miércoles, 16 de mayo de 2018

En el Natahoyo: Santa Olaya. Por Rodrigo Huerta Migoya

Pensar en el barrio del Natahoyo quizá suene para muchos a un barrio nuevo, a una de tantas zonas de expansión de una ciudad en la que la Iglesia Diocesana trata de estar presente dentro de las posibilidades que los tiempos y sus circunstancias propician. Sin embargo, no es el caso concreto del Natahoyo. Hay quien piensa que los nombres de los titulares de nuestras parroquias son fruto casi del azar, del criterio diocesano o de la moda devocional; sin embargo, la historia está por encima de todo eso, ya que en algunas cuestiones no caben innovaciones sino más bien respetar la tradición de la que siempre ha bebido la Iglesia, pues olvidar el pasado es mal augurio para el futuro.

Por ello pienso que cuando surgió la idea de crear una nueva parroquia en el barrio del Natahoyo, se tuvo perfectamente claro que su titular habría de ser Santa Eulalia de Mérida, no por ser la patrona de la diócesis -lo que vendría muy acorde para incluir en la villa que agrupa el mayor número de creyentes de la provincia a esta Patrona- sino porque in illo tempore Santa Eulalia ya había tenido su iglesia en este lugar.

Es curioso la influencia de algo que, aunque desaparecido hace siglos, se mantiene hasta nuestros días. Nadie queda en Gijón que pueda haber oído hablar de testimonios de aquella iglesia medieval, y, sin embargo, ese poblado cercano a los astilleros, hoy engullidos ya en la ciudad, siempre guardó el nombre de Santa Olaya (de Santa Eulalia) como una referencia en el barrio. Terrenos, colegio, club de natación, grupo de edificios, negocios... han hecho suyo un nombre de Iglesia cuando ya no había Iglesia. Hoy volverá Santa Olaya a tener su templo aquí, aunque no son pocos los que no lo ven claro, no sólo dentro del mismo barrio sino especialmente dentro de la misma Iglesia. En mi humilde opinión era justo dotar de templo a esta ''comunidad de catacumba'', como así la definió el que fuera seminarista del lugar, Alejandro González Alonso, actualmente Canónigo de Covadonga.

Cuando el pasado 1º de Mayo se consagró el nuevo templo, se cumplía ya la friolera de mil ciento trece años desde que, con fecha del año 905 (siglo X) se apuntara en el Liber Testamentorum de la Catedral ovetense: «in Nataleo ecclesiam Sancte Eulalie» (en el Natahoyo la Iglesia de Santa Eulalia). Sabemos que en época romana esta zona se denominó Villa Ataulio, de donde derivó al nombre que conocemos. En Gijón, Santa Eulalia tiene otra Parroquia más, la del Baldornon. Curiosamente, la iglesia de Baldornón es del siglo XII, pero curiosamente también, es más antigua en referencias históricas la Santa Eulalia de la ciudad que la de la zona rural, la cual no aparece mentada hasta el año 921.

Parroquia joven en zona antigua

Mucho ha vivido esta zona en todo este tiempo: las fabricas de salazón romana, el dominio de la mitra ovetense que se hizo con estos suelos, el marquesado de San Esteban del Mar, las visitas de Isabel II para bañarse en el mar, la recepción de los restos de Jovellanos, la fundación de la fabrica de loza en el siglo XIX, el camino de Santiago,  los niños de Rusia, el boom de la naval...

Pero no será hasta los finales del siglo XX cuando comience la andadura como nueva feligresía. La Parroquia es eregida canónicamente el día de Santa Bárbara del año 1993. Años atrás se habían vivido disputas del clero de la zona por parte del territorio que luego ocuparía dicha jurisdicción; que si de Jove, que si de la Calzada, que si de San Esteban... especial énfasis se vivió cuando la capellanía del Musel  -Stella Maris- fue encargada a uno de los coadjutores de la de Fátima, lo que supuso un pequeño conflicto a nivel de parroquias que, finalmente, desapareció con la salida y cambio de dicho sacerdote a otro destino.

Luego les tocaría a la Compañía de Jesús iniciar esta andadura en la calle Ceriñola, desde donde pronto se empezaron a dar los pasos para la futura sede de la Parroquial. Sin duda, la persona que más deseó ver este día fue el Padre Santiago, el cual removió Roma con Santiago buscando la finca apropiada, abordar las mil trabas burocráticas o mendigar donativos con su peculiar idea de los ladrillos: él  quería que cada vecino pagara un ladrillo de la nueva iglesia, etc.

En su aún breve historia Santa Olaya ha tenido ya seis párrocos: P. Fernando López Combarros S.J. (1993 - 1996), P. Miguel Ángel Tocino Mangas S.J. (1993-1998); P. Santiago de la Fuente Carro S.J. (1998-2008); D. Antonio Nistal Hernández (2008-2011); D. Pedro Jimenez Sarasa (2011-2016) y D. Fernando Díaz Malanda (Desde 2016). Y dos vicarios parroquiales: P. Miguel Ángel Tocino Mangas S.J. (1993 - 1996) y P. Julián Córdoba Alonso S.J. (1996 - 1998). 

Otro momento difícil fue cuando Monseñor Osoro quiso separar la Parroquia de Santa Olaya de la Compañía de Jesús para confiarla al clero diocesano. Los jesuitas han sido mucho para ese barrio con el que se unieron e identificaron plenamente. Por un lado con "El Gedo" (como cariñosamente llaman al colegio Revillagigedo), el Hogar de San José, la capillita de San Esteban, que fue la primera sede espiritual del barrio y denominada por ellos como oratorio de San Ignacio, el dispensario y tantos apostolados que aquí se  llevaron adelante y se han ganado su sitio entre la gente.
Igualmente queridas son las siervas de los pobres por su trabajo con sus pequeños, su colaboración en la pastoral e implicación en el barrio durante varias décadas (ojalá pronto las veamos de regreso). Ha sido, en fín, una zona de frailes y monjas que han sabido contagiar su estilo propio.

La división parroquial de la zona oeste

Con la creación de nuevas parroquias nace San Esteban del Mar, que se confía a la Compañía de Jesús; y nace también como parroquia independiente Nuestra Señora de Fátima de la Calzada, que en su día comenzó como filial de Santa Cruz de Jove, en tiempos del recordado Don Eladio Miyar Venta, aunque su primer párroco sería Don Manuel Ibarra Azpiri que luego terminaría como Párroco en Turón. El Cerillero, por su parte, nace de la antigua parroquia de San Martín de Veriña, y así esta franja urbana del oeste gijonés queda repartida entre la Calzada, el Cerillero y San Esteban del Mar. No puedo omitir que aún en la zona se conserva vivo el recuerdo de que "el origen" es Santa Cruz de Jove, por lo que son muchas las personas de estos barrios que van a bautizarse, casarse, hacer la primera comunión o el funeral a la que siempre consideraron la parroquia madre, la iglesia original. También juega a favor de Jove el cementerio.

Hoy queda la alegría especial de ver que la patrona de la diócesis, ''nuestra Santa Olayina'', como diría Emilio Marcos Vallaure, vuelve al barrio gijonés del que siempre fue Patrona. A colación de lo anterior me viene a la mente la obra de mi vecino, Alfonso Camín, ''Rosa del Natahoyo''. ¿Puede haber rosa más bella que la niña mártir de Mérida? ¿Cómo no iba a ser la nueva iglesia blanca cuando quiso Eulalia morir en su adolescencia por castidad? ¿No debía volver Santa Olaya a ser de nuevo la que redescubriera el nombre del Natahoyo? Que bien podría cantar hoy Antón de Marirreguera aquello de ''Santa Olalla fo l’abeya/ que de Mérida ensamó''; o, utilizando las palabras de nuestro arzobispo, espléndido comunicador y catequeta en hermosa prosa poética: ''Santa Eulalia es una historia de amor con todos sus versos, un relato apasionado con todos sus besos. El amor a Dios, el amor a los hermanos, el amor a su pueblo''.

Felicidades Parroquia, Felicidades Gijón, Felicidades Iglesia de Asturias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario