sábado, 3 de mayo de 2014

En Palabras del Cura . Por D. Joaquín Manuel Serano Vila


ADIÓS, MIS QUERIDOS; QUERIDÍSIMOS “MURCIÉLAGOS”, ¡ADIÓS!

Aunque con repetición de artículo -no cabe otra y se impone- nos vemos de nuevo este mes de Mayo en el zafarrancho de “las comuniones”. Mininovias y almirantitos, emocionadas abuelas, pimpiretas madres y orgullos padres que presumirán de sus guapísimas y elegantísimos “murciélagos” (el que no conozca “la parábola” que pregunte; y, sino, la hubiese conocido viniendo a misa).

Con el Realismo del cuento de Clarín, “Adiós Cordera”,  otro año más se acerca esta Parroquia a la cruda realidad que nos sobrepasa cada curso cuando después la Primera (y para muchos la última) Comunión, nos tenemos que despedir de “nuestros niños”, donde tras del bodorrio y la tontería, tendremos que decirles adiós a la mayoría, secuestrados por unos padres en muchos casos más inmaduros e incoherentes que la inocencia de sus propios hijos.

Tras tres años de “cate”, el párroco, las catequistas y la gente que les ha acompañado regularmente en la misa de los domingos, nos veremos privados -una vez más- de sus caritas con sonrisas alegres e ingenuas, de su espontaneidad y nobleza, de la amistad y el cariño que el tiempo ha forjado cada domingo “tomados de la mano” y buscando asirnos a la del Buen Pastor.

Y, salvo algunas excepciones (también cada vez más, gracias a Dios) perderemos la pista de nuestros queridos “murciélagos”, muchos de los cuales tendrán finalmente rubor, por la mala conciencia impuesta por algunos de sus padres, para saludarnos por la calle o en casuales o fortuitos encuentros.

Se irán como “la Cordera” de Rosa y Pinín al matadero de la vida, en un tren sin retorno y a toda velocidad, con un billete pagado por sus modernísimos padres y se olvidarán pronto de los que les hemos querido y acompañado, desgastados felizmente por ellos en sus ilusiones de cada domingo. Y quizá, si Dios quiere, nos los tropezaremos de nuevo más tarde cualquier día en algún rincón del instituto a la hora del recreo, marcados por su efervescente adolescencia reflejada en el acné de su cara y atentos a la llamada de la selva, mientras tonteando con su chica/o, verán pasar al cura y recodarán -por un instante  y con cierta vergüenza- lo bien que lo pasaron en “el cate” o el Campamento Parroquial, antes de ser secuestrados por sus tolerantes y modernos padres para batirse el cobre, ya sin remedio, en la más dura y dramática supervivencia de “Darwiniana” de la vida.

A Dios gracias -repito- cada vez son más los que nos quedan y siguen creciendo “nuestros” y de Jesucristo…

  ¿Estará empezando a imperar el sentido común cuando la crisis más nos aprieta el zapato y empezaremos a pensar lo que realmente es importante…?


Joaquín (Párroco)

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