sábado, 25 de enero de 2020

P. Juan de Cuérigo, el Apóstol del Quiché. Por Rodrigo Huerta Migoya

La santidad en la tierra allerana sigue enriqueciendo a la Iglesia Universal; así lo celebramos con la noticia del reconocimiento del martirio del P. Juan Alonso Fernández M.S.C, cuya "muerte por odio a la fe" ha sido reconocida por el Papa Francisco al rubricar su firma en la mañana de este pasado día 23 de enero este hecho.

Nacido en Cuérigo (Aller) en la casa de los abuelos maternos (Hermenegilda y Xuan de Pepa). Su padre, Alejo, era de Felechosa-Parroquia del Pino, y su madre, Edelmira, de Cuérigo. Sus padres se conocieron en Cuba, donde habían emigrado muchos jóvenes del concejo; allí se casaron en 1930 regresando después a España. Su infancia trascurrió entre Cuérigo, en cuya escuela aprendió las primeras letras, un breve tiempo en Felechosa y, finalmente, La Barraca, donde su familia se estableció por el trabajo de su padre como vigilante de la mina; luego se dedicaría a la albañilería y la carpintería. Su madre además de trabajar en el hogar se dedicaba a numerosos quehaceres, siendo muy demandada en la zona por su buena mano como cocinera y comadrona. 

En 1947 Juan tiene que dejar Asturias para hacer el bachillerato en el Colegio ''Pequeña Obra'' en Valladolid, un centro que nació con la finalidad de ofrecer una educación completa a los jóvenes de las zonas rurales más humildes del país. Del Concejo de Aller fueron muchísimos los jóvenes que allí se formaron con los Misioneros del Sagrado Corazón en aquel gran edificio, que hoy es la sede de la Universidad Miguel de Cervantes. 

Concluido el bachillerato, Juan, que ya venía madurando la llamada de Dios en su corazón, ve claro que su lugar es la vida religiosa y en concreto los misioneros con los que había convivido esos años de estudio en Valladolid. Solicita el ingreso en la Congregación en 1952 haciendo el aspirantado y primer año de noviciado en Barcelona, pasando al año siguiente al Escolasticado de Logroño. 




Durante su estancia en Logroño los superiores vieron la necesidad de encontrar una familia que haciendo las veces de los demandaderos de los conventos, se hicieran además cargo de la cocina, la huerta y el mantenimiento del grandísimo edificio; Juan dijo que su familia podría asumir esa labor dado que su madre era una gran cocinera, su padre un manitas y su hermano José María podría venir con ellos para trabajar la huerta. Así fue, por lo que Juan será de los pocos sacerdotes y religiosos de España que podían presumir de tener en verdad su casa en el noviciado o a su familia en el seminario con él. 

El 11 de junio de 1960 concluidos los estudios de filosofía y teología, recibe la ordenación sacerdotal en Logroño de manos de Monseñor Abilio del Campo y de la Bárcena, hasta el año anterior obispo de Calahorra-La Calzada y ahora ya obispo de Calahorra-La Calzada-Logroño, al recibir el título de concatedral la colegiata de Santa María la Redonda de Logroño. Días después de la ordenación "canta misa" en su parroquia natal de Santa María de Cuérigo. 

Los destinos de su vida religiosa estarán centrados en tierras de misión: Guatemala (1960-1963), Indonesia (1963-1965) y de nuevo Guatemala (1965- 1981). Su primer destino será el Quiché, lugar que marcará de lleno su vida y donde trabajará en la promoción de las gentes del lugar, mayoritariamente de cultura maya. A comienzos de los ochenta afronta su segundo destino nada fácil, pues cuando Juan es destinado a Indonesia, país que no era nuevo para la Congregación -llevaban allí desde 1903- fueron expulsados por el gobierno, y a nuestro paisano le toca formar parte del nuevo grupo de religiosos que tratará de restaurar la presencia de los hijos del P. Chevalier. Tras dos duros años en Asia la Congregación le envía a su tercer y último destino, que no es otro que el primero: "Quiché''. Aquí gastará generosamente su vida hasta el final.

La denuncia social de los misioneros, el apostolado e inculturación del Evangelio en plena selva guatemalteca no es vista con buenos ojos por todos, así el 15 de febrero de 1981 es detenido, torturado y asesinado por un grupo paramilitar. Los lugareños lloraron al P. Juan cuyos restos quisieron -por aclamación popular- que se quedaran en el Quiché, cerca de la Iglesia -centro social-dispensario de Nuestra Señora de Covadonga que él había fundado para aquellas gentes que nada tenían. El pueblo de Quiché dio al Padre Juan el mayor título que se puede dar a alguien gritando en su funeral: “tierra de nuestra tierra”; es decir, lo consideraban uno de ellos; de casa, no un español que había ido a importunar o simplemente a misionar, sino un hermano de verdad en todo.

"Tierra de nuestra Tierra" fue también el título que su hermano Arcadio puso a su libro, donde cuenta en detalle la vida del mártir, publicación promocionada por la Delegación de Misiones del Arzobispado de Oviedo. 

En la Unidad Pastoral del Alto Aller siempre estuvo muy vivo el recuerdo hacia el P. Juan, en especial en su pueblo, donde al tener noticia de su muerte había un sentir común de que no sería extraño ver algún día en los altares al hijo de Alejo y Edelmira, al “nietu de Xuán de Ná"; al alleranu de Cuérigo que se hizo uno más del Quiché; su Apóstol y amigo. Otro asturiano más al que podremos acudir, que intercederá por nosotros ante el Señor, pues él ya goza de la Pascua eterna. Su vestidura es más blanca que la nieve y en sus manos no lleva metralleta ni fusil sino la palma de la victoria, pues sus únicas arma fueron la oración, el trabajo, la caridad y el perdón.

El amor del pueblo guatemalteco hacia este asturiano es algo ciertamente llamativo; fue tanto lo que él hizo por ellos, fueron tantos los beneficiados por su buen hacer y tanto lo que quedó por hacer dado su martirio, que creyentes y no creyentes del país lo tuvieron a él y a sus hermanos de Congregación asesinados, por héroes y santos desde el mismo instante en que se conocieron sus finales.

Sus imágenes, sus fotografías, sus nombres... empezaron a ocupar espacios públicos en lugares grandes y pequeños, haciendose verdad lo que dice el libro del Apocalipsis: ''El justo, aunque muera prematuramente, hallará descanso; porque la edad venerable no consiste en tener larga vida ni se mide por el número de años. Las verdaderas canas del hombre son la prudencia y la edad avanzada se mide por una vida intachable. Cumplió la voluntad de Dios, y Dios lo amó. Vivía entre pecadores, y dios se lo llevó; se lo llevó para que la malicia no pervirtiera su conciencia, para que no se dejara seducir por el engaño, pues la fascinación del mal oscurece el bien y el vértigo de las pasiones pervierte a las almas inocentes. Llegó a la perfección en poco tiempo y con eso alcanzó la plenitud de una larga vida. Su vida le fue agradable a Dios, por lo cual el Señor se apresuró a sacarlo de entre la maldad. La gente ve, pero no comprende ni se da cuenta de que Dios ama a los justos y se compadece de sus elegidos''
Sus verdugos y asesinos pensaban que matando a aquellos frailes que estorbaban se los quitarían de delante sin más, y resultó que están ahora más presentes y son más queridos a buen seguro que cuando estaban vivos, y eso que cuando vivían gozaban de una elevada aceptación, más los que no les veían con buenos ojos y los tenían por forasteros que venían a incordiar, han contribuido con sus malas obras a darle a la Iglesia de Guatemala y a la Iglesia de España nuevos Mártires, nuevos intercesores, nuevos ejemplos del camino verdadero que sigue las huellas del Maestro hasta la Cruz.

Beato Juan de Cuérigo, Ruega por nosotros.









 




CUÉRIGO (ASTURIAS)


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