sábado, 14 de abril de 2018

Cien años del nacimiento de la Hermana Ana Jacobina. Por Rodrigo Huerta Migoya

Hoy catorce de abril de 2018 se cumplen cien años del nacimiento de la que hasta la fecha es la única vocación religiosa salida de esta Parroquia.

Poco le faltaba a esta buena hermana para soplar las cien velas, pero el Señor tuvo a bien llamarla a su seno hace cinco años, a los noventa y dos años de edad, y sesenta y dos de vida religiosa, más los restantes de su vida inserta en la comunidad parroquial.

En el libro IV de bautismos de la Parroquia, su  folio 15-Vtº nos indica que Maria de la Natividad Valdés Pevida nació en Lugones a las diez de la noche del día catorce, y fue bautizada el 28 de Abril por el párroco Don Bernardo Cuesta Bances.

Esta lugonina de pro, tiene tras de sí una historia de amor que interroga; algo que la hace diferente... Cuánto necesitamos de mujeres y hombres decididos a nadar contra corriente, a dar valor a lo profundo escapando de una extendida superficialidad.

Y es que hoy, rememorando su opción de vida, me vino a la cabeza ese libro de Jesús García que llegó a las manos del mismísimo Benedicto XVI -y que trata de responder al enigma de la contemplación-  ¿que hace una chica como tú en un sitio como este?.

Nati (como se la conocía en Lugones) vivió con intensidad desde su niñez la vida en la parroquia. En la vieja Iglesia románica de San Félix recibió las aguas del bautismo, su primera comunión, y empezó a forjar con ahínco su fe, y los primeros atisbos de su elección y llamada.

No le tocaron tiempos fáciles; aquí pasó con su familia las penurias de una República anticlerical, la guerra y la postguerra civil. Pero algo que nunca cambió en ella fue su asiduidad al templo, incluso cuando no estaba bien visto y le podía costar un grave disgusto a ella y a los suyos; su detención o la misma vida.

Cumplida su ayuda en hogar, encarrilada ya su familia, con treinta y tres años a sus espaldas decide responder a una llamada que no podía acallar desde hacía mucho tiempo. Dios la quería consagrada por completo a Él; le da su sí y se hace religiosa.

Con tantas congregaciones y carismas como en aquellos años abundaban en Asturias; con tantos campos donde podía haber sido útil, como la enseñanza, la sanidad, el trabajo social... ella opta por ser monja de clausura. Lo más útil para un creyente convencido, lo más absurdo para quien no se ha encontrado nunca con Jesucristo ni ha experimentado la verdad de Dios.

Yo pienso que, sin duda,  su alma lugonense jugó también un papel determinante en la elección definitiva de la Natividad -tras la profesión solemne se pasará a llamarse Hermana Ana Jacobina- pues desde niña había bebido de la espiritualidad de la Parroquia del Lugones de entonces, donde año tras año venían relevantes religiosos, renombrados misioneros y afamados predicadores para dar altura a la gran fiesta de su pueblo que era como sigue siendo hoy ''La Visitación de María a su Prima Santa Isabel''.

Bien se sabía ella el pasaje del Evangelio que tantas veces habría escuchado en latín: ''Exsurgens autem Maria in diebus illis abiit in montana'' (en aquel tiempo María fue a prisa a la montaña)... Cuántas veces sus párrocos, Don Bernardo, Don Leandro, Don Justo... habían predicado esa visitación desde el púlpito lanzado la semilla en el corazón de esta feligresa; Dios a través de su Madre transmitió una palabra, y en la de Lugones empezó a germinar.

Ella tomó rumbo, y como Nuestra Señora, "Nati" se puso en camino y subió a Oviedo para ingresar en la Orden de la Visitación de Nuestra Señora -llamadas familiarmente visitandinas o salesas- en el Monasterio de la Visitación en la Calle Nueve de Mayo. En el año 1977 le tocó vivir con nostalgia el  traslado al nuevo monasterio en el Naranco, pues el crecimiento de la ciudad había "ahogado" a la Comunidad entre los ruidos urbanos y optaron por este cambio para vivir mejor la observancia de la vida interior a la que habían sido llamadas. El viejo convento se derribó construyéndose allí el conocido centro comercial  ''Salesas'', y la que era la vieja iglesia conventual hoy es la de los PP. Jesuitas, aunque para muchos carbayones siga siendo la Iglesia de "las Salesas".

La Hermana Ana Jacobina hizo de su vida lo mismo que sus fundadores San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca de Chantal, transmitieron a sus hijas, que la vida de toda religiosa fuera ''una honra a la Virgen María en su Misterio de la Visitación, participando así en la gratuidad de su respuesta, la admiración de su alabanza y en su celo por la salvación del mundo''.

En el centenario de su nacimiento nos acordamos de ella y encomendamos su alma en la Eucaristía esperando que si algo le quedó pendiente, pase pronto al banquete del Esposo, y pedimos al Señor que no nos falten contemplativas que con su oración mantengan la fortaleza espiritual que sostiene viva la llama de la fe en la Iglesia.

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