre será diferente. Se cumplen 450 años del milagro, recogido en las crónicas, que se produjo en 1575 y que dio lugar al actual santuario, levantado sobre una humilde capilla que había en aquel momento. Con este motivo, el mismo 8 de septiembre dará comienzo un Año Santo en el santuario y son muchos los preparativos que, con ilusión, se están llevando a cabo para honrar esta devoción a la Virgen del Acebo de manera especial durante los próximos 12 meses.

Para empezar, será el momento en que se descubran al público el resultado de las obras que dieron comienzo hace meses y que, según el párroco de Cangas del Narcea y arcipreste de El Acebo, Juan José Blanco, suponen las reparaciones «más importantes que se han hecho hasta la fecha». Se trata de un templo fuerte y resistente pero los 1200 metros de altitud a los que se encuentra le exponen constantemente a las inclemencias del tiempo, especialmente en invierno. «Es un edificio que ya estaba inaugurado antes del año 1600 y necesitaba una seria intervención», reconoce. Comenzando por el tejado, donde se está llevando a cabo una importante reparación, y continuando por las «fachadas, el saneamiento perimetral, es decir todo lo que lucha contra la humedad y que, en arquitectura, se conoce como la envolvente», explica. Al mismo tiempo, se están recuperando elementos constructivos propios del sitio que se habían ido perdiendo con el tiempo como «un cabildo, que protegía la iglesia y daba cobijo a los peregrinos; las campanas, que no estaban preparadas para sonar y ahora van a adquirir protagonismo además de recuperar su función de llamar y convocar o el muro de la cara norte, que estaba muy deteriorado y que además de arreglarse, va a recuperar la funcionalidad de dar sitios de asiento, donde las personas puedan estar porque es un santuario donde se sube a celebrar, a encontrarse con Dios, con la Virgen, a depositar las acciones de gracias pero también a confraternizar».

La historia del santuario está ligada con la solicitud y la concesión del Año Santo. Tal y como recoge el jesuita Luis Alfonso de Carvallo, antes del actual santuario se levantaba en el mismo sitio una humilde ermita. «Sabemos que era un lugar muy pobre y austero: había que entrar agachado y dentro había una imagen de una Virgen, una cruz de palo y un altar de piedra», explica Juan José Blanco. Tal día como el 8 de septiembre de 1575 un reducido grupo de personas de la villa se dirigió hasta la ermita, en romería, acompañado por el sacerdote, para celebrar allí la eucaristía. Una vez allí, entre ellos se encontraba la joven María de Noceda, protagonista del milagro. La niña tenía una pierna que no podía mover, una «pierna seca», tal y como describen las crónicas. Al finalizar la celebración, sin embargo, aconteció el milagro y quedó restablecida completamente. «Las personas que estaban allí presentes, personajes ilustres además de la villa, pudieron dar fe y levantar acta de se milagro», explica el arcipreste de El Acebo, y desde ese momento hubo una explosión de devoción y de peregrinaciones al lugar. «Si el milagro se fecha en el año 1575, en 1600 la iglesia ya estaba construida», afirma el sacerdote, que añade que, «para hacerse una idea de la importancia que adquirió la devoción a la Virgen del Acebo, baste recordar su cofradía. Una cofradía que se funda en seguida, desaparece, se vuelve a fundar vuelve a desaparecer y ahora está volviéndose a refundar». «En el año 1720, la cofradía aglutinaba a 22.000 personas», explica Blanco. «Y no solo de Cangas del Narcea, sino personas de La Marina, luarca, Navia, Tineo, y hasta de Galicia, León o Madrid». «Este dato –dice– nos da idea del peso devocional de este santuario, con numerosos privilegios del Papa, ya que se vinculó a una archicofradía con sede en la iglesia de Santiago de los Españoles, en la plaza Navona de Roma. Todo esto ha llegado hasta nuestros días con muchísima fuerza. De hecho, desde el 1 de agosto hasta el 12 de octubre, hay celebraciones a diario, con mucha afluencia de fieles. El resto del año, la eucaristía se celebra a las 13,30 h los domingos».

El Obispo emérito de Sigüenza-Guadalajara, Mons. Atilano Rodríguez, será el encargado de inaugurar el Año Santo el próximo 8 de septiembre. «Él es natural de aquí cerca –afirma el párroco de Cangas del Narcea–, de Trascastro concretamente, y cuando se lo pedimos, le hizo mucha ilusión poder estar presente. Junto a él, estarán otros sacerdotes que han pasado por aquí y le tienen mucho cariño al lugar», explica. El siguiente domingo, llamado en la zona «el domingo de atrás, o de las ofrendas, o de los vaqueiros», también será de celebración y participarán grupos folclóricos, acudirán numerosas personas con trajes regionales y se convivirá y compartirá de manera especial también. «En este sentido, queremos agradecer al Ayuntamiento de Cangas el hecho de que se haya involucrado en esta fiesta del domingo de atrás porque ha visto cómo es algo muy representativo e importante para las personas del concejo y también de fuera», reconoce el arcipreste de El Acebo.

Las celebraciones no finalizarán ahí. Está prevista ya una segunda fase de las obras, interviniendo en el interior del templo, y se irán haciendo actividades en el Santuario en función de los tiempos litúrgicos y de la tradición cristiana. Entre otras actividades, también se está trabajando sobre la recuperación del Camino al Acebo, «un camino con mucho peso en la tradición vaqueira», explica Juan José Blanco, «porque estas son zonas altas de pastizales que ellos utilizaban para mantener a su ganado. Gracias a ello en ellos arraigó especialmente su devoción a este lugar y estamos trabajando junto con otras personas y autoridades en redescubrir, recordar y potenciar este camino».

martes, 2 de septiembre de 2025

Memoria de la Cueva de Covadonga desde hace cuatro siglos y medio hasta hoy (I). Por Francisco José Rozada Martínez

Desde inmemoriales tiempos el Santuario de Covadonga ha sido el punto de referencia y enclave religioso por excelencia para los asturianos de dentro y fuera del Principado de Asturias.

Así continúa siendo, y su memoria se hace más patente cada mes de septiembre, especialmente en torno a la fecha del día 8, el más solemne del año en el Real Sitio; además el Gobierno del Principado estableció esa jornada como Día de Asturias, según una ley del 28 de junio de 1984.

Por los testimonios recogidos sobre cómo era y qué guardaba en su interior el templo de madera que -simultáneamente- era una creación natural, una obra humana y un lugar de gran devoción, puede decirse que esta iglesia primitiva en la que se concentraba todo lo que era Covadonga pudo ser estudiada y conocida gracias a los testimonios documentales que nos aportaron descripciones de notable precisión de su fábrica.

Tomando notas del “Viaje Santo” de Ambrosio de Morales (1572), memorial de Gregorio de Leguimazón (1604), las averiguaciones de Jerónimo de Chiriboga (1613), las “Antigüedades” de Luis Alfonso de Carvallo (1695), el “Patrocinio” de Manuel Madrano (1719) y la anónima “Claríssima explicación” (1755) -entre otros- puede afirmarse que sus relatos nos dejaron notables precisiones sobre este lugar de la Cueva de Covadonga.

Se cumplen ahora exactamente 453 años del viaje que el cronista Ambrosio de Morales hizo por orden del rey Felipe II a los reinos de León, Galicia y Principado de Asturias para reconocer reliquias, sepulcros reales, documentos y libros manuscritos de interés.

En ese relato anotó que la imagen de la Virgen la consideraba “de obra nueva y bien hecha, a la que se le tiene gran devoción en septiembre”.

De todos los testimonios antes citados puede comentarse con gran detalle la descripción del templo de madera que se había construido en la cueva, así como los objetos e imágenes que componían esta iglesia rupestre.

Esta vieja construcción estaba diseñada para cerrar por completo el hueco de la cueva, pero como la profundidad de la gruta es muy escasa, se había diseñado un conjunto de vigas encajadas en la peña para que soportasen una estructura volada.

La construcción causaba una sensación de gran fragilidad, por lo que a los peregrinos les daba la sensación que el mecanismo constructivo se sostenía sin apenas apoyos, lo cual provocaba admiración y asombro, no es de extrañar que le conociesen como el “templo del milagro” e -incluso- había quienes llegaban a Covadonga esperando ver un “templo en el aire”, como escribió Madoz.

De ahí a asegurar que podría haber sido una fábrica salida de manos angélicas no faltó nada. Así se hicieron reproducciones en las que aparecen ángeles portando vigas de madera para su construcción, porque -como bien sabemos- la fe mueve montañas.

Lo que sí es cierto es que el interior del rústico templo de madera tenía dos niveles o alturas, con una longitud de unos 19 metros (68 pies) y una altura de 5 metros (18 pies), medidas éstas ya del siglo XVIII, pues las originales del siglo XVI dejan reducidas a la mitad las de su longitud.

La parte superior del templo constaba de presbiterio, sacristía, nave, coro y órgano.

En la sacristía había una ventana en la que se había instalado una polea para poder aprovisionarse de agua de la fuente, en la parte baja exterior de la cueva.

La capilla mayor tenía 3 metros, con un arco labrado en piedra muy antiguo y en el retablo mayor había una imagen de talla de la Virgen “con una estatura de tres cuartas, rostro moreno y serio, y el del Hijo que tiene en sus preciosas manos, muy alegre y blanco”.

El cuerpo de la iglesia se iluminaba por medio de cuatro ventanas y estaba compartimentado por barandillas de madera para favorecer la circulación interior.

Desde la entrada había una pequeña escalera de piedra que daba acceso al templo bajo, el cual tenía tres espacios separados por rejería de madera.

En el primer espacio estaban los supuestos sepulcros de los reyes Pelayo y Alfonso I con sus esposas Gaudiosa y Ermesinda, respectivamente.

Mientras el sepulcro de Pelayo estaba en un hueco en la roca, el de su yerno Alfonso I estaba excavado en la peña.

En este templo bajo se hallaba otra imagen de la Virgen diferente a la del templo alto. Era una imagen sedente de María con el Niño sobre sus rodillas, rodeados de seis ángeles, imagen que unos decían proceder de la Cámara Santa y otros llamaban la Virgen del Sagrario.

El acceso a las dos plantas de este templo de madera se hacía por una escalera de piedra.

Este es el más famoso y reproducido de todos los grabados antiguos de Covadonga, especialmente por mostrar la exacta disposición de su iglesia rupestre hasta que un incendio la destruyó con todo lo que contenía en su interior el viernes, 17 de octubre de 1777. Grabado en cobre, aguafuerte y talla dulce del año 1759, dibujado en seda blanca por Antonio Miranda Cuervo y grabado por Jerónimo Antonio Gil. Recrea a la imagen de la Virgen, al rey Pelayo y a su hijo Favila, ángeles que portan las maderas para fabricar la iglesia, la casa de novenas, el molino, la casa de los músicos, el mesón, la fuente, el huerto del ermitaño, el escudo con las armas del Santuario y del Principado, etc

Hace exactamente 175 años: Monasterio de Nuestra Señora de Covadonga según lo vio el pintor Jenaro Pérez Villaamil el día 8 de septiembre de 1850. El cuadro lo terminó en Madrid en agosto del año siguiente. Se representa la animada procesión que se dirige a celebrar la misa en el campo de la cual fue testigo el pintor. Algunos romeros descienden desde diferentes lugares ayudados de pértigas o garrochas, aunque la mayoría permanecen en sus sitios contemplando la procesión a la que seguirá una misa de campaña. Se puede ver uno tocando la gaita, algunas mujeres se protegen del sol con vistosas sombrillas de colores. Desde la Colegiata de San Fernando descienden por el camino multitud de personas que siguen a los canónigos que llevan la imagen de la Virgen y una cruz. Se puede ver el basamento del templo que había proyectado construir ante la Cueva el arquitecto Ventura Rodríguez. Bien visible está el canapé de piedra que mandó construir el abad Nicolás Antonio Campomanes y Sierra, canapé que después se desmontó por orden del obispo Sanz y Forés y se empotró en el muro de contención. Tras las obras realizadas en el Santuario posteriores a la Guerra Civil este canapé se integró en una fuente exenta que podemos hoy ver en la plaza que está ante la entrada de la Casa de Ejercicios. Pérez Villaarmil supo plasmar la grandiosidad del espacio natural que vio y el sentimiento religioso que tenía sus raíces en un hecho que se consideraba histórico. Ciertamente le dio a todo el lienzo un aire solemnemente festivo. El mismo pintor afirmó después que seguramente algunos pensarían que la recreación del aquel 8 de septiembre de 1850 podía ser fruto de su poética imaginación, pero que él había pintado una realidad que parecía imposible. Toda una combinación de paisaje con un auténtico documento de costumbres.

Desde la Colegiata de San Fernando descienden por el camino multitud de personas que siguen a los canónigos que llevan la imagen de la Virgen y una cruz. Bien visible está el canapé (asiento de piedra con respaldo) que mandó construir el abad Nicolás Antonio Campomanes y Sierra, canapé que después se desmontó por orden del obispo Sanz y Forés y se empotró en el muro de contención. Tras las obras realizadas en el Santuario posteriores a la Guerra Civil este canapé se integró en una fuente exenta que podemos hoy ver en la plaza que está ante la entrada de la Casa de Ejercicios.

Algunas mujeres entre la multitud se protegen del sol con vistosas
 sombrillas de colores aquel 8 de septiembre de 1850.


Pérez Villaamil supo plasmar la grandiosidad del espacio natural que vio y el sentimiento religioso que tenía sus raíces en un hecho que se consideraba histórico. Ciertamente le dio a todo el lienzo un aire solemnemente festivo. El mismo pintor afirmó después que seguramente algunos pensarían que la recreación del aquel 8 de septiembre de 1850 podía ser fruto de su poética imaginación, pero que él había pintado una realidad que parecía imposible. Toda una combinación de paisaje con un auténtico documento de costumbres.


Algunos romeros descienden desde diferentes lugares ayudados de pértigas o garrochas, aunque la mayoría permanecen en sus sitios contemplando la procesión a la que seguirá una misa de campaña.

Se puede ver uno tocando la gaita tal y como el pintor 
lo memorizó hace ahora exactamente 175 años.

Realmente algunos edificios recreados por Jenaro Pérez Villaamil 
parecen evocar tiempos medievales...

El interior de la Cueva según lo recreó el mismo pintor 
Jenaro López Villaamil en ese mismo año 1850.

Fray Jesús. Por Javier Junceda

(Lne) No fue el olor fétido de los leprosos, cuidados amorosamente por los franciscanos, lo que más movió a Jesús Sanz Montes a tomar los hábitos, que también. Fue el hondo dolor al comprobar que a los familiares de esos enfermos solo les interesaban sus pobres pagas. En un lazareto de La Alcarria decidió un buen día que su destino vital era el que luego ha sido. Dejó para serlo una situación acomodada, con trabajo en un gran banco, novia incluida, en el pijo barrio de Salamanca, para entregarse a los que más lo necesitaban. En Cantabria había barruntado siendo niño ese profundo sentimiento religioso, en unas convivencias veraniegas en las que soñaba ser como los buenos jóvenes seminaristas que les atendían. La prematura muerte de su querida madre le impactó, y desde entonces tuvo aún más claro que su vocación iría más allá de lo físico.

Nadie le tiene que explicar a Fray Jesús lo que es el sufrimiento. Sabe bien lo que significa. Y es de los que no tiene en su bolsillo una calculadora para ver lo que puede o no decir. Es consciente, como responsable episcopal europeo del asunto cultural, que esto va de enfrentar con la verdad cristiana lo que corresponde. Sanz sigue a su maestro, el primado Marcelo González Martín, al llamar al pan, pan y al vino vino, y presumo que le da más o menos igual lo que la gente pueda pensar sobre lo que sostiene, aunque la crítica le agrade poco cuando falta al respeto.

Le he dicho a don Jesús que al César lo que es del César. Y me ha contestado que a Dios lo que es de Dios. Considera que hemos de introducir en nuestra vida pública las enseñanzas del Nazareno. Y en eso está. Entiende que resulta necesario dar la batalla al que viene a imponer sus criterios, y no deja de tener razón. Su arrojo suena al de su hermano en la fe Maximiliano Kolbe, pero tiene también tintes colchoneros, el equipo de su corazón madrileño.

Sanz no suelta lo primero que se le pasa por la cabeza. Es persona leída, estudiada y viajada. Por eso no suele pensar dos veces lo que va a decir para no decir nada. Sus intervenciones suenan a polémica porque su contenido trasciende esa totalitaria cultura de la cancelación en la que llevamos tiempo metidos, que solo admite una manera de ver las cosas. El señor arzobispo no milita en más formación que en la que lleva perteneciendo desde sus años de seminarista en Toledo. Su trayectoria desde entonces no conoce colores o banderías diferentes, porque su ideología es la del evangelio, del que no se despega. Insiste en ser coherente con él, caiga quien caiga. Y es profundo en sus convicciones, de ahí que sea tarea inútil hacerle comulgar con ruedas de molino.

Animo a quien no conozca a Fray Jesús a tratarlo. Un encuentro con él, por breve que sea, despeja cualquier prejuicio. Y permite descubrir a alguien que no es el tibio del Apocalipsis, sino una personalidad con corazón y cabeza, que tiene claro el camino a seguir y no se pierde por las curvas. Un corajudo empeñado en llamar a las cosas por su nombre, guste o disguste, porque aquí ha venido a lo que ha venido y presumo que así será hasta el final.