martes, 19 de mayo de 2020

Tres campanarios, tres parroquias. Por Rodrigo Huerta Migoya












Uno desaparecido, uno pendiente de construir y otro incompleto

¡Tocad para nuestro Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad! (Sal 47)

Breve historia de tres parroquias asturianas del siglo XX 

Los Santos Apóstoles de Buenavista (Oviedo)

Corría la década de los setenta cuando en la expansión de la ciudad de Oviedo se empieza a construir el barrio del Polígono de Buenavista; la diócesis considera entonces que la Iglesia ha de hacerse presente en la nacimiento de ese barrio y así designa al primer sacerdote para la atención pastoral del mismo en la persona de D. Santiago Velasco Arteche. 


Don Santiago regresaba a su tierra de vacaciones ya que se encontraba ejerciendo el ministerio sacerdotal en esos momentos en Perú, más dada la salud de su madre y ante la invitación del arzobispo a quedarse ya definitivamente en la diócesis aceptó no volver a ultramar. El entonces Arzobispo de Oviedo, Monseñor Díaz Merchán, le encomendó crear esa nueva Parroquia de los Santos Apóstoles, pero como la parroquia aún no contaba con su nombramiento oficial, figuraba él como coadjutor de San Pablo de la Argañosa, siendo su misión principal empezar de cero la que sería la nueva Parroquia. Corría el año 1975.

Los inicios de la comunidad cristiana de Buenavista fueron un símil absoluto de las comunidades cristianas de las catacumbas; es decir, había fieles que se reunían con el sacerdote, pero sin tener un sitio fijo sino de forma interina; un día celebraban en una casa, otro en un piso, en un garaje…así empezó aquella aventura que D. Santiago recordará.

Las escuelas del barrio también estaban empezando en unos edificios prefabricados y humildes en los cuales se les prestó uno para que se reuniera la feligresía del barrio. En el caso de otras parroquias de la diócesis, primero se edita el decreto de creación canónica con su nombre y límites, y a partir de ahí se ponían las manos en la masa buscando un lugar de reunión y comenzando el estudio de la construcción del templo; empezando a celebrar la vida de fe articulando las actividades parroquiales. Aquí se hizo de otra forma más original, primero se pusieron los cimientos pastorales y una vez que la Parroquia ya era un hecho, vino todo lo demás. 

Por ello los primeros cuatro años de la vida de esta feligresía no tenían más nombre que ''Comunidad cristiana de Buenavista'', y será en 1979 en una numerosa peregrinación del barrio a Covadonga donde se votará democraticamente el nombre de la misma. Se propusieron varios: Santa Lucía, Santa Eulalia y algún otro más; sin embargo, salió con amplia mayoría el de  ''Los Santos Apóstoles''. Tras cinco años de intenso trabajo llega el decreto de erección de la parroquia al terminar 1979 y comenzar 1980. La feligresía crecía y hubo que dejar atrás la escuelas pasando a la capilla mayor de la "Fundación Vinjoy", en la Avenida del Cristo, la cual hizo de sede parroquial durante un tiempo. Siguen construyéndose edificios, siguen llegando familias, crece el barrio y con él la Parroquia. 

Al quedarse pequeña la capilla de la Fundación, la Parroquia pasa a una nueva sede que se ubicará en un bajo de la calle "Guillermo Estrada", más sólo servía para acoger las misas dominicales y con dificultad. Para las celebraciones grandes como primeras comuniones, bautizos, fiestas... las celebraciones tenían que hacerse en el salón de actos del "Colegio Baudilio Arce" que era el único lugar de la zona con espacio para mucha gente. La Parroquia necesitaba sin más tardanza un templo y unos locales propios donde desarrollar la vida de fe, y así se empezó a estudiar cómo llevarlo a cabo.


En 1982 con mucho esfuerzo, ahorrando al máximo y no con pocas dificultades, se logró por fin adquirir la parcela en pleno corazón del barrio, más aún hubo que esperar bastante tiempo para poder ver iniciadas las obras.

El templo fue diseñado por el arquitecto Álvarez del Páramo, más es innegable que el arquitecto puso su firma, pero la verdad es que el estilo y las líneas principales de todo lo que expresa la iglesia de los Santos Apóstoles es fruto de la mente de Don Santiago, el cual plasmó perfectamente en el edificio su idea de Iglesia no, tanto material sino teológica. Don Santiago fue un brillante alumno en el Seminario de Oviedo, un hombre muy preparado y valorado que llegó a ser, a pesar de su juventud el primer párroco de Salinas. Tuvo la suerte de ampliar estudios en teología Innsbruck (Alemania) llegando a ser alumno del mismísimo Carl Ranher.

En 1967 marchó a la misión conciliar de Lima, donde tuvo contacto directo con la "Teología de la Liberación" en la persona de Gustavo Gutiérrez, sin olvidar que asistió a los cursos de NIP (Nueva Imagen de Parroquia) que organizaba el P. Ricardo Lombardi S.J. -Tío de Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede- desde su movimiento Por un Mundo Mejor.

Todos estos aspectos: la Escuela de Innsbruck, la Teología de la Liberación y los cursillos de la NIP, son claves para adentrarnos en lo que esconde la fisonomía arquitectónica de los Santos Apóstoles: Un templo sencillo y funcional; el altar como epicentro de la vida del creyente, muchas entradas, pues todos los caminos llevan a Dios. Muchos habitáculos que se convierten en uno solo -comunidad de comunidades- y todo girando en torno al centro que es Cristo; en definitiva es lo que vislumbra esta curiosa iglesia que recuerda a los panales de abeja por sus formas geométricas.

Otra cuestión que dio mucha fama a esta comunidad en sus comienzos y por lo que también fue muy criticada, se debió a la idea de ‘’Comunidad democrática’’, que desde sus orígenes el sacerdote responsable del barrio quiso aplicar a ésta, lo que fue muy mal visto no sólo en muchos sectores sociales y políticos, sino incluso criticado dentro de algunos sectores eclesiales del momento tanto conservadores como progresistas. Don Santiago consultó a los primeros 2000 habitantes hasta el nombre que querían para la Parroquia; quiso crear conciencia de que la Comunidad era responsabilidad de todos sin primeros ni últimos.

No fue muy bien recibido el templo, incluso fue duramente criticado en la prensa del momento llegando a calificar la nueva construcción de "chiringuito", pero lo cierto es que el conjunto no se entendió hasta el final, dado que fue levantado por tramos en función del dinero de que se disponía y de las urgencias que tenía la Parroquia: primero se hicieron los locales, luego las viviendas para los sacerdotes, sacristía… de forma que la iglesia fue lo último en ser concluido. 

Personalmente, la Parroquia de los Santos Apóstoles siempre me ha traído a la memoria al rey Alfonso II, el piadoso monarca asturiano fundador de nuestra diócesis de Oviedo que tanta devoción sentía hacia los discípulos del Señor, como de él nos cuenta la crónica Rotense, al detallar sobre el rey casto que: «También edificó una basílica en honor a Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, añadiendo altares para los Doce Apóstoles, y asimismo construyó una basílica en honor de Santa María siempre Virgen, con sendos altares a uno y otro lado, con arte admirable y sólida construcción; todavía edificó otra iglesia, la del bienaventurado mártir Tirso, cerca de la iglesia de San Salvador, y además levantó bastante lejos del palacio una iglesia en honor de los santos Julián y Basilisa, con dos altares de mucho arte y admirable disposición; por lo demás, también construyó y mandó equipar los regios palacios, los baños, almacenes y toda clase de servicios». Seguro que al rey Alfonso le alegraría saber que en su ciudad y corte de Oviedo hoy tenemos un templo dedicado a los amigos más directos del Señor.

Y si los Apóstoles estuvieron marcados por el testimonio del Evangelio hasta la extenuación, el interior del templo nos lo recuerda con su gran lámpara qué es la Cruz; la que se hace presente en nuestras vidas para unirnos más al Señor y alcanzar la salvación que nos ofrece su camino de conversión. No es una iglesia especialmente bella, pero su belleza radica en los fieles que la forman y hacen piña en torno a su altar.

El decreto de erección de la Parroquia data del 12 de Diciembre de 1979 y el nombramiento de Don Santiago como Ecónomo de la misma fue rubricado el día 18 del citado mes. Las obras del templo concluyeron en 1985 y en 1986 el entonces arzobispo Monseñor Díaz Merchán, consagró la nueva Iglesia de los Santos Apóstoles de Oviedo.

El campanario fue lo último en colocarse y fue muy bien recibido, pues le daba al templo aspecto de iglesia y se ponía fin así a las críticas de los que la consideraban "un barracón" el nuevo templo de Buenavista. Y es que, ciertamente, era demasiado moderno para Oviedo, y eso que ya sabían en Asturias lo que eran las iglesias modernas, pero esta se llevaba la palma. Sin embargo, el campanario parecía que lo normalizaba todo.   

Por desgracia no duró mucho la paz en el barrio, pues el proyecto del edificio de "Calatrava" traería muchos rompederos de cabeza a esta comunidad parroquial. Tras ser demolido el viejo estadio de futbol en Marzo de 2003, en Junio comienzan las obras del edificio Calatrava. Desde el primer momento el arquitecto mostró su disconformidad a que su obra compartiera espacio con una iglesia que no le gustaba nada, por lo que se pusieron varias posibilidades. 

La primera era un nuevo templo en otro lugar del barrio, pero claro, había que comprar terreno y hacer la obra, y el presupuesto era impensable. Otra opción que se habló fue soterrar el templo de forma que quedara en el mismo lugar pero no estuviera a la vista, pero también suponía mucho dinero. 

Y ya una última propuesta fue por parte del Señor Calatrava fue hacer una iglesia a su estilo, en tono blanco y que armonizara con el resto del conjunto. Al final como todo se resumía en dinero, quedó todo como estaba. Sin embargo, el campanario que fue retirado supuestamente sólo para el tiempo que durasen las obras del Palacio de Congresos -éstas se inauguraron en 2011- de éste nadie ha vuelto a saber.

Y no sólo no han devuelto el campanario, sino que todos los desperfectos que la obra ocasionó al templo y sus locales en forma de grietas y daños en el tejado, han tenido que ser asumidas por la Comunidad parroquial al no haber cumplido su palabra las mentes pensantes de ese grandioso proyecto. En el año 2013 con la jubilación de Don Santiago, el Arzobispo de Oviedo nombraba al primer párroco de los Santos Apóstoles en la persona de D. José Luis Pascual Arias, pues D. Santiago aunque pasará a la historia como el primer sacerdote de la Parroquia, nunca tuvo nombramiento de párroco, sino de Ecónomo. Esperamos que algún día no pueda regresar el campanario que se llevaron, y ya que no se hicieron cargo de los desperfectos, al menos lo devuelvan a su lugar original.


Sacerdotes que ejercieron en la Parroquia:

Rvdo. Sr. D. Santiago Velasco Arteche, Encargado de la Comunidad de Buenavista (1975-1979)
Ecónomo de la Parroquia de los Santos Apóstoles (1979 - 2013)

D. José Ángel Pravos Martín, Diácono adscrito a la Comunidad de Buenavista (1978 - 1979)

Rvdo. Sr. D. Joaquín Noval Vallina, Coadjutor ( Febrero -Octubre 1981)

Rvdo. Sr. D. Jesús Francisco Rodríguez de la Vega, Coadjutor (1982 - 1984)

Rvdo. Sr. D. Jorge Juan Fernández Sangrador, Vicario Parroquial (1984 - 1986)

Rvdo. Sr. D. Segundo Gutierrez Figar, Vicario Parroquial (1986 - 1993)

Rvdo. Sr. D. Andrés Pérez Díaz, Adscrito (1990 - 1993)

Rvdo. Sr. D. José Antonio Sánchez Cabezas, Vicario Parroquial (1993 - 1997)

Rvdo. Sr. D. José Ramón Castañón Rodriguez, Adscrito (1997 - 2013)

D. Jesús Cueva García, Diácono (1997 - 1998)

Rvdo. Sr. D. José Luis Pascual Arias, Párroco (2013 - _____)

Rvdo. Sr. D. Andrés Fuentes Calero, Adscrito (2014 - _____)

Rvdo. Sr. D. Manuel Alonso Martín, Adscrito (2014 - 2016)

Rvdo. Sr. D. José Antonio Bande Garcia, Adscrito (2016 - 2018)


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La parroquia del Santísimo Cristo de la Misericordia de la Peña (Mieres)

Aunque la parroquia de La Peña nace canónicamente en el siglo XX, guarda tras de sí un antiquísimo testimonio de cristiandad que no sería justo omitir ni olvidar. Tan profundas son estas raíces como tanto que no podemos conocer al detalle, pues sus orígenes entremezclan mito y realidad.

Así nos llegan los primeros testimonios escritos que nos hablan de una capilla popular dedicada al Santo Cristo en la Peña, un Cristo del que cada cual ha escuchado una historia diferente: que si apareció, que si lo encontraron, que si sobrevivió... Cristo milagroso en todo caso, de batallas y de amor. 

Y entre lo uno y lo otro llegamos al siglo XVII cuando parece que se edifica una nueva capilla en el solar de la anterior; tampoco aquí tenemos todos los datos, pues unos dicen que la levantan los Bernaldo de Quirós en pago a una promesa, otros que lo hacen porque la capilla era de su propiedad, y otros para que les sirviera como oratorio en las celebraciones familiares dada la proximidad a una de las importantes haciendas de estos aristócratas de Mieres.

No parece que la capilla fuese de ellos, pues tenemos constancia de que desde muy antiguo la misma tenía culto público para los fieles del pueblo de La Peña, incluso que los párrocos de Mieres administraban los sacramentos en ella, algo nada fácil de tratarse de un templo privado.


Más sí que se tenía una cierta deferencia popular hacia esta familia, pues eran los que corrían con los gastos de la capilla, por eso se les consultaba todo lo que afectaba a ésta, no tanto por que tuvieran poder sobre ella, sino porque el pueblo estaba en deuda permanente con ellos al ser los principales bienhechores, gracias a los cuales tuvo La Peña escuela pública, lavadero, fuentes de agua  y hasta traída de luz.

En el archivo parroquial de San Juan de Mieres comprobamos la importancia que los sacerdotes de la Parroquia daban a esta capilla, hasta el punto de otorgarle libros propios para registrar las cuentas, ya desde el siglo XVIII. Únicamente no tuvieron funerales por no ser parroquia aún ni contar con cementerio propio. Otro detalle que nos da idea de la devoción al Santísimo Cristo eran los exvotos y ofrendas que le llevaban, incluso pelo natural de personas que se rapaban la cabeza en cumplimiento de una promesa y luego lo ofrecían al Cristo  para adornar su cabeza bajo la corona de espinas. Se conservan fotos como la que aquí vemos, donde el Cristo además del sudario del desenclavo, porta peluca de pelo natural sobre la talla.

Tampoco hay unidad de criterios sobre los documentos, dado que unos hablan de 1634 y otros de 1679. Parece que la talla del Cristo estaba custodiada dentro de un retablo realizado a su medida. Además del Santísimo Cristo, se veneraban en la Capilla de La Peña las imágenes de Santa Ana -que daba nombre al campo que hoy llaman de La Unión y en cuyo honor se celebraban fiestas en el pueblo- así como San Luis y a la Virgen de los Dolores.

Esta advocación mariana última es una catequesis preciosa, la mejor escena de la vida de María que se podía elegir para un pueblo que celebra la Cruz, pues ahí vemos la escena del Gólgota con María al pie de la cruz del Hijo, cuando Él nos la da como Madre al decirle al discípulo amado (una metáfora que nos representa a todos): ''Ahí tienes a tu Madre''. 

Sobre la imagen del Santo Cristo de La Peña también hay muchas interpretaciones e hipótesis, más al no conservar datos fiables no podemos asegurar nada como verdad única. Hay quienes datan la Imagen a finales del siglo XVII o principios del XVIII; que la autoría se vinculaba al escultor Antonio de Borja o algún discípulo de su escuela, y no diré yo que no sea verdad, lo que no debemos perder de vista en esta historia es que a lo largo de los siglos con los avatares de cada momento no sólo habrá habido más de una capilla, sino que a buen seguro también hubiere habido más de un Cristo de la Peña, con tantos siglos pasados de historia y veneración. 

Sobre la imagen actual del Santo Cristo, cuentan que fue tallada a mano por un miembro de la familia Bernaldo de Quirós en el siglo XIX, por tanto, si la capilla era del siglo XVII está claro que algo pasó con la imagen: robo, incendio, profanación... Pues no se hace una capilla nueva en 1634 para no darse cuenta de que no hay Cristo que venerar hasta doscientos años después. Otros aseguran que decir que lo tallara un miembro de la familia Bernaldo de Quirós era una forma de hablar queriendo decir realmente que sufragaron ellos la nueva Imagen, la cual buscaba imitar lo más posible la fidelidad con las anteriores. Los más antiguos del lugar sí que afirman, ciertamente, que la nueva talla había sido costeada por los hermanos Francisco e Ignacio Bernaldo de Quirós, pero que no lo habían hecho ellos, sino unos artesanos de la zona con madera de un árbol de la Peña para que fuera -nunca mejor dicho- ''el Cristo de la Peña''. Esto fue en torno al año 1860. 

En 1934 la imagen del Cristo fue salvada por un vecino que la escondió en su casa, y este mismo vecino se salvó milagrosamente de una situación de la que era impensable que pudiera saliera con vida, por lo que llegó a afirmar públicamente este paisano de la Peña: ''Yo le salvé a Él, y Él me salvó a mí''.

Las fiestas grandes de la localidad eran siempre en Septiembre, en torno a la Festividad de "la Exaltación de la Cruz", acudiendo devotos de todas partes. Crónicas de la romería de la Peña de 1884 se refieren directamente a la capilla diciendo: "está situada en lo más frondoso de estos valles''.

La misma estaba a la vera del río Miñera, y si éste nunca había ocasionado problemas, ahora con las minas de la Hueria de San Tirso a pleno rendimiento se empezaban a acumular sedimentos y escombros a lo largo del cauce y ya no bajaba cristalino como siempre, sino negro y sucio. Todo ello provocó una grandísima inundación en la Peña en 1949 la cual destrozó por completo la Capilla, aunque por suerte se pudo salvar la imagen del Cristo. 

Los vecinos salvaron todo lo que pudieron de las ruinas de la capilla y trasladaron la Imagen a un pequeño local de las escuelas de La Caseta, que habilitaron como capilla. Muy poco tiempo después ocurre otra desgracia, en esta ocasión un incendio en las instalaciones de La Caseta originadas por un cortocircuito que casi destroza la imagen del Cristo; providencialmente la Imagen se salvó aunque sufriendo bastantes daños. 

Para su restauración tuvo que ser llevada a un prestigioso taller de Madrid, el cual cobró por la restauración 4.000 pesetas de entonces, en plena postguerra y que el pueblo sufragó con tanto esfuerzo como amor. De vuelta de Madrid, el Santísimo Cristo fue llevado a la Iglesia Parroquial de San Juan de Mieres, pues tanto los sacerdotes como los vecinos tenían miedo de que volviera a ocurrir otra desgracia y no fuera que a la tercera se quedaran sin su Cristo de verdad. 

Cinco muchachas de la Peña jugaron aquí un papel muy importante, primero recaudando dinero para restaurar la imagen, y después trabajando sin descanso para concienciar al vecindario que había que seguir recaudando para levantar una nueva capilla para que el Cristo volviera pronto a casa. No sólo pidieron en la Peña, sino en Mieres y pueblos próximos. En menos de dos años -entre 1949 a 1951- recaudaron 14.000 pesetas, y hasta el Conde de Mieres del Camino, D. Manuel Loring y Gilhou, les dió 1.000 pesetas para la causa. En torno al año 1950 se recupera la romería de Santa Ana en el mes de Julio con la intención de recaudar de nuevo fondos para la obra.

La Iglesia no quería permanecer de brazos cruzados ante aquella hermosa iniciativa popular en La Peña, por lo que el entonces Cura Párroco de Mieres, D. Hermogenes Lorenzo, encarga a uno de sus coadjutores que sea él quién represente a la Parroquia al frente de esa labor. En esos años se empieza a gestar lo que ya no sería una capilla, sino una iglesia parroquial, por lo que hace falta muchísimo más dinero del que se tenía calculado.

La Peña nace como parroquia en 1959 durante la reestructuración parroquial de Monseñor Lauzurica y Torralba, desgajándose de parroquia de San Juan, a la que hasta entonces pertenecía La Peña. Aunque el decreto se firmó en Febrero no entró en vigor hasta la Pascua, y es así como nació -de hecho y de derecho- esta feligresía, tal y como dice la canción de Gabaráin: ''Un pueblo que en la Pascua nació''... Fue su primer párroco el recordado Don Nicolás Felgueroso Sánchez, que hasta entonces ejercía de coadjutor en San Juan de Mieres pero teniendo como encargo principal la atención de la Peña como antes señalamos, a instrucciones del entonces párroco de Mieres. A la vez que la Peña, se erigen en el entonces arciprestazgo de Mieres otras cuatro nuevas parroquias: El Carmen de Mieres, San Pedro de Mieres, Santa Marina de Mieres y San Juan Bosco de Rioturbio.

Por su parte la Parroquia empezó a funcionar sin templo, celebrando los oficios en las escuelas. A la vez que ésta, nace la Hermandad Parroquial de la Peña y el complejo parroquial: templo, sacristía, locales y rectoral, que fueron diseñadas por el entonces arquitecto municipal D. Luis Cuesta Rodríguez. 

Las obras del templo se concluyeron en 1962 siendo consagrada la iglesia el día 2 de Septiembre de este año por el entonces Arzobispo-Coadjutor, Monseñor Segundo García de Sierra y Méndez. 

Don Nicolás, el Párroco, realizó una labor encomiable, no sólo en lo pastoral, sino también en lo social. Gracias a sus gestiones fue una realidad la construcción de viviendas sociales en "Rozaes de la Peña", apodadas por algunos como "las casas del cura".

Sacerdote sencillo, bueno y, sobre todo, trabajador; soñó para su querida parroquia de la Peña lo mejor, no sólo en el templo y en lo pastoral, sino que estaba firmemente convencido de que este antaño pueblo rural periférico de Mieres estaba llamado a ser un barrio más de la Villa, a la que se acabaría anexionado por la expansión y construcción de muchos nuevos edificios, no sólo en las fincas y huertos entre La Peña y Oñón, sino también en Rozaes, el Tarronal y otras zonas anexas a La Peña.

El Párroco estaba muy identificado con las clases obreras y, en especial, con la peculiar idiosincrasia de la cuenca minera del Caudal, pues no en vano se estrenó como sacerdote en Figaredo a la sombra del también recordado párroco de aquel lugar, Don Elías Valdés Velasco. 

El proyecto del templo fue de lo mejor, hasta el punto que las vidrieras fueron diseñadas por el mismo fraile dominico P. Domingo Iturgáiz O.P., que fue el mismo que diseñó las del Santuario de la Virgen del Camino de León, las de la Capilla Coral del convento de Caleruega o las del convento de su pueblo natal de Villava (Navarra)

No se escatimó en detalles para esta nueva Iglesia: el sagrario, lo más importante del templo, es obra del orfebre Juan López Piñeiro, perteneciente a las Escuelas de Arte Sacro de Madrid y San Fernando de Cádiz. Y el baptisterio, la capilla que alberga la pila bautismal en la que nacen a la fe los pequeños de La Peña, fue adornada por un magnífico fresco del bautismo del Señor, obra del prestigioso pintor melillense Victorio Manchón Esteban en 1962 y restaurado hace unos años por el pintor gallego asentado en Mieres, José Agustín Domínguez ''Tinso''.


Otras pequeñas obras de arte que esconde la Iglesia de La Peña son los dos mosaicos que adornan ambos extremos del presbiterio. El mosaico del extremo izquierdo destaca porque es una alegoría de la Palabra de Dios, dado que el ambón donde ésta se proclama se encuentra en esa parte del templo. Son alegorías de los tetramorfos; es decir, los símbolos de los cuatro evangelistas: el águila de San Juan, el toro de San Lucas, el león de San Marcos y el ángel de San Mateo.

En el templo encontramos otros detalles originales: el Cristo suspendido en el aire por unas cadenas -una moda muy extendida en España en los años sesenta-, la pila bautismal labrada en piedra en forma octogonal, las formas triangulares de una de las paredes del templo y el falso techo a modo de acordeón; el amplio coro repartido en gradas, y todos los revestimientos del templo en madera de castaño.

Al otro extremo del presbiterio, el mosaico a modo de relieve es igualmente una alegoría mariana que en su centro entroniza a modo de mandorla la talla de la Virgen María, obra de otro renombrado autor como Anselmo Solas. La imagen de la Virgen, de gran tamaño, es de madera oscura y se hizo pensado que fuera a juego con la imagen del Cristo, aunque nunca salió en procesión dado su peso. Al ser una imagen de la Madre de Dios sin ningún atributo específico, los fieles del lugar la han denominado como ''la Virgen de la Peña''.


Tanto en los materiales: madera, estructura metálica, así como en la mano de obra y personas contratadas para la instalación eléctrica, y todo el grosor de la obra del templo, dejó claro D. Nicolás en el Arzobispado que había que contratarlo con los profesionales de pueblo, pues ellos eran los que habían preocupado siempre y puesto mucho dinero; por eso la mayoría de los trabajos de la construcción de esta iglesia fue encargada a empresas y personas vinculadas de una forma u otra a La Peña.

Únicamente los artistas eran de fuera, aunque incluso para ello tuvieron que ver muchas personas de La Peña, que por unos u otros contactos junto con el sacerdote, fueron contratando la realización de todas las obras enumeradas. La Iglesia del Santo Cristo de la Misericordia de la Peña abrió oficialmente sus puertas en septiembre de 1962, en concreto el día 2 cuando el entonces Arzobispo Coadjutor Monseñor Segundo de Sierra y Méndez procedió a la bendición y consagración del nuevo templo.

Y es que Don Nicolás suponía que esta sería su última misión, que pasaría el resto de sus días en La Peña disfrutando de este sueño hecho realidad, pero como "el que vale, vale", desde el Arzobispado de Oviedo aún le encargarán otros proyectos mayores y más complejos, sacando de un sacerdote de tantas cualidades lo mejor para el servicio a La Iglesia.

Más allá de lo material, lo pastoral tampoco se quedaba atrás, la Parroquia tenía cofradía, rondalla, coro, hoja parroquial... Exaltaba vida mientras se iba rematando el templo. Y es en este momento cuando Don Nicolás es reclamado por el entonces arzobispo de Oviedo para asumir una parroquia de Gijón de nueva creación y con muchísima más población que La Peña. En Gijón necesitaban un sacerdote para sacar adelante el proyecto. Así es como es destinado Don Nicolás a la que sería la Parroquia de la Purísima.

La marcha de Don Nicolás se notó mucho, pues los proyectos pendientes como eran el campanario y el mosaico de la fachada, ya no llegarían a realizarse.

Cabe decir que uno de los grandes problemas que ha tenido en el tiempo la parroquia de La Peña para poder completar lo aún pendiente de rematar, ha sido la permanente interinidad de los párrocos desde 1.972.- 

En dicho año, y a la espera de encontrar un nuevo cura propio para La Peña, se encarga la Parroquia de nuevo a los sacerdotes de San Juan de Mieres, en concreto se nombra a Don Nicanor como encargado de ésta, más dicho nombramiento no se llegó a efectuar. En ese año dos sacerdotes de la diócesis de León que se encontraban destinados en Valdeón y Sajambre piden la incardinación en la diócesis de Oviedo, y ambos son destinados a Mieres donde ejercerán la docencia a la vez que son nombrados coadjutores de la parroquia de San Juan, que ese año estrenaba párroco en la persona de D. Nicanor López Brugos. Éste les encarga verbalmente la atención de la Parroquia de La Peña a sus coadjutores Don Orestes Santos y Don Abundio Casado. En 1982 Don Abundio abandona el sacerdocio, y Don Oreste continúa como "encargado" de la parroquia de la Peña. En 1984 Don Nicolás (el primer Párroco) presenta la renuncia formal a la oposición por la que en su día había obtenido en concurso de curatos la propiedad la plaza de La Peña para que el arzobispo pudiera conceder el nombramiento de párroco a quien tuviera a bien. No será hasta 1995 cuando al querer el entonces arzobispo de Oviedo Monseñor Díaz Merchán, trasladar a Don Orestes a Gijón, los fieles de La Peña protestaron, logrando no sólo que Don Orestes continuara en la Parroquia, sino qué, además, dejara de ser un mero encargado para ser en verdad el Párroco de la Peña. La prensa de entonces comentaba el triunfo de los feligreses en un articulo que se tituló: ''La Peña de Orestes''. 


Como curiosidad, comentar que en la misma página del Boletín Oficial del Arzobispado de Oviedo en que figura el nombramiento de Don Orestes como párroco de la Peña, figura un par de líneas por debajo el nombramiento de Don Nicolás como Párroco de San Pablo de Gijón; los dos históricos curas de La Peña coinciden providencialmente en el mismo Boletín. Finalmente Don Orestes es trasladado en 2007 por Monseñor Osoro a la parroquia de San Martín el Real de Pola de Lena. Aquí empezará la interinidad hasta 2014 en que se volvió a encargar la parroquia de la Peña a los párrocos de San Juan. De nuevo se nombró a Don Nicanor López para esta parroquia pero jamás ejerció en ella ni la pisó, sino que en todo momento la atendió Don José Luis. Ahí se ha quedado en el magnífico proyecto que la diócesis pensó para la zona rural de Mieres y que contemplaba que La Peña fuera la cabecera de una Unidad Pastoral, abarcando Santa María Magdalena de la Rebollada, San Pedro de Loredo, San Bartolomé de Baiña, San José de Ablaña, Santa Eugenia de Seana, e incluso se habló de incluir Santa María de Valdecuna y San Pelayo de Gallegos. Quedó pendiente de recuperar no sólo el hermoso proyecto aletargado, sino tener de nuevo un sacerdote propio en La Peña para atender la zona rural mierense. Y ni qué decir del inacabado proyecto de rematar el mosaico de la Cruz de su fachada y el campanario con campana y reloj...



Rvdo. Sr. D. Nicolás Felgueroso Sánchez, Párroco (1959-1972)

Rvdo. Sr. D. Orestes Santos Bermejo, Encargado (1972-1996)

Rvdo. Sr. D. Abundio Casado Bartolomé, colaborador (1972-1982)

Rvdo. Sr. D. Orestes Santos Bermejo, Párroco (1996-2007)

Rvdo. Sr. D. Arturo García Rodríguez, Párroco (2007-2008)

M.I. Sr. D. José Manuel Fuentes y García de Borja, Administrador Parroquial (2008 -2011)

Rvdo. Sr. D. José Antonio Álvarez Álvarez, Párroco (2011-2012)

Rvdo. Sr. D. Andrés Pérez Díaz, Párroco (2012-2013)

Rvdo. Sr. D. Andrés Fuentes Calero, Párroco (2013-2014)

Rvdo. Sr. D. José Luis Menéndez Rodríguez, Párroco (2014 - 2017)

Rvdo. Sr. D. José Luis Menéndez Rodríguez y 
Rvdo. Sr. D. Miguel del Campo Sánchez, Párrocos in solidum (2017 - 2019)

Rvdo. Sr. D. Miguel del Campo Sánchez, Párroco (2019 - ____)

Rvdo. Sr. D. Jorge Luis Fernández Cortés, Colaborador (2018 - 2019) y Adscrito (2019-____)

Rvdo. Sr. D. José Juan García Fernández, Díacono (2017 - ____)



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Parroquia de Nuestra Señora de Covadonga de Roces (Gijón)


Antes de nada cabría matizar que esta zona que hoy llamamos "Roces", "Barriada Nuestra Señora de Covadonga", "Salvador Allende", etc... No era un lugar vacío en el mapa, sino que esta zona se llamó antiguamente ‘’El Machacón’’. Era una zona de grandes caserías y granjas que estaba en cierto modo en tierra de nadie, pues tanto para ir al núcleo de Roces,  donde correspondía la sede parroquial de San Julián o Las Escuelas, tanto para "bajar" a Gijón como para que  fueran donde fuesen, tenían que caminar un buen trecho.

Nos encontramos entonces en los comienzos de los años cincuenta, cuando se empieza a fraguar en la Villa una original iniciativa del padre jesuita Jesús Vázquez González S.J., de poner en marcha un proyecto de caridad en Gijón que se denominó "El Banco del Pobre". Pretendía el hijo de San Ignacio dos objetivos, por un lado involucrar a las clases burguesas y aristocráticas de Gijón en la ayuda a los más necesitados y, por otro, denunciar las políticas de los bancos que trataban de forma inhumana a los clientes en función de su nivel social, mirando más intereses propios que la dura realidad por la que pasaba mucha gente.


Por ello el fondo de sus ingresos buscaba servir para prestar, conceder hipotecas, subvenciones y ayudas a tantas personas que jamás podrían adaptarse a las condiciones de los bancos al uso. Se empezó de una forma muy sencilla, pero tan buena fue la respuesta tanto de las clases humildes como "clientes" así como la implicación de los pudientes con sensibilidad que cada vez el volumen era mayor. No sólo se daban ayudas, sino que con el superávit de este banco se invirtió en medicinas, ropa, alimentos… En los tres primeros años se invirtieron 19.500 pesetas en comida, 20.500 pesetas en ropa, 51.000 pesetas en medicamentos, 22.000 pesetas en ayudas para la vivienda y 30.170 pesetas en otras ayudas: todo ello -como dirá Hernán Piniella- "a fondo eterno y con Dios como avalista". Dentro de las personas de bien que colaboraron tuvieron un papel muy destacado las "Damas de la Congregación de Seglares de Nuestra Señora de Covadonga" de la Iglesiona, que con sus rifas, tómbolas, mercadillos y múltiples iniciativas no dejaron de recaudar para este fin.

Ya en 1943 se había llevado a cabo por parte de sociedades de Iglesia la construcción de viviendas para gente humilde en torno a la Carretera Carbonera, y una década después con el Banco de Pobres en pleno funcionamiento se consideraba necesario volver a sacar adelante un proyecto similar. Más ahora ya no se piensa en indigentes o pobres "locales", sino más bien en las numerosas familias que desde distintos puntos de España llegaban a Gijón atraídos por las ofertas de trabajo de sus fábricas e industrias en expansión.

Esta idea fue secundada por un un grupo de católicos influyentes de Gijón, entre ellos el ilustre D. Luis Adaro Ruiz–Falcó. Nace así la "Asociación Benéfica Constructora Nuestra Señora de Covadonga", promovida por estos hombres de Iglesia y respaldada por el Arzobispo de Oviedo, donde se trató de involucrar también a las empresas de la ciudad. El principal objetivo era dar una vivienda digna a los obreros por humildes que fueran. Nace así esta colonia para los empleados de la periferia de la ciudad, haciendo "in situ" otro pequeño barrio-ciudad. Se trató de dotar a éste de todo lo necesario; se constituyó un Patronato para estar en continuo diálogo con el Ayuntamiento, la Constructora y el propio Arzobispado de Oviedo.


Las obras empiezan en 1953 y se concluyeron los bloques de las primeras 120 viviendas en 1959. Aunque eran viviendas humildes y sencillas, de modelo autárquico, en bloque a tres alturas de doble crujía, con zonas ajardinadas y espaciosas, las viviendas era muy válidas y funcionales y, sobre todo, tenían una renta muy limitada. En el nuevo barrio se ubicó en la Avenida General Esteban Infantes (ahora Salvador Allende). El P. Vázquez se reunió con la directiva de la Constructora y reservó treinta viviendas; necesitaba para pagarlas medio millón de pesetas de entonces. Se le ocurre al jesuita visitar el concesionario de la SEAT donde pide que le regalen un coche para rifarlo con este fin; rifas y rifas se vendieron por toda Asturias que permitieron que unos pocos (hubo varios coches sorteados) estrenaran coche y otros casa a precio de "regalao". Fue tanto el éxito de las rifas y los pisos que en varias ocasiones se repitió este hermoso gesto hasta el punto de que un bloque de Roces de la calle Peones fue bautizado como "Bloque San Ignacio de Loyola" como guiño al P. Jesús Vázquez.

Desde el minuto cero la Iglesia se hizo presente construyendo un primer templo provisional junto al campo de fútbol de "La Pampa", al final de la calle Ajustadores con calle de los Marinos, que fue inaugurada en 1956 como capilla de culto. El primer sacerdote al que se le encargó la atención pastoral del nuevo barrio fue el Rvdo. D. José Fernández García–Loredo. Don José pasó de la noche a la mañana de coadjutor de San Pedro Mayor de Gijón a responsable de tres nuevos barrios gijoneses en auge: Perchera–Nuevo Gijón, Roces-Covadonga y la llamada Ciudad Satélite de Pumarín.

No será hasta 1959 cuando nazca oficialmente la Parroquia de Nuestra Señora de Covadonga de Gijón. Tras cinco años atendiendo esta Comunidad, que sólo tenía dos años, oficialmente hablando, como Parroquia. Don José renuncia a ésta al verse desbordado de cargos y responsabilidades. Continuará aún doce años con la Parroquia de la Purísima, hasta que en 1973 renuncia también a ésta para dedicarse de forma exclusiva a la de San Miguel de Pumarín. A la nueva parroquia de Roces llega el joven sacerdote Don Juan Nicasio, el cual sólo permanecerá un año en el barrio antes de ser trasladado a la del Condado, en Laviana.

La Parroquia tenía consideración de "Parroquia de Término; sin embargo, no era considerada un buen destino, pues había que afrontar una gran obra en un barrio muy humilde y complejo. El primer y único párroco que tuvo ésta por oposición fue D. Luis Bobis.

Una de las primeras grandes necesidades del barrio estaba claro que sería la educación, pues las familias que lo poblarían eran jóvenes y auguraba un elevado número de niños a los que habría que ofrecer escolarización sin salir del barrio. En tanto y cuanto el barrio empezaba a ser habitado, el entonces Arzobispo de Oviedo, Monseñor Lauzurica y Torralba, pidió ayuda a dos congregaciones religiosas para hacerse cargo de los pequeños del lugar. De los niños se hicieron cargo los Hermanos de las Escuelas Cristianas de San Juan Bautista de la Salle, apodados cariñosamente en Gijón como ‘’los baberos’’ por el "clerygman" de estilo francés de su hábito que portaban en recuerdo de su fundador.

Y de las niñas se hicieron cargo las religiosas de la Asunción de Santa María Eugenia de Jesús, también muy queridas en la villa de Jovellanos en cuyos anales educativos están presentes desde 1907. Las monjas se integraron muy bien en el barrio; es más, cuando aún el barrio estaba edificándose, ellas ya andaban por el lugar estudiando donde poder ubicar sus aulas. La escuela de niñas comenzó en 1958 en unos barracones prefabricados junto a la primera iglesia, mientras que la escuela de niños empezó un año después, utilizando los primeros años la nave de la iglesia.

A principios de los sesenta comienzan a funcionar las escuelas públicas y de enseñanza media, por lo que tanto los religiosos como las religiosas dan por concluida su misión en el lugar. Desde el primer momento lo mismo los hermanos que las monjas sabían que su presencia sería temporal, no obstante, prestaron un valioso servicio al incipiente barrio sin esperar nada a cambio, no sólo limitándose al terreno educativo, sino implicándose también en la vida de la Parroquia. En los primeros años hicieron las veces de catequistas, animadores pastorales o apoyo en la liturgia con los diferentes sacerdotes diocesanos que ejercieron en dicho lugar. Las religiosas llegaron a contar incluso con comunidad propia en el barrio, independiente de la Comunidad del Bíbio, llegando a residir en Roces seis hermanas. Hubo un momento en que debido a la demografía infantil llegaron a funcionar tres colegios en el barrio: el Alfonso Camín, las Palmeras y el de las monjas de la Asunción. Con la estabilidad del barrio y la calidad de vida bajó en picado la natalidad y empezaron también a sobrar colegios. 

Costó un gran trabajo sacar adelante el nuevo templo, cuyas obras sufrieron continuos parones dada la falta de recursos para concluirla. Los arquitectos de Nuestra Señora de Covadonga de Roces fueron José Antonio Muñiz Muñiz (La Habana 1918-Gijón 2002) y Celso García González (Villaviciosa 1920-Gijón 2001). Ambos de la Escuela de Madrid, los cuales durante dos décadas trabajaron juntos en un estudio compartido en Gijón. La obra del templo se inició a finales de los sesenta, más no será hasta mediados de los setenta cuando deje de utilizarse la Iglesia provisional de La Pampa para trasladarse definitivamente a la actual.


Preside el interior del templo un gran crucifijo. Un Cristo obrero para un barrio obrero. El Cristo de la Parroquia de Covadonga es muy especial y querido, pues es el Señor del barrio: El Cristo de los Oficios, y es que la mayoría de las calles del lugar tienen nombre de profesiones y oficios.

Si nos perdemos por el territorio de la Parroquia encontraremos un sin fin de calles como: de los marinos, de los ajustadores, de los serradores, de los electricistas, de los fontaneros, de los pintores, de los decoradores, de los peones, de los mecánicos, ó Transito de los albañiles, de los calafates, de los cobradores, de los carpinteros, de los esmaltadores, de los grueros, de los fundidores, de los malteros, de los soldadores, de los moldeadores, de los torneros...

Aunque el barrio ha crecido y mejorado mucho en los últimos años con nuevas edificaciones, la Parroquia sigue siendo muy humilde, hasta el punto de ser no la más pobre de Gijón pero posiblemente de las más pobres del Arciprestazgo. Nunca ha podido permitirse esta Comunidad afrontar tantas cosas que en su día quedaron pendientes, como terminar la torre del campanario con su tejadillo, su cruz y sus campanas; ni se pudo poner la vidriera prevista para la fachada principal o hacer un atrio techado con piedra a juego con el resto del edificio.


Hoy que el Papa Francisco nos invita a mirar a las periferias, he aquí una prototipo de Iglesia de Periferia, de los últimos, de los descartados y olvidados... Ojalá algún día la administración diocesana pueda asumir la conclusión de aquello previsto y  que falta en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Roces, pues los cristianos de este barrio no son cristianos de segunda por el mero hecho de no vivir en el centro de la ciudad, ni menos importantes que otros barrios obreros que han sido mejor atendidos...


Reseñas del Clero Parroquial:

Don José - Natural de Ponticiella (Villayón). Fue un destacado alumno en el Seminario. Se licenció en Filosofía, Teología y Derecho Canónico. Ordenado sacerdote en 1950. Toda su vida ministerial transcurrió en Gijón. Fue siete años de coadjutor en San Pedro Mayor, dos encargado de Nuestra Señora de Covadonga de Roces, catorce en La Purísima -dos como encargado y doce como Párroco-; treinta y nueve años en San Miguel de Pumarín -dieciocho como Párroco, dieciséis en equipo sacerdotal y cinco como adscrito- y, finalmente, cinco años colaborador en la parroquia de San Vicente de Paúl, de Gijón. Falleció en el hospital de Cabueñes el 22 de Diciembre de 2017 a los noventa y tres años de edad, recibiendo cristiana sepultura al día siguiente en su pueblo natal. 

Don Juan Nicasio - Natural de Moreda de Aller. Sacerdote muy bueno, cercano y entregado; aunque sólo estuvo un año dejó un gratísimo recuerdo en la Parroquia que se visualizó en las numerosas familias que siguieron en contacto con él por carta o visitándole en sus sucesivos destinos. Ya en el Seminario gozaba de fama de bondadoso y sencillo, sus compañeros le pusieron de mote "el chino" por sus rasgos faciales. Tras la parroquia de Covadonga pasó unos años en la zona rural de Laviana hasta que fue requerido por el Arzobispo Monseñor Tarancón para ser formador del Seminario Metropolitano. Tras unos años de Prefecto de los seminaristas pidió marchar a misiones, siendo enviado a Puerto Rico. En este país realizó una gran labor no sólo humana y social, sino sobre todo de evangelización. Trabajó siempre en clave de “parroquia”, pues tenía corazón de pastor de almas. Murió repentinamente en aquellas tierras en las que fue llorado por todos. Se celebró en su Parroquia portoriqueña un solemne funeral presidido por el Arzobispo de San Juan. Por deseo de su familia su cuerpo fue embalsamado y repatriado.

Don Luis - Allerano de Caborana, aunque se crió en Pola de Siero. Persona dinámica y alegre; tenía mucha mano para la juventud.  Era un gran devoto de la Santina. Fue el primer sacerdote de la Parroquia en colgar los hábitos. Se casó y tuvo dos hijos. Su vida laboral se centró en la enseñanza, primero en el Colegio San Francisco de Villaviciosa y después en el Colegio San Juan de Oviedo, que la parroquia de San Juan el Real tenía en la Avenida de los Monumentos. El tiempo que pasó en Roces se hizo aficionado al fútbol y aunque toda su vida transcurrió en Oviedo no dejó de ser “sportinguista”. Falleció el pasado día 26 de Abril en pleno “confinamiento” en su domicilio de San Claudio de Oviedo a la edad de 92 años.

Don Fermin - natural de Lastres (Colunga) de familia de pescadores. Ingresó en el Seminario de Tapia de Casariego a los 13 años. Sus compañeros de seminario decían de él que: «Era el más humilde del Seminario, el más estudioso, el más raro y el más santo». Hombre humilde, discreto y muy preocupado por las personas. Estuvo destinado en el oriente y en el occidente de Asturias. En Barro de Llanes y en Mohías (Coaña), sin embargo el destino que más feliz le hizo fue ser cura en Nuestra Señora de Covadonga de Roces. Siempre había dicho que quería ser cura de barrio obrero, y al fin en el Arzobispado le hicieron caso. Pero poco después el Arzobispo le reclamó para asumir la parroquia de Noreña; la aceptó por obediencia aunque fue a disgusto por considerar que no era un destino para él. Sin embargo, con su forma de ser se ganó enseguida la admiración de toda la Parroquia. Sus únicas debilidades fueron el tabaco -fumaba dos cajetillas diarias de “Ducados”- y la partida de cartas en el bar. Aunque luego se mortificaba en otras muchas realidades; se bañaba todo el año con agua fría, apenas gastaba para sí mismo y evitaba cualquier protagonismo... Murió en la casa rectoral de Noreña de un infarto fulminante en la madrugada del 29 de Enero de 1986. El entonces Arzobispo de Oviedo ante su cuerpo sin vida dijo: «¡Pobre Fermín!; ¡Solo, siempre tan solo!. La prensa llegó a decir que había muerto un sacerdote santo. Tras el funeral en Noreña recibió cristiana sepultura en su Lastres natal. Al entrar en la rectoral las autoridades eclesiásticas descubrieron sus cartillas del banco en “números rojos” y apenas dos mil pesetas y unas pocas monedas en un pañuelo. Don Fermín se pasó la vida ayudando a los pobres sin que ni su familia ni feligreses supieran a cuántos había ayudado. Por aclamación popular se puso su nombre a una calle de Noreña.

Don Gabriel - Hombre intelectual. Había cursado sus estudios en Comillas donde era director espiritual su paisano el P. Manuel García Nieto S.J. -declarado recientemente Venerable-. En el Seminario le llamaban "Macotera", en honor a su Salamanca natal. Además de la Parroquia ejerció de profesor de religión en el barrio, por lo que impartió clases a muchos jóvenes que le llamaban cariñosamente "DonGa". Fue profesor también en el Seminario de Oviedo. Ejerció diez años en esta Parroquia, siendo el segundo sacerdote en secularizarse en su breve historia como tal.

Don Armando - Natural de Marentes (Ibias). Sacerdote emprendedor y muy integrado en el barrio. Empezó como coadjutor en tiempos de Don Fermín, después fue coadjutor con Don Gabriel, y al irse Don Gabriel quedó de Párroco rigiendo la Parroquia durante doce años. Fue muy querido, mayormente entre la juventud, con la que se entendió siempre muy bien. Amigo de las excursiones, las rutas de montaña y las peregrinaciones, se preocupó de fomentar el ocio sano desde la Parroquia en aquellos terribles años en que la droga ocasionó estragos en la juventud de Gijón. Fue el tercer sacerdote de la que abandonó en el ministerio sacerdotal para casarse. Ha sido el cura que más tiempo pasó en la Parroquia en toda su historia.

Don Aurelio - Natural de El Entrego (S.M.R.A.). Fue ordenado sacerdote en 1954. Tras un año como coadjutor en Muros del Nalón se incorpora al entonces Vicariato General Castrense de España -hoy Arzobispado Castrense-. Tras treinta y cinco años de ministerio sacerdotal en el ejército pasa a la reserva como Coronel Vicario de la Primera Región Aérea. En 1990 se reincorpora a la diócesis atendiendo durante dos años la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Pando (Langreo), después estará otros dos años al frente de esta parroquia de Covadonga de Roces antes de ser destinado a la zona de Siero, donde será Párroco durante dieciséis años en San Esteban de Aramil. Durante veinte años es adscrito a San Pedro de Pola de Siero y durante cinco años administrador de Santa Cruz de Marcenado. En 2015 ya jubilado, fijó su residencia en Gijón, colaborando con la Parroquia de San José hasta el verano de 2018. Falleció el 10 de Agosto de 2018 en el Centro Médico de Oviedo, recibiendo cristiana sepultura en el Cementerio Parroquial de Pola de Siero.

Don Faustino - Natural de Carrea (Teverga), cuyo templo parroquial es el Santuario de Nuestra Señora del Cébrano, Patrona del Concejo. Fue religioso Franciscano Capuchino. Hombre con gran bagaje académico y experiencia misionera. Regresó a la diócesis de Oviedo incardinándose como sacerdote secular. Antes de la parroquia de Covadonga fue coadjutor de San Juan de Ávila de Avilés. Tras cinco años en la Parroquia decide jubilarse. Desde 1999 hasta el 2012 colaboró en la de San José de Gijón. Formó parte del “Foro Gaspar García Laviana” y fue uno de los 33 sacerdotes que firmó la famosa carta contra el Arzobispo Osoro, en 2008. Actualmente reside en demarcación parroquial de San Lorenzo de Gijón.


Don Fernando- Avilesino de San Pedro de Navarro-Valliniello. Su primer destino fueron siete parroquias del concejo de Teverga, donde llevó a cabo una gran labor pastoral. Antes de venir destinado a Gijón fue párroco de Sevares y tres pueblos más de Piloña. En la ciudad ha prestado una magnífica atención a los turnos de la Adoración Nocturna. Además de la parroquia de Covadonga atiende la capellanía de la Residencia Mixta de la Seguridad Social de Pumarín, así como acompaña espiritualmente a varias residencias de mayores de la zona. En estos momentos es el segundo sacerdote que más tiempo lleva en la Parroquia desde su creación. 

Sacerdotes de la Parroquia de Covadonga de Roces:

Rvdo. Sr. D. José Fernández García - Loredo, Encargado (1959-1961)

Rvdo. Sr. D. Juan Nicasio Alonso Ordoñez, Ecónomo (1961 - 1962)

Rvdo. Sr. D. Luis Bobis Miranda, Párroco (1962 - 1965)

Rvdo. Sr. D. Fermín Cristóbal Marqués, Ecónomo (1965 - 1970)

Rvdo. Sr. D. Gabriel Sánchez Sánchez, Ecónomo (1970- 1980)

Rvdo. Sr. D. Armando Rodriguez Valledor. Coadjutor (1967-1980)
                                                                      Ecónomo (1980 - 1992)

Rvdo. Sr. D. Aurelio Serafín Viña Vigil, Administrador parroquial (1992 - 1994)

Rvdo. Sr. D. Faustino González García, Párroco (1994 - 2000)

Rvdo. Sr. D. Fernando Velado González, Administrador Parroquial (2000-____)


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