domingo, 26 de mayo de 2024

Tres personas, un sólo Dios. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

El pasado Domingo con la Solemnidad de Pentecostés no sólo clausuramos el tiempo de Pascua, sino que nos adentramos ya en el Tiempo Ordinario; sin embargo, este domingo y el próximo los dedicaremos a celebrar dos misterios muy importantes de nuestra fe. Celebramos con gozo en este día a la Santísima Trinidad, corazón de todo el misterio de la revelación al cual nos asomamos con reverencia, temor y asombro, conscientes de que jamás nuestras capacidades serán suficientes para poder comprender tal misterio infinito. 

Quizá una primera intención en esta jornada sería la del "reconocimiento", acorde al mensaje de la primera lectura del libro del Deuteronomio: ''Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro''. Con humildad de corazón hemos de aceptar que a pesar de todos los avances el hombre sigue sin tener respuesta para todo, seguimos siendo desconocedores de muchas cosas y, sin embargo, la gracia del Señor nos empuja a buscarlo, nos ayuda a sentirlo y experimentar por medio de sencillas intuiciones del día a día que Él es el Amor y nos ama. Es así porque pese a nuestras lejanías y arrogancias no se desentiende de nuestras miserias, y así el Padre por medio del Espíritu nos envía a su Hijo para anunciarnos las salvación tras sufrir, morir y resucitar por nosotros. Qué dicha supone sabernos bautizados, miembros de esta viña elegida que con el salmista se gloría en afirmar: ''Dichoso el pueblo que el Señor se escogió con heredad''.

Afirmamos, pues, que Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, siendo tres personas y un solo Dios. Esto significa que el Dios cristiano es comunidad tres personas de una única naturaleza divina. Por ello en este día celebra la Iglesia también la "Jornada Pro-Orantibus", pues si hay algunos especialistas en la Trinidad más aún que los teólogos estos son nuestras monjas y monjes de vida contemplativa, que dedican toda su vida y la consagran a buscar a Dios adentrándose día a día en este misterio en el silencio y la soledad de sus clausuras. También está el matiz comunitario y el amor fraterno, que son reflejo de ese amor que El Padre, el Hijo y el Espíritu tienen entre sí. Los religiosos de clausura no son personas que desconozcan lo que es el amor; al contrario, lo saben mejor que nadie, al igual que nuestro Dios que no es solitario, sino comunión y comunicación. Esto no sólo interesa a la vida consagrada; la Santísima Trinidad es un misterio que nos interpela a todos los creyentes para interiorizar de nuevo que si hemos sido creados a su imagen y semejanza, llegados a este punto debemos preguntarnos cuánto hemos de restaurar en nosotros mismos para asemejarnos lo más posible a nuestro original estado de gracia... Estamos llamados a amarnos unos a otros como lo hace la Trinidad Santísima. 

Otro aspecto a meditar este domingo sería el concepto de la libertad, tristemente ideologizado y manipulado durante décadas, pues la liberación del hombre no pasa por ideologías o pseudo-teologías que pretenden vendernos nuevas esclavitudes bajo el concepto libertario. San Pablo nos habla de esto en la epístola de esta celebración con esa firme predicación que dirige a los cristianos de Roma: ''Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos''. Los cristianos entendemos la libertad dentro de las enseñanzas y mandamientos de la Iglesia que no nos ahogan ni aprisionan, sino que nos permiten ser más libres que nadie al huir de las ataduras y los criterios del mundo: la libertad de los hijos de Dios. 

Abramos los ojos, redescubramos la belleza que nos ha regalado el Señor con la dicha de sabernos bautizados, algo que ha de ser nuestro orgullo y nuestro compromiso continuo y constante para cuidar el tesoro de la fe que hemos recibido con la obligación de anunciarlo y darlo a conocer para que sean cada vez más los que se bauticen ''en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo''. La clave de que nuestro mundo esté tan herido, con tanta soledad, guerras y conflictos es precisamente por la falta de Dios en nuestra sociedad, pues sólo Él en el corazón del hombre es bálsamo, compañía, misericordia, amor y concordia.
Ojalá podamos experimentar sentirlo tan cerca como lo sienten los orante contemplativos a los que bien definió Santa Teresa: ''Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta''...

¡Feliz día de la Santísima Trinidad! 

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