jueves, 10 de noviembre de 2016

Teologuillos de chichinabo. Por Jorge Glez. Guadalix


 Ayer pude ausentarme de la parroquia por la tarde para acudir al cementerio del pueblo y rezar por mis padres y demás familiares. Es una sana y piadosa costumbre que aprendí de mi madre: ir alguna vez al cementerio y recorrer las sepulturas de los parientes y amigos para rezar un breve responso en cada una de ellas.

Cada año me sorprenden unos cuantos teólogos, pseudo teólogos, teologuillos y nadas con pretensiones, aclarándome esa bobada de rezar por los difuntos. Si es que la cosa, según ellos, es evidente. Dios es bueno y todos vamos al cielo desde el mismísimo instante de nuestra muerte, por tanto, lo más que se puede hacer son “homenajes” al difunto, misas de acción de gracias por su vida y celebración de su resurrección y llegada a la gloria eterna.

Uno tímidamente dice que no, que esto no es lo que enseña la Iglesia, que pueden consultar el catecismo sin ir más lejos. Pues tampoco, porque las cosas son así como ellos las ven y lo de las misas por los difuntos no es más que una forma de sacar dinero a la gente.

Hombre, proseguía un servidor, que son veinte siglos explicando los novísimos, que son veinte siglos de orar por los difuntos, que son siglos y siglos de ofrecer sufragios por sus almas. Nada. Nada que hacer. Sigues: pensad en la devoción a las ánimas del purgatorio, en la oración en los cementerios, en la tradición de la Iglesia.¿Ni siquiera os hace dudar? Mirad que la doctrina de los padres de la Iglesia, el magisterio, los grandes teólogos es unánime.

Nada, todos equivocados menos el teólogo Fulanítez, tan profundo que lleva tres condenas de Roma, incluyendo una de ahora mismo, de tiempos de Francisco y que luce con especial orgullo: “tan claro en mis ideas que no me aguanta ni Francisco” (en realidad, dice por lo bajinis, no es Francisco, que sabe que está de acuerdo con él, sino ese tal Müller). También se muestra certera en lo suyo la hermana Trinidad, Trini, tanto que no han vuelto a encargar una misa por las hermanas difuntas de la congregación. Simplemente las homenajean con danza festivo – contemplativa. Cosas de los nuevos tiempos.

En la misma idea abundan Rafa y Marisol, que, aunque jamás estudiaron una línea de teología sistemática, en realidad no lo necesitan, mientras cuentan con orgullo que una vez estuvieron en una conferencia de González Fauss y tienen en casa un libro de José María Castillo. Incluso, refieren en voz baja, en sus tiempos mozos leyeron a un tal Boff, ¿se llamaba así, no? A Rafa y Marisol los vas a venir tú con cuentos chinos de funerales.

Para discutir con alguien tiene que partirse de un punto común. El problema es que con Fulanítez, Trini, Rafa y Marisol no existe. No aceptan la Escritura (o la aceptan iuxta modum), reniegan de la tradición (que suelen confundir con las costumbres de su pueblo), se sienten por encima de los santos padres y antes muertos -sin funeral, por supuesto- que aceptar la más mínima posibilidad de equivocación.

Hice un último esfuerzo. Desde el libro de los Macabeos a las misas por los difuntos celebradas por el papa Francisco o el arzobispo de Madrid. Es inútil: “tú tienes tu forma de verlo, yo tengo la mía”. Punto. La suya. Acertadísima, aunque se cisque en San Agustín, Santo Tomás, Trento y la praxis de dos mil años. Es la suya. El colofón es genial: Trento dirá, el papa dirá, yo digo. ¿Por qué tiene que ser lo de ellos correcto y lo mío no?

Pues servidor ayer predicó directamente de los novísimos, y ya he avisado queesta tarde les toca escuchar qué cosa sea esa del purgatorio. Como se enteren Fulanítez, Trini, Rafa y Marisol me excomulgan. Jorge, que ellos no creen en excomuniones. Depende.

No hay comentarios:

Publicar un comentario