viernes, 19 de septiembre de 2025

Entrevista al P. Juan Manuel Cabezas, Postulador de la Causa de Beatificación de Monseñor Guerra Campos

(Infocatólica/ Javier Navascués) Este martes 23 de septiembre tendrá lugar la presentación del libro Un faro en la tempestad de Manuel Acosta, basado en las enseñanzas del obispo. Será a las 19, 30 en el salón de actos del Colegio Mayor San Pablo CEU de Madrid.

Como ya entrevistamos al autor Manuel Acosta, hacemos lo propio ahora con el postulador de la Causa de Canonización, el P. Juan Manuel Cabezas Cañavate.

Juan Manuel Cabezas Cañavate, Sevilla 1966. Es un sacerdote de la archidiócesis de Madrid, aunque fue ordenado en Cuenca en 1990 por don José Guerra Campos. Pertenece a la asociación pública de fieles Misioneros de la Santísima Trinidad. Es doctor en derecho canónico por la Universidad Pontificia de Salamanca, y es catedrático de Derecho de la Vida Consagrada en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso, en Madrid. Ha ejercido diversas labores pastorales en las diocesis de Cuenca y de Madrid y ha sido juez Diocesano para las causas de canonización en la diócesis de Cuenca entre 2003 y 2009 y juez presidente de la sala 2 del Tribunal eclesiástico de Madrid entre 2015 y 2023.

Este martes 23 de septiembre tendrá lugar la presentación del libro Un faro en la tempestad de Manuel Acosta, basado en las enseñanzas del obispo. Será a las 19, 30 en el salón de actos del Colegio Mayor San Pablo CEU de Madrid

¿Cómo llegó a ser el postulador de la Causa de Canonización de Mons. Guerra Campos?

Bueno, digamos que hay un origen remoto y un origen próximo. El remoto es cuando siendo él mi obispo, fui enviado a estudiar derecho canónico a Salamanca, disciplina en la que he servido a la Iglesia durante casi treinta años ya. Al estar preparado para llevar a cabo un trabajo tan bonito como es el de las Causas de Canonización, se estaba haciendo posible que algún día llegara a ser postulador del mismo Obispo que me mandó a estudiar hace muchos años. Ni él ni yo jamás pensamos en tal posibilidad en el origen.

En cuanto al origen próximo, fue cuando dos instituciones nacidas en la diócesis de Cuenca unimos fuerzas, los Misioneros de Cristo Rey y el instituto Secular Servi Trinitatis, después sustituido por la Asociación Misioneros de la Santísima Trinidad, para promover el conocimiento y el estudio sobre Don José Guerra Campos, dando vida a una Fundación Canónica cuyo fin fuera promover la conservación del gran legado magisterial, de sabiduría, de trabajo arqueológico en Santiago de Compostela… de Don José así como, cuando fuera posible, iniciar la Causa de Canonización. Somos conscientes de la grandeza del personaje y de la santidad de su vida así como de la gran influencia que ha tenido en la vida de la Iglesia, no sólo en España, sino en todo el mundo, pues no pocas de las instituciones y de los sacerdotes y consagrados que han surgido en su diócesis se han esparcido como misioneros por un gran número de países, sobre todo en América, pero también en el resto de los continentes. Esta fundación fue aprobada por el Sr. Obispo de Cuenca, que fue el que me nombró postulador a petición de dicha Fundación.

¿Qué supone para usted esta responsabilidad?

Es un gran honor. Cuando yo conocí de cerca a don José pude apreciar y entender lo que considera el pueblo fiel cristiano cuando se encuentra con un santo. Él me había confirmado a los 9 años en la parroquia de San Esteban de Cuenca, pero todavía entonces no tomé conciencia de quién era. Con 15 años ingresé en la Juventud de Acción Católica de Cuenca, cuyo consiliario, Don Gratiniano Checa es también otro santo, fue un hombre providencial en mi vida, que me hizo conocer de cerca a Jesucristo, enamorarme de Él y dedicar mi vida al apostolado. Con ese motivo veíamos al menos tres veces al año a Don José, el día de San José, pues celebraba misa en su capilla privada (haciéndola más grande abriendo habitáculos contiguos) para todos los miembros del apostolado seglar de Cuenca que lo desearan. La segunda ocasión era el día de Pentecostés, que celebraba Misa de vigilia de Pentecostés para la Acción Católica y los restantes movimientos de apostolado seglar en la capilla de la Santísima Trinidad de la catedral de Cuenca y, por último, teníamos una reunión con él los miembros de la Comisión Diocesana de la Juventud de Acción Católica a comienzos del curso escolar para presentarle los planes de trabajo y escuchar sus orientaciones sobre los mismos.

En todos estos encuentros Don José era siempre sumamente amable y cortés, con gran elegancia, al mismo tiempo sencillísimo y humilde, pero sumamente elegante, con una gran delicadeza y una gran libertad de espíritu. Siempre escuchaba mucho más que hablaba y nos exhortaba a ser santos militantes en medio del mundo y nos agradecía profundamente nuestro trabajo.

Debo decir que cuando llegue a conocerlo en esta etapa de mi vida, yo estaba lleno de prejuicios contra él que pululaban por el ambiente, pero el trato fue disolviendo todos esos prejuicios, viendo la falsedad de los mismos en el trato directo con él, y lo mismo me han testificado todos aquellos que han tenido contacto habitual con él.

¿En qué medida le ha ayudado espiritualmente conocer en profundidad su vida y su obra?

Su vida como ya he dicho me impactó grandemente y no sólo a mí sino a tantas personas, laicos, sacerdotes y religiosos que lo han conocido y tratado. Su chófer, un laico, la familia que vivió con él los últimos años de su vida en Cuenca, siendo los caseros del Obispado, las mujeres de la limpieza, todos lo querían y lo admiraban enormemente. Lo consideraban un santo. Es más, cuento una anécdota de un sacerdote ya fallecido, que él mismo me había relatado un día a mí. Este sacerdote, siendo bueno, pues también en alguna época de su vida participó en un grupo de sacerdotes (lo llamaban el grupo de los 21) que eran críticos con don José (téngase en cuenta que en aquel entonces había más de 350 sacerdotes incardinados en Cuenca) y que querían cambiar la diócesis boicoteando al pastor. Él mismo un día, sin que la conversación previa tuviera nada que ver, me dijo que Don José era un santo, pues se enteró de que él también andaba en esas actividades y lejos de tomar represalias le dio una parroquia mejor. Este sacerdote murió santamente teniendo unos últimos años de intensa vida espiritual

Conforme he ido conociendo más y más dimensiones de la vida de Don José, más ha ido creciendo la admiración ante la plena integridad de vida de un Obispo en tiempos en que precisamente vemos un olvido tan grande de las exigencias de la vida cristiana y de la vida de santidad, que no es frecuente ni siquiera entre los pastores. Impresiona su humildad, precisamente unida a una inteligencia absolutamente brillante y superdotada, reconocida por los mismos que fueron sus enemigos u opositores.

En cuanto a su obra, qué diré sino que considero que en el futuro será declarado doctor de la Iglesia. Conforme he ido buscando y leyendo su producción escrita (verdaderamente sorprendente en cantidad y sobre todo en calidad y profundidad de pensamiento) me ha asombrado ver que ya como seminarista y no digamos como joven sacerdote tenía una riquísima formación espiritual y humana, en muy diversos campos del saber (siendo muy joven dirigió la Revista Compostellanum) y que durante toda su vida iluminó todas las realidades surgidas en el siglo XX con la luz del Evangelio. Es necesario reunir toda esa obra, que ha ido siendo publicada en su inmensa mayoría por iniciativa privada del pueblo de Dios que ha apreciado su riqueza, ha visto que aquí tenía respuestas sólidas y cristianas a las problemáticas de los tiempos y ha publicado en folletos y libros los sermones, las conferencias y demás enseñanzas de Don José Guerra. He visto centenares de casetes con homilías y predicaciones grabadas a don José por parte de sacerdotes, religiosas, laicas consagradas, jóvenes y adultos de Acción Católica y fieles sencillos sin más. Es una clara manifestación del sensus fidelium del que habla el Vaticano II, que sabe distinguir quién es santo y vive santamente y esto le atrae profundamente, porque descubre en él a Cristo.

¿Qué relevancia tuvo el prelado en la vida española?

Todo Obispo, si es fiel a la misión recibida del mismo Cristo, será de gran relevancia para la vida de la Iglesia. En concreto don José fue ordenado obispo en 1964, en pleno concilio Vaticano II en el cual ya había participado como perito conciliar y entonces como Obispo. Ejerció primero nueve años como Obispo auxiliar de Madrid, pero a la vez acumulando en su persona gran cantidad de cargos, pues en estos años fue Obispo Consiliario Nacional de Acción Católica, fue el primer Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, procurador nacional en Cortes, miembro del Secretariado Pontificio para los no creyentes, del comité de enlace de las Conferencias Episcopales Europeas, representante del Episcopado Español en el primer Sínodo de Obispos en Roma, etc, de donde podemos colegir fácilmente la gran relevancia que tenía en la vida española y aún internacional.

En 1973 fue nombrado Obispo de Cuenca, donde fue obispo diocesano durante veintitrés años, hasta junio de 1996, cuando le fue aceptada la dimisión y apenas vivió un año como Obispo emérito, pues estaba muy desmejorado de salud en aquellos momentos. Estos últimos veintitrés años son indicados normalmente por los historiadores como los de su ocaso humano y su preterición. Es cierto que otros compañeros obispos no lo querían en ciertas instituciones e hicieron lo posible porque él no estuviera, pero Dios escribe recto con renglones torcidos y su influencia en su diócesis es innegable, donde hubo una gran vitalidad de vida cristiana y de movimientos de apostolado seglar.

Por ejemplo, existió una Acción Católica General, tanto de adultos como de jóvenes, con gran número de miembros y una fuerte exigencia de vida de santidad y de apostolado, mientras languidecía en el resto de España. Pero además la diócesis, pese a formar parte de la España despoblada producía un gran número de vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada y misionera, recibiendo continuas felicitaciones por parte de los diversos dicasterios de la Curia Romana, como se puede apreciar en su archivo personal.

Pero no sólo fue de gran influencia en su diócesis, sus pastorales sobre el divorcio, el aborto, la verdadera forma de entender la liberación cristiana, etc, fueron leídas y agradecidas por católicos de toda España y de fuera del país. Y aún más, aprobó durante su ministerio episcopal las siguientes instituciones: Lumen Dei, Discípulos de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, Siervos del Hogar de la Madre, Siervas del Hogar de la Madre, Instituto Secular Servi Trinitatis, Misioneros de Cristo Rey, un convento de Mercedarios de la Caridad, etc, que como antes dijimos se han extendido por no pocas naciones de varios continentes.

¿Cómo ayuda la recopilación de sus obras por parte de Manuel Acosta a conocer su figura y su pensamiento?

Don Manuel ha ordenado gran parte de su archivo personal, en el cual hay gran riqueza de contenidos de fe y de moral cristiana, aparte de innumerables documentos que no sólo nos cuentan la vida de Don José, sino gran parte de los acontecimientos por él vividos. Allí la figura de Don José brilla con gran intensidad por la absoluta pulcritud de su vida y de su conciencia. Además esta obra que hoy estamos dando a conocer ha conseguido recuperar el contenido de todas los programas televisivos que don José produjo en Televisión Española, durante más de un año, explicando las verdades de la fe de un modo adaptado a las circunstancias actuales y contestando desde la fe y la moral cristianas a las dificultades surgidas en nuestro tiempo. Es un documento excepcional que además conserva plenamente su validez para el tiempo actual. Por supuesto, este es un eslabón más en el conjunto de publicaciones que estamos preparando para que no se pierda nada de la riqueza del pensamiento de don José. Ya publicamos hace unos años dos libros de sermones suyos sobre la esperanza y sobre los ministros sagrados y estamos terminando el volumen de homilías sobre la Iglesia y el Papa.

¿Qué virtudes destacaría de forma más específica en él?

A partir de lo que yo he conocido directamente, de lo que ha sabido a partir de testigos directos que han tratado con él a diario durante años y de lo que voy sabiendo en el proceso de investigación sobre su vida creo que puedo decir que en él destacan todas las virtudes. Desde luego las teologales, la fe, la esperanza y la caridad. Era un hombre de fe, a la vez absolutamente sencilla como la del último fiel y profundamente honda como el gran teólogo y contemplativo que fue. Vivía ante Dios, buscando agradar a Dios y sin importarle lo que las gentes dijeran o pensaran

Era un hombre de esperanza, no he conocido a autor contemporáneo que habla con tanta belleza y hondura del tema de la esperanza, un tema extensamente presente en su predicación. Sobre la caridad estaba lleno de unción hacia Dios y de delicadeza y respeto hacia todos los hombres. Cuando yo era seminarista, me tocó varios años ayudarle en las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa en la catedral de Cuenca. Estando cerca de él se apreciaba mejor cómo estaba en la liturgia sumido en un profundo recogimiento y presencia de Dios, que casi se transparentaba a su alrededor. Y en cuanto al trato con las personas siempre recibía con respeto, amor y suma delicadeza a todos los hombres, cercanos a la Iglesia o lejanos, coincidiendo todos en describirle como un hombre profundamente amable y afectuoso.

Destacaremos, por elegir alguna de sus virtudes, su profunda humildad. Alguna vez llegó a decir en círculos íntimos y sin ninguna artificialidad que estaba convencido que su elección como obispo era uno de esos errores que Cristo permite en su Iglesia para que ésta se mantenga en humidad. Se creía absolutamente indigno y no era fingimiento, así lo vivía realmente.

De su pobreza, sólo destacar que cuando se conoció el estado en que estaba su vivienda en el palacio episcopal, inmediatamente mandaron arreglar profundamente la misma para el próximo obispo que viniera. Habiendo hecho una colecta sustanciosa entre sus sacerdotes y sus fieles a favor de don José cuando abandonó su querida diócesis en 1996, devolvió íntegramente la misma dedicándola a varios servicios diocesanos, quiero recordar entre ellos al Seminario y a Cáritas. Y así podríamos seguir indefinidamente.

¿Hasta qué punto las vivió con heroísmo?

Esa es parte de la tarea que nos toca en estos momentos. Primero reunir pruebas de la fama de santidad que él ha tenido ya incluso antes de morir. Después investigar la profundidad de la virtud en su vida. Pero ciertamente todas las pruebas que poseemos, que aumentan cada día más conforme avanza la investigación, apuntan a una heroicidad en sumo grado y en muchos campos. Por ejemplo en el campo tan difícil de mantener la unión con otros pastores, algunos de los cuales le insultaban en diversos medios de comunicación y otros que se separaban del magisterio y de la moral de la Iglesia, él por un lado se mantuvo fiel a la doctrina y a la ética, pero a la vez mantuvo el aprecio y la estima por sus hermanos en el episcopado, nunca contestó de malas formas a nadie, respetó la buena fama de las personas concretas, a las que nunca aludió, aunque sin dejar de denunciar los errores y las confusiones producidas en el pueblo cristiano, como muchos han hecho y hacen con el fin de ser bien considerados y estimados o por un falso corporativismo.

Heroica fue también tantas veces su paciencia. Cuento un detalle sencillo, pero como este se podrían contar muchos. Habiéndose encontrado el Sr. Obispo con los Jóvenes de Acción Católica de Cuenca en Santiago de Compostela, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud de 1989, les acompañó por los principales monumentos de la ciudad y les dio una auténtica lección de historia, arte y religiosidad. Pero un joven del grupo, muy buena persona pero un tanto “patoso” le pisó repetidas y repetidas veces aquella tarde, sin que nunca surgiera una mala palabra o un mal gesto por parte de Don José. Y esta paciencia la tuvo que ejercitar tantas veces en tantas materias.

¿Qué supondría su canonización?

Precisamente el gran bien que está llamado a hacer don José es ser un modelo para el cristiano actual, pues vivió en una época en la que entre la revolución sexual del mundo en el año 1968 y la grave crisis de identidad dentro de la Iglesia Católica (el papa San Pablo VI llegó a hablar de autodemolición de la Iglesia) todo parecía venirse abajo y sin embargo él mantuvo la esperanza contra toda esperanza. Fue fiel a la doctrina y a la moral de la Iglesia, siguió viviendo con aspiración continua a la santidad y nos dio un verdadero ejemplo de pastor. No es el tipo de pastor frecuente hoy en la Iglesia. Los obispos, de manera peculiar, pueden encontrar en él el modelo de ser fieles manteniendo una voz profética clara y potente al mismo tiempo que con una gran humildad, caridad y comprensión y cercanía hacia todos, especialmente hacia los más necesitados en el orden espiritual y material.

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