miércoles, 8 de noviembre de 2017

Exabruptos contra la instrucción ''Ad resurgendum cum Christo''. Por Rodrigo Huerta Migoya

Es conocido el dicho: "doctores tiene la Iglesia", sin embargo, parece que hoy en día no faltan quienes pretenden suplir, corregir o enmendar a la mismísima Santa Sede, como si sus escritos no fueran revisados milimétricamente antes de que el Santo Padre conceda su "venia", mucho antes aún de que vean la luz.

Es curioso ver hasta qué punto se puede llegar a orquestar un revuelo respecto a la Instrucción publicada, hace un año por estas fechas, con el nombre ''Para Resucitar con Cristo'', cuando realmente este documento no aporta ninguna novedad, únicamente es una actualización de lo que ya el Concilio Vaticano II aceptó en 1962 y que fue rubricado al año siguiente con la Instrucción "Piam et constantem", de 5 de julio, la cual ya señalaba que la incineración  no es “en sí contraria a la religión cristiana”, y en ese sentido aclaraba que no se niegan sacramentos ni funerales (ritos exequiales) a aquellos que solicitaran ser incinerados, siempre y cuando esta elección no se hiciera como “negación de los dogmas cristianos, o con ánimos sectáreos, o por odio contra la religión católica y la Iglesia”. Por tanto, es falso que la Iglesia esté en contra de esta práctica o vaya a negar las exequias a nadie por el mero hecho de preferir la incineración a la inhumación del cuerpo.

Únicamente al respecto, la Congregación para la Doctrina de la Fe, además de actualizar lo que la Iglesia venía diciendo desde hace más de medio siglo, ha incluido algunos matices frente a las praxis nuevas que hoy se dan en nuestra sociedad ante la realidad de la muerte,  sin olvidar otras situaciones en el campo de la tanatología que ahora imperan y que chocan, sin duda, con las enseñanzas de la Madre Iglesia y que desde mi humilde opinión, como católico, son del más absoluto sentido común a los ojos de la fe.

Se podrán contar por centenares las reacciones desproporcionadas que sentencian, por sí mismas, que es mejor parecer tonto por no abrir la boca, que abrirla y confirmarlo. Cada vez que la Iglesia se pronuncia sobre alguna materia propia, no tardan en salir al paso los "amigos de la libertad de expresión" para imponer su censura, pues aquí, o piensas como yo o eres enemigo a abatir. Sienta mal que la jerarquía eclesiástica hable de cuestiones políticas, educativas, familiares, científicas, sexuales... También de la muerte, está claro; y llegará el día en que para algunos ni siquiera tendrán autoridad para hablar de Dios...

Son las incoherencias del presente que nos toca vivir: los "progresistas" son amigos íntimos de los tiranos; los reyes juegan a ser amigos de los republicanos; las madres visten a sus niños de "zombies" y esqueletos la noche del 31 de octubre, pero no los llevan al día siguiente a la misa del cementerio, no vaya ser que se traumaticen ...

Recientemente me encontré de nuevo en las redes sociales críticas muy duras contra el documento ''As resurgendum cum Christo'', donde se llegaba a citar como fuente de consulta -nada más y nada menos- un artículo publicado en L.N.E. con fecha de 6 de noviembre de 2016, titulado ''Polvo y cenizas''. En dicha columna -de opinión- su autora, la señora Carmen Gómez Ojeda en su habitual inquina hacia todo lo que huela a católico, parece que quiso a poner "una pica en flandes" casi dándoselas de teóloga, y, como es habitual en este país, algún  ignorante en la materia -como ella- le da la razón sin saber de qué va esta historia.

Deja intuir la citada, que esta Instrucción es una ofensa hacia tantísimos judíos que murieron en los campos de concentración... ¿recordará la señora Ojea que en esos campos no sólo había judíos, sino católicos, comunistas, gitanos, negros, discapacitados, testigos de Jehová, enemigos de guerra y muchos más grupos sociales y/ó religiosos?; ¿Sabrá esta señora que en esos campos murieron grandes figuras de la Iglesia como la filósofa Santa Teresa Benedicta de la Cruz o el gran propagador del culto a la Inmaculada en Polonia, como fue San Maximiliano Mª Kolbe?. Conocerá esta erudita la historia de Salvador Montes de Oca, Plácido Cortese, Alfred Delp, Otto Neururer, Bernhard Lichtenberg, Petrus Mangold, August Froehlich, Titus Brandsma, Georg Hafner, Alois Andritzki, la hermana Restituta Helena Kafka y tantísimos más? Imagino que quedarán lejos de su erudición...

Continúa su argumento con lo antiguo y lo bonito que es el fuego y lo horrible que es la inhumación y el consiguiente trabajo de la mosca azul. Pero es que aquí la cuestión no es esa, ni mucho menos; si un católico desea ser incinerado tiene el visto bueno de la Iglesia para hacerlo. Lo más llamativo -una vez más- es que a aquellos a  los que la Iglesia les importa un pepino, pierden hasta el sueño pendientes de lo que ésta dice o deja de decir, incluso cuando lo hace únicamente para los que quieren vivir la coherencia de su fe. No dudo que el horno crematorio sea más limpio y económico; ahora bien, esa puede ser la reflexión del ateo o del agnóstico, pero no es para ellos esta Instrucción sino para los cristianos que, desde sus legítimas creencias, entienden la inhumación y el pasar por el sepulcro y conocer la corrupción de la muerte como el paso indicado por el mismo Jesucristo que aguardó tres días enterrado en espera de la resurrección.                    

Algo que matiza muy bien el citado documento es el peligro de las corrientes nihilistas, y del escrito de la señora Carmen se desprende en cierto modo no sólo esto, sino toda una injerencia pagana desde el atrevimiento mayúsculo que pretende juzgar cuestiones de orden interno de la Iglesia y que afectan solamente a sus fieles.

Por otra parte, al tiempo y al hilo del juicio y prejuicio del párrafo anterior, ya sabemos todos (los de piñón fijo lo recuerdan muy a menudo) que la "Congregación para la Doctrina de la Fe" antaño fue el "Santo Oficio", como igualmente podemos imaginar que muchas instituciones del pasado han evolucionado hasta el siglo XXI que nos ocupa, mientras algunos pretendan que sus argumentos presentes se sostengan en hechos acaecidos siglos atrás, como la sentencia de la ciega sevillana, y confundir a la Inquisición (en 1826 no existía ya el Santo Oficio, dado que no había sido restablecido por Fernando VII tras el fin del Trienio Liberal) con la Junta de Fe de la Diócesis de Valencia, en relación al juicio del maestro Ripoll.

Finalmente, los prejuicios que afloran en la reflexión de la señora Ojeda ponen al tiempo de manifiesto que muchas veces el desconocimiento va unido al atrevimiento, puesto que desde la Reforma Litúrgica de los años sesenta cayó en desuso (o siendo más precisos a un plano secundario u opcional) la fórmula "polvo eres y en polvo te convertirás", sino que actualmente se dice "conviértete y cree en el Evangelio" (inspirada en el pasaje de Mc. 1,15) y que nos viene muy bien a todos, en particular los destinatarios de la Instrucción ''As resurgendum cum Christo'' ("Para resucitar con Cristo").

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