Hoy es un día de penitencia, ayuno y abstinencia. Los únicos sacramentos que se pueden celebrar en este día son la confesión y la unción de enfermos. Hoy la Iglesia no celebra la eucaristía, no se permiten tampoco los funerales, únicamente se puede dar sepultura a los difuntos sin canto alguno ni tocando las campanas. A los enfermos se les puede llevar la comunión a cualquier hora del día.
En este día no conviene el uso de instrumentos, únicamente para sostener el canto, pero nada más. Si quiere hacerse alguna monición para explicar las características de este oficio debe hacerse antes de comenzar la liturgia, y no una vez que haya comenzado la procesión de entrada.
La Iglesia pide que el Oficio de la Pasión y muerte del Señor se celebre lo más cerca posible a su hora auténtica: la hora nona (sobre las tres de la tarde). Por motivos pastorales puede celebrarse a otra hora, más nunca después de las nueve de la noche de este día.
La celebración de hoy consta de cinco partes: la entrada con la procesión en silencio, la postración del sacerdote y los fieles de rodillas orando. En segundo lugar la liturgia de la palabra que tendrá como momento principal la solemne lectura de la pasión; en algunos lugares se hace incluso cantada. Dios ha hablado a su pueblo, y ahora nosotros su pueblo actual, le pedimos en la oración universal. En tercer lugar la adoración de la cruz, en este momento se aprovecha también en muchos lugares para hacer la colecta pontificia por los santos lugares, colocando un cestillo a los pies de la cruz. En otros sitios acostumbran a hacerlo al comienzo del rito de la comunión, aunque no es conveniente, pues se distrae a los fieles en un momento muy importante. Hay quienes tienen por costumbre hacer una pequeña monición sobre la colecta. En cuarto lugar la comunión con la reserva eucarística del día anterior. Nos configuramos con Cristo partido y repartido por nosotros. En quinto y último lugar las oraciones finales que terminan sin despedida alguna.
Para la liturgia del Viernes Santo el presbiterio debe de estar sin flores, el altar desnudo (sin mantel, candelabros y cruz), el sagrario continúa abierto y vacío -lógicamente sin vela o lámpara-. Es conveniente retirar también todo lo que normalmente se tiene en las credencias: vinajeras, campanillas, acetre, lavabo... Para mayor austeridad si las credencias se tienen normalmente con un paño, retírese también para mostrar la austeridad de este día. En la credencia únicamente se ha de tener preparado el misal -sin atril- para el rito de la comunión, el humeral -paño de hombros- para ir a por el Santísimo al Monumento y reservarlo tras la comunión. Téngase también un par de purificadores para la adoración de la cruz y para el sacerdote en el momento de la comunión.
Para mostrar de forma clara que es un día en que ese estar en tinieblas conviene encender las luz indispensable. A poder ser no se enciendan las lámparas y focos principales, de modo que el templo de aspecto de penumbra. En algunos lugares para cuidar esto colocan pequeñas luces para facilitar la visión a la hora le leer en el ambón, el atril o la sede.
La celebración se inicia en silencio. Los acólitos y el sacerdote inician el oficio entrando en procesión sin canto. Al llegar frente al altar el sacerdote se postra en tierra en oración, los acólitos y los fieles se unen a esa oración corporal arrodillándose en silencio. Tras unos instante de oración en silencio el sacerdote realiza la oración colecta y tras esta comienza la liturgia de la palabra. Se manifiesta con este signo penitencial la tristeza de la Iglesia por la pasión y muerte de su Esposo, así como la la humillación «del hombre terreno» .
La liturgia de la palabra transcurre igual que el domingo de ramos; es decir, tras la segunda lectura no hay canto de proclamación al evangelio ni incensación ni signación, sino que directamente se inicia la lectura de la pasión según San Juan. En el momento en que se dice ''expiró'' todos se arrodillan; en este momento también se puede hacer un canto apropiado.
Terminada la lectura de la pasión tiene lugar la homilía; conviene que el sacerdote concluya invitando a los fieles a la oración y meditación personal del misterio de la muerte del Señor que la Iglesia contempla en este día.
Seguidamente tiene lugar la oración universal, en que se pide: 1 por la Santa Iglesia, 2 por el Papa, 3 por los ministros y por los fieles, 4 por los catecúmenos, 5 por la unidad de los cristianos, 6 por los judíos, 7 por los que no creen en Cristo. 8 por los que no creen en Dios, 9 por los gobernantes y 10 por los que se encuentran en alguna tribulación.
Terminada la oración universal tiene lugar la adoración de la cruz; conviene tener preparada previamente la cruz cubierta con un paño rojo en la parte trasera del templo en alguna mesa junto a dos candelabros (y un mechero). Llegado el momento de la adoración de la cruz el sacerdote o un diácono se dirige al comienzo de la nave del templo acompañado de dos acólitos. El sacerdote toma la cruz cubierta y los acólitos un cirio cada uno poniéndose a cada lado. Las rubricas detallan cada momento:
''El sacerdote, o el diácono, con los ministros, o bien otro ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia, donde toma la cruz ya descubierta; los ministros le acompañan con las velas encendidas, y van procesionalmente por la iglesia hacia el presbiterio. Cerca de la puerta, en medio de la iglesia y antes de subir al presbiterio el que lleva la cruz la eleva y canta la invitación Mirad el árbol, a la que todos responden Venid a adorarlo, y después de cada una de las respuestas se arrodillan y la adoran en silencio durante unos momentos, como se ha indicado antes. Después se coloca la cruz con los candelabros, según se ha indicado antes''.
La otra fórmula más sencilla es esta ''El sacerdote, de pie ante el altar, toma la cruz, descubre un poco su parte superior y la eleva y comienza a cantar la invitación: Mirad el árbol de la Cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario, la “schola”. Todos responden: Venid a adorarlo, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante unos momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto. Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz y de nuevo, elevándola, cantar la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez. Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez''.
Después el sacerdotes, los acólitos y los fieles se acercan a venerar la cruz. Las rúbricas dicen ''se acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de veneración (por ejemplo besándola), según las costumbres de cada lugar''.
La liturgia pide que únicamente se de una cruz a venerar, no más de una debido al número excesivo de fieles. En caso de ser haber muchos fieles para no alargar la celebración más de lo conveniente es preferible que el sacerdote muestra la cruz y invite a la adoración comunitaria con una sencilla monición o un canto apropiado.
Durante la adoración de la cruz tiene lugar el canto de los improperios. También se pueden cantar algún canto propio de este día cómo: Tú cruz adoramos, Oh Cruz fiel, Pueblo mío...
Terminada la adoración de la cruz se revista el altar con el mantel más sencillo y simple que haya; cuando los fieles hayan vestido el altar el sacerdote extiende el corporal y a continuación acompañado por dos acólitos se dirige al Monumento. El sacerdote con el humeral extrae la píxide del Monumento y traslada bajo el paño de hombro los copones. Los acólitos toman dos candelabros del monumento y acompañan al Santísimo con un cirio a cada lado. Importante tener en cuenta donde se ha guardado la llave del Monumento el día anterior para tenerla ahora a mano.
Si hay un diácono en la celebración acerca el corporal y lo extiende sobre el mantel ya colocado en el altar para que el sacerdote coloque sobre éste el corporal.
Llegado al altar se depositan los copones sobre el corporal, el sacerdote se despoja del humeral, se retiran las tapas de los copones del altar y un acólito acerca el misal al altar. El sacerdote abre el misal por el rito de comunión y puede entonar ''Fieles a la recomendación del salvador...''
No se dice ''Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles...'' dado que no hay rito de la paz.
En el momento del Cordero el sacerdote dice la rúbrica ''hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre el pixis y dice en voz alta, de cara al pueblo: Este es el Cordero de Dios...''
Durante la comunión la liturgia recomienda que se cante el salmo 21, terminada la comunión el Santísimo se reserva
La cruz se deja en el templo en un lugar visible donde pueda ser adorada y venerada por los fieles. Desde la adoración de la cruz hasta la vigilia pascual se hace genuflexión a la cruz dentro del templo cada vez que pasamos ante ella o al entrar y salir de la iglesia.
Terminada la comunión el Santísimo se retira del templo, siendo reservado en otro tabernáculo en la sacristía u oratorio de la parroquia fuera de la iglesia parroquial. Termina así el Oficio sin la presencia de Jesús Sacramentado, la iglesia queda sin su Esposo, el centro de atención será el crucifijo en las siguientes horas. No vuelve el Santísimo al templo hasta antes de comenzar la vigilia pascual cuando el sacerdote lo trasladará al Sagrario del templo donde no estaba desde que terminó la misa de la cena del Señor. Terminado el oficio el altar vuelve a quedar desnudo (No es necesario desnudar el altar antes de terminar el oficio, puede hacerse en otro momento posterior), se apagan las velas del Monumento y se desmonta este.
Terminada la Comunión y habiéndose retirado ya el Santísimo del templo se recomienda unos minutos de silencio. Tras el momento de interiorización el celebrante hace la oración correspondiente. La oración final al ser sobre el pueblo es recomendable pedir a los fieles que se inclinen antes de iniciarse esta. Se sale del templo en silencio sin ninguna despedida. Si inmediatamente al oficio tiene lugar la procesión del Santo Entierro se inicia sin ningún saludo del celebrante del tipo ''procedamos en paz'' etc. Se recomienda que en dicha procesión no se entone ningún canto del tipo eucarístico o festivo, únicamente es aconsejable aparte del acompañamiento de una banda el canto de algún motete relacionado con la muerte del Señor o especialmente el salmo miserere. Los sacerdotes, religiosas y fieles que participan en el Oficio de este día no están obligados al rezo de vísperas.