martes, 23 de febrero de 2021

El más antiguo retrato de la Virgen de Covadonga. Por Francisco José Rozada Martínez

La imagen de Nuestra Señora de Covadonga que acompaña estas líneas -pintada al óleo en un lienzo que mide 80 x 57,5 cm.- tiene un excepcional interés histórico por ser el más fidedigno y antiguo retrato de la imagen que presidía el altar del ´templo alto´ que albergaba la Cueva de Covadonga, destruido por un incendio -con todo el santuario- en la madrugada del día 17 de octubre de 1777. 

Por esa fecha esta imagen apenas tendría dos siglos, puesto que Ambrosio de Morales escribía en 1572 que “en el altar está una imagen de nuestra Señora de obra nueva, bien hecha”.

La reproducción de la imagen en este óleo es un trabajo atribuido al pintor Francisco Leopoldo Reiter Elzel (Oviedo 1736-1813).

Como la Cueva que conocemos estaba dividida en dos alturas, esta imagen decimos que estaba en la parte alta de la misma, mientras en la parte inferior había otra imagen a la que se conocía como Nuestra Señora del Sagrario, sentada en una silla y con el Hijo sobre su regazo, con seis ángeles que la coronaban y circundaban.

En este piso inferior estaban los sepulcros de Don Pelayo, su esposa y su yerno Alfonso I.

La tradición decía que esta segunda imagen había llegado a Covadonga desde Toledo cuando la invasión musulmana -junto con el Arca Santa de las reliquias que se venera en la Catedral de Oviedo- y que dicha imagen había sido regalada a Covadonga por el rey Alfonso II el Casto (760-842) -o por el Cabildo de la Catedral de Oviedo- a cambio de llevarse a Oviedo la Cruz de la Victoria, hoy símbolo y emblema del Principado de Asturias en su escudo y bandera.

Las dos imágenes, en bipedestación la del ´templo alto´ y sedente la del ´templo bajo´, convivieron hasta el citado incendio de 1777, tras el cual se envió a Covadonga -como regalo de la Catedral de Oviedo- la imagen que ahora conocemos, más parecida a la que se veneraba y de la que no tenemos una reproducción más antigua que la del cuadro que acompaña estas líneas, conocida como María Santísima de las Batallas. 

De todo ello se deduce que la primitiva y más venerada imagen era de madera, erguida, estaba vestida y medía unos 62 cm. de altura, con el Niño en su brazo izquierdo y que la talla no es anterior a mediados del siglo XVI.

Esta reproducción pictórica (anterior a 1777) de la imagen de la Virgen de Covadonga, de serio rostro -la más antigua conocida- lleva una corona real de ocho nervios, forrada de moaré rojo y esfera con cruz en su remate, portando en su mano derecha una vara con dos tallos de rosas trenzadas de diferente color, mientras su manto es azul como simbología del misterio de la Inmaculada Concepción.

Bien es cierto que en el que se considera hasta ahora como el más antiguo libro específicamente dedicado a Covadonga como santuario -escrito en Bruselas en 1635, que consta de 176 páginas y cuyo autor fue Josephus Geldolphus van Ryckel- se reproduce en su página 15 un grabado de la que se supone sería la imagen de la Virgen de Covadonga, sin prácticamente ningún parecido con la iconografía tradicional que se le atribuye, como ya comenté en otro artículo anterior bajo el titular “Bruselas, Toraño y Covadonga”.

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