miércoles, 16 de julio de 2025

Fray Pablo María: girasol de Cristo en Salamanca. Por R. H. M.

Ha sido un regalo de Dios impagable la vida de Fray Pablo María de la Cruz O. Carm. como lo son todas las vidas, pero especialmente ha sido una bendición su enfermedad y su muerte, y eso es un privilegio que no podemos decir de todos. Su experiencia del dolor, su encuentro con Dios en la enfermedad, su vocación carmelita ha sido la piedra preciosa que este año se ha añadido a la corona de la Virgen del Carmen al concluir su novenario. La historia de Pablo ha dado la vuelta al mundo, ha tocado y está tocando muchos corazones de creyentes y no creyentes, pero especialmente de los creyentes más aletargados que necesitamos estos ejemplos para ponernos las pilas en el seguimiento del Señor, tratando de vivir nuestra propia santidad.

¿A qué joven de 21 años tras seis de dura enfermedad se le ocurre alegrarse cuando los médicos le dicen que le quedan pocos meses de vida?... Sólo a un joven enamorado de Cristo, un joven que es capaz de darlo todo, hasta su propia vida aceptando el plan de Dios para él. Y no sólo eso, sino regalándole al Señor sus últimas semanas de vida en la tierra como religioso. Cuando a un enfermo se le anuncia su caducidad suele hacer un "planing" para aprovechar hasta el último segundo: el último viaje a ese lugar que estaba pendiente, la última comida en ese restaurante lujoso, la última visita al balneario... El plan de Pablo fue muy diferente: rosario, misa, confesión, vida de comunidad y muchas horas de diálogo con Jesús presente en el Sagrario.

Parece que hay hambre y sed de conocimiento acerca de Pablo Alonso Hidalgo; miles de personas quieren saber todo sobre él, le buscan en Internet, llaman al convento de los padres carmelitas, buscan a sus amigos en redes sociales etc. Pero en realidad esa hambre y sed es de Dios; buscan el secreto de Pablo para afrontar lo más crudo de la vida como el mejor momento de su existencia, y ese secreto es nada más y nada menos que el Señor. Pablo no se ha gloriado en otra cosa que en Cristo, y este crucificado. Pablo supo descubrir el sentido de la cruz, en ella y por ella descubrió que no se sufre ni se muere en vano, sino que abrazados a ella somos proyectados a Cristo.

La Iglesia habrá de pronunciarse pasado un tiempo prudencial sobre una fama que ahora es un run run en toda Salamanca. Ese sentir de los que le trataron, conocieron y lograron descubrir en Pablo la mano de Dios. Sí, ese grito que se escuchó a la salida de su féretro del templo del Carmen y que no ha caído en el olvido ¡Santo súbito!. Me hubiera gustado conocerle, escribirle... pero no me atreví, y es que la Santidad asusta y uno se siente indigno de acercarse a alguien así; de pedirle y hasta tocarle. Pero en el fondo ese es el deseo: ¡que se me pegue algo de lo mucho bueno que tienes!.
 
La celebración de su profesión in artículo mortis me emocionó profundamente; verle entrar en su silla de ruedas en la procesión de entrada cantando el salmo -uno de mis preferidos- me impactó. Ver a un chico tan joven, tan frágil, que ya le costaba mantenerse en pie, que respiraba con dificultad y aún así tan sereno, tan feliz de consagrarse y pasar la recta final de su vida bajo el escapulario del Carmen... Desde ese día lo tuve en mi cabeza y mi plegaria: ¿Cómo estará Pablo? Señor ayúdalo y después pensaba lo siguiente: ¿estarán escribiendo su experiencia? ¿Lo hará algún hermano de comunidad?... Ojalá algún día ese tesoro escondido del convento de San Andrés llevado en vasijas de barro sirva para ganar muchas almas para Dios.

La noticia de su muerte me sorprendió; no imaginaba que sería tan pronto, pero al instante pensé ¡El privilegio sabátino! Pues claro, qué mejor día para venir la Virgen a buscarle que en sábado y por la mañana, ya en vísperas de su fiesta. Creo que tuvo una última semana muy difícil, habría dolores físicos y seguro que el demonio también haría acto de presencia... Pero Pablo no se separó de la cruz. 

El P. Desiderio en las palabras que pronunció antes del comienzo del funeral nos reveló algo bellísimo: cómo Pablo en sus muchas horas de oración en el coro alto del templo encontró en el suelo una espina de la corona del cristo ante el cual rezaba. Y Pablo lo interpretó como un guiño del Señor, una muestra clara de su amor que guardó como oro en paño. Y Fray Pablo María de Jesús sintió que Cristo le susurraba: ¿me quieres ayudar? A lo que respondió "me encantaría, pero cómo te puedo ayudar yo si estoy hecho un asco?" A lo que entendió que el Señor le decía: no preocupes, tienes aún mucho que ofrecer. Pablo no entendía nada, pero a buen seguro que Jesucristo le estaba invitando a ser testigo de su cruz. Siempre agarrado al madero santo, abrazado a Ella, descubrió como él mismo afirmó que no esta vacía, sino que en Ella está Jesús. Repetía a muchos esta jaculatoria de San Tito Brandsma: "la cruz es mi alegría, no mi pena''.

Cuando hace aproximadamente una década conocí Salamanca he de reconocer que me llevé una gran desilusión, no por la ciudad, su provincia o sus gentes que son una maravilla, sino porque quizás esperaba encontrarme un lugar idealizado que ya hacía tiempo que sufría una gran decadencia eclesial. Yo no me encontré aquella Salamanca que era un hervidero de vocaciones religiosas y sacerdotales colapsando los pasillos de la Universidad Pontificia; de Seminarios, noviciados y conventos llenos, ni si quiera numerosa en clero como en otro tiempo. Me encontré una diócesis con el Seminario prácticamente vacío, un presbiterio diocesano muy secularizado y escasísimo, una vida consagrada que sobrevivía de rentas, además de los estragos que habían causado las ideologías entre los laicos. Por esto entendí muy bien cuando el Padre Maestro de novicios afirmó que ''Esto se da cada 200 años, y se da allí donde el Señor considera que es necesario. Dios, el Señor, ha elegido un tiempo y un espacio, el tiempo es el hoy, y el espacio es Salamanca. ¿Por qué? Porque lo necesitaba''... El revuelo que se generó en la planta de oncología del hospital desde que saltó la noticia de su ingreso en el noviciado, y después con su profesión in articulo mortis hizo despertar a la diócesis de Salamanca, hasta el punto que se le acuñó a Pablo esa simpática frase de la niña de YouTube: ''la que has liado pollito''... Era emocionante ver a jóvenes de diferentes realidades cantándole a los pies del balcón de su casa la víspera de su profesión e ingreso en el convento, y es que un anhelo de Pablo era la unidad dentro de la Iglesia.

Pronto comprendió que haría más bien su muerte que su recuperación, y así lo asumió con naturalidad, e incluso haciendo bromas sobre ésta, que no le gustaban nada a su madre, pero es que sólo cuando uno está maduro para el cielo es capaz de reírse de todas las ofertas de este mundo. Hizo de su vida una oblación, pidiendo al Señor que sus sufrimientos sirvieran en favor de la conversión de muchos jóvenes a través del encuentro con Jesús Eucaristía; la unidad de la Iglesia entre todas las órdenes, movimientos y sensibilidades, y que desterremos el miedo a la muerte. La flor favorita de Pablo era el girasol; algo así fue él: alto, firme, dejándose moldear ante el sol del Sagrario: ¿En cuántos templos de Salamanca habrá entrado Pablo para saludar a Jesús Eucaristía, para acompañarle en su soledad, para poner morena su alma bajo la luz del Tabernáculo?... Por eso semanas antes de su fallecimiento avisaba a sus amigos: ''en la eucaristía me tenéis siempre en línea''... Gracias Fray Pablo María de la Cruz O. Carm. por tu vida hecha ofrenda agradable al Señor. 















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