sábado, 22 de noviembre de 2025

10 razones por las que el Corazón de Cristo manifiesta su Realeza

(Rel.) Hace 100 años el Papa Pío XI publicaba la encíclica Quas Primas con la que instituía para toda la Iglesia la fiesta de Cristo Rey. De este modo quiso culminar el acto con el que su predecesor, el Papa León XIII consagraba la humanidad al Corazón de Jesús el año 1899. Era un modo de expresar que en el Sagrado Corazón de Jesús se nos manifesta el misterio de su realeza: un corazón que reina amando y que ama reinando.

A la luz de la encíclica Quas Primas presentamos aquí 10 razones que muestran que adentrándonos en su Corazón descubrimos en que consiste la realeza de Cristo.

1. El Corazón de Jesús une lo divino y lo humano

Cristo es Rey porque su humanidad está unida a la divinidad. Su Corazón nos revela que la verdadera autoridad nace del amor que une lo humano con lo divino (Quas Primas, 6 y11)

2. Su Corazón es la fuente de nuestra redención

Jesús es Rey en virtud de la entrega de su vida: su muerte y Resurrección. Su Corazón herido, del que brotan sangre y agua, es la fuente de la que brota la redención de todos los hombres (Quas Primas, 12)

3. El Sagrado Corazón quiere reinar en la totalidad de nuestra vida

La realeza de Cristo no se limita a nuestra vida íntima. Su Corazón nos llama a permitir que su amor guíe todos nuestros pensamientos, afectos, decisiones y acciones cotidianas (Quas Primas, 6)

4. El Corazón de Jesús quiere extender su amor a todos los hombres

Cristo en cuanto Rey Universal quiere hacer partícipes de su amor no sólo a los bautizados sino a todos los hombres. Su dominio de amor quiere conquistar todos los corazones. (Quas Primas, 15)

5. Su Corazón es fuente de la justicia, la paz y el gozo

El Reino de Cristo, manifestado en su Corazón, transforma la sociedad promoviendo la justicia, la misericordia y la armonía. La paz del Reino de Cristo brota del Corazón de Cristo (Quas Primas, 1)

6. El Corazón del Rey ilumina la vida pública

La realeza de Cristo se extiende también a leyes, instituciones y todos los ámbitos de la vida social. Su Corazón, fuente de su Amor infinito, nos recuerda que su amor debe penetrar todas las dimensiones de la vida pública (Quas Primas, 16-19, 33)

7. Su Corazón es la escuela que hace posible la transformación del mundo.

El Corazón de Jesús, manso y humilde, es la escuela en la que tienen que aprender y educarse los laicos; niños, jóvenes y adultos llamados a actuar en medio del mundo con justicia y caridad, ordenando todas las realidades temporales según los criterios del Reino de Cristo (Quas Primas, 34)

8. Mirando su Corazón somos invitados a reparar la indiferencia social

La ignorancia o el desprecio de Cristo (característica del laicismo) y del evangelio es causa del desorden, de la injusticia y de la violencia en la vida de los hombres. Su Corazón nos invita a restaurar la justicia y el orden moral donde allí donde haya sido rechazado (Quas Primas, 23, 24)

9. En el amor de su corazón se inspiran estructuras de misericordia

La plenitud de la justicia es la misericordia. La realeza de Cristo brota de su Corazón Misericordioso y se hace visible en obras concretas de caridad, reconciliación y solidaridad, transformando relaciones humanas y fortaleciendo el bien común (Quas Primas, 34 y 35)

10. La consagración al Sagrado Corazón es la expresión plena de su realeza y anuncio de su triunfo

La fiesta de Cristo Rey y la devoción al Corazón de Jesús nos permiten reconocer su autoridad y dejar que su amor guíe nuestra vida y la de la sociedad en la esperanza de que venga a nosotros su Reinado de Amor, Justicia y Paz. Por esta razón la Iglesia invita en esta fiesta a que en nuestras familias y comunidades renovemos la consagración al Corazón de Jesús (Quas Primas, 26)

El Sagrado Corazón de Jesús no es solo el símbolo por excelencia del amor que Cristo nos tiene, sino del modo como quiere ser conocido y amado: reinando. El Corazón de Cristo Rey es un corazón que gobierna con amor, justicia y verdad. Reconocerlo como Rey significa permitir que su realeza transforme nuestro interior y el de nuestra sociedad y se haga posible que sobre las “ruinas acumuladas por el odio y la violencia se edifique la civilización del amor, el Reinado del Corazón de Cristo” (Juan Pablo II, 5.10.1986. Carta al General de la Compañía de Jesús).

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