lunes, 9 de mayo de 2022

Las Hurdes. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Los reyes de España visitarán, dentro de unos días, algunos de los lugares en los que estuvo el rey Alfonso XIII durante su famoso viaje por Las Hurdes, que comenzó en la tarde del 20 de junio de 1922 con la compañía del obispo de Coria, del ministro de la Gobernación y de otras autoridades.

Se dice que el monarca se sintió impelido a visitar esa región de España después de haber conocido un informe elaborado por Gregorio Marañón, en el que se enumeraban los tipos de enfermedades que aquejaban a sus pobladores a causa de la falta de medicinas y de prestaciones médicas y asistenciales. El doctor Marañón formó parte también de la comitiva real de 1922.

En realidad, fueron eclesiásticos quienes alzaron la voz para llamar la atención acerca la situación de pobreza en la que se hallaban las alquerías hurdanas. Destacan, de entre ellos, el obispo de Plasencia, Francisco Jarrín y Moro (1843-1912), «celosísimo protector de Las Jurdes», y el deán de la catedral de Plasencia y después de la de Toledo, José Polo Benito (1879-1936).

El deán Polo Benito fue director de la revista “Las Hurdes”, organizó el primer “Congreso Nacional de Hurdanos y Hurdanófilos”, publicó “El Hogar Jurdano”, “Crónica del Congreso Nacional a favor de Las Jurdes”, “Las Hurdes y la Esperanza de Las Hurdes” y otros escritos en los que proponía ideas y soluciones de carácter social para la mejora de las condiciones de vida de los habitantes de aquellas tierras.

De ahí el que el canónigo José Polo Benito sea considerado como el verdadero promotor de la memorable visita real. Con todo, fue vilmente asesinado, en 1936, en Toledo, por «odio a la fe». Setenta años después, Benedicto XVI lo proclamó beato, junto a otros casi quinientos mártires durante la persecución religiosa en España, en una ceremonia que tuvo lugar, en 2007, en Roma.

En el archivo fotográfico que se custodia en el Centro de Documentación de Las Hurdes se puede apreciar la presencia de la Iglesia, desde siempre, en aquellos pueblos, ya que hay muchísimas fotos en las que aparecen, en medio de su gente, los sacerdotes.

A día de hoy la Iglesia sigue haciéndose presente en Las Hurdes a través de las comunidades parroquiales, con sus pastores, y de diferentes obras sociales: Cáritas; o la “Casa de la Misericordia”, de los Esclavos de María y de los Pobres, en Pinofranqueado; o el “Cottolengo del Padre Alegre”, atendido por las Hermanas Servidoras de Jesús, en La Fragosa.

Para recorrer en coche la ruta que hizo Alfonso XIII hay que ir a Casar de Palomero y desde aquí seguir por Azabal, Pinofranqueado, Mesegal, Cambroncino, Vegas de Coria, Rubiaco, Nuñomoral, Cerezal, Martilandrán, La Fragosa, El Gasco, Asegur, Las Heras, Casares de Las Hurdes, Carabusino, Riomalo de Arriba, Ladrillar, Cabezo y Las Mestas. Si se quiere realizar el viaje del rey en su totalidad, se debe llegar entonces hasta La Alberca, que es en donde concluyó, fuera ya de Las Hurdes.

En algunos pueblos hay un monolito que indica que por esa población pasó Alfonso XIII. Aunque de todos los sitios que componen el itinerario regio, tal vez sea en el valle del río Malvedillo, entre Nuñomoral y El Gasco, en donde el viajero pueda darse una idea exacta de cómo eran las vías de comunicación entre los núcleos de población hurdanos en 1922.

De las visiones que más deleitarán al aventurero que emprenda la ruta real, para rememorarla, en estos días de primavera, serán las de las sonrientes jaras, que alegran el paisaje con sus flores, revistiéndolo de tal belleza que no es menor que la del valle del Jerte en el período de floración de los cerezos.

Y, además, cuántos vocablos nuevos se van aprendiendo durante el viaje, no empleados en las regiones hiperbóreas: “moheda”, “alquería”, “guijo”, “ahulaga” o “volvedero”.

Aunque es preciso decir que el firmante de esta columna periodística, que es natural de Cangas de Onís, en el Oriente de Asturias, y que es, por tanto, “jiyu” (hijo) para sus mayores, que come “jabes” (habas) al mediodía, debe coger con cuidado un “jachu” (hacha) y reza a “san Antoniu benditu”, se ha encontrado con que la lengua de su infancia, en la confluencia de los ríos astures Güeña y Sella, es la misma que se habla en Jurdes. Y también en Tierras de Granadilla.

Allí se pueden oír voces que son comunes a las que se emplean en la septentrional y primera capital de España: “jornu”, “jierve”, “jartu”, “jigu”, “jacer”, “jartón”, “jocicú”, “jolgazán”, “jormiga”, “jozar”, “ríu”, “tou” o “Cristu benditu”. Y esto hace que un cangués se sienta en Las Hurdes como en su propia casa, a lo que contribuyen, en no menor medida, la amabilidad de sus habitantes y no pocos elementos etnográficos, arquitectónicos, orográficos y fluviales, idénticos a los existentes en Asturias.

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