viernes, 5 de julio de 2024

Veranear, hacer turismo y peregrinar. Por Joaquín M. Serrano Vila

 Con el verano llega un momento especialmente querido por su buen tiempo en que rebajamos y se relaja nuestro quehacer cotidiano, donde parece que tratamos de liberarnos de algún modo de tantas cargas que nos acompañan durante todo el año como el despertador, el móvil o el ordenador (será difícil igualmente); y es que durante el estío parece que miramos un poco menos el reloj que en el invierno, quizá porque cuando hace frío y hay faena abundante nos urge más que los días pasen pronto mientras que en estos meses veraniegos no tenemos prisa de que el buen tiempo -a ratos- continúe, ni que vuelva el trabajo abundante. Solemos decir que ya han llegado o partido los ''veraneantes''; es decir, las personas que durante el verano residen temporalmente en una segunda residencia que puede ser en propiedad en un lugar fijo, o alternando cada año una zona mediante un alquiler disfrutando de clima, paisaje y paisanaje. De este fenómeno no son ajenas también las parroquias de nuestra Nación y de nuestra Diócesis, de forma muy notable los lugares de costa, así como en las diócesis isleñas de Menorca, Mallorca, Ibiza o Canarias. Zonas como la Costa dorada de Tarragona y Barcelona con Salou, o Sitges como referente, o la Costa Brava con Playa de Aro, Oropesa del Mar en Castellón, o la Costa de la Luz gaditana con especiales focos veraneantes en Tarifa y Chipiona, o Málaga con su Costa del Sol en Benalmádena, y tantas otras localidades de la Provincia, la franja litoral almeriense con Mojácar, el paraíso levantino con Gandía o la "tierra de luz y alegría" en Benidorm y toda la costa alicantina. 

Es un fenómeno que la Iglesia debería seguir estudiando para que podamos dar una mejor respuesta; unas parroquias se vacían en estos meses y otras multiplicada su población. Quizás en un futuro no lejano la Conferencia Episcopal Española no sólo habrá de buscar alguna propuesta formal para una mejor distribución del clero, o dicho en un lenguaje más actual, promover el intercambio de pastores misioneros; es decir, que diócesis como Madrid, Córdoba o Toledo puedan ayudar a las diócesis más pobres o más necesitadas de nuestra España vaciada y nuestras olvidadas zonas rurales que no por ser pocos, son cristianos de tercera. Y en lo que atañe al verano tal vez también habría que plantearse una propuesta de apoyo ministerial en los meses de verano como hacen otras instituciones apoyando las plantillas de sus incrementadas poblaciones veraniegas. Ya hay pequeñas experiencias a título particular en alguna de estas localidades cuyas parroquias cuentan con varias viviendas o apartamentos que ofrecen la posibilidad de que sacerdotes de otros lugares de España para que pasen allí su mes de vacaciones a cambio de ayudar en dicha parroquia celebrando una de las numerosas misas diarias, haciendo horas de confesionario, etc. Los habrá que digan: ¡eso no es ir de vacaciones!... Uno es sacerdote siempre y en todo lugar y también una forma hermosa de cambiar de aires, conociendo otra realidad pastoral al tiempo que se descansa algo y se ayuda a que el evangelio llegue a más almas en una época globalizada en todo. 

En Playa de Aro me comentaba uno de los párrocos que si en invierno eran menos de 11.000 habitantes, sólo el primer mes de verano ya superaban los 95.000 turistas; no es broma, la realidad de este campo evangelizador requiere también el respaldo de las diócesis como ya hemos dicho, en un tiempo globalizado. Un sacerdote gerundense que tenía más de 75 años me comentaba que tenía problemas para la confesión, pues sabía algo de inglés y francés, pero a veces le venían alemanas o personas de otras latitudes que no podía atender por su desconocimiento de las lenguas. Aquel hombre aunque ya no era un niño era habilidoso para la informática, y así iba sacando las lecturas del domingo en varios idiomas para los carteles y anuncios de la Parroquia con el traductor de "google" y pasar así cada petición de la "oración de los fieles" a un idioma "clientelar" de fieles advenedizos... Lo que quiero exponer con esto es que en el verano hay descanso para casi todo menos para la fe, que no debemos descuidar, para anunciar el evangelio que no podemos dejar, y para estar cerca de los pobres que no sólo los hay en Navidad y que también en verano llaman a nuestra puerta, dado que ellos no se van de vacaciones o están permanentemente en unas obligadas "vacaciones". 

Ojalá este varano 2024 no sólo sea tiempo para no hacer nada, sino un tiempo provechoso para recuperar y sanar el corazón, para buscarse a uno mismo y reencontrarse con el Amor Primero, para descubrir en todo la mano de Dios. Es bueno, loable y necesario el descanso, y así también viajar y hacer turismo, dado que salir no sólo de casa sino del entorno reducido que vivimos durante todo el año nos da apertura de miras y horizontes; nos flexibiliza en afirmaciones y premisas, y nos hace ver lo pequeños que somos en medio de la bendita Creación. No es pecado hacer turismo, pues aunque una vez al año nos duela gastar más de lo normal, también sirve para pensar y dar gracias a Dios que nuestro caso no es el de muchas familias que pasan necesidad, y al tiempo saber que muchas mesas de muchos hogares españoles y de fuera comen su pan y tienen su sustento en estas fechas gracias a trabajar en el "sector servicios" a cuya economía contribuyen los "veraneantes". Pero también al veraneo o al turismo podemos darle un matiz religioso; gracias a Dios no hay rincón de España sin parroquia cercana, por lo que tenemos la oportunidad de seguir participando de la santa misa o la reconciliación allá donde vayamos. Y tampoco falta en ninguna comarca de España, de Europa o del mundo algún santuario al que acercarnos con devoción con nuestras alegría y penas, preocupaciones o esperanzas, para descansar el alma pesada, pues a veces se nos pasa el verano pensando tan sólo en descansar el cuerpo, pues también corremos el riesgo de volver con el alma igual de cargada y el cuerpo más cansado aún... De corazón: ¡buen y santo descanso, en merecido verano!.

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