domingo, 30 de noviembre de 2025

''No sabéis qué día vendrá''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Con el Tiempo de Adviento iniciamos el nuevo año litúrgico, un período especialmente hermoso en la vida de la Iglesia, donde nos preparamos para las cercanas fiestas de Navidad a la vez que interiorizamos la venida del Señor que viene a buscar a cada uno de nosotros, y qué, como profesamos en el credo, ''habrá de venir a juzgar a vivos y muertos''. Tiempo de espera; cuatro semanas para preparar nuestro corazón para el Mesías. No perdamos tampoco de vista que viene también cada día a nosotros en la eucaristía, en su palabra, en el pobre que llama y en tantas situaciones concretas en las que pasa a nuestro lado sin que caigamos en la cuenta. Estemos con los ojos del corazón bien abiertos para reconocer al Señor. 

La primera lectura de este domingo del profeta Isaías, nos presenta su anhelo por una Jerusalén futura donde reine la paz y la justicia, que para nosotros es un símil del reino de los cielos: "De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor''. Ojalá también en nuestro mundo las armas se cambiaran por aperos de labranza, pero eso parece un imposible, una utopía. Un lugar sin enfrentamientos ni injusticias, sólo puede ser de Dios. Es un canto a la no violencia, a que nada justifica jamás la muerte de un semejante y menos aún en nombre de Dios o de una idea política. Donde no hay justicia y conciliación nunca estará Dios, por eso caminar a su luz lleva siempre aparejado transitar y buscar senderos de paz.

La epístola de San Pablo a los cristianos de Roma quiere recordarnos que como hemos dicho, este es un tiempo para la vigilancia: es un texto totalmente escatológico, que nos habla del ahora: ''Comportaos reconociendo el momento en que vivís'' y, especialmente, del mañana: ''La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz''. No podemos vivir desprevenidos, hay que tener la casa del alma bien dispuesta para que si el Señor viene mañana mismo a buscarme no me encuentre en pecado... Qué importante es por esto la confesión frecuente, revisar qué grado tienen en nuestra vida los pecados capitales para ponerlos a raya; sólo así tendremos la serenidad de vivir seguros de que no haya de venir y nos encuentre desprevenidos. De esto nos ha hablado Pablo, de las borracheras y comilonas, lujuria y desenfreno; riñas, envidias y pendencias. El Apóstol nos llama a revestirnos del Señor y, ¿qué es ésto? Pues que sea Él quien nos llene, pues únicamente el que tiene el corazón vacío es quien necesita llenarlo con los placeres de este mundo. 

El evangelio, nos estrenamos con el evangelista San Mateo que nos acompañará durante todo el nuevo año litúrgico. El Señor no se anda con medias tintas; nos habla apocalípticamente: ''Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé''... Tenemos que partir de una idea previa, y es que Jesús está hablando para judíos, por eso habla de Noé, que fue un final para empezar de cero: ¡una restauración! Ya sabemos que muchos tenían puestas en el Mesías unas expectativas más políticas que espirituales, por eso muchos no reconocieron a Jesús como tal, pues estaban más preocupados en un trozo de tierra que de la salvación de sus almas: ¡Ojo al dato! que esto puede pasarnos también a nosotros; vivimos preocupados de ''mi dinero, de mi finca, de mi panteón''... Y, sin embargo, el alma -lo más importante- la tenemos sucia y descuidada. Posiblemente a todos nos gustaría saber el día y la hora de nuestra muerte, pero si tuviéramos ese dato dejaríamos de vigilar. Jesús nos pone el ejemplo de un asalto a nuestro hogar: ''Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa''. Y después nos da esa advertencia tan directa y clara: ''Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre''... El Adviento es también una oportunidad para volver a empezar, para comenzar de cero, para reiniciar y resetear... Pidamos al Señor la gracia de discernir qué sobra en mi vida y qué falta para que mi corazón sea un lugar habitable para Él. 

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