lunes, 16 de marzo de 2020

“Nuestro auxilio es el Nombre del Señor” (Sal 123) Carta del Arzobispo a los cristianos de Asturias

Queridos hermanos: el Señor os bendiga con su Paz y sostenga vuestros pasos en el Bien.

Ayer, domingo III de Cuaresma, nuestras iglesias en todo el territorio diocesano permanecieron cerradas. La normativa que apareció en el Boletín Oficial del Principado de Asturias y la conversación que mantuve con el Presidente y el Consejero de Salud, aconsejaron las disposiciones drásticas que ya conocéis y que mantendremos hasta que se supere el periodo de riesgo de infección del Covid-19.

Se cerraron los templos, no nuestro corazón, en donde poder adorar a Dios en espíritu y verdad, como nos recordaba Jesús en el Evangelio que leímos de su encuentro con la Samaritana. De ayuno, oración y limosna nos hablaba la liturgia de este domingo que supone el ecuador de nuestro camino cuaresmal. Pero en estos tres gestos típicamente cuaresmales, la circunstancia nos impone la creatividad de redescubrirlos y vivirlos de un modo nuevo. Ayunamos de tantos gestos y expresiones de cercanía física, pero no del afecto que nos mueve a una fraterna y agradecida solidaridad colaborando responsablemente con las indicaciones que se nos dan por parte de las autoridades sanitarias y de nuestra Diócesis. Oramos como quien se sabe mirado y sostenido por un Dios que está en todas partes, en nuestros hogares, en nuestra familia que se reúne en su Nombre bendito para rezar, en la intercesión que nos abre a pedir por los enfermos, por los profesionales de la salud que tanto se entregan en estos días con inmensa generosidad, por los que han fallecido implorando para ellos el eterno descanso, por nuestros sacerdotes y tantos cristianos que sostienen la esperanza y la alegría de los hermanos que Dios les confía en su Iglesia. Y, hacemos limosna especial, sabiendo que nosotros somos la principal moneda con la que salimos al paso de tantas necesidades en personas faltas de recursos en tantos sentidos, de confianza, de compañía, de luz en estos momentos. Orar, ayunar y dar limosna… de pronto se nos presentan como gestos nuevos en esta inaudita cuaresma.

Me llegan testimonios preciosos de nuestros sacerdotes que en sus parroquias celebran diariamente la Santa Misa con un pequeño grupo de fieles, elegidos por ellos mismos entre los catequistas y demás colaboradores, o que a través de los cauces telemáticos abren las puertas de los aires para que puedan llegar sus imágenes y palabras de un pueblo que reza al Señor que siempre nos acompaña. Sacerdotes que siguen atendiendo a los enfermos y ancianos de sus parroquias o como capellanes de los hospitales, con la debida precaución sanitaria, para acercarles la unción y la Eucaristía, y que siguen disponibles para acoger a los que necesitan el perdón con la confesión sacramental. O nuestros curas ancianos de la Casa Sacerdotal, especialmente cuidados por todos los que allí trabajan desde la dirección a los enfermeros y personal de servicio. Cómo no agradecer la entrega de estos buenos curas que así se lanzan a vivir su ministerio como nadie podía sospechar y que, sin embargo, hacen de esta necesidad la mejor expresión renovada de su fidelidad sacerdotal que sigue dando la vida como el Buen Pastor. Y también las familias que se reúnen para rezar el Rosario a la Virgen, y leer el Evangelio de cada día, mientras en cada hogar se sostienen unos a otros para poner alegría y consuelo en el conllevar juntos estos momentos desde el cariño entrañable y el afecto sincero que permite superar cuanto ha podido distanciar o enemistar por lo que realmente no vale la pena.

Nuestras cáritas siguen también atendiendo a tantos pobres con todas sus carencias. Hemos cerrado las iglesias, pero no la entrega cristiana que sigue haciéndose testimonio del verdadero amor en nuestros centros de acogida, albergues y cocinas económicas. Jóvenes de nuestras parroquias que se ofrecen a hacer la compra a los que por edad o enfermedad no pueden salir. Todo un himno a la esperanza por el que hemos de dar gracias, al tiempo que seguimos pidiendo la Gracia de saber estar a la altura de esta circunstancia, para lograr leer en estos inesperados renglones torcidos la historia hermosa que con nuestra pequeñez quiere contar Dios. Que la Santina nos bendiga. Y nos unimos cada día a las 12h. para rezar el Ángelus, uniéndonos al Papa y a toda la Iglesia en España que echará al vuelo las campanas diariamente, para recordarnos este gesto de plegaria a la Virgen, como nos acaba de sugerir la Conferencia Episcopal.

Conmovido por todos vosotros, os acerco de corazón mi agradecimiento y mi fraterna bendición. El Señor nos guarde y la Santina nos acompañe.



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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