domingo, 3 de enero de 2021

''Se hizo carne''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Nos encontramos en el Segundo Domingo de Navidad esperando ilusionados la llegada del 6 de enero, cuando los magos de oriente nos traerán sus regalos; este año nos conformaremos con poco pues sabemos que los pobres también lo tienen difícil para venir, nos basta poder recuperar la ansiada y  deseada normalidad que esta pandemia nos ha arrebatado y sus contradictorias cautelas normativas nos ha imperado. Nos confiamos a la Providencia del Señor que nos habla siempre desde "los signos de los tiempos" (GS,4) 

Este domingo navideño cae este año en el día 3 de enero, día que la Iglesia celebra una memoria por desgracia poco conocida, pero que en nuestra nación fue una devoción muy extendida y querida en otros tiempos. Evidentemente, cuando un niño viene al mundo hay una decisión que a los padres y a la familia les hace romper un poco la cabeza: ¿cómo lo vamos a llamar?. En el caso del "Emmanuel" fue fácil, pues el ángel Gabriel, mensajero del Altísimo, así se lo adelantó a su madre: ''le pondrás por nombre Jesús''. Por eso en este día del Santo Nombre de Jesús nuestra felicitación a los que en su onomástica llevan este insigne y distinguidísimo nombre.

Seguimos interiorizando en este día la realidad de la Navidad. Dios se ha insertado en nuestra historia y ha acampado en nuestro suelo. Por eso la primera lectura del Libro del Eclesiástico nos presenta un precioso canto que nos habla de que la inconmensurable sabiduría de Dios nada tiene que ver con la del hombre, encontrando en el relato varios versículos que los cristianos interpretamos como un anuncio del Mesías siglos antes de su nacimiento. Así lo hemos escuchado: ''se gloría en medio de su pueblo''; “Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”. ''Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca más dejaré de existir''... Todo nos habla anticipada y "sabiamente" de Cristo; vemos cómo en la natividad de Jesucristo se cumple en un paralelismo con el evangelio esta palabra, dado que con su nacimiento vino a vivir, morar y a existir en medio de su pueblo. Por ello el texto de San Juan viene a ser la confirmación de que en Cristo se ha cumplido la promesa hecha al pueblo de Israel de ser bendecidos con la llegada del Mesías.

La epístola de San Pablo a los cristianos de Éfeso por su parte es otro canto, en este caso de acción de gracias, un himno o eulogia de alabanza al Señor. El creador ha derramado sus gracias sobre nosotros, pero no lo ha hecho sin más, sino por medio de Jesucristo. Hemos sido bendecidos en Cristo que nace para morir y salvarnos, que viene a traernos el perdón y la reconciliación con Dios y con nosotros mismos. Los que hemos sido bautizados hemos sido marcados; somos de Cristo y, hermanados con Él, podemos llamar también a Dios nuestro Padre. Nuestra fe nos invita a creer y esperar la gloria que se ha de manifestar al final de los tiempos.

El Evangelio y el salmo insisten en lo central: la encarnación del Verbo, acontecimiento que nos llama a vivir la alegría, la esperanza y el gozo de estos días que no dejan indiferentes a nadie. Todo es posible en Navidad, pues la ternura de un recién nacido es capaz de ablandar los corazones más duros. No es un niño cualquiera, no es una persona más, sino el único con dos voluntades, dos inteligencias y dos naturalezas: la humana y la divina, como nos recuerda el catecismo. Jesucristo nace en la humildad, pero también en la obediencia a Dios Padre por cuyo designio viene a nosotros a darnos vida y vida en abundancia mediante su entrega redentora. Nació para nosotros y por nosotros. ''Nació -como le gusta decir al Papa Francisco- marginado, para decirnos que toda persona marginada es un hijo de Dios''. El sinsentido de una navidad "laica" se da cuando las luces, la comida y los regalos están por encima del hecho sustancial de estos días, pues "felices fiestas" podemos celebrar muchas a lo largo del año, pero regocijarnos por que Dios nos ha amado tanto que se ha hecho uno de nosotros y en nuestra propia carne sólo ocurre en Navidad. Por lo tanto, a la espera de la Epifanía y con los mejores propósitos para el año que comenzamos, agradecidos igualmente a Dios por dejarnos estar aquí un año más, quiero seguir deseándoos a todos ¡Feliz Navidad!

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