(Rel.) Junio es el mes que la Iglesia centra en el Sagrado Corazón de Jesús, cuya fiesta se celebra siempre el viernes después de la Octava del Corpus Christi, ocho días después del Jueves del Corpus, y al depender esta fecha también de la Pascua, cada año la fiesta del Corazón de Jesús se conmemora un día diferente.
Esta preciada devoción está extendida por todo el mundo y se basa especialmente en el mensaje del propio Cristo en sus apariciones a Santa Margarita María de Alacoque en siglo XVII, donde entre otras cosas, el Señor dijo: “Mira este corazón que tanto ha amado a la humanidad y a cambio no recibe de ellos más que deshonor y desprecio. Tú, al menos, ámame”. Es una espiritualidad de amor, que muestra el amor inmenso de Cristo por el hombre, y en la que pide a su vez a sus hijos ser correspondido en este amor.
¿Qué es la espiritualidad del Corazón de Jesús?
En el propio Evangelio, San Mateo recoge la propia mención de Jesús a su propio corazón, cuando dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Así es el Corazón de Jesús, manso y humilde, y así es como pide ser amado.
El corazón es símbolo de amor. Pero el Corazón de Jesús va mucho más allá, pues significa amor en su máxima expresión. Es un amor de entrega total, de entrega hasta la muerte, de hacerse hombre para morir por él y rescatarle de la muerte. No existe amor más grande en el mundo y en la historia que el del Corazón de Cristo.
Aunque desde siempre en la Iglesia ha existido en la Iglesia una devoción al Corazón de Cristo, esta espiritualidad se definió y se propagó en la Iglesia rápidamente a partir del siglo XVII. En 1670 el sacerdote Juan Eudes celebró la primera fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
Poco después, la religiosa de la orden de la Visitación, hoy Santa Margarita María de Alacoque, comenzó a recibir las visiones de Jesús, que le llegó a mostrar su Corazón, y que según explicó ella misma tenía una herida, estaba envuelto en una corona de espinas y estaba coronado con una cruz rodeada de llamas.
En estas visiones Jesús consoló a esta religiosa, mientras le hablaba del gran amor que profesaba por la humanidad. En estas revelaciones también le dijo a Sor Margarita que quería ser honrado bajo la figura de su corazón de carne, y para ello también pidió que los fieles lo recibieran con frecuencia a través de la Eucaristía.
En una de estas visiones Jesús señalando su corazón le dijo: “Mira este corazón que tanto ha amado a la humanidad y a cambio no recibe de ellos más que deshonor y desprecio. Tú, al menos, ámame”.
Esta espiritualidad del Corazón de Jesús tiene como principal objetivo mostrar al mundo el amor que Jesús tiene por su pueblo y llamar de nuevo a todos a renovar y reconocer ese amor. Jesús sólo pide una cosa: que correspondamos a su amor.
¿Qué significa la imagen del Sagrado Corazón de Jesús?
La imagen del Corazón de Jesús es un universalmente conocida. El Corazón de Cristo aparece rodeado por una corona de espinas y además está marcado por una herida. En la parte superior tiene una llama de fuego sobre la que hay una cruz. Esta representación responde a un sentido concreto. Es la misma desde hace cuatro siglos pues fue así como el Señor se lo mostró a Santa Margarita María de Alacoque mientras rezaba ante el Santísimo.
El sacerdote Julián Lozano, de la diócesis de Getafe explica que la herida del corazón procede de la muerte de Cristo, tras la cual el soldado romano lo traspasó con la lanza. “La herida del costado es un Corazón que se derrama, que se entrega, de ahí brota la salvación, la sangre y el agua, los sacramentos, la vida nueva, la vida eterna...la Iglesia".
Según asegura este sacerdote en cuya diócesis se encuentra el Cerro de los Ángeles, la imagen del Corazón de Jesús puede ayudar a comprender el amor de Cristo, de ahí que aparezcan los símbolos relacionados con su Pasión, como son la corona, y la cruz rodeada de llamas, además de la herida ya citada. "Es la forma visual de ver y entender cómo es el amor de Jesucristo, que es un amor ardiente, de un fuego inextinguible, por eso las llamas. Un Corazón que ama es un amor herido, porque le tocan nuestros pecados, por eso la corona de espinas”, añade el sacerdote.
¿Quién fue Santa Margarita María de Alacoque?
Santa Margarita María Alacoque, religiosa de la Orden de la Visitación de la Virgen María, es la gran propagadora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, del cual tuvo varias revelaciones que mostrarían la que es una de las espiritualidades más importantes y extendidas por toda la Iglesia.
En el monasterio de Paray-le-Monial, en la región de Autun, en Francia, lugar en el que también fallecería décadas después, sor Margarita María a la edad de 25 años recibió la primera de las manifestaciones visibles de Jesús que se repetirían durante dos años todos los primeros viernes de mes.
En 1675, durante la octava del Corpus Christi, Jesús se le manifestó con el corazón abierto, y señalando con la mano su corazón, exclamó: “He aquí el corazón que ha amado tanto a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento no recibo de la mayoría sino ingratitud.”
Fueron varias las visiones y revelaciones que experimentó, lo que en un principio le generó grandes incomprensiones. Sin embargo, Dios quiso ponerla bajo la dirección espiritual de otro gran santo, el jesuita San Claudio de la Colombière. Y al final de su vida, Santa Margarita pudo ver cómo la devoción al Sagrado Corazón se extendía rápidamente, incluso entre los que al principio fueron sus más grandes detractores.
En la segunda revelación, dos meses después, se produjo la gran revelación. Margarita escribe: "El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior... la cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en el la cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión."
La santa proseguía asegurando que le hizo ver que “el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en el, su amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en él todos los movimientos desordenados. Que esparciría sus gracias y bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen para tributarle honores, y que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de su amor, que quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción”.
En la tercera revelación, en junio de 1674. “Una vez, estando expuesto el Santísimo Sacramento, se presentó Jesucristo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas que se presentaban como otro tanto soles, saliendo llamaradas de todas partes de Su Sagrada Humanidad, pero sobre todo de su adorable pecho que, parecía un horno encendido. Habiéndose abierto, me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo manantial de las llamas. Entonces fue cuando me descubrió las inexplicables maravillas de su puro amor con que había amado hasta el exceso a los hombres, recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento", contó la santa.
Y añadía que "eso” -le dijo Jesús a Margarita, "fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades."
El propio Jesús le advirtió de las tentaciones del demonio: "Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija mía, no creas a la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes."
La cuarta revelación se produjo en junio de 1675. En ella, Jesús le dijo: "No puedes tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya”. Entonces el Señor le descubrió su Corazón y le dijo: "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute”.
¿Cómo fueron las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque?
En la primera revelación, 27 de diciembre de 1673, Jesús dijo a la joven religiosa: "Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía."
La santa cuenta de aquel instante: "Me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo cual hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de donde lo sacó como llama encendida en forma de corazón, poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al propio tiempo: ‘He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor, que encierra en tu costado una chispa de sus mas vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Y como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón’”.
¿Quién fue el beato Bernardo de Hoyos y cuál fue la Gran Promesa?
El beato Bernardo de Hoyos, jesuita ilustre y “apóstol del Sagrado Corazón de Jesús” fue el gran propagador de esta devoción por toda España y toda la Hispanidad en el siglo XVIII, a pesar de fallecer con tan sólo 24 años, poco tiempo después de haber sido ordenado sacerdote.
Nació en 1711, dos décadas después de que hubiera fallecido Santa Margarita María de Alacoque en Francia. Pocos en España sabían de las apariciones del Corazón de Jesús a esta religiosa en Paray-le-Monial, pero Bernardo sí tuvo la gracia de poder conocerlas.
En 1733, cuando Bernardo tenía 21 años y estudiaba Teología en Valladolid, recibió una carta de su amigo Agustín Cadaveraz que era sacerdote en Bilbao. A Agustín le habían pedido un sermón para la octava de Corpus, y recordaba que en Valladolid había leído un libro escrito en latín cuyo título era ‘De cultu Sacratissimi Cordis Iesu’, del padre Gallifet, sobre la devoción al Corazón de Jesús. Para preparar el sermón, Agustín le pedía a Bernardo que copiase determinados fragmentos de ese libro y que se los enviase.
Bernardo tomó el libro de la biblioteca y lo llevó a su habitación para copiar los párrafos pedidos. Esto es lo que relata Bernardo: “Yo que no había oído jamás tal cosa, empecé a leer el origen del culto del Corazón de nuestro amor Jesús, y sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego al punto delante del Señor sacramentado a ofrecerme a su Corazón para cooperar cuanto pudiese a lo menos con oraciones a la extensión de su culto”
“No pude echar de mí este pensamiento hasta que, adorando la mañana siguiente al Señor en la Hostia consagrada, me dijo clara y distintamente que quería por mi medio extender el culto de su Corazón Sacrosanto, para comunicar a muchos sus dones por su Corazón adorado y reverenciado, y entendí que había sido disposición suya especial que mi Hermano el P. N. (P. Agustín de Cardaveraz) me hubiese hecho el encargo para arrojar con esa ocasión en mi corazón estas inteligencias. Yo, envuelto en confusión renové la oferta del día antes, aunque quedé algo turbado, viendo la improporción del instrumento y no ver medio para ello”, contaba por carta a su director espiritual.
El 14 de mayo de 1733 en Valladolid a Bernardo de Hoyos se le apareció Jesús, que le mostró su Corazón. Además, le instó a introducir su corazón en el suyo. Pero esto no era un regalo sólo para él sino para todo el mundo, y así fue como le hizo la que es conocida como la Gran Promesa: “Reinaré en España, y con más veneración que en otras partes”.
De este modo, este joven jesuita se sintió fuertemente llamado a propagar el reinado del Corazón de Jesús, y pidió ayuda para llevar por España esta devoción con dos sacerdotes amigos suyos: el padre Pedro Calatayud y el padre Agustín Cardaveraz. Luego, Bernardo antes de morir dejó escrita la historia de esta espiritualidad en el libro Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús.
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