martes, 10 de abril de 2018

Crucecita del IRPF. Darles patadas en nuestro propio trasero. Por Jorge González Guadalix

Acaba de comenzar la campaña del IRPF y me estoy encontrando con católicos de buena fe que me plantean la cuestión de la famosa crucecita.Cuento, para los lectores de fuera de España, que, en la declaración anual de impuestos, los españoles tenemos la posibilidad de señalar con una crucecita el deseo de que una pequeña parte de nuestros impuestos se haga llegar a la Iglesia católica. También tenemos la posibilidad de marcar otra casilla para que otra cantidad vaya a diversas ONGs.

Hay católicos cabreados con su propia Iglesia.Lo entiendo. Sobre todo, por la que llamamos “cuestión catalana”, y es que llevamos unos meses con esteladas, lacitos amarillos, urnas en los templos y mucha inacción de la autoridad eclesiástica. La pregunta es clara: ¿y voy a poner mi crucecita para que al final el dinero les llegue a esos? Comprendo, pero cuidado, no sea que les estemos dando puntapiés en nuestro antifonario.

Por eso les voy a pedir que, antes de decidir lo de su crucecita, además de pensar en pastores y fieles de algún lugar de España, piensen en todos. No piensen solamente en obispos que pudiera parecer que andan en connivencia con los fuera de la ley. Fíjense también en otros que, en diócesis nada fáciles, tratan de ser fieles a la Iglesia a pesar de tantas incomprensiones e incluso campañas en su contra. O en otros que, calladamente, en sus respectivas diócesis, trabajan como hormiguitas, rezan, atienden su seminario, y son obispos de todos. Esos obispos, esos fieles, se merecen la ayuda de todos.

También les pediría que echaran una ojeada a la vida de tantos sacerdotes. En España debemos ser unos dieciocho mil sacerdotes. La mayor parte, de vida y ministerio dignísimos, llegando en casos a la pura heroicidad. Hay sacerdotes con lacito y estelada, y los hay con veinte o veinticinco pueblos en Burgos o León dejándose el pellejo por su gente.

Si hablamos de monasterios contemplativos, son cerca de ochocientos en España. La mayor parte de ellos, ejemplares. No lo olviden.

Finalmente, recordar que también en Cataluña, a pesar de tanto o tanta locatis, hay muchos sacerdotes trabajando por el Reino, muchos religiosos y religiosas que saben guardar en su almario sus opiniones políticas y se entregan a su vida y su ministerio con enorme generosidad y aguantando incluso las críticas de muchos compañeros.

Yo les pido que marquen la cruz a favor la Iglesia católica. No castiguen a tantos sacerdotes fieles, no dejen abandonados a esos pueblos mínimos a los que ya solo les queda su cura y su pequeña iglesia. No podemos dejar solos a esos obispos que sufren por fidelidad al evangelio. Nos necesitan tantos monasterios que apenas pueden sobrevivir.

Piénsenlo. Por favor.

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