viernes, 3 de mayo de 2019

La Santa Misa y su sentido: momentos, actitudes y saber estar.

(Parroquia San Félix Mártir + Lugones)

-La Santa Misa tiene tres oraciones muy destacadas como son la colecta (que tiene lugar después del gloria), la oración sobre las ofrendas y la oración para después de la comunión. La primera y la última tienen la peculiaridad que el sacerdote dice “oremos”, más la oración del ofertorio no lleva dicha apelación. A menudo en muchos lugares se hace mal o se crea una dualidad en el templo, ya que medio templo se levanta cuando el sacerdote y otra mitad lo hace cuando ya metidos en el prefacio dice ‘’levantemos el corazón’’. Lo correcto es levantarse cuando el sacerdote hace la invitación ‘’orad hermanos’’, pues inmediatamente se va a realizar la oración sobre los dones, y no es correcto permanecer sentados mientras se ora. La gran mayoría de las personas lo hacen sin mala intención porque en realidad, nadie les ha explicado nunca el sentido de cada parte de la misa; más esto es lo que se debe hacer en todos los lugares y ocasiones. Incluso si vamos a un templo donde nadie se levanta, lo correcto es levantarnos, y si con nuestra actitud logramos que otros hagan lo mismo ya es algo en lo que se ha avanzado. Lo de levantarse en el ofertorio no tiene sentido, pues lo que pide esta oración es levantar el corazón en “oración” y no las posaderas.

-Cuando se entona de forma solemne el “gloria” la primera frase la dice o canta -entona-sólo el sacerdote: ‘’Gloria a Dios en el Cielo…’’ y los demás nos unimos a continuación al canto con ‘’Y en la tierra paz…’’

-¿En qué momento deberíamos ponernos de rodillas? Hay quienes piensan que es nada más terminar el canto del “santo”, pero no es así, pues hay muchas plegarias posibles que el sacerdote puede utilizar, y, si por ejemplo utiliza la primera, puede pasar un buen rato hasta que empiece realmente el momento de la consagración. Lo más seguro y recomendable es esperar hasta que el sacerdote imponga sus manos sobre el pan y el vino -epíclesis-.

-En la doxología; es decir, cuando el sacerdote dice: ‘’Por Cristo, con él y en él’’… permanecemos en silencio. Tanto si se canta como si se reza, es una oración exclusiva del sacerdote. Nosotros contestamos con nuestro “Amén”. Igualmente, el resto de partes de la Misa, incluso las palabras de consagración que nos sabemos de memoria (normalmente de la Plegaria II) no las susurramos ni las decimos a la vez que el sacerdote, sino que guardamos silencio para facilitar la oración y no molestar al resto de fieles ni confundir al sacerdote.

-En el momento de “la paz” no debemos de movernos del sitio, no damos la paz a media iglesia ni aprovechamos para tertuliar o saludar al amigo o al vecino como hacemos en la calle cuando nos encontramos. Sencillamente damos la paz a los más próximos e inmediatamente debemos fijar nuestra atención en el altar porque se va a producir uno de los momentos centrales de la Misa: ‘’la fracción’’.

-Al ir a comulgar lo mismo; no hablamos, ni aprovechamos para dar el pésame ni para saludar a todo el que va o viene. La Comunión es algo muy serio y personal, y debemos ir preparándonos en la intimidad para recibir debidamente al Señor, volviendo en dialogo más íntimo aún con él. Si alguien me quiere saludar o hablar debo hacerle entender que no es el momento. Lo contrario es comulgar banalizando el sacramento, lo cual es pecado grave.

-Cuando vuelvo a mi sitio después de comulgar permanezco un rato en pie o me arrodillo para orar con calma antes de sentarme. Es un gesto muy hermoso con el que queremos decir: acabo de recibir a Dios y por ello no me siento inmediatamente sino que por respeto a Él, para que se note que no vengo de tomar un pincho de tortilla ni de dar un paseo rutinario, sino que he recibido a Dios mismo, por eso muestro una actitud de reverencia y fe en aquel que he comulgado.

-Cuando termina la comunión y el sacerdote reserva al Santísimo Sacramento en el Sagrario deberíamos ponernos se en pie como acto de fe y respeto para manifestar la adhesión a Jesús Sacramentado, el cual se queda realmente vivo en medio de nosotros.

-Tras la bendición y despedida del sacerdote, abandonamos el templo en silencio para permitir orar a las personas que aún quieran sacar un rato de oración y acción de gracias con el Señor.

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