sábado, 3 de junio de 2023

Don Clemente Serna González, el abad de Silos que apuntaba al cielo como el ciprés. Por Rodrigo Huerta Migoya

Tuve la suerte de conocer al Padre Abad Don Clemente en el verano de 2006. Me impresionó su sencillez, humanidad, su hondo saber... Fue una figura clave en la Iglesia española del siglo XX, apostando por tantas realidades que se daban ya por superadas. Quizás en estos días la más destacada sea la de su papel como promotor del canto gregoriano en un tiempo en que parecía haberse extinguido; y todo su impulso por dar a conocer la vida monástica y la espiritualidad benedictina, la cual fraguó toda su vida en una búsqueda constante de Dios. Don Clemente supo adelantarse a los tiempos haciendo aquello que muchos años después pediría el Papa Benedicto XVI: hacer propicios en la Iglesia de hoy "atrios de los gentiles". Este es el matiz que este gran Abad de Silos logró dar a su monasterio, convirtiéndolo no en un faro luminoso como dicen algunos, sino volviendo a ser lo que ya había sido en el pasado, pero que había perdido su brillo.

Desde los orígenes del monasterio, inicialmente llamado San Sebastián de Silos, tenemos noticias de al menos ciento tres abades de los cuales repitieron en el cargo -cuando éste era temporal- en dos ocasiones, quince de ellos: Bartolomé de Santo Domingo (1546–1553) (1556–1559), Gregorio de Santo Domingo (1553–1556) (1559–1561), Diego de Roa (1602–1604) (1606–1607), Alonso de Belorado (1598–1601) (1604–1606), Francisco de Valdivia (1610–1613) (1625–1629), Benito de la Guerra (1617–1621) (1629–1631), Placido Fernández (1631–1637) (1641–1642), Manuel Cortés (1649–1653) (1657–1659), Bernardo Ordóñez de Vargas (1669–1673) (1677–1681), Melchor de Montoya (1685–1689) (1705–1709), Isidoro de Quevedo (1725–1729) (1737–1741), Baltasar Díaz (1729–1733) (1749–1753), Isidoro Rodríguez (1733–1737) (1741–1745), José de Ceballos (1761–1769) (1781–1785) e Isidoro García (1793–1797) (1798–1801) y tres ocasiones los abades Juan de Heredia (1584–1587) (1590–1592) (1601–1602) y Juan de Castro (1681–1685) (1689–1693) (1697–1701), lo cual muestra de que fueron queridos por los monjes. El mejor abad de todos los tiempos fue indiscutiblemente Santo Domingo, cuyo abadiato marcó tanto a la comunidad y a la localidad que pueblo y cenobio pasaron a ser conocidos tiempo después ya no por su nombre original, sino por el del Santo abad. Otro gran abad que murió en olor de santidad y cuyo cuerpo se conserva y venera en la abadía es el del Beato Rodrigo Guzmán, por el que lógicamente en razón de su nombre tengo un especial cariño y devoción.

A lo largo de la historia de Silos hay muchos períodos interesantes desde su enigmático comienzo, cuya primera noticia aporta Fernán González en el año 954. Aunque como hipótesis, algunos calculan su posible fundación en el siglo VI bajo el reinado de Recaredo, ciertamente, sin poderse contrastar. Qué decir del terrible paso de Almanzor, la restauración material y espiritual de Santo Domingo, la etapa de su gloriosa jurisdicción y señorío en los siglos XII Y XIII teniendo unas 29 iglesias en su haber, y levantándose quince nuevos pueblos en tierras del monasterio. Pero la gloria de aquel siglo XIII con un maravilloso scriptorium, biblioteca, taller de orfebrería y numerosas peregrinaciones tras la canonización del abad Domingo, empiezan a entrar en decadencia con el golpe final del incendio del año 1384. En el siglo XVI la orden benedictina de Valladolid con fuerza en aquel momento, juega en contra de Silos. En el siglo XVIII se toma la decisión de tirar el templo románico que estaba en muy mal estado para levantar una iglesia más digna. Se realizó bajo dirección de Antonio Machuca siguiendo los planos de Ventura Rodríguez. Sí fue importante en el siglo XVIII su botica que aún se conserva, la cual se ha hecho famosa en las últimas décadas por la obra de Umberto Eco: ''El nombre de la Rosa'' (1980), novela que tuvo la inspiración de escribir visitando la farmacia del monasterio silense. Prueba de ello es que el monje que en su relato envenena las páginas del libro se llama "Jorge de Burgos..." Otro momento de dolor fue la guerra de la independencia que causó pequeños daños en el edificio del monasterio, aunque el mayor fue el robo de su original beato transcrito y miniado de 1073 a 1109 y que José Bonaparte traspasaría de forma ilegal en 1840 al British Museum de Londres.

También en la historia de Silos hay personajes interesantes; me quedo con algunos no muy lejanos como el monje boticario del siglo XVIII el P. Isidoro Saracha, considerado en su momento el mayor entendido en botánica del mundo, hasta el punto de ser requerido por la Casa Real española para que fuera él quien dictaminara las mejoras que requería el Jardín Botánico de Madrid. Otras figuras interesantes son las del Abad Fernando de Lienzo y Fray Domingo de Silos Moreno en lo relacionado con "la francesada" y el monasterio, con la ocultación de la urna con los restos de Santo Domingo en la casa parroquial de Moncalvillo de la Sierra tras una falsa pared, donde permanecieron ocultos y a salvo hasta 1813. Cinco años después en 1918 Fray Domingo era preconizado obispo de Cádiz... Y qué decir del abad que tuvo que afrontar el cierre del monasterio y la dispersión de los monjes en 1835, Rodrigo Moreno Echevarría Briones, nacido curiosamente en el otro rincón cuna del castellano como es San Millán de la Cogolla. Ante la desamortización, logró que acogieran a un grupo de monjes en la parroquia de San Martín de Madrid mientras que él solicitó al Arzobispado ser nombrado párroco del pueblo de Silos para poder salvar todos los objetos de valor del monasterio. En 1857 fue nombrado obispo de Segovia y se llevó los tesoros del monasterio con la intención de custodiarlos en la esperanza de que mientras, se pudiera restaurar el monasterio. Por desgracia a su muerte, designó a un monje benedictino como albacea, el cual no valoró la importancia de lo que tenía en sus manos y lo sacó a subasta para hacer arreglos en las ruinas del monasterio. Como alguien dijo: ''por tan sólo 30000 reales se vendió la ciencia acumulada en Silos durante diez siglos''. Así hoy los manuscritos y joyas bibliográficas de Silos se encuentran en la Biblioteca Nacional de París, su Biblia Gótica en Croacia, y el resto en la Biblioteca Británica y otras bibliotecas europeas. Actualmente las glosas silenses se encuentran en Londres, siendo consideradas esas 368 palabras de las primerísimas en lengua castellana.

Las leyes francesas de exclaustración dan pie a que un grupo de monjes franceses llegue a las ruinas de este monasterio castellano el 18 de diciembre de 1880, curiosamente el día de Nuestra Señora de la Esperanza. Desde la restauración de la vida monástica en Silos por los monjes de San Martín de Ligugé de la Congregación de Solesmes, no se ha vuelto a interrumpir la vida monástica hasta el día de hoy. Los monjes franceses no sólo trajeron vida a un monasterio muerto, sino también la gran devoción a San José o al Sagrado Corazón, sin olvidar que fueron los que plantaron la secuoya de Silos que según contaron siempre los monjes mayores vino del Canadá; y el ciprés, que como dicen en el lugar: ''si el árbol se plantó con el canto, el canto lo sigue haciendo crecer''. Persona clave en la restauración de Silos fue el Padre Alphonse Guepin y Le Coniac, que fue elegido por sus hermanos como primer abad de la restaurada comunidad. Su recuerdo sigue vivo en Silos, pues es considerado la figura más reconocida de aquella bendita restauración que devolvió al monasterio la belleza perdida y la vida de oración interrumpida hacía cincuenta y cinco años. A la muerte del primer abad francés es elegido abad el burgalés de Castroceniza, P. Luciano Serrano y Pineda, gran historiador medievalista, entendido del canto gregoriano y autor de más de una docena de libros. Su tiempo como Abad vivió un florecer vocacional que permitió nuevas fundaciones en Buenos Aires, Ciudad de Méjico y el Priorato de Montserrat de Madrid y Estíbaliz (cerrado recientemente). A la muerte de Don Luciano había más de cien profesos en el monasterio de Silos. Le sucede en el cargo el P. Isaac María Toribios Ramos, palentino de Santoyo. Gran latinista y helenista; fue profesor de estas materias. Aficionado a la arqueología llevó a cabo excavaciones en la iglesia barroca del monasterio tratando de identificar el perímetro del templo primitivo en busca de los orígenes visigóticos. Destinado al País Vasco fue prior de la comunidad benedictina de Vitoria, promocionando el culto a la patrona de la Provincia con la creación de la revista "Estíbaliz". Fue elegido abad en 1944, llevando a cabo importantes decisiones como la restauración del claustro románico, la sala capitular o la grabación en 1958 del primer disco de canto gregoriano. Restauró el monasterio de San Salvador de Leyre (1954), concedió la independencia a Estíbaliz que hasta ese momento era priorato (1955) y fue también el fundador del monasterio de Santa Cruz del Valle de los Caídos al enviar monjes de Silos para hacer realidad el proyecto demandado por el gobierno. Falleció en 1961 siendo enterrado en el claustro. Días después fue elegido abad Don Pedro Alonso Alonso, burgalés nacido en el mismo pueblo que el Padre abad Luciano. Los dos últimos años de Don Isaac María, era el Prior. Fue Don Pedro un abad también querido y recordadísimo pastor de esta Abadía, al cual le tocó afrontar momentos nada fáciles para la comunidad como la adaptación en la liturgia y la Regla de vida al Concilio Vaticano II, o la situación del trágico incendio de 1970 cuando se perdió la valiosísima colección de Etnografía e Historia Natural, conservada desde hacía siglos y siendo dañadas las estructuras principales del edificio, lo que parecía el final del monasterio. Realizó importantes reformas en la Abadía, y durante su mandato se grabó por segunda vez en el monasterio logrando esta vez ya una fama internacional, aunque algunos de estos documentales salieron a la luz cuando ya había fallecido. Durante su abadiato unió el monasterio fundado por Silos de San Rafael de Méjico, al Monasterio benedictino de Tepeyac en 1971, y concedió la independencia al monasterio navarro de Leyre en 1979. Aunque renunció a su cargo, falleció a las pocas semanas recibiendo cristiana sepultura en la cripta del templo abacial, esto ocurrió en 1988 año en que fue elegido el P. Clemente, y bendecido como nuevo Abad.

Natural de Montorio, bautizado en la parroquia de San Juan Bautista, su vida fue la de un auténtico asceta amigo del silencio, al tiempo que de la predicación como el patrono de su pueblo. Creció en el seno de una familia religiosa con una tía monja y un tío monje en Silos. Muy niño sintió la vocación religiosa ingresando en el seminario menor de Burgos a los diez años, y pasando después a la Escuela Apostólica (Oblatorio) de Silos, con trece; profesó en 1964. Estudió la filosofía en Silos y la teología en Solesmes, recibiendo la ordenación sacerdotal en 1971. Por sus capacidades para el estudio fue enviado a Roma donde se doctoró en Teología Espiritual por el Pontificio Ateneo de San Anselmo, al tiempo que obtuvo la Diplomatura en Archivística, Paleografía y Arqueología Cristiana. Concluida la formación ejerció de profesor de teología espiritual con especialización en Patrística Monástica; Maestro de Novicios en la Abadía de San Pablo Extramuros de Roma, y Capellán de la Casa Madre de las Hermanas de la Divina Providencia en Roma. A su regreso a España fue designado Secretario de la Sociedad Española de Estudios Monásticos y fue miembro fundador del “Groupe de Chevetogne”, foro constituido para favorecer la reflexión sobre Europa; y vocal del Consejo de Gobierno de la Confederación Española de Religiosos y Religiosas, de la Comisión Episcopal de Obispos-Superiores Mayores, y del Consejo Social de la Universidad de Burgos.

Han sido muchísimos los trabajos que se han llevado adelante liderados por el padre abad Clemente, pero ciertamente, con toda la comunidad apoyando y trabajando los mismos. Son tantos, que haría falta un libro entero que pudiera recoger los frutos del abadiato de Don Clemente Serna. Desde las obras materiales en el edificio del monasterio: reformas, restauraciones... hasta la puesta en marcha de múltiples iniciativas como la Asociación Amigos de Silos (1990), la Fundación Silos (2000), la restauración del convento franciscano de Silos para hospedar a mujeres y familias, las mejoras del museo y la ampliación de productos para la tienda; la incorporación de la comunidad al mundo de Internet, y hasta las salidas de todos los monjes fuera del lugar como cuando se acercaron a Soria para cantar "vísperas" en San Leonardo de Yague.

Decían los monjes franceses que visitaban Silos que sus campanas sonaban a cacerolas, y ésta fue una de las obras de este Abad: la adquisición de nuevas campanas para la torre del monasterio. Se promocionaron muchísimas publicaciones, no sólo las recogidas en cada edición de glosas silenses, sino en libros y opúsculos que personas amigas, investigadores o monjes de la Casa han ido publicando a lo largo del tiempo. Hay muchos rostros de Silos que dar a conocer: Silos como cuna del castellano, el Silos artístico con la joya del claustro, el Silos espiritual con la vida del Santo y sus recuerdos, el Silos poético, paisajístico... Pero Don Clemente nunca quiso encasillarse en uno sólo; no quería un museo frío, ni profanar el tesoro del silencio monacal, ni tampoco permanecer inamovible al socaire del "siempre se hizo así"... Supo conjugarlo todo, fundamentalmente desde la bendita acogida benedictina que sabe recibir al huésped como pedía San Benito: "como al mismo Cristo, pues Él mismo ha de decir: “Huésped fui y me recibieron”.

En los momentos en que las políticas de los gobiernos de España han sido más beligerantes contra la fe católica, han surgido "miedos" en muchos lugares monásticos; uno de ellos dicen que fue Silos, donde durante el gobierno de Rodríguez Zapatero llegaron comentarios calamitosos que alertaban al Abad para estar preparado para lo peor. Personalmente, nunca me he creído esa interpretación de que el Padre Abad temiera que pudieran verse en la calle en cualquier momento, y por eso se habrían restaurado las ruinas del abandonado convento de San Francisco de Silos, que durante décadas los monjes utilizaron como fábrica del monasterio, por si acaso. Es cierto que aunque el Monasterio desde sus orígenes perdidos en la lejanía del medievo siempre fue propiedad de los monjes de San Benito, lo también cierto es que desde la desamortización no han vuelto a ser dueños de su Casa, y creo sólo por el bien cultural que han devuelto a la Nación merecen que el gobierno les devuelva la titularidad de su Morada. Aunque el verdadero motivo de rehabilitar el cenobio franciscano antaño llamado de Santa María del Paraíso, fue para albergar todo lo que hoy allí disfrutamos: una hospedería externa por así llamarla, un pequeño museo, una tienda, un restaurante, salas de reuniones y eventos, etc.

Tuvo un gran compromiso Don Clemente por fortalecer los vínculos de la comunidad con los lugares relacionados con Santo Domingo de Silos, especialmente con Cañas y otros lugares de España donde se le tiene devoción o es Patrono. Qué decir de la relación con la Orden de Predicadores, ya que Santo Domingo de Guzmán debe su nombre a que su piadosa madre, la Beata Juana de Aza, era una gran devota del abad de Silos. Siempre hubo un gran vínculo entre los frailes de Caleruega y los monjes de Silos. Así mismo, la atención solícita hacia tantas comunidades benedictinas tan unidas a Silos como la de San José de Burgos, San Salvador de Palacios de Benaver, la Santísima Trinidad del Tiemblo de Ávila o Santa Cruz del Valle de los Caídos, todas vinculadas todas a Silos. También desempeñó un papel notable en el cuidado de la comunidad benedictina del monasterio de Canarias cuyos novicios se formaron en Silos, y bajo cuya tutela de esta la Abadía estuvo la Casa Canaria hasta la incorporación de esa comunidad a la Congregación Benedictina Sublacense Casinence. Qué decir de sus desvelos por el cuidado del Priorato silense de Montserrat de Madrid; su preocupación por renovar y mantener siempre aquella comunidad, su deseo de sacar adelante la causa de sus mártires hoy ya beatos, o la apuesta de emplear una parte de dicho edificio como enfermería para los monjes de Silos más enfermos y dependientes... Hablando de enfermos, le tocó buscar remedio al ciprés con la ayuda de una empresa especializada, la cual supo salvarlo cuando este parecía que empezaba a secarse, y fue atendido por el ingeniero agrónomo Juan Tuset, del Departamento de Protección Vegetal del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA).  ¿Qué sería de Silos sin su ciprés? ese que definió Gerardo Diego magistralmente: ''Enhiesto surtidor de sombra y sueño/ que acongojas el cielo con tu lanza''... Aún recuerdan los monjes cuando un profesor de literatura llegó a verlo con sus alumnos y se emocionó tanto a declamar los versos que en lugar de decir acongojas le salió "acojo..."; o cuando le preguntaban al guía del monasterio Enrique Molinero, por el ''arcipreste de Silos'' al confundir el árbol con el cargo del Arcipreste de Hita, de Juan Ruiz... Son muchos los poetas los que le han cantado a este árbol: Unamuno, Machado, Alberti... Y muchos los monjes benedictinos como Fray Justo Pérez de Urbel con su composición «El criprés del Claustro», considerada una de las mil mejores poesías de la lengua castellana. 

Otra decisión muy aplaudida por los monjes fue el deseo del abad Clemente de instalar el cementerio de la comunidad en la huerta jardín del monasterio y dejar de ser enterrados en el cementerio del pueblo. Eran ya demasiados enterramientos de monjes en tan poco espacio y Don Clemente pensó que se les hacía un favor a las gentes del pueblo al quedar más espacio en el cementerio para ellos, y se hacía también un favor a la comunidad de tener en la Casa a los que ya han partido hacia la del Padre... En cuanto empezaron las excavaciones y la obra para el nuevo cementerio monástico los monjes mayores se hacían bromas preguntándose quién tendría el honor de estrenarlo. El primer monje que recibió aquí cristiana sepultura fue el Hermano Regino el 20 de julio de 2008. Curiosamente, Fray Regino solía comentar respecto a la realidad de Silos: ''aquí nos pasamos toda la vida en el monasterio, y una vez que nos morimos nos sacan fuera''. Por lo que fue para él un regalo el que por fin los monjes comenzaran a enterrarse "intra muros". El Hermano Regino destacó por su labor de orfebrería artesanal, siendo requerido para colaborar en la restauración de la Cruz de la Victoria de Oviedo. Al Padre Clemente le hubiera gustado haber podido perpetuar ese oficio en los monjes jóvenes, pero no pudo ser. 

Cuanto trabajo, no sólo preparando con mimo cada alocución y conferencia a sus monjes, sino también retiros, charlas, pregones y homilías por media España y hasta fuera de ella. Es muy extensa su obra escrita diseminada en discursos, libretos, y revistas académicas... Merecen especial mención sus colaboraciones en el Boletín de la Real Academia Española, Burgense, o Cuadernos monásticos. Tres libros suyos que tuvieron una gran acogida fueron: “La Cuaresma y la vida monástica benedictina”, “Para encontrar a Dios” y “Orar con María”.

Qué decir de su cercanía a los Encuentros Misioneros Silos, al propio pueblo silense o a la realidad de la diócesis burgalesa que siempre requería que los monjes asumieran encomiendas en algún pueblo del entorno. Pero su principal misión, fue la de cuidar del rebaño de su cenobio, del cual como dice el ritual de bendición: ''habrá de dar cuentas''. Supo ser Don Clemente cercano a la realidad de cada uno de sus monjes sabiendo ser para ellos lo que pide San Benito: ''enseñar todo lo bueno y lo santo más con obras que con palabras''. Aún sentado en el centro de la sala capitular se veía su humildad natural, su voz que transmitía en paz el sentir de un hombre que vivía de oración y que a partir de ahí sabía ser maestro, pastor y médico para las almas de sus hermanos. 

Para él cada monje había de ser puesto en la faena en la que destacaba, de forma que no sólo él creciera, sino que de esa destreza se beneficiara toda la comunidad. Desde la huerta a la licorería, la miel o la instrucción de los novicios, la cocina o el ensayo del canto, el ornato del templo o la encuadernación, la venta en la tienda o la explicación turística, la hospedería o la biblioteca, lavandería o sacristía...Pero todos al fin y al cabo en el "ora et labora" compartiendo lo que atañe a todos. Siempre se mostró agradecido con las vocaciones que Dios les mandaba; no eran muchas para poder enviar monjes a ampliar estudios fuera, por ejemplo a San Anselmo, pero bastaban para mantener Silos y su Priorato madrileño con suficiente dignidad. Dio mucho y, sin embargo, siempre consideró que recibía más de lo que podía dar. En cierta ocasión alguien le preguntaba por la basílica del monasterio, pues en opinión de este eclesiástico estaba muy desangelada y con aspecto frío para ser obra de Ventura Rodríguez. Ahí Don Clemente le explicó que originalmente el templo estaba cargado, y que en 1963 al reformar la iglesia cambiando el presbiterio al extremo opuesto se quitó ésta. Ojalá la Junta de Castilla y León pudiera ayudar con alguna subvención para recuperar el estado original del templo, pudiéndose cargar y pintar sus paredes como en el proyecto original. Nadie duda que es quizá el templo más visitado de la Comunidad Autónoma por personas de todo el mundo. Era muy sensible al arte; tuvo una época en la que se sintió muy atraído por el arte contemporáneo promoviendo numerosas exposiciones temporales de este arte contemporáneo en colaboración con el Ministerio de Cultura y la Cámara de Comercio de Burgos, pero con el paso del tiempo volvió a sentirse más llamado por los cánones clásicos. En la ciudad de Burgos se han colocado antiguos retablos de localidades hoy sin población para salvaguardar ese arte, quizá le hubiera gustado al Padre Clemente haber encontrado algún retablillo así poder colocar en sustitución del cristo moderno que preside el templo -como también le plantearon algunos oblatos- y sustituir el altar y el ambón por otros que imitaran el estilo románico, pero eran demasiadas las peticiones y sugerencias que tenía en todos los campos... Recuerdo una conversación con él -creo que fue en 2010- cuando hablando del Beato Rodrigo de Silos me reveló con cierta tristeza que le hubiera gustado haber logrado abrir la a causa de canonización, a pesar de su antiguedad. Yo le apunté que no era nada descabellada su propuesta, pues el entonces recién llegado obispo de Córdoba había manifestado a los sacerdotes diocesanos su deseo de lograr la canonización de "Osio" que vivió entre los siglos III y IV. Don Clemente se interesó por ese caso en concreto y me reveló que le gustaría consultar el asunto con altas instancias, pero noté en él que sabía algo que los demás desconocíamos y creo que eran los inicios de su enfermedad de la que era totalmente consciente, y por la que tras los pertinentes estudios médicos se dio cuenta que día a día sus facultades se verían cada vez más deterioradas por el "alzhéimer". 

La enfermedad le cambió la vida al pobre abad de Silos, hasta el punto de anunciar la renuncia a su cargo vitalicio en una fecha muy especial como lo fue el día de su santo del año 2011, siendo relevado en marzo de 2012 al ser elegido el P. Lorenzo Maté Sandornil O.S.B., el actual abad de Silos. Había muchos proyectos en el tintero, pero su cuerpo ya no podía seguir. Siempre que acudía a Asturias especialmente a revisiones de la vista a Oviedo, encontraba tiempo para escaparse hasta la Parroquia de San Félix de Candás para orar a los pies de su Cristo. Los últimos años del P. Clemente fueron de una total configuración con Jesús sufriente en la cruz; la última fotografía que vi de él en silla de ruedas me partió el corazón, al ver a un hombre de Dios del que no quedaba en aquella estampa ningún rastro de lo que había sido este vital y multifacético hombre. Cuando el Priorato madrileño ya había cantado las primeras vísperas en la antesala del día grande de la Patrona de la Casa Nuestra Señora de Montserrat, Ella le vino a buscar para dejar este tiempo de pascua temporal por la Pascua del cielo que no termina. Ya se ha encaminado a lo alto, a ese cielo al que el ciprés sigue mirando... Llegó en la Pascua tu pascua atravesando la muerte, esa muerte que bien definió el P. Bernardo Recaredo: ''No tenía guadaña entre sus manos/ ni su rostro era seca calavera / era pálida, fea, triste. fría/ con su rostro cubierto de crespones/ carroñera que olía a sepultura''... Querido Padre Clemente, ha terminado la prueba y ya ha alcanzado la meta yendo a encontrar al que toda una vida buscó, alcanzando la paz que trazó su existencia, y no se ha terminado para usted el Oficio Divino sino que realmente será ahora cuando empiece y haga suyo el salmo: ''Misericordias Domini in aeternum cantabo'' (Cantaré eternamente las misericordias del Señor)-.

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