viernes, 30 de junio de 2023

Quedarte sin formas. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Apenas pongo formas pequeñas en las misas de diario. A ver que hago cuentas: en La Serna, Juana y ya. En Piñuécar, dos religiosas y si acaso una mujer o dos. En Braojos suelen acudir al rosario y a misa cuatro o cinco. En La Serna y en Piñuécar, a diario, no pongo formas pequeñas. Simplemente parto la grande y así comulgamos todos.

En Braojos celebro en la pequeña capilla de la Virgen del Buen Suceso. En la patena, con la forma grande, pongo tres o cuatro pequeñas y es fácil partir si me quedo corto, o consumir si me pasé de largo.

Pues les cuento que este pasado miércoles me quedé sin formas. Preparé todo para la misa calculando las tres o cuatro mujeres de siempre. Sí observé alguna más que de costumbre en el rosario, pero bueno, nos apañamos bien. Comienzo la misa, en esa capilla siempre ad orientem, y de repente, me vuelvo, y ¡leches! once en misa.

Nuestra misa de diario es ciertamente especial. Celebramos en la pequeña y recogida capilla de la Virgen del Buen Suceso y “ad orientem". Nos hemos acostumbrado a cantar sanctus y agnus en latín sin problemas y alguna vez, al final, entonamos un precioso canto a la Virgen nada menos que de Juan del Encina “Pues que tú reyna del cielo tanto vales…”, que es una canción de esas que si las interpreta algún coro especialista en música medieval es una maravilla, pero si la cantan el cura de Braojos y algunas señoras, se convierte en carcundia. Normal. No vamos a comparar a Juan del Encina con “Mientras recorrres la vida".

A lo que vamos. Seis o siete en el rosario y once en misa.

Se comprueba lo tantas veces proclamado: con la iglesia cerrada no acude nadie. Si está abierta, quién sabe.

Tengo mis teorías sobre las cosas. Una de ellas, la de las puertas abiertas. Pero tengo más. Por ejemplo, que a todos se nos ocurre, con frecuencia, preguntarnos qué hacer o dónde ir. Esto es lo que rige la vida de los políticos, los animadores socio culturales. Yo creo que nosotros, como Iglesia, estamos llamados a más, y, curiosamente, quizá más sea menos, y perdón por el trabalenguas. Nuestro más consiste en hacer presente a Cristo y hacer ver en medio de nuestros pueblos que Cristo está presente, que la Iglesia está viva y que cada día se nos llama a ponernos en la presencia de Dios. Puede parecer inutilidad, pero es una inutilidad que hace ver al mundo la vaciedad de tanto hacer y tanto programar.

Decían los antiguos que las campanas son la voz de Dios. Sí. Las campanas, el señor cura que va y viene, las mujeres, y algún hombre, acudiendo al rosario y a misa, también a diario.

¿Pero la gente va? Va. El miércoles me tocó la multiplicación de las formas.

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