viernes, 18 de junio de 2021

Carta semanal del Sr. Arzobispo

De casas y casos. Un canto de esperanza

Muchas casas y no pocos casos, son los que a diario llenan nuestra agenda entre las idas y venidas de aquí para allá. Casas en las que de diverso modo ponemos domicilio a tantos proyectos en los que intentamos volcar la humilde, pero apasionada, aportación que queremos hacer como cristianos a un mundo mejor. Y casos, en los que de modo imparable también logramos fijar el motivo de nuestra gratitud. Así, de casas y casos, están llenos nuestros días mientras vamos escribiendo cotidianamente nuestro libro de la vida que edita solamente Dios.

¿Qué casas son las que hoy puedo señalar? Puedo fijarme especialmente en dos, que albergan en nuestra tierra asturiana motivos para la esperanza. La primera casa es el centro de acogida que hay en Gijón para las madres gestantes. Está junto a la pequeña ermita de la Virgen de la Guía, en el barrio de Somió. La dirigen las religiosas de Madres de desamparados y San José de la Montaña, cuyo carisma principal es precisamente atender a las personas que tienen a flor de piel todas las intemperies en donde queda a prueba nuestra esperanza. Las religiosas acogen a mujeres embarazadas, que han sido abandonadas por los padres de ese hijo gestante. Solas, tantas veces acosadas y señaladas, sin trabajo, lo más fácil y hasta lo más resultón egoístamente hablando es desembarazarse acudiendo a una clínica abortiva para acabar con la vida del ser más inocente y vulnerable: el que está concebido ya y crece en el seno de una madre. ¡Qué hermosa casa, en la que la vida se acoge y se sostiene en medio de miedos y soledades, desde el flagrante desprecio de lo más sagrado y hermoso como es la vida naciente! Una casa en la que la vida se deja nacer, se acompaña en su crecimiento, cuidando en tantos sentidos a esas mamás que han dicho sí a la vida que misteriosamente Dios ha puesto en ellas. 

La segunda casa es la que estamos levantando junto al arzobispado de Oviedo: Centro Cultural Santa Ana. Podría parecer que es un divertimento demasiado culto y prescindible cuando hay tantas heridas y urgencias en los gritos de las personas más zarandeadas. Pero también el arte, la literatura, la música, la arquitectura, son un pan adecuado que tiene que ver con el corazón, con la razón, con la esperanza y todas sus hambres. La belleza y la bondad son, evidentemente, una necesidad junto a la verdad, de las que tenemos necesidad las personas en este mundo falaz y mentiroso que abarata la verdad, mancha la hermosura y envilece la bondad haciéndola un producto de lujo. Un centro cultural en donde junto a otros centros de caridad, otros centros de culto litúrgico y de enseñanza catequética, podamos acercar a cada persona de nuestra generación el largo relato que han ido narrando nuestros artistas con sus gubias y pinceles, nuestros escritores con sus mejores plumas, nuestros músicos con sus pentagramas, nuestros arquitectos con sus edificios diseñados para la gloria de Dios y la acogida de los hermanos. 

Y casos, también los hay, como los que de modo sorprendente y grato estoy en estos días recibiendo de tantas personas, empezando por mis hermanos más cercanos de esta archidiócesis asturiana: sacerdotes, religiosas y tantísimos laicos, que me expresan su afecto y comunión, sus mil muestras de ánimo ante la andanada mediática y política que algunos se empeñan en orquestar contra mí (y en mi persona contra la Iglesia). Son las calumnias y engañifas perpetradas por quienes habiendo pertenecido en su día a la Asociación católica Lumen Dei que sigo acompañando por deseo de la Santa Sede y del propio Papa Francisco, se situaron fuera en clara rebeldía contra la Iglesia del Señor. Pero los gestos de comunión que tanto agradezco, hacen insignificantes los intentos de ataque y voluntad de quebranto que los enemigos del cristianismo se empeñan en mantener. Sólo quien puede, no quien quiere, podrá hacernos daño. Jesús mismo dijo que estas fuerzas del mal, no prevalecerán jamás. Ellos no pueden más que seguir calumniando y engañando a las órdenes del maligno que insidia, confunde y destruye. No prevalecerán. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

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