domingo, 7 de junio de 2020

Santísima Trinidad. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Aunque estamos ya dentro del Tiempo ordinario, este domingo y el próximo nos detendremos a celebrar, contemplar e interiorizar dos misterios de nuestra fe. Como la palabra deja perfectamente claro, estamos hablando de algo que supera nuestra capacidad intelectual; es un misterio absoluto ante el que sólo cabe la fe. 

Las vestiduras litúrgicas de este día son de color blanco, y es que no vivimos hoy un domingo del Tiempo Ordinario al uso, sino que celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Si el pasado fin de semana el protagonista por excelencia era el Espíritu Santo, ahora nuestra atención se centra en las tres personas que conforman el único ser de Dios. No estamos ante una devoción superficial, sino que nos asomamos al dogma central de nuestra fe. Dios Padre Creador, el Hijo hacedor y el Espíritu Impulsor del Plan de Salvación de Dios para los hombres. Tres personas distintas iguales en su dignidad y de única naturaleza. 

Aunque ya Teófilo de Antioquía en el siglo II define a Dios como "tríada", no será hasta un siglo después cuando Tertuliano en el año 215 utilice por primera vez el término ''Trinidad''. El argumento teológico surgió para dar respuesta a las doctrinas heréticas del "monarquianismo", y fue tomando forma hasta ser tratada y reconocida esta verdad en los grandes concilios del siglo IV. Primero en el Concilio de Nicea, que reconoció que el Padre y el Hijo son consustanciales ("omousios"); es decir, de la misma naturaleza. Y después en el primer Concilio de Constantinopla se reconoció que el Espíritu Santo es glorificado y adorado junto con el Padre y el Hijo. 

Al reflexionar sobre cómo preparar la predicación sobre este complejo tema, vino a la memoria una historia que se narra sobre la evangelización de Irlanda por parte de San Patricio. Cuentan que donde ahora se levanta la catedral de Dublín era el lugar donde el Santo Obispo predicaba junto a un pozo con cuya agua bautizó a los primeros irlandeses que abrazaron la fe cristiana dejando atrás así los ritos paganos celtas. Dicen que San Patricio el día que pensaba predicarles sobre la Trinidad se fijó en el campo, y viendo los tréboles tomó uno que le sirvió para su catequesis. Desde esntonces el trebol no sólo es símbolo de San Patricio y de Irlanda, sino que para ellos es un símbolo igualmete de la Trinidad, pues como les refirió el Santo e la predicación con la planta en la mano: "el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo no hay tres dioses, sino un solo Dios".

Por su parte la Palabra de Dios nos regala hoy tres definiciones sobre Él que nos ayudan a comprender que Dios ante todo es misericordioso, pacífico y desea nuestra salvación. La primera clave nos la da el libro del Éxodo «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad». La Trinidad es fuente de misericordia, así se ha manifestado en la historia de la salvación ese Dios uno y trino como amor eterno con el que vive y da vida. Dios es amor, y la Trinidad una comunión perfecta de amor. 

La segunda definición de Dios nos la regala San Pablo: ''vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros''. Nuestro Dios no es guerrero, justiciero ni vengador, es Dios de Paz con la cual nos bendice. Esa paz que nuestra alma necesita y que sólo lograremos cuando dejemos a la Santísima Trinidad habitar y actuar en nosotros. 

Y, finalmente, el Evangelio de San Juan nos descubre la mayor preocupación de Dios hacia nosotros: ''Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él''. Dios no se desentiende de nosotros, quiere salvar nuestra finitud en plenitud. He aquí que Dios Trinidad nos crea, nos redime y nos santifica. 

Hemos sido bautizados en nombre de la Santísima Trinidad, 

Gloria al Dios Trino y uno/ Gloria al Padre y al Hijo/ y al Dios que procede de ambos honor por todos los siglos. Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario