sábado, 30 de diciembre de 2017

NAVIDAD ES FAMILIA. Por Javier Leoz

1.- Cuando, mucho se habla de algo, es porque se valora. La Sagrada Familia, escasamente suscitaría interés alguno en aquel momento histórico donde la situamos. ¿A quién iba afectar tres personajes pobres y humildes, sin más trascendencia que unos signos que, unos simples pastores o unos legendarios reyes, decían haber oído o visto?

Siglos después, aún siendo bandera discutida por algunos, vemos que, la familia, aporta –además de amor- seguridad y paz a nuestra sociedad, equilibrio a las personas, transmisión de valores a los que la cuidan la alimentan y la potencian.

Algo de bueno tiene que tener la familia cuando, hasta el mismo Dios, decidió nacer en medio de ella.

No nacemos aprendidos. Todos necesitamos de unos puntos que den consistencia a nuestra madurez afectiva, social, económica y también religiosa. Precisamente por ello, la Sagrada Familia, se convirtió en ese lugar idóneo donde Jesús –además de la inspiración divina- bebería los primeros sorbos del amor a Dios; sentiría los primeros coletazos de la muerte de los más allegados a su familia; aportaría su trabajo y su dinamismo para que, aquella singular y sagrada casa, siguiera adelante.

A Jesús lo vemos tan perfecto y tan “señor” que, sin darnos cuenta, podemos correr el riesgo de desgajarlo o separarlo de una bonita realidad: nació, creció, vivió, trabajó y perteneció a una familia formada por José, María y El mismo.

Y, entre Navidad y Año Nuevo, puede que esta fiesta pase desapercibida. Pero, en muchos hogares cristianos, es la estampa más codiciada, querida y expuesta con motivo de la Navidad: en Belén no puede faltar Jesús, José y María.

Eran tres pero, en el amor, eran todo uno. Ese es el secreto que le hace a una familia salir de sí misma y triunfar: el amor.

Eran tres pero, desde el amor, formaban una sola realidad. Esa es la grandeza del Misterio de Belén. El amor es capaz de fusionarlo todo.

Eran tres pero, por amor, supieron dar cabida a una mano misteriosa que guió desde el principio hasta el fin, las aventuras y desventuras, avatares y gozos, idas y venidas de esta familia.

2.- Hoy, al divisar a la Sagrada Familia, tenemos que reconocer que supone una interpelación, una denuncia seria a nuestra sociedad y a nuestro mundo. No estamos acostumbrados a cimentarlo todo en el amor; los intereses y los individualismos, los caprichos y el deseo de conocer “algo más”, el afán de tener o la impaciencia, la falta de amplitud de miras o el salvaguardar la fidelidad son aspectos, entre otros, que ponen en peligro muchas parejas que decidieron unirse para siempre pero que se quedaron a mitad de camino.

Por ello mismo, la Sagrada Familia, es un ejemplo para animar a tantos amigos nuestros, a tantos vecinos y conocidos nuestros para que sigan progresen en ese empeño. Por más que se empeñen en vender lo contrario, son muchos más los jóvenes, los mayores, los matrimonios que siguen adelante que –aquellos otros- que han visto truncado su amor. Pero, la familia feliz, por lo visto no interesa. O, tal vez, la familia feliz “no vende” primeras páginas en los periódicos, televisión, revistas de corazón o radio. Esto, de todas formas, no es nuevo. Tampoco, la Sagrada Familia, interesó en su momento.

La Sagrada Familia es un ejemplo de cómo hay que enfrentarse a las dificultades, a las soledades, a las pruebas, a los sufrimientos.

3.- La Sagrada Familia es un canto a la sencillez y la confianza en el otro. José se fió de María; María confió en José y Jesús se fió y confió en los dos.

Una de las cosas que más me impresionan de esta “original familia” es que se dejaron guiar al cien por cien por Dios.

Los que estamos, día a día, en la primera línea de la evangelización, vemos el drama que supone detectar como, la familia, no es cadena de transmisión del valor de la fe.

La asignatura pendiente de la coyuntura actual, por lo menos a nivel pastoral, es el despertar en nuestras familias el gusto, el apetito, el orgullo por las cosas de Dios. Con razón, alguien ha dicho, que o la familia interviene en el futuro de la fe, o será difícil que las generaciones del mañana conozcan a ese Jesús que nació en Belén y que tantas pasiones, música, escritos, arte y poemas, en su nombre, han salido a la luz.

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