martes, 10 de febrero de 2015

Apostatas, sin Dios ni sentido. Por Rodrigo H. Migoya


Aunque es un tema muy viejo y parece que ya no despierta interés, opino que ahora que estamos a las puertas de la cuaresma puede ser enriquecedor abordar, a groso modo, lo que es y que conlleva apostatar. Muchas webs, blogs y páginas de Facebook promueven desde hace años la apostasía, apuntado los pasos a seguir, el modelo de documento a presentar etc., acompañado todo esto con eslóganes e invitaciones directas e indirectas para no dejar para otro día tú renuncia a la fe.

Es evidente que no todos somos iguales ni tenemos criterios idénticos, más lo que nunca podremos negar es que la fe generó culturas, las cultura pueblos y los pueblos naciones. Pero la Iglesia ante todo es madre, y como tal acepta esta decisión (aunque le duela) de algunos de “sus hijos”; deja a estos vástagos partir, equivocarse y sin embargo no dejará tampoco de aguardar, en espera, su posible regreso.

En la Comunicación a los Obispos sobre el acto formal de defección de la Iglesia Católica, enviada por el Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos el 13 de marzo de 2006 queda clara cómo será la vida del laico que reniega de sus creencias en cuanto al propio derecho se refiere.

¿Qué son entonces los apóstatas? El Papa Benedicto XVI en su visita a España en 2011 lo definió como nadie al afirmar: “Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias".

Ser apóstata es sin duda una realidad frustrante y triste, en mi opinión, por siete motivos evidentes:

1- Porque no son borrados del registro de bautismos (tan sólo se escribe una nota marginal en la partida)

2- Por que seguirán estando bautizados de por vida (y eso no se puede cambiar)

3- Porque faltan al recuerdo y memoria de sus antepasados

4- Porque se cierran ellos mismos las puertas a los sacramentos. No podrán comulgar, ser padrinos de bautismo, confirmación o matrimonio; no se les podrá celebrar exequias ni recibir cristiana sepultura.

5- Porque en estos actos favorecen a la Iglesia en lugar de perjudicarla, ya que al apostatar pierden su derecho de enterramiento y, por tanto, sus derechos en los cementerios parroquiales, pasando sus panteones de nuevo a dominio de la Iglesia.

6- Porque tienen que vivir día a día comprobando que Jesucristo y su Iglesia está y seguirá presente hasta en la sopa -aún sin ellos-

7- Por que pierden un precioso tiempo para no lograr nada; en definitiva, dar de lado al Dios que nos da la libertad que ellos finalmente buscan para esclavizarse atándose a los múltiples diosecillos que les encadenan.



“Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti... Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.” (Apocalipsis 3: 8, 10, 11)

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