domingo, 21 de septiembre de 2025

''Ningún siervo puede servir a dos señores''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Este año el calendario de septiembre nos ha caído un poco raro; el domingo pasado la fiesta de la Cruz eclipsó el domingo XXIV del Tiempo Ordinario, y hoy en Oviedo la Catedral y las parroquias de la ciudad que celebran a San Mateo se ven nuevamente de fiesta, clausurándose esta tarde el jubileo de la Perdonanza. Pero nosotros, aunque somos Arciprestazgo de Oviedo, vamos a celebrar ante todo el día del Señor sin dejar de tener muy presente al Santo Apóstol cuyo ejemplo y proyección desde la Ciudad tanto nos estimula. En este domingo XXV del Tiempo Ordinario la palabra de Dios nos pone delante dos ideas que están de actualidad: la paz y el dinero. Veamos qué lecciones podemos sacar para nuestra vida: 

Empezamos por el tema más delicado: el de la paz. En las últimas semanas hemos visto cómo se crispa el ambiente mundial por ejemplo con el boicot a la vuelta ciclista a España, agrediendo de forma absurda a los participantes como reclamo de la paz en Palestina. Cualquier acto que está muy lejos de la paz no puede ser herramienta para la paz que necesita nuestro mundo, que pasa -como ha dicho con tanta claridad el Santo Padre- por una paz desarmada y desarmante, y es que en sus propias palabras "Nada se pierde con la paz; todo se pierde con la guerra". Da la impresión de que nuestro mundo se polariza día a día, hasta tal punto que muchos no le perdonan a León XIV que recibiera al presidente de Israel, como si tuvieran que desaparecer uno de estos dos pueblos enfrentados, cuando el anhelo y la esperanza debería ser que pudieran convivir en armonía. El Papa León nos ha regalado otra sentencia preciosa: "La guerra siempre es una derrota". Hay muchas guerras en curso en nuestro mundo, aunque sin duda, el problema más preocupante en estos momentos es la situación de Oriente medio. Lo triste es que nuestro primer mundo es cómplice y utiliza políticamente según convenga el eufemísticamente llamado "conflicto". Muchos se han rasgado las vestiduras cuando nuestro Arzobispo ha criticado la utilización de esta guerra como plataforma ideológica. De nada sirve presentarse hipócritamente como amigo de Palestina cuando hemos vendido armas a Israel. Como Iglesia tenemos en la mente y corazón a los religiosos y religiosas que hacen presente al Señor en medio de esos pueblos enfrentados. En el Patriarcado latino de Jerusalén hay casi mil religiosas y más de seiscientos religiosos -especialmente de la Orden Franciscana- manteniendo en oración encendida la lámpara de la esperanza. El territorio del Patriarcado se divide en seis vicarías, dos en territorio israelí, dos en territorio palestino y la quinta en la isla de Chipre. Y la Iglesia ahí en medio se dedica a atender a todos sin distinción de bando, raza o pensamiento. Es un dolor grande para nosotros que en la tierra en la que nació el Hijo de Dios no vivan en paz. Pero en ese ejercicio hipócrita de occidente, cabe resaltar que tampoco abren telediarios ni portadas de prensa el asesinato masivo y el martirio constante (más de 500 en los últimos días y casi más de 65.000 muertos en estos pasados años) de cristianos hermanos nuestros a manos del fundamentalismo islámico...

San Pablo en su carta a Timoteo nos habla de esto, y vemos cómo ya en los primeros años del cristianismo era una obligación para el creyente la oración por la paz. A veces cuando hay un funeral de Estado o una ceremonia retransmitida por televisión y en la oración de los fieles se pide por el rey, por los gobernantes o por el fin de los conflictos armados, pronto sale la doble vara de medir de algunos para opinar que la Iglesia no debería meterse en política... Las palabras de hoy del Apóstol son claras: ''Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto''. Nunca se logrará fácilmente aquello por lo que no rezamos; orar sin desfallecer da frutos y la historia es un muestrario de ello. No tenía pinta de caer la dominación romana, ¡y cayó! No parecía que fuesen a caer el comunismo y el nazismo en Europa, ¡y cayeron! Parecía inamovible e infranqueable el muro de Berlín, ¡y cayó!... No olvidemos que todo lo puede el Señor, por eso debemos rezar por la paz sin desfallecer. Hemos de orar, pues Pablo nos dice ''Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad''. A veces nos quedamos en frivolidades: si la bandera palestina o bandera israelí... Qué más nos dará un trozo de tierra si de este mundo nada habrá de quedar; preocupémonos más por preparar nuestra parcela en el cielo y que tanto Israel como Palestina descubran en verdad a Jesucristo, Príncipe de la Paz. 

Y el otro tema de este día es el dinero, que para muchos es no sólo una "religión", sino todo un Dios, por eso el profeta Amós comienza de una forma tan dura sus palabras: ''Escuchad esto, los que pisoteáis al pobre y elimináis a los humildes del país''. Y esta es la prueba del algodón que siempre se descubre al morir una persona: cómo ha gestionado su dinero, su posibilidad de hacer el bien, su ego, su poder... Hay personas que se dicen creyentes, pero por desgracia son tan pobres que sólo tienen dinero; no caigamos en esa trampa del acumular, del tener y del aparentar. El creyente amigo de Jesucristo tiene que vivir sin miedo al mañana confiando en la Providencia, pues los hay que con la excusa del futuro tienen guardada hasta las propinas de la Primera Comunión. El egoísmo, la avaricia, la falta de caridad no es actitud cristiana. Nos ha hablado Amós de los que se dicen: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el grano, y el sábado, para abrir los sacos de cereal -reduciendo el peso y aumentando el precio, y modificando las balanzas con engaño - para comprar al indigente por plata, y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano?». Esto lo seguimos viendo hoy, y es un escándalo. Por ejemplo en nuestra tierra ahora que concluimos el verano: ¿han pagado los dueños de las sidrerías y restaurantes el salario justo a sus empleados, o alguno se ha aprovechado de que al alguno de ellos extranjero le pago menos porque no tiene papeles y no protestará?... O cuántos han alquilado el piso vacío de la abuela como apartamento turístico sin estar dado de alta para ganar unos euros, aunque perjudique a los registrados oficialmente que sí pagan sus impuestos? O para ir de casa al aeropuerto o a la estación he llamado a un taxi pirata que me cuesta mucho menos que uno oficial, aunque sabe que está jugando con el pan de muchos hogares, o a los jornaleros ilegales aprovechando su penosa condición?... A esto se refiere el Profeta con "modificar las balanzas". Por el contrario, qué hermoso es ir a un bar y que los empleados ya sean como de la familia para el dueño; que las personas sean honradas aunque cueste un poco más. Un católico no puede hacer suyo el dicho de ''quien hizo la ley hizo la trampa''... Que nos engañan y roban, ¡allá la conciencia!, pues algún día habrán de dar cuentas ante Dios, no nos quepa duda. Pero en los que seguimos a Jesús no puede haber trampa ni cartón... La oración del salmo responde a la insistencia de Amós: ''Alabad al Señor, que alza al pobre''. 

Finalmente el evangelio de este domingo extraído del capítulo 16 de San Lucas nos presenta la parábola del administrador astuto. Jesús actualiza la enseñanza de Amós explicándoles a sus discípulos cómo el anhelo del hombre es atesorar tesoros en esta vida, mientras que Él nos llama a atesorar los del cielo, que es más difícil; ciertamente, pues nuestro cuerpo nos pide acumular aquello que nos es tangible, mientras que los tesoros de "arriba" son los que pasan por el corazón y nuestra alma. Esta predicación de Jesús suponía un escándalo; en la mentalidad hebrea el tener riquezas no era malo, sino al contrario, un símbolo de cómo Yavhé había bendecido a esa persona. Cristo rompe ese concepto aunque, ojo aquí, no es este el discurso simplón de que los ricos son malos y opresores, y los pobres los justos y oprimidos. El Maestro lo que quiere dejar claro es que el verdadero problema está en acumular por acumular sin mirar al que pasa a mi lado. También San Mateo -el santo del día- conoció de cerca esta realidad de vivir para el dinero; sin embargo, una vez que descubrió a Jesucristo no dudo un segundo en dejar su buen puesto de recaudador de impuestos para seguir a Cristo, pobre y humilde. El apóstol San Mateo entendió muy bien esta enseñanza del Señor que hoy nos dice: ''Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?''.

El hombre rico es Dios, que es el Creador y dueño de todo, y el administrador somos cada uno de nosotros, a quienes nos pone delante en esta vida unos talentos y bienes espirituales que administrar. ¿Y cuándo nos va a preguntar si hemos sido administradores buenos o malos? Pues llegada la hora de nuestra muerte. Será ahí cuando tengamos que rendir cuentas de todas nuestra morosidades: ¿he amado todo lo que he podido? ¿he perdonado y rezado por los que me odian? ¿he compartido mis bienes con los que lo necesitaban? ¿he dado nuevas oportunidades, o no he pasado una? ¿he tendido puentes o levantado muros?... Cuántas veces nos hemos instalado en el pecado y la mediocridad y no nos apetece cambiar, y así nos decimos: ''Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza''... Necesitamos pedir al Señor fuerza para cambiar y corregirnos, y vergüenza para acudir con frecuencia a la confesión y decirle ''he tropezado otra vez, pero quiero levantarme''. Es llamativo lo que hace ese administrador: pide a los deudores de su amo menos de lo que tenían que dar; significa que tuvo misericordia para que si se veía en la calle tuvieran misericordia con Él. Y hay algo más profundo aún, que los que seguramente le difamaron -que eran los socios de su amo- quedaron boquiabiertos, pues en lugar de reclamarles de más les reclamó de menos; es decir, devolvió bien por mal. A la hora de la verdad este ecónomo no se hizo rico en este mundo, quedo con las manos vacías, pero se enriqueció espiritualmente, pues sus enemigos se convirtieron en amigos y su señor que desconfiaba de él se dio cuenta que tenía gran habilidad para las gestiones, por lo que le mantuvo su trabajo asegurándose al menos su supervivencia. Cuántas veces hacemos lo contrario y, por el poseer, el mandar o el trepar, nos da igual que salte por los aires toda la familia, la amistad o lo que sea. Hay que tener presente siempre esta advertencia:  ''Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz''... Cuántas veces nos preguntamos: ¿por qué salen ganando siempre los malos? Pero lo que realmente significa esto es: sí; en este mundo se han salido con la suya, pero no olvidemos que a Dios nadie lo engaña y su justicia no será como la nuestra. Por eso cuidemos nuestras prácticas relacionadas con el tener, cuestionándonos de qué grupo somos. Esta máxima de Cristo nos saca de dudas: ''El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto''. Y es que el que se enriquece de forma inmoral, injusta o sin ética lo único que hace es sentenciar y rubricar su condena eterna... Atesoremos pues, tesoros para el cielo, sin olvidar que en esta vida no se puede servir a Dios y al dinero. El Señor es tajante: ''Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo''. Quiera el Señor algún día recibiros en sus moradas eternas, y premiarnos por haber sido administradores fieles y honrados de los bienes y talentos que Él nos prestó en este peregrinar terreno... 






Oh Dios, que en tu infinita misericordia
te dignaste elegir a san Mateo
para convertirlo de publicano en apóstol,
concédenos que,
fortalecidos con su ejemplo y su intercesión,
podamos seguirte siempre
y permanecer unidos a ti con fidelidad.
Por nuestro Señor Jesucristo.

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