miércoles, 23 de febrero de 2022

Aclarando, que es gerundio. Por José Manuel Fueyo Méndez

(Artículo publicado en la Hoja Parroquial de la UPAP de la Marina de Villaviciosa) 

-Como varios feligreses me comentaron que, leyendo la última hoja, les pareció que al cura no le gustaban los coros cantando la Misa, aclaro para todos que nada más lejos de la realidad.

Lo que quería decir es que el hecho de que cante o no cante un coro no debe considerarse como factor determinante para calificar la “calidad” de la Misa.

Mal estaríamos, de ser así, en estas parroquias, pues sólo hay coro habitualmente en Bedriñana y en Villaverde.

Habría que concluir que a las misas de las ocho parroquias restantes les falta “calidad”.

Lo que quería decir también es que quienes sostienen esa teoría parten de una idea equivocada de la Eucaristía, como si ésta fuese un espectáculo, en el que unas personas, el cura y pocos más, “actúan” y los fieles asisten pasivamente.

De hecho, muchos de los que no acuden habitualmente se justifican precisamente con este argumento: la Misa les resulta aburrida. Y, si fuese un espectáculo, ciertamente habría que darles la razón.

Pero un cristiano que se precie debe tener claro que la Misa no es un espectáculo: es un encuentro con Dios, que se hace presente cuando nos reunimos en su nombre, y aprovechamos ese encuentro para varias cosas.

En la primera parte de la Misa lo principal es la escucha de la Palabra.

Dios nos habla a través de las lecturas bíblicas y nuestro deber es escucharle.

Aunque no nos quede en la cabeza todo el contenido de las dos o tres lecturas que se leen, porque habría que tener una memoria prodigiosa, sí debemos escucharlas con mucha atención e intentar quedarnos con algún detalle, especialmente con aquellos mensajes que le vengan mejor a uno en ese momento.

Puedes estar pasando una mala racha y quizás en las lecturas encuentres a Dios que te anima.

Puedes vivir momentos de duda y la Palabra quizás te aclare ideas.

Puedes estar esos días “metiendo la pata” y la Palabra te corrige…Y, si no estuviste atento-a a la Palabra de Dios, porque es muy fácil despistarse, intenta atender a la palabra posterior del cura en la homilía, que, aunque sea palabra con minúscula, a veces puede refrescarte la memoria sobre la Palabra con mayúscula.

Además en la primera parte de la Misa comenzamos pidiendo perdón por lo que hicimos mal durante la semana previa.

Lo hacemos normalmente rezando el “yo confieso” y los kiries, pero es un momento para que tú, mientras dices lo de “he pecado mucho” y te das los tres golpes de pecho, te acuerdes de las faltas más graves que cometiste durante la semana.

Tras el Credo, con en el que nos unimos a los más de mil millones de cristianos que profesamos la misma fe y la celebramos cada domingo, viene la llamada “oración de los fieles”, que refrendas con el “te rogamos, óyenos” y puedes y debes añadir mentalmente la petición o peticiones que desees en ese momento: por el ser querido difunto, por el pariente o amigo enfermo, por tus parientes o amigos ausentes…

La segunda parte de la Misa comienza con el ofertorio, en el que, mientras el cura presenta sobre el altar el pan y el vino, tú ofreces en la cesta tu ayuda para costear los gastos parroquiales y de paso puedes y debes ofrecerle mentalmente a Dios todo lo bueno que hiciste esa semana, especialmente aquello que te costó más esfuerzo o sacrificio.

En el momento de la Consagración, si el lumbago o la artrosis te lo permiten, te arrodillas para expresarle al Señor que crees que se hace presente real y verdaderamente presente en las especies eucarísticas.

En la plegaria que hay entre la Consagración y el Padrenuestro, aunque se te escapen algunos detalles, que no se te escape el memento de difuntos para acordarte mentalmente de los tuyos, además del difunto o difuntos por los que se ofrezca la Misa ese día.

Al rezar el Padrenuestro y darles la paz a los de al lado, acuérdate de que para comulgar con Dios debes estar en comunión con los demás, incluso con aquellos que te cuesta más aceptar y comprender.

Y recuerda que comulgar con el Cuerpo de Cristo es arma fundamental en la lucha contra el mal, que te estará amenazando a lo largo de toda la semana, presentándote tentaciones a todas horas.

Tras la Comunión, además del “amén” a la oración de acción de gracias que hace el cura, tú puedes y debes darle gracias a Dios mentalmente por todo lo bueno que te sucedió durante la semana y por las personas que más te ayudaron o te beneficiaron.

Y, tanto antes como después de la Misa, si no tienes mucha prisa, debes aprovechar para hablar con tus vecinos, para alegrate con sus alegrías y solidarizarte con sus penas, para “hacer parroquia” y vivir la comunión, que expresas rezando el Padrenuestro y dando la paz.

De propina, si el cementerio está cerca de la iglesia, qué menos que antes o después de Misa hagas una visita para dedicarles unos minutinos a tus deudos, rezando por ellos y limpiando su sepultura, cuando fuere necesario.

Si tienes en cuenta habitualmente estas recomendaciones, no necesitas que ningún coro mejore la “calidad” de la Misa y, si no cumples ninguna o casi ninguna, de poco servirá que amenice la celebración el mejor coro del mundo y la celebre el mejor cura del mundo, porque la “calidad” de la Misa depende de ti.

Para no poner el listón muy alto, también estoy convencido de que los fieles que no observen todas las recomendaciones antedichas, porque nadie se lo enseñó en su día, pero acuden cada semana a la iglesia, porque saben que por allí anda Dios y le quieren presentar sus respetos, aunque no se les ocurra decirle nada, seguro que ese buen Dios se alegra de verles allí y les da su bendición.

En fin, que el coro puede ser un buen complemento en la Misa, sus canciones pueden ayudarnos a rezar con otras palabras y transmitirnos mensajes estupendos, pero la “calidad” de la Misa depende de ti.

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