martes, 6 de marzo de 2018

El estilo de vida del Corazón de Cristo. Por Rodrigo Huerta Migoya

Es ésta una reflexión bien honda que regaló a sus fieles el nuevo Obispo de Getafe, en la homilía de comienzo de su ministerio en el Cerro de los Ángeles: ''El mensaje del corazón de Cristo ha de ser mucho más que una sola devoción piadosa, ha de ser un estilo de vida que tiene como fruto un gran proyecto evangelizador''. Y esa idea es la que me vino a la cabeza al leer la triste noticia de que el azulejo de ese Corazón estorba y molesta a algunos en la fachada del Ayuntamiento de Cádiz.

Creo que no había hecho yo ni la Primera Comunión cuando realicé mi primer viaje solo, sin nadie de mi familia, a esa hermosa ciudad andaluza. Allá me fui con el grupo de "Scouts" del que formaba parte, con una mochila más grande de lo que yo era entonces. No tenía móvil, ni "disman", ni "play" ni nada; tan sólo una cámara de fotografías de "kodak", de esas de usar y tirar que me había regalado mi abuela y que tan sólo tenía espacio para 30 "fotos", a revelar luego. Y me acuerdo, precisamente, que fue aquel azulejo de la plaza mayor de San Fernando con el que más fotos "gasté" intentando inmortalizarlo para enseñarlo en casa a la vuelta.

Quizá no tenga mucho valor artístico pero para mí tuvo mucho sentido al verlo ahí. Ahora, con otra edad y en otro tiempo, vuelvo a darle vueltas a eso de lo civil y lo religioso; que si separados que si revueltos; y uno siempre llega al punto de origen. Anda que no tuvieron y tendrán "santos" en su casa los que hoy votan la retirada de este símbolo de fe, cuando en Andalucía hasta el más ateo tiene su Vírgen o su Cristo en el patio, la mesita o salón.... Ahora, casi ochenta años más tarde, y prescindiendo ya en la lógica más sencilla de que forma parte del paisaje urbano de la ciudad, de su patrimonio histórico y cultural, resulta que "molesta". Pero sólo a algunos, claro; eso no lo dicen, porque a otros muchos gaditanos, andaluces y españoles que que pagan con sus impuestos a los "molestos", nó. Sólo les molesta -paradójicamente- a aquellos que en nombre de una libertad falaz e igualitarista les encanta ahora "prohibir", "reprimir", "sancionar" y "multar"; "anular" o "condenar"... No me imagino si esa misma actitud la tuvieran las autoridades eclesiásticas si en un cementerio parroquial; es decir, de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, se prohibiesen (podrían hacerlo en su derecho) los actos y monumentos a los caídos de un bando afines a los actuales represores de Sagrado Corazón de Cádiz: ¡Quién los oiría..!

Al final se comprende esa reacción, pues Jesús, con su corazón ofrecido en la mano, interpela la conciencia; es mejor no verlo. Es el estilo de vida que decía Don Ginés, no una devoción sin más. Un proyecto de vida y de convivencia que lógicamente a muchos políticos de hoy no les gusta ni ver ni oír, pues, incluso a éstos, la conciencia les interpela. El problema de fondo es que hoy nadie quiere ser el último ni el servidor de todos ni de ninguno; nadie se entrega al otro en totalidad y mucho menos inclinarse para lavarle los pies o cargar con las cruces que les acompañan. Hoy algunos quieren pensar que solamente lo que a ellos les apetece en cada momento es lo mejor y lo que tiene que ser para todos. Me suena a "dictadura" y me recuerda teorías caducas de un pasado que cayeron con un muro represor que derribó la verdadera libertad y la verdadera tolerancia. A unos hermanos que el tiempo y la represión hizo distintos y diferentes, abrazándose. Algunos no han aprendido la lección.

Es este Corazón de Jesús el que con sus rostro nos recuerda que no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero (Mt 6,24) ; el mismo que con sus llagas nos dice que no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mc 10,45); y es éste el Maestro, que con sus ojos vuelve a advertir que sólo el que ha sido fiel en lo poco, podrá ser fiel en lo mucho (Mt 25,21)... 

Claro, de ésto no entienden ni quieren los "molestos" servidores de sí mismos y de sus anacrónicas causas.

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