sábado, 6 de septiembre de 2025

El santuario de la Santina que nunca fue. Por Juan Carlos Rodríguez


(VN) “La destrucción fortuita de la iglesia del Santuario de Nuestra Señora de Covadonga en 1777 extinguió también la imagen tradicional del lugar, donde el viejo templo de madera parecía suspendido en el aire gracias a un ‘milagro divino’”, como describe Vidal de la Madrid Álvarez, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo. Hasta 1901, no se culminó la basílica neorrománica actual, ideada por el dibujante Roberto Frassinelli y construida en piedra caliza rosa por el arquitecto Federico Aparici. Sin embargo, el santuario de la Santina podría haber sido radicalmente distinto: “revolucionario y original”, como califica Vidal de la Madrid el proyecto que creó Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, 1717-Madrid, 1785), el gran arquitecto de la Ilustración.

Nunca llegó a construirse. La tradición venció, otra vez, a la modernidad. La sala 2 del Museo del Real Sitio de Covadonga, en el antiguo edificio de la Escolanía, expone ahora una recreación tridimensional que alumbra lo que pudo haber sido. “Un templo realmente increíble”, como lo define el equipo que lo ha erigido, con la asesoría del propio Vidal de la Madrid, la dirección de Magoga Piñas y la autoría en 3D de Alberto Luque.

Para comprender la debacle del proyecto neoclásico, Vidal de la Madrid explica la traza del primitivo templo altomedieval, recogida en 1759 en un grabado del académico Jerónimo Antonio Gil. “Un templo de factura popular, realizado esencialmente en madera e ideado para cerrar todo el hueco de la cueva”, anota. “Con el fin de ensanchar el exiguo espacio disponible en la oquedad –añade–, se dispusieron varias vigas encajadas en la roca, que volaban soportando la mayor parte de la estructura y proporcionaban la sensación de una fábrica arriesgada e inestable”. Tanto que el cronista Ambrosio de Morales, en su ‘Viage santo’ (1572), solo se lo explicaba por la mano de Dios.

Templo del milagro

En realidad, este “templo del milagro”, como se llegó a conocer, eran dos templos superpuestos fechados a comienzos del siglo IX y atribuidos al rey de Asturias Alfonso II. El alto, con la sacristía abierta al exterior, nave y coro. El bajo, al que se descendía por una escalera, con los sepulcros de Pelayo y Alfonso I, una pequeña capilla con la Virgen y un almacén. “No era un edificio convencional. Su desaparición acarreó la ruina de la concepción tradicional de Covadonga y abrió las puertas de una peligrosa crisis devocional, que los canónigos intentaron atajar cuanto antes procurando la reconstrucción de la iglesia en la cueva”.

Casi de inmediato, en 1779, Ventura Rodríguez propuso su fabuloso proyecto, impulsado por la reformista Real Academia de Bellas Artes San Fernando y por encargo de la Cámara de Castilla. “Ideó un edificio revolucionario de inspiración clasicista acorde con las corrientes europeas del momento, pero opuesto a la concepción del cabildo, que pugnó para lograr el fracaso de la empresa”, señala Vidal de la Madrid, autor del artículo “El arquitecto Ventura Rodríguez y Covadonga: La accidentada historia de un proyecto frustrado” (‘Liño’, n. 15, Oviedo, 2011).

“Finalmente, tan solo se hizo el basamento, pero su proceso constructivo es una apasionante historia de conspiraciones, rencillas, denuncias y, sobre todo, compromisos como los de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el conde de Campomanes o los arquitectos Manuel Martín Rodríguez y Manuel Reguera, para quienes la ejecución literal del proyecto mostraba el camino de la modernidad al amparo de la Ilustración”, detalla el catedrático.

No hay comentarios:

Publicar un comentario