viernes, 9 de abril de 2021

Cuatro veces restaurada, retocada o rehecha. Por Francisco José Rozada Martínez

Modificaciones realizadas en la imagen de la Virgen de Covadonga desde el siglo XVI hasta nuestros días

Bien sabido es que la talla original de la Virgen de Covadonga desapareció en el incendio que destruyó el templo en la madrugada del día 17 de octubre de 1777, templo que estaba situado en la cueva y que estaba distribuido en dos plantas, con dos imágenes, presentada una en posición sedente y la otra en bipedestación.

El cabildo de la catedral ovetense envió a Covadonga la imagen que se conserva hasta hoy, según un acuerdo del 31 de julio del año siguiente, 1778, después que el abad de Covadonga Nicolás Díaz de Campomanes y Sierra le solicitase a dicho cabildo la “ymagen de Cobadonga” que tenían en dicha catedral metropolitana.

El prelado Agustín González Pisador dio el oportuno visto bueno a la operación.

Se trata de una talla que pudiera ser del siglo XVI, a la que se le añadió el Niño que ahora vemos a comienzos del siglo XVIII.

Todo el conjunto fue retocado en el año 1820 y rehecho en 1874.

El Instituto Nacional de Conservación y Restauración de la Dirección General de Bellas Artes restauró la imagen en 1971 y en 1986.

Una copia de esta talla fue hecha por el escultor Manuel García en 1952 y es la que se exhibe en la Cueva durante todo el año, excepto el día 8 de septiembre, cuando se muestra la imagen original.

Despojada de sus vestiduras muestra una forma cónica, diferenciando los brazos, el sayo y el manto, con unos pies añadidos que reposan sobre una base exagonal irregular.

Solo la cara, partes del cabello y las manos están acabadas.

El Niño que fue añadido en el año 1704 se sujeta a la mano izquierda de su Madre mediante un tornillo metálico.

Las coronas de ambas figuras se fijan con sendos tornillos que se hunden en las cabezas de las mismas.
El manto está policromado en rojo púrpura, con cenefa dorada, mientras la camisa de manga larga ceñida al talle y la falda acampanada o basquiña, presentan un color azul cobalto, con unas sencillas estampaciones de motivos florales en rojo, y dorados el escote y las cenefas de las dos prendas. Los cabellos son castaños.

La imagen llegada desde Oviedo pasó a venerarse en la inmediata Colegiata de San Fernando, donde estuvo durante cuarenta y dos años largos años, hasta que en 1820 regresó a la capilla habilitada en la Cueva, tras fracasar el proyecto de templo monumental de Ventura Rodríguez que se iba a levantar ante la gruta.

Es cierto que el 24 de septiembre de 1783 hubo un intento sacrílego de devolver la imagen a la Cueva, algo que el sacristán de aquellos días quiso hacer pasar por un milagro, pero -descubierta la artimaña- el sacristán fue juzgado y condenado a galeras, como ya conté en el capítulo III de “Reseñas de Covadonga”, publicado hace un lustro.

No es fácil saber quién talló la imagen en el siglo XVI, pero sí que en el año 1704 se le añadió el Niño que había sido tallado por el escultor Antonio Borja (1661-1730), de acuerdo con una orden del cabildo y pagada la talla por un particular.

En el año 1874 la imagen diríamos que se fue transformada por el dorador e imaginero valenciano Antonio Gasch, el mismo que decoró el nuevo camarín de la Cueva diseñado por Roberto Frassinelli.
La imagen fue enviada a Valencia y allí se le puso un rostro nuevo, más amable y dulce que el que tenía, demasiado serio.

La ensambladura de la nueva cara se aprecia perfectamente y supone más de tres cuartos de su cabeza.

La talla de roble, encarnada, dorada y policromada tiene una altura de 71,5 incluida la peana.

Fue el antes citado Gasch quien hizo la artística peana con tres cabezas de querubines sobre la que descansa la pequeña imagen, tan pequeña que es conocida familiarmente como ´Santina´.

Una segunda copia de esta imagen es la que se utiliza en las procesiones de la novena y fiesta que se celebran cada año en el Real Sitio de Covadonga entre el 30 de agosto y el 8 de septiembre.

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