miércoles, 19 de junio de 2019

"Arañazos de un corazón sacerdotal". Por Rodrigo Huerta Migoya

Querido amigo:

Con alegría podemos cantarte el himno propio de este pasado tiempo pascual que hemos concluido: ''Pascua sagrada oh fiesta de la luz, despierta tú que duermes y el Señor te ayudará''.

Hoy te escribo éste como regalo de cumpleaños y ordenación, celebrando gozoso tu portentosa y casi "milagrosa" recuperación, queriendo hacer memoria de tu recorrido en el tiempo...

Existe un libro, por desgracia no muy conocido ni entre los católicos ni siquiera entre el clero español, que se escribió para recoger la historia del nacimiento de la "Hermandad Sacerdotal Española", con el siguiente título: ''Historia de un gran amor a la Iglesia no correspondido''.

Creo que este título podría resumir también en parte la vida de mi apreciado amigo Don Luis Marino Fernández Solís, afirmando, sin duda, que también la suya ha sido la historia de un gran amor a la Iglesia no muy correspondido. Como otros muchos sacerdotes de este presbiterio no siempre la realidad pastoral y la consideración de tu entregada persona ha sido proporcional, sin embargo, tú, como otros hermanos has sido fiel a tu gran Amor.

En una de las muchas veces que te visité en el hospital me contabas cómo gracias a las avanzadas técnicas y profesionales de la medicina te habían enseñado prácticamente en 3D el estado de su corazón: Ves esto, es el primer infarto; éste, el achuchón del otro día, aquello... Y él los equiparaba a los pequeños zarpazos que había recibido en la vida, no porque la vida tenga prohibido darnos palos y todo sean mieles, sino porque los que se llevan "en casa" duelen más.

Ya siendo muy niño un coche le atropella y casi acaba con su vida, pierde a un hermanito, su salud coronaria se resiente ya muy joven y, en más de una ocasión, nos ha dado otros sustos. Más de alguno se ha podido decir ''de esta no sale'', pero no es que tenga este praviano siete vidas como el gato, sino que es más duro de lo que nadie podría imaginar, pues la propia vida le ha hecho fuerte.

Toda su existencia ha sido difícil; ministerialmente no le tocaron años fáciles para su estilo y mentalidad. Él mismo, entre bromas y risas, me reconocía hace ya mucho que tuvo que hacerse el "progre" y moderno para poder acabar la carrera en el Seminario, y es que en aquel Seminario de "Ochéntame" el futuro sólo se vislumbraba en una única dirección que tiempo demostraría como un estrepitoso fracaso.

Ahí tenemos un corazón fuerte que puede con todo: disgustos, maltratos, desprecios... el corazón de alguien que fue bueno desde el mismo momento de nacer. La hermana Salomé, que fue su profesora de parvulario decía que cuando apenas era un canijo siempre estaba en la guardería sentado en su sillita con las manos cruzadas como un angelito, y ella comentaba ''este niño es muy bueno, va ser sacerdote''. ¡Y así fue!, como una profecía de su "Memé", tal como la llamaba aquel pequeño Marinín.

Los años en Piloña y los pocos meses en Covadonga estuvieron cargados también de sustos y achaques de ese corazón que nunca se ha rendido y que tantas veces nos ha tenido en vilo, y que sorprendentemente ha roto los esquemas de todos los especialistas de cardiología de la región. ¿Cuál es el secreto? Pues seguro que su mansedumbre, lo que equipara el suyo al mismo corazón del Señor.

Cuántas veces te hemos visto ingresado, hospitalizado, en observación... cuántas veces hemos tenido que mendigar al personal sanitario para que nos dijeran en qué habitación estabas cuando sabíamos que te habían ingresado. Una de las veces no me lo querían decir hasta que quizás viendo mi cara de preocupación una enfermera piadosa me dijo ¿buscas al cura de Covadonga verdad?, y me dijo casi en secreto cómo te podía localizar. Todavía en Enero estuve presente cuando te dieron el alta y te ibas para casa con tu cuñado.

Estos largos días en la UCI han sido muy duros; ha sido una batalla donde no has estado tú sólo entre la vida y la muerte, sino con la ayuda de los médicos, con la compañía de los santos a los que invocábamos, de tu Ángel de la Guarda al que ya rezabas de niño en Pravia, con tus padres y los tuyos y, sobre todo, con las oraciones de sacerdotes, religiosas de clausura y de vida activa, y desde la misión diocesana de Benín, pasando por el Cristo de Coya o la Virgen de la Cueva en Piloña... Cuánto se ha pedido para que no te nos fueras... Tú mismo me dijiste cuando te comenté la enfermedad de mi madre: "Rodri jamás desestimes el poder de la oración''. Qué gran verdad; ahí lo tienes, los mismos médicos que casi le daban a tus padres el pésame de viernes, de lunes tuvieron que asentir que había un milagro para ti y para los que con insistencia lo pedíamos.

Hasta el Sr. Arzobispo, tú/mí Arzobispo, como te gusta decir a Tí, pues no eres cura sedevacantista ni de añoranzas pasadas. Siempre defiendes que hay un solo Pastor y no hay amores compartidos. Pues bien, el día de tu cumpleaños allí apareció tu Prelado en la UCI junto a tu cama para orar por tí y contigo en esa onomástica diferente a otras. Y también otros días en que discretamente y fuera de horarios de UCI se "colaba" con el capellán dialogando con los doctores sobre tu proceso.

En materia de obispos no tienes el corazón dividido, más sí con la Virgen; lo tienes "partío" entre la Cueva y Covadonga. Otros dirán que "tripartío" si incluimos a la Virgen del Valle, aunque bueno, al menos en Oviedo eso ha pasado de moda...

Una de las muchas veces que te pude entrar a ver mientras tu madre te acariciaba y te susurraba al oído, yo sólo te cogía un dedo para notar la temperatura mientras le pedía a la Virgen que salieras de allí y que no necesitaras todos aquellos cachivaches que velaban por tu vida. Que se acabaran las complicaciones y que recuperas la salud, pues aún era mucho lo que se necesitaba de ti. No sólo por las misas que digas ni encargos o cargas, sino por tus palabras, consejos y mismo testimonio.

No imaginas cómo he echado de menos las veces que me "reñías", me aconsejabas o me "tirabas de las orejas"; cuánto he temido no volver a oír esa voz ronca y profunda que conozco desde los cinco años y que me retrotrae a mi tierna infancia de mis veranos en Piloña; aquellas "pontificales" que tú cuidabas al detalle con esmero y que tantos empiezan a valorar sólo ahora cuando ya no eres el párroco.

Tengo grabado en mi memoria tantas homilías que me dejaron impactado por la profundidad de lo que transmitías, y es que siempre fuiste un cura inteligente que nunca se dejó de formar y nunca dejó de devorar buenas lecturas. Recuerdo que un día en la librería diocesana entró el Vicario General buscando una obra de teólogo francés de esos rebuscados, y Maribel respondiendo dijo: lo teníamos pero ya se vendió. ¿Y quién habrá comprado un libro tan elevado y raro? Quién iba a ser: D. Luis Marino. Siempre me hizo gracia esa expresión tuya: Soy burru, soy cura de aldea, pero se lo que ye la Kénosis.

En buena medida mi gusto por la liturgia se debe a dos sacerdotes que influyeron mucho en mi niñez, el primero Don José María de Paz, el cual me explicaba siendo yo un renacuajo en Porceyo la distribución de los leccionarios; cómo se manejaba el Misal, el sentido de los gestos de la misa... y el otro fuiste tú, Marino, pues cuando yo te veía celebrar me quedaba con los ojos como platos viendo tu unción, el cuidado con el colocabas la palia sobre el cáliz, la organización cuidadosa de los acólitos con su sotanilla y roquete, el incensario, los candelabros... aquello era -lo que debe ser la Liturgia- un trozo de cielo en la tierra.

Cura de breviario, de rosario y confesión semanal... cura sencillo de pueblo que no hace ruido, que se deja y se hace querer, que no sabe decir que no a los fieles y que lo da todo sin esperar jamás nada. No me cabe duda que en este trance la "Tita Isabel" desde Granada nos/te ha echado un cable importante. 

Ahora te toca ser buen enfermo y limitarte a hacer aquello que ya hacías de pequeño cuando te escapabas de jugar en el parque y tu madre te encontraba siempre en la Iglesia, donde aparecías tú sólo y ella te reprochaba: Luisma ¿qué haces aquí?; y tú le respondias: ''hacer compañía a Jesusito''. Ahora tienes que recuperar fuerzas, hacer caso a los médicos y a los hermanos que te quieren bien y llevar una vida tranquila, casi contemplativa, donde tu mayor esfuerzo sea ese: hacer compañía al Señor. 

Gracias por ser así, por ser tan fuerte y por quedarte todavía aquí. Tú siempre dices que los cristianos nos disponemos siempre a participar del drama de la muerte del Señor por la Cruz, más la historia de nuestra salvación no termina ahí, tiene final feliz y bueno, que es la luz y la Resurrección.


Pd. Volviste para Covadonga -¡qué cosas-! el día de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote; ya tenías prisa pues tenías la sotana de ribetes aún por gastar y el bonete esperando a ser estrenado...

¡Feliz cumple Don Luis Marino, feliz recuperación, feliz milagro!

1 comentario:

  1. Un GRAN SACERDOTE!!! Con todas las de la Ley. Hoy he leído este blog porque en la Santa Misa de San Mateo y arrodillado ante el Santo Sudario a Luis Marino lo tuve muy presente, al igual que a otros muchos de casa y amigos. Lo llame y me dijo que ahora estaba de Capellán en Cabueñes compaginando su estancia en Covadonga.
    Viví sus momentos en la UCI, se recuperó, puede influir la Medicina y sus avances pero…él estaba en manos De Dios y de la Virgen María, salió adelante y no hay día que pase que lo recuerde como un milagro.
    Viví su primer achaque al corazón…. Y solo pido a Dios que nos lo conserve con su sonrisa eterna y su GRAN CORAZON.

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