viernes, 31 de octubre de 2025

Hoja Informativa del Cementerio Parroquial de Lugones 2025


MOVIMIENTO ECONÓMICO:

‐SALDO a 01/11/2024: 17.402´23€

‐INGRESOS por cuotas, servicios y colectas desde el 01/11/2024 al 31/10/2025: 20.182´00€

TOTAL INGRESOS: 37.584´23€

Seguimos observando que servicios y colectas se mantienen a la baja. Es importante regularizar y actualizar las cuotas los que no lo hayan hecho aún: 10€/Nicho/año). De igual modo, algunos sólo se ponen al día cuando se les exige por la Funeraria Concesionaria de los servicios al ejercitar ‐por necesidad‐ el “Derecho de Uso”. Indicamos que los nichos que en el tiempo se observe que no abonan la cuota y/ó se encuentren en estado de “abandono” (material y económico) podrán ser intervenidos y puestos nuevamente a disposición parroquial ante la necesidad de nuevos enterramientos, trasladando los restos que hubiere en ellos con el debido decoro al Osario Parroquial.

GASTOS:

‐Reparaciones y arreglos de zonas comunes (desconchados, cargas, pinturas puntuales en zonas concretas) 3.188´00€

-Drenajes por atascos y limpieza de desagües y alcantarillados 3.735´00€

‐Retrocesiones compensadas en las titularidades de nichos antiguos y saneamiento de estos para nueva disposición 11.150´00€

‐Mantenimiento general, materiales de limpieza y limpieza ordinaria y de aceras 2.580´76€

TOTAL GASTOS: 20.653´76€

SALDO A 01/11/2025: 16.930´47€

Protocolo de recursos económicos y financiación:

A) ‐Cuotas y servicios; 
B) ‐Colectas de Funerales;
C) ‐Aportaciones de la Parroquia
D) –Créditos (si hiciesen falta)

CUENTA CEMENTERIO:

BANCO SANTADER (misma cuenta y oficina que cuando era “el Popular”):

ES40 0075 0882 19 0600029256 (se debe pagar a nombre del titular, no de terceros, reseñando los nichos y adjudicatario real para la adecuada identificación y poder adjudicar debidamente el pago)

PREVISÓN DE OBRA DE MANTENIMIENTO Y REHABILITACIÓN GENERAL EN BATERÍAS Y MURO PERIMETRAL:

Tenemos en previsto acometer en varias fases una nueva rehabilitación general de los laterales de las baterías, con cargas integrales y pintado de las más deterioradas y/ó panelización de éstas. No se ha podido acometer aún por inclemencias meteorológicas discontinuas, y falta de disponibilidad del personal de mantenimiento y contratista, así como pintado nuevamente del muro perimetral y limpiar su canalones.

RECORDAMOS que el impago de la cuota puede dar lugar a la revocación del título del “Derecho de Uso” (quien abandona la obligación que conlleva un derecho, abandona también el propio derecho) y, en todo caso, no se atenderá ningún “servicio”, ni por la “Funeraria SAN PABLO” (Concesionaria de los servicios del Cementerio) ni por la Parroquia, que no esté al corriente de pago. Igualmente, TODAS las obras que se realicen en los nichos o en su entorno han de contar con el PERMISO ESCRITO de la Parroquia, titular y única administradora del Cementerio y sus nichos, y, en caso de su concesión, quedará el mismo condicionado al cumplimiento del criterio estético que recoge la normativa eclesiástica vigente, y que se reseña al reverso de los “Títulos o Escrituras.”

‐Funeraria San Pablo: (985 27 79 99) exigirá siempre para cualquier intervención en los nichos el Título (“Escritura”) del “Derecho de Uso” y los recibos de estar al corriente de pago de las anualidades del 2005 en adelante, así como el Permiso de Obras y la capacidad jurídica para intervenir en ellos.

ANTE CUALQUIER DUDA O ACLARACIÓN DIRIGIRSE AL DESPACHO PARROQUIAL:

DE MARTES A VIERNES DE 18 A 19 HORAS; 
TF.985 26 04 14//URGENCIAS: 659 31 33 53

31 de octubre: san Alonso Rodríguez, el viudo que abrió 30 años la puerta a Jesús

(Alfa y Omega/ José Calderero de Aldecoa) A Alonso Rodríguez se le recuerda, principalmente, por los 30 años que pasó como portero en un colegio de Mallorca, pero tuvo otra vida anterior a la de jesuita en la que estaba casado y tenía tres hijos, y esta también la supo vivir con la heroicidad propia de los santos. «Todas las circunstancias que se le ponen por delante en la vida son un camino hacia Dios para él. Los primeros estudios, su matrimonio y paternidad, su posterior lucha por ser jesuita y, por supuesto, las tres décadas que se pasó abriendo y cerrando una puerta; todo lo vivió con tal hondura que todavía hoy es un modelo de santidad para mucha gente», asegura Daniel Cuesta, SJ, que comparte procedencia y orden religiosa con el protagonista de esta historia.

Nacido en Segovia en 1533, Rodríguez fue el segundo hijo de un exitoso comerciante de lana. Gracias a la hospitalidad de su padre, que en una ocasión acogió en su casa a Pedro Fabro —uno de los primeros compañeros de San Ignacio —, el pequeño Alonso entró muy pronto en contacto con la Compañía de Jesús. De hecho, fue el propio Fabro el que le preparó para recibir la Primera Comunión. La cosa no acaba ahí. «A los 12 años su padre lo mandó al nuevo colegio de los jesuitas en Alcalá», revela Tom Rochford, SJ, en la hagiografía publicada por la Compañía. Todos estos indicios llevan a Cuesta a pensar que «la vocación de Alonso como jesuita es anterior a su matrimonio. Es solo una teoría, porque no podemos saber qué hubiera sido de su vida si hubiera seguido estudiando. Pero yo creo que hubiera entrado en los jesuitas y se hubiera ordenado sacerdote».

La historia, sin embargo, dio un giro radical cuando el padre de Alonso se murió y este se tuvo que hacer cargo del negocio familiar. Tiempo después, ya con 27 años, se casó con una tal María Suárez y el matrimonio tuvo tres hijos. En esta labor también destacó Rodríguez. «Era un buen esposo y un buen padre», confirma Cuesta. Con las habilidades empresariales sucedió al contrario. Su poca pericia en este ámbito, sumada a los fuertes impuestos a los que debía hacer frente, terminaron por dar al traste con el negocio.

A su ruina económica pronto se añadió la ruina personal. Su mujer y sus tres hijos fallecieron por la peste, dejando a Alonso solo y arruinado. Era el momento de retomar su relación con la Compañía de Jesús, y, pasado un tiempo en el que se dedicó a la oración, pidió su ingreso. «Pero su avanzada edad —en aquel momento tenía 35 años—, su frágil salud y lo limitado de su formación no lo hacían apto a los ojos de los jesuitas, que lo examinaron con vistas a su admisión», escribe Rochford.

El candidato no se vino abajo, sino que puso más empeño y se pasó dos años estudiando para obtener la formación necesaria para ser sacerdote. Incluso se trasladó a Valencia siguiendo a su director espiritual, que era un miembro de la orden. Pero el segundo intento tampoco obtuvo resultados, y los jesuitas valencianos que lo examinaron tampoco lo vieron apto. No así el provincial, que percibió su santidad y le dio el permiso para entrar en la Compañía.

Todas estas vicisitudes le generaron un cierto estigma de zote, pero Cuesta ha estudiado su figura y ha descubierto a otro Alonso Rodríguez «mucho más profundo», asegura. «Hay un reto muy grande, que es salir de ese Alonsito que solo reza el rosario, al que incluso se le representa con los dedos gastados de tanto pasar las cuentas, y descubrir a ese otro Alonso, con una hondura espiritual y una oración mística que recuerda a la de santa Teresa», añade el jesuita. De hecho, «recibía a muchos grupos de personas, también a distintas personalidades que buscaban su consejo. El propio Pedro Claver dialogaba mucho con Rodríguez, y es este quien le impulsa para su labor evangelizadora en Cartagena de Indias».

A pesar de toda esta labor, la etapa más conocida de su vida fue la que pasó en la portería del colegio Montesión de Mallorca. Allí fue destinado en 1579 y pasó cerca de tres décadas. El trabajo era sencillo: recibir a las visitas, abrir y cerrar la puerta, pasar avisos. «Era repetitivo y monótono, exigía mucha humildad, pero Rodríguez imaginaba que todo el que llamaba a la puerta era el mismo Señor, y saludaba a todos con la misma sonrisa que había reservado para Dios», asegura el hagiógrafo. De aquella época es el famoso: «¡Ya voy, Señor!», que Rodríguez profería cada vez que alguien llamaba a la puerta. Él se imaginaba que era el mismo Cristo quien esperaba al otro lado.

Sus días concluyeron el 31 de octubre de 1617. Se cuenta que llevaba dos días casi sin sentido y, en un momento dado, se despertó, besó su crucifijo y expiró después de repetir por tres veces «Jesús, Jesús, Jesús». No pasaron ni diez años de su muerte cuando fue declarado venerable. Más tarde, en 1633, se le nombró patrono de Mallorca. Su beatificación llegó en 1825 y su canonización, el 6 de septiembre de 1888.

jueves, 30 de octubre de 2025

Sentimientos al acercarse el mes de Noviembre. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Se acerca ya el mes de noviembre, que para los católicos tiene una vinculación especial con los Santos y los difuntos. Personalmente, este año lo vivo con mayor interioridad, pues en los últimos meses me ha tocado despedir primero a mi madre el pasado 9 de julio, y este 15 de octubre a mí tía Blanqui, su última hermana viva conviviente con ella. Me he quedado ya huérfano del todo, aunque esto me lleva a reflexionar y orar desde el agradecimiento. No pude disfrutar apenas a mi padre que con cuarenta y seis años falleció teniendo yo tan sólo cuatro y, sin embargo, el Señor me ha concedido el tesoro de tener a mi madre y a mí tía longevamente, con las que me crié y a las que debo buena parte de lo que soy, en tanto tiempo de vida a mi lado.

Siempre tuve muy claro que el día que una de las dos faltara, la otra se iría rápidamente detrás. Estaban tan unidas que yo sabía que una muerte llevaría aparejada casi de inmediato la otra. Y es que no sólo se muere de un problema de coronarias, un fallo multiorgánico o una insuficiencia respiratoria; también se muere de amor. En mi familia esto ya lo habíamos experimentado con mi padre y mi tía Nieves, la "suegra" (no lo era realmente) a la que él y mi madre estaban tan unidos. Dentro del mismo mes los enterramos a los dos aún cuando la matriarca de la familia gozaba de buena salud, más todo el mundo comentaba: "Nieves murió de pena"... Yo le doy gracias al Señor por mis difuntos, pue sé que para Él y para mí siguen vivos.

Desde el fallecimiento de mi madre mi tía no volvió a ser la misma; su único anhelo y súplica era irse cuanto antes. Días antes de morir así me lo dijo: "yo quiero irme ya con tu madre". Desde su postración, miró a la muerte no como enemiga, sino como aliada liberadora para irse con los suyos. Nunca he sido un sacerdote amigo de hablar de mi familia en las predicaciones; en mi casa siempre les gustó pasar por la vida sin hacerse notar, sin alaracas ni platillos. Con la muerte de mi madre me vi desbordado ante la avalancha de llamadas, mensajes y pésames que recibí, especialmente de mis feligreses. Con la muerte de mi tía, aunque no lo oculté y agradecí los pésames, no quise que se publicara en ningún medio de la Parroquia ni que se contara mucho. Mi hermana y yo queríamos vivir esta despedida de forma más familiar; aún así, fueron no pocos los feligreses que se acercaron a acompañarnos en Candás en la despedida de tía Blanqui, y es que una esquela en Carreño con el apellido Vila rápidamente se relacionó conmigo.

Algunos me dicen que han sido en poco tiempo dos golpes muy fuertes: pues sí, y nó. Personalmente, han sido dos regalos del Señor en este 2025 poder acompañar primero a mi madre y después a mi tía hasta el final. Habrá gente escéptica, pero para mí ha sido un nuevo guiño del Cristo de Candás. Que mi tía cerrara sus ojos para este mundo el día de Santa Teresa no fue fruto de la casualidad; ella que no paraba de decir que quería irse con su hermana, y el día del santo de mi madre se fue a celebrarlo con su querida hermana Tere. Se fue preparada, sacramentada y tras años configurada con la cruz, y otros muchos más al igual que mi madre, en cada misa diaria mirando el rostro del Señor en su Cristo Marinero. Tía Blanqui era una mujer buena, sonriente, piadosa y muy generosa. Hasta en sus últimas palabras nos dio una lección: nos pidió ser enterrada con una persona de la familia que no se portó del todo bien con ella; eso sólo se entiende desde el corazón de alguien que es intrínsecamente buena persona y que se ha dejado moldear por el evangelio habiendo comprendido la riqueza de amar y de perdonar sin límites. 

Como ninguno somos, ni mi tía ni mi madre eran perfectas, por eso en sus esquelas "rogamos una oración por su alma". Gracias de corazón a todos los que me habéis hecho llegar vuestras palabras de consuelo, estoy feliz y en paz de saber que se han ido como Dios manda: cuidadas y mimadas hasta el final. Gracias a nuestro Párroco Don José Manuel que estuvo pendiente de mi tía visitándola en casa hasta pocos días antes de fallecer, y gracias por facilitárnoslo todo -como siempre- para las exequias de ambas. Gracias a todos los que de un modo u otro nos habéis ayudado y estado cerca de mi familia y de mí.

Mi fe en Cristo vivo me ha permitido vivir estos momentos complejos con serenidad, sosiego y hasta con el gozo de saber que para ellas ha terminado ya este valle de lágrimas y comienza la vida que no acaba. Así lo resume este himno de la liturgia de las horas:

Si morir no es despertar,
si es simplemente morir,
¿para qué, muerte, vivir?,
¿para qué, muerte, empezar
esta angustia, este llorar?

Más, si eres umbral y puerta
del misterio, si honda y cierta
aseguras mi esperanza,
¡qué cima de luz se alcanza
viviendo una vida muerta!

 De este modo lo siento y así lo creo, y por eso lo vivo feliz. Llegados a este tiempo  me doy cuenta que este año ya me tocará a mí hacer ese gesto hermoso que ellas hacían: montar un pequeño altar en casa en los primeros días de noviembre con las fotos de los nuestros que duermen ya el sueño de la paz, y donde habrá que incluir ya sus propios retratos. La sentencia del Apocalipsis define muy bien lo que siente mi corazón tras estos acontecimientos:“Dichosos los que mueren en el Señor'' (Ap 14, 13). 

Funerales sin Dios. Por Francisco Javier Bronchalo

El mal llamado "funeral de Estado" en Valencia por las víctimas de la dana nos ha dejado imágenes vergonzosas. Una clase política que ya no sabe rezar aparentando solemnidad entre discursos vacíos y silencios burocráticos. Una catequesis laica que nos ha recordado que donde no está Dios no hay esperanza. Solo la nada. No hay sentido. No hay consuelo. Digo que a estas cosas no hay que llamarlas "funeral" porque son más bien un "recuerdo", un juntarse porque creemos que hay que hacerlo aunque ya no creemos en nada trascendente. Un funeral es para rezar y dar esperanza no para quitarla.

El mundo sin Dios trata de llenar el vacío poniendo al hombre en el centro. Nos acostumbran a ceremonias sin alma en las que se pronuncian palabras que no se creen, se aplauden gestos sin sentido, se invocan valores que no manan de ninguna fuente. El laicismo progresista es un fracaso. No hay progreso en la continua huida hacia adelante, progresar tiene mas bien que ver con entrar hacia dentro, a lo profundo de quienes somos y responder a los acontecimientos de dolor desde ese lugar que es el alma.

Han sustituido la iglesia por el museo, los sacerdotes por los responsables de protocolo, el incienso por un villancico, la oración por los discursos infumables y el silencio creyente por el silencio mediático. Todo un guion de lo políticamente correcto. Su liturgia es vacía. Su dios no salva. Al haber ocupado el hombre el lugar de Dios, el dolor se ha convertido en el arma arrojadiza de los políticos para salvar su honra de la vergüenza y arañar un puñado de votos al contrario. Será penoso seguir viendo esto en los próximos días. No me imagino lo doloroso que es esto para los afectados. Alfalfa posmoderna que nos comemos en los medios de comunicación.

En nuestro tiempo el Estado trata de hacer desaparecer a Dios para ocupar su lugar. Es un fracaso estrepitoso. La religión de la laicidad no ofrece esperanza, ni redención, solo falso consuelo de usar y tirar. Prometen el Cielo en la tierra y terminan vaciando el alma de los sencillos con su veneno ideológico. Si el hombre es Dios, ¿cómo se puede responder a la muerte? Es imposible. Todo lo hacen orquestado. Van allí, se emocionan un momento, publican un post de condolencia… y al día siguiente todo igual. No hay nada que pueda llenar el vacío que como bien intuía Rosalía sólo Dios puede colmar.

Todo es un relato marcado. Hacer lo que más rédito político les dé, si conviene no ir… no aparecen, si se trata d exponer cara triste… lo harán. Todo es un teatro. Y no dejarán de hacerlo porque saben que cuando nuestra sociedad vuelva a arrodillarse ante Dios dejará de arrodillarse ante ellos. Hablan de tolerancia pero eso no pueden tolerarlo.

Solo Dios da sentido al dolor. Solo Cristo ha vencido a la muerte. Con Él la herida se vuelve camino y la muerte promesa. No hay consuelo verdadero fuera de la Cruz ni esperanza real lejos del Resucitado. Lo demás solo es oscuridad.

miércoles, 29 de octubre de 2025

De Cáritas cada vez escribo menos. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Digamos que he tirado la toalla. A mi modo de ver, evidentemente el mío, Caritas tiene que avanzar en dos líneas:

PRIMERA. A ver cuándo vamos a comprender, hablo ahora de España, que la responsabilidad de la atención a los pobres recae en los poderes públicos, no en Cáritas.

Hace tiempo me dicen que ha llegado a Cáritas un vecino de uno de estos pueblos porque acaba de quedarse sin vivienda, es una persona muy vulnerable y no tiene medios. ¿Y ahora qué hacemos? Muy sencillo. ¿Dónde vivía? En tal pueblo. Pues entonces se va al ayuntamiento o se toca el timbre de la casa del alcalde y se les dice que ahí tienen a este señor y que ellos sabrán. Esto es lo que tiene que hacer Cáritas en primer lugar: sacar los colores a la administración y echarles en cara tanto presupuesto, tanto asesor, tanto gasto y luego no tener fondos para ayudar a una persona necesitada.

¿Y si no lo hacen? Pues no vamos a dejar a nadie en la calle, pero denunciandoi la inacción de todos los que tienen esa responsabilidad.

Yo creo que la tarea fundamental de Cáritas, insisto que en paises desarrollados, tiene que ir en varias direcciones:

Enseñar la doctrina social de la Iglesia a los fieles y ayudarnos desde la parroquia a vivir la comunión, la solidaridad y la caridad concreta entre nosotros.

Denunciar la situación actual y la falta de recursos de las administraciones públicas, sean municipales, autonómicas o nacionales.

Atención real a las situaciones de desamparo. Pero siempre acompañada de la denuncia.

Colaboración concreta con situaciones de pobreza en aquellos lugares donde no existen recursos. Seremos nosotros, la Iglesia, los que estemos ahí.

SEGUNDA. Cáritas tiene que recuperar claramente su explícita confesionalidad católica en proyectos, comunicados, campañas o jornadas. Ya está bien de una Cáritas vergonzante, sostenida por miles de voluntarios fieles catolicos, pero que oculta su identidad institucional.

Acaban de llegarme los materiales de la última campaña: “Campaña de personas sin hogar 2025″. Echen un vistazo al tríptico. Y ahora me cuentan qué hay en él que se pueda considerar específicamente católico, que deje claro que es la Iglesia la que está ahí. Nada. Busquen algunas palabras: Dios, Cristo, Iglesia. Cero. Busquen caridad o cristiano. Cero.

Busquen, eso sí, sueño o soñar. Ocho veces.

Lo único católico, pero muy disimulado, es una cita de Fratelli Tutti, pero sin decir que es una encíclica escrita por el papa Francisco. Cita, por cierto, con mucho sueño. Sigan.

Así no se puede.

Los católicos se desencantan y los no católicos tienen mil ONGs para colaborar.

Noviembre con los difuntos


 

martes, 28 de octubre de 2025

Beatas Enfermeras Mártires de Somiedo

Recordamos hoy el martirio de tres mujeres enfermeras de fe profunda y gran caridad que, después de ser violadas y torturadas por los milicianos, se les encargó a las mujeres milicianas, que también había, ultimar a las enfermeras.

BEATA MARÍA PILAR GULLÓN YTURRIAGA.

Hija de Manuel Gullón, activo político, y de Ma. Pilar Yturriaga, presidenta de honor de la Junta de Señoras de la Cruz Roja local de Astorga, nació en Madrid (España) María del Pilar Peregrina Matea Maximina, el 29 de mayo de 1911. La religiosidad de su familia (cuatro hermanos en total) favoreció en ella un crecimiento espiritual armonioso, comprometiéndose en la colaboración asidua en la parroquia y en varios voluntariados. No se casó y se dedicó al trabajo doméstico por atender con esmero a su padre, quien murió en 1931. En vísperas del estallido de la Guerra Civil, se trasladó con su madre a Astorga, considerando que sería más seguro el lugar, vistas las agitaciones y complejidades del momento en la capital española.

Como el conflicto se prolongaba, el presidente de la Cruz Roja solicitó un curso de damas enfermeras. Al saber de la necesidad, Pilar decidió matricularse junto con su hermana y su prima Octavia, y su amiga Olga, entre otras. La finalidad que les movía era servir caritativamente a quien pudiera necesitarlo en aquellas circunstancias terribles, sea del bando que fuere. Luego de realizar el curso, a las tres se les presentó la posibilidad de trabajar en el mismo campo de batalla. María Pilar tenía 25 años de edad cuando entregó su vida.

BEATA OCTAVIA IGLESIAS BLANCO.

Octavia Petra Andrea, hija de Indalecio Iglesias y Julia Blanco, prima de la madre de María Pilar, nació en Astorga el 30 de noviembre de 1894. Eran una familia de elevado nivel social. Se dedicó gran parte de su tiempo a cuidar a su padre anciano y enfermo, y después a su madre, en un ambiente familiar muy religioso, de verdaderos santos, como recuerdan los testigos. Colaboraban en grandes obras apostólicas de la ciudad. Octavia sufrió represiones y multas por su activa participación en ellas. Perteneció a la Acción Católica, a las Hijas de María, entre otras de la parroquia. Era, además, catequista y visitaba los barrios necesitados llevando auxilio. Tampoco ella contrajo matrimonio, dedicándose a la casa y a la asistencia de sus padres. De las tres nuevas beatas, Octavia era la mayor no solo en edad, sino también en sensatez y en vida de piedad. Tenía 41 años al ser martirizada.

BEATA OLGA PÉREZ-MONTESERÍN NÚÑEZ.

Paz Asunción Carmen Olga nació en París (Francia) el 16 de marzo de 1913, segunda hija (de tres) del famoso pintor Demetrio Pérez-Monteserín, “el gran patriarca de la pintura leonesa” y de Carmen Núñez Goy, hijos de señeras familias astorganas. Tampoco ella se casó y, por influencia paterna, se interesaba en las artes plásticas y la pintura, teniendo una gran sensibilidad por la belleza y la vida. Hasta que Olga tuvo 7 años, la familia se instaló de nuevo en Astorga. Su ambiente familiar no era tan profundamente religioso como el de Pilar y Octavia; pero, sin duda, era una familia católica. Sus familiares la recuerdan como una joven alegre, positiva, siempre sonriente. Tenía 23 años cuando fue asesinada por odio a la fe.

Las tres amigas eran jóvenes serenas, respetadas y admiradas ya en vida; con carácter diferente, pero con muchas cosas en común, empezando por la profundidad de su fe en Cristo, de su elevada vida interior, expresada en el ámbito familiar y parroquial.

Al estallar la Guerra Civil las tres amigas se encontraban en Astorga. Pilar iba llegando de Madrid por aquellos días y las tres se implicaron en el apostolado y el voluntariado, permaneciendo fieles a pesar de las dificultades que se veían venir. Capitaneadas por la madre de Pilar, confeccionaban ropa para soldados en un taller establecido en el domicilio familiar. Luego se enrolaron en la Cruz Roja Española, que durante el conflicto ayudó en total imparcialidad a ambas facciones. En septiembre de 1936 hicieron un cursillo para conseguir el título de “damas auxiliares” de la Cruz Roja, aunque hasta en los documentos serán conocidas con el título de enfermeras.

Las beatas Pilar, Octavia y Olga llegaron el 8 de octubre de 1936 a socorrer a los heridos en el pequeño hospital de Somiedo, a 120 km de Astorga. El lugar era estratégico militarmente hablando, pues se encontraba en el confín entre Asturias, bajo el control republicano, y León, bajo el mando nacional. La vida en el hospital se conoce gracias a una misiva de la beata Pilar, en que describe su jornada entre la atención a los heridos, enfermos, sus desvelos y oportunidades aprovechadas para ir a participar de la Santa Misa. Cada semana se iban sustituyendo los equipos de voluntarias, pero pasado el primer turno, las tres permanecieron voluntariamente sin tener que ser sustituidas.

Algunas semanas después, el 22 de octubre de 1936, el Ejército republicano asaltó el Puerto de Somiedo y consiguió conquistarlo la noche entre el 26 y el 27 de octubre. Las tropas invadieron la zona y ocuparon el hospital donde las tres nuevas beatas trabajaban. Apenas entrando los milicianos al hospital, los soldados heridos fueron fusilados, otros escaparon y el resto del personal -algunos soldados, médicos y las tres enfermeras- fueron arrestados y entregados al Comité de Guerra.

Un médico y las enfermeras tuvieron ocasión de huir, pero no lo hicieron para no abandonar a sus pacientes. Fueron en contingente hacia Pola, a unos 8 km de distancia, y en el trayecto fueron fusilando a varios de los soldados arrestados. A Pilar, Octavia y Olga no las mataron inmediatamente, sino que las llevaron a la casa del médico de la zona y las entregaron en manos de los milicianos, quienes las torturaron y violaron durante toda la noche. Un carro, sobre el que habían colocado el cadáver del capellán, giraba alrededor de la vivienda para impedir con su ruido que se oyeran los gritos de las enfermeras.

Desde el primer momento las consideraban católicas practicantes, al punto de confundirlas con monjas, porque rezaban continuamente, señal evidente de su conformidad con la voluntad divina. Si el hecho de prestar un servicio claramente vinculado a la Cruz Roja y, por tanto, de su imparcialidad en el conflicto, la manifestación de su fe a través de la oración y los objetos religiosos que portaban consigo llevó a los milicianos a concentrar su atención en las tres enfermeras y este fue el móvil del asesinato. Les pidieron renegar de Dios y de la Patria, que gritaran “Viva Rusia”, pero valientemente dijeron: “Por Dios y por España se muere solo una vez”.

Al día siguiente, 28 de octubre de 1936 tuvo lugar la ejecución, hacia las 2 de la tarde. En el fusilamiento participaron algunas milicianas que mostraron singular crueldad hacia las víctimas. Las llevaron paseando por el pueblo, atadas: Pilar al centro y a los lados Octavia y Olga, mientras en los extremos distales a dos falangistas. Dispararon primero a los dos falangistas, luego a Octavia y a Olga, quedando solo con vida y de pie Pilar que, arrastrada por las caídas de los cuerpos de sus compañeras, cayó también al suelo. Y ahí la ultimaron. Los cuerpos fueron abandonados un día entero y hasta la noche los recogieron y sepultaron en una fosa común.

El hecho causó gran impacto en la población. Su muerte violenta no pasó inadvertida, pues nunca antes en Europa se había asesinado a enfermeras de la Cruz Roja, mucho menos después de violarlas, y nunca encargando su fusilamiento a mujeres milicianas. Hasta 1938 los restos pudieron ser exhumados y, por concesión especial del Papa Pío XI, trasladados con grandes honores a la Catedral de Astorga, donde se encuentran actualmente. Su muerte fue circundada de un aura martirial. En 2006 se abrió el proceso de beatificación en la Diócesis de Astorga, concluyéndose al año siguiente. Luego de ser recogidos los testimonios orales y documentales, se dejaron en manos de la comisión de la Congregación para las Causas de los Santos. Finalmente, el Papa Francisco reconoció el martirio y autorizó promulgar el Decreto super martyrio, que permitió su beatificación el 29 de mayo de 2021. Su memoria litúrgica se celebra cada año el día 6 de noviembre, junto con todos los Mártires del siglo XX en España.

La vida de Mª Isabel González del Valle, una mujer «enamorada del Señor»

(Iglesia de Asturias) Hace unos días se presentaba en Oviedo, en la iglesia del Sagrado Corazón (las Salesas), el libro “Estoy enamorada del Señor”, una biografía de Mª Isabel González del Valle, nacida en Oviedo, fundadora de la Obra de las Doctrinas Rurales y en proceso de beatificación. El libro tiene un prólogo escrito por nuestro arzobispo, Mons. Jesús Sanz Montes, que además participó en esa presentación y está escrito por Mons. Alberto José González Chávez, sacerdote de la diócesis de Toledo y es autor de varios libros, entre ellos bastantes biografías como la de Rafael Merry del Val, la del Padre Rubio, la de Santa Maravillas de Jesús, San Juan Pablo II y otros muchos. Aprovechamos su presencia en Asturias para hablar con él:

¿Por qué una biografía sobre Mª Isabel González del Valle?

Y yo respondo ¿por qué no? Quiero decir, tiene, a mi modo de ver, todos los requisitos. Incluso audazmente me atrevería a añadir alguno más, para que a un católico se le inicie, tras su muerte, y en este caso es tras casi 90 años de su muerte, un proceso de beatificación, de canonización. Es una mujer apasionada por Jesucristo, que en definitiva es el ideal de un cristiano, la configuración con Cristo, eso es la santidad, cada uno a su manera y en su estado y condición.

Es una mujer profundamente enamorada de Jesucristo y por tanto de los intereses de Jesús que son las almas, el triunfo de la verdad, la salvación de todos los hombres. Entonces desde estas coordenadas ella, digamos, entiende su vida, no la puede comprender fuera de ahí: ayudar a Cristo a salvar almas y hacerlo además con el mismo estilo de Cristo. Desde la humillación, desde la cruz… En este sentido es muy rompedora. No le cabe a ella en su desbordante, fogosa actividad alguno de los parámetros ya preestablecidos oficiales en la Iglesia sino que, al conocer a ese titán de la evangelización que es el beato Tiburcio Arnáiz, en la más pura línea de las misiones de los jesuitas, misiones populares, ella decide embarcarse, digamos así «a la apostólica», como diría San Ignacio, echándose por los pueblos sin un modelo previo de consagración institucional.

Es una mujer, repito, primero enamorada de Jesús, después apasionada de la obra redentora de Jesús, de la salvación de las almas –esto a nivel espiritual, eclesial– y a nivel humano es una mujer muy sugerente, muy sociable, muy simpática, muy inteligente, esto le hacía tener un gran don de gentes.

Es un perfil muy sugestivo en la historia de los santos, en la cual ninguno de ellos es igual al otro, pero hay casos en que son muy parecidos. En el caso de ella se sale un poco de los moldes habituales y pienso que en esa llamada hacia la la Nueva Evangelización que hacía tantas veces Juan Pablo II, María Isabel González del Valle es un reclamo fuerte.

Es increíble que una joven que nació en el Palacio de Velarde, en Oviedo, que lo tuvo todo, conectada con alta sociedad, opte para sí por una vida de pobreza. ¿Cómo fue ese cambio? Porque al principio, cuando se muda a Madrid, con 18 años, tampoco su vida era de gran piedad, estaba más bien alejada.

Digamos que «alejada» es una palabra demasiado fuerte. Era un poco mundana pero siempre sin ofender a Dios, aunque sin volverse a él totalmente. Pero ¿cómo fue este paso? Lo tenía todo porque, aún siendo 15 hermanos, cada uno de ellos tenía una herencia cósmica porque el padre era inmensamente rico y los abuelos habían hecho un capital en Cuba. ¿Cómo fue ese paso de tener todo a dejarlo todo? Pues tampoco fue un paso, yo diría, como los que estamos acostumbrados a leer en las vidas clásicas o estereotipadas de los santos.

En ella todo era muy original y todo era muy a su ritmo, desde que hizo unos Ejercicios Espirituales y oyó la meditación de la Magdalena a los pies de Jesús, hubo ahí algo fuerte pero tampoco se puede decir que hay un instantáneo antes y después sino que ella va progresivamente entendiendo lo que Dios le pide y efectivamente después viviendo en Madrid pues sigue coqueteando con Dios y con el mundo al mismo tiempo. Pero cuando ya conoce al padre Tiburcio Arnaiz con ese arranque de celo apostólico, ese desprendimiento total por Jesucristo, entonces ella ya termina comprendiendo del todo, que lo venía haciendo y practicando aunque paulatinamente, que tiene que dejarlo todo y de hecho, muere en la mayor de las indigencias, sin que sus tres seguidoras, que no eran más en el año 37 en Jerez de la Frontera, en plena guerra, tuvieran con qué poder costear su entierro. Estaba en el olvido de todos, en la pobreza, porque en ella fue mayor todavía la pobreza, digamos, espiritual, la pobreza social, la pobreza afectiva más incluso que la material. Pero como digo, fue un proceso, lo cual creo que es bonito para nosotros, porque a veces una vida de santo a uno se le cae de los brazos. ¿Cómo puedo yo imitar esto de repente? No, en ella no fue tan de repente. Fue un proceso sin marchas atrás fuertes, pero tampoco sin saltos exagerados, sino que iba al ritmo del Espíritu Santo.

Además ella tenía una llamada también muy particular, porque intuía que Dios quería que fuera «con su casina a cuestas», es decir, que su vocación no encajaba en un convento o en una congregación de las que conocemos ya sino que era una cosa muy especial, diferente.

Esa es una expresión asturiana, tan simpática como tantas que hay en esta tierra, tan linda, «la casina a cuestas». Muchos le intentan convencer de que tiene que insertarse en un parámetro preestablecido. Y al menos tener una casa fija, un noviciado donde se formen las que vayan entrando etc. Y ella se quejaba «Nos quieren poner constituciones, nos quieren poner hábitos, nos quieren poner… que no somos eso, que somos misioneras». En Barcelona, a donde también llegaron a ir a misionar estando ella muy enferma, porque lo estuvo toda su vida, por eso murió luego tan joven, pues en Barcelona el obispo Irurita, que fue mártir después de la guerra, las llamaba «las gitanas de Jesús». O sea, eran como nómadas evangélicas y por eso ella, que fue siempre muy asturiana y tenía mucho carácter, simpatía y las expresiones de Asturias, de una ovetense de pro, pues acuñó esa expresión. «Que no me líen» podríamos decir coloquialmente, que «no me encorseten», que lo que Dios me pide, no lo que yo quiero, sino siempre lo que Dios me pide, es ir con mi casina a cuestas. Y sus sucesoras, que son hoy diez –nunca han sido muchas más de una docena en este casi siglo–, pues resulta que lo viven así hoy, con su furgonetita, llevando todos los útiles de catequesis de evangelización a los pueblos donde se establecen tres o cuatro meses a petición de los párrocos de los obispos y les están misionando también ellas hoy con su casina a cuestas.

Pueden tener una «Misión», que es un tiempo breve donde se hace una serie de actos de formación, de piedad, de sacramentos para renovar en la fe a ese pueblo, esa comunidad cristiana. Doctrina indica más duración todavía en el tiempo. Mientras una misión implica diez o quince días, como mucho un mes, una doctrina sería un curso entero prácticamente, donde se está viviendo de fijo en ese pueblo y se está formando y catequizando. A ella le dolía la falta de formación que veía en aquella Andalucía de inicios del siglo XX, donde había pueblos que decía ella que estaban casi «salvajes» en lo humano, lo cultural y en lo espiritual. Entonces trataban de adoctrinar, pero las misioneras, comenzando por ella y después todas sus hijas, no empiezan la casa por el tejado, sino que simultáneamente ofrecen formación humana. Para llegar a la gente pueden hasta dar clases del carnet de conducir, o idiomas, y por ahí van catequizando, a la vez, como también, si encuentran una pobreza material también tratan de remediarla. Intentan, en resumen, elevar el nivel humano y cristiano de esa comunidad a donde van.

Es una pena que en Asturias, precisamente en su tierra, nunca llegaran las Misioneras de las Doctrinas Rurales y quizá por eso aquí son tan poco conocidas. ¿Cómo está ahora la institución que ella fundó?

Yo encuentro que están muy bien, en el sentido de que son muy fieles al espíritu que les dejó Mª Isabel de apostolado, de oración, de pobreza. Yo he tenido mucho trato con las misioneras porque me pidieron, primero, predicarles algún retiro y luego enseguida escribir la biografía del Beato Tiburcio Arnaiz que, a nivel sacerdotal me ayudó muchísimo porque es un estímulo extraordinario. Y después ya con el tiempo escribí la biografía de Mª Isabel. Son un grupito de mujeres muy sencillas, relativamente jóvenes, con una actividad que podría ser agotadora y podría desgastar mucho, pero está fundada en un tiempo diario muy abundante de oración, de examen de conciencia, siempre vinculado a la espiritualidad ignaciana. Y a partir de esa vida de oración, pues pueden vivir una vida de gran apostolado a petición, como digo, de los párrocos, de sacerdotes de pueblo. Y luego también hay que destacar esa peculiaridad que tuvo Mª Isabel: viven muy pobremente, de una manera muy testimonial y muy visible, no una pobreza de palabras. Yo recuerdo que hace poco el Papa León XIV dijo que la mayor pobreza del hombre es no conocer a Dios. La pobreza espiritual es más preocupante que la material, aunque esta haya que paliarla, por supuesto. Ellas intentan subsanar todas las pobrezas posibles y van por delante como pobres de Cristo. Yo diría que son unas mujeres orantes, unas mujeres pobres según el Evangelio y unas mujeres muy apostólicas y por tanto muy alegres como no podría ser de otra manera. En este sentido creo que ellas han captado y han sabido continuar muy bien el espíritu que les dejó Mª Isabel González del Valle.

lunes, 27 de octubre de 2025

En el Seminario Metropolitano


Edith Stein y la empatía. Por Guillermo Juan Morado

(Atlántico) El “Diccionario de la lengua española” define la palabra “empatía” como “sentimiento de identificación con algo o alguien” y como “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”.

A la empatía dedicó su tesis doctoral, dirigida por Edmund Husserl, Edith Stein (Breslavia, 12. X.1891 – Auschwitz, 9.VIII.1942). Stein – hoy Santa Teresa Benedicta de la Cruz – fue la primera doctora en Filosofía de Alemania. Defendió su tesis en 1916 en Friburgo, a cuya Universidad Husserl se había trasladado desde la de Gotinga. Obtuvo la máxima calificación, “summa cum laude”.

El contexto estaba marcado por la I Guerra Mundial. De hecho, con el estallido de la Guerra, en 1914, Stein había retrasado temporalmente la preparación de su tesis porque quiso compartir la suerte de sus compatriotas y, por ello, no dudó en presentarse como voluntaria para ejercer como enfermera auxiliar en un hospital militar austríaco, especializado en enfermedades infecciosas. En la atención a los soldados enfermos de tifus resultó determinante su capacidad de observación, su deseo de hacer las cosas bien, así como su conocimiento de la psicología y de la filosofía, en especial del tema de la tesis que ya entonces elaboraba: la empatía.

Edith se caracterizó por su percepción de lo que les sucedía a los enfermos. Tal como recoge Irene Chikiar Bauer en su reciente biografía “Edith Stein. Judía. Filósofa. Santa” (Barcelona 2025): «El más grave era un joven comerciante de Trieste. Su boca estaba constantemente llena de una mezcla de saliva y sangre, por lo que le indicaron que, cada vez que pasara a su lado, le limpiara la boca con una gasa: “El enfermo agradecía siempre este amable servicio con una mirada”. Edith captaba los gestos, las miradas de los pacientes. Observaba que “médicos y enfermeras hablaban junto a la cama de como si él no entendiera nada. Pero yo percibí en sus grandes y brillantes ojos que su conocimiento era perfecto y que atendía a todo lo que se decía”».

Después de ese ejercicio práctico de empatía en el hospital austríaco, retomó, ya a finales de 1915, la reescritura de su investigación. Para ella, la empatía es algo más que un conocimiento; es una experiencia concreta, no puramente idealista, en cuyo análisis es determinante considerar el “cuerpo vivo” de la persona. Es, en palabras suyas, un “vivenciar propio en el que se manifiesta otro vivenciar”. Tiene un componente emocional, porque la empatía no solo “representa” la vivencia de otro, sino que trata de “aprehender”, de asimilar, la vivencia ajena.

Es curioso que, en una etapa de su vida en la que aún no se consideraba a sí misma una persona religiosa, Edith Stein advierte que en la empatía “aparece la experiencia que un yo general tiene de otro yo general. Así aprehende el hombre la vida anímica de su prójimo, pero así aprehende también, como creyente, el amor, la cólera, el mandamiento de su Dios; y no de modo diferente puede Dios aprehender la vida del hombre”. En el fondo, Stein considera fenomenológicamente la fe religiosa, en cuanto manifestación de una dimensión profunda del hombre.

En 1939, siendo ya carmelita descalza, al recordar la etapa de su doctorado, escribió que, antes de llegar a Friburgo, tuvo alguna experiencia de carácter religioso que le marcó profundamente; una de ellas fue su visita a una iglesia católica de Frankfurt: “mientras estábamos allí en respetuoso silencio, entró una señora con su cesto y se arrodilló en un banco, para hacer una breve oración. Esto fue para mí algo totalmente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes, a las que había ido, se iba solamente para los oficios religiosos. Pero allí llegaba cualquiera en medio de los trabajos diarios a la iglesia vacía como para un diálogo confidencial. Esto no lo he podido olvidar”.

Identificarse con el otro, compartir sus sentimientos, asimilar la vivencia ajena… Todo un programa, no solo teórico, sino existencial que marcó la vida, y hasta la muerte, de Edith Stein, víctima de un régimen tan despiadado como lo fue el nazismo.

domingo, 26 de octubre de 2025

''Uno era fariseo, el otro, publicano''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Domingo, ''día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal''; esto es lo central que cada semana actualizamos en este día principal para nosotros. Y como aspiramos a participar plenamente de esa inmortalidad que el Señor nos ofrece cada semana y cada día, la palabra de Dios nos regala pistas para orientar el rumbo de nuestra vida hacia el cielo. Es este domingo XXX del tiempo ordinario nos acercaremos a la conversión radical del corazón que es lo que diferencia al autosuficiente, al soberbio y al engreído del modesto, humilde e inseguro de sí mismo. Acerquémonos a esta palabra que nos interpela para que nos preguntemos e identifiquemos quiénes somos nosotros en estos pasajes de hoy. 

La primera lectura del libro del Eclesiástico nos presenta una reflexión que será la que actualizaremos en el evangelio de este día. Aquí el texto de Sirácida nos lleva a interiorizar como solamente vivimos la religión verdadera si nuestra creencia va de la mano de la moral de nuestra vida. La primera frase ya es una sentencia perfecta: ''El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas''. No necesita mucha explicación; ya otros domingos me lo habéis escuchado: tenemos gente encumbrada en este mundo que pasan por maravillosos, pero que ante Dios serán los últimos, mientras que hay personas que pasan por esta vida como excluídos y raros y de los que poco se puede decir, que aparentemente no caían bien a muchos, pero que para Dios serán los primeros y favoritos. Se nos olvida siempre: las matemáticas de Dios no son las nuestras, y prácticamente nunca sus caminos son los nuestros. También empiezan a aparecer alusiones al final: estamos en el trigésimo domingo del Tiempo Ordinario, y el año litúrgico va llegando a su final. Hay una frase de la primera lectura que nos suena ya al Adviento: ''El Señor no tardará''. 

Quisiera detenerme en la segunda lectura con ese testamento espiritual que San Pablo dirige a Timoteo, cuando le dice: ''Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe''. El apóstol es consciente de que se acerca su final, de que su última predicación será aceptar la muerte siguiendo al Señor haciendo de la propia vida una oblación. Creo que este mes de octubre en que no pocos enarbolan los recuerdos bochornosos de la lamentable y fratricida Revolución de 1934 hemos de tener un recuerdo para nuestros mártires, los de la revolución y los de la guerra civil  que fueron asesinados "por odio a la fe". Al igual que  también hoy son masacrados nuestros hermanos por lo mismo en Nigeria a manos del terrorismo islámico, y en tantos lugares del mundo simplemente por no negar a Cristo. 

Esta semana unos patéticos personajes melancólicos de su resentimiento (cuatro amigos con poco horizonte biológico ya y conocidos en su casa a la hora de merendar) que se hacen llamar ''curas obreros'' (aunque ninguno ha pegado un palo al agua en su vida, pero sí que vivieron como los curas de "antes") reivindicaban -¡ahora!- y tras una bandera republicana que ''la Iglesia debía pedir perdón por su participación en la guerra''... En fin, hay gente que uno no sabe qué tiene en la cabeza, más allá de su fracaso de vida y su pérdida de identidad...: ¿Le ha pedido alguien perdón a la Iglesia por sus mártires asesinados y torturados, por sus templos destruidos y arrasados, sus conventos saqueados y religiosas violadas, o sus muertos profanados?... La Iglesia nunca ha dejado de pedir perdón, hasta tal punto que nuestros mártires murieron con esa palabra en sus labios. Aún esta semana hemos recordado a los Beatos mártires de Nembra, un pueblo dividido en dos como las dos Españas y que se volvió a unir gracias a que su párroco Don Genaro y los tres adoradores nocturnos asesinados murieron perdonando y pidieron a los suyos que igualmente perdonaran. No hubo venganzas ni ajustes de cuentas en este pueblo al acabar la guerra; hubo el perdón sostenido por los mártires a pesar de que todo el mundo sabía quiénes habían participado en la muerte salvaje del anciano cura y sus tres feligreses. Aquí en Asturias siempre hubo una expresión anticlerical cuando alguien quería desearle algo malo al sacerdote de su parroquia: ''había que coralo''... Aún hoy se usa esa expresión y a no pocos les faltan ganas, a lo que habría que responder: ¡Ya lo hicísteis más veces!... Sí; así fue la muerte de Don Genaro, de Isidro y de Segundo (la muerte del joven Antonio fue diferente aunque también muy cruel). Aquel cura de Nembra con 70 años le coraron como a un cerdo; las mujeres recogían la sangre en baldes para hacer después morcillas mientras comentaban ''¡que bueno es este gocho que no grita para morir''... Cuando los Nacionales entraron en Nembra apresaron a los culpables y los llevaron ante las familias de los mártires para ver qué querían que hicieran con ellos... ¿Sabéis lo que pidieron los familiares para éstos?: que les perdonaran y soltaran... (¡casi lo mismo!). Hasta tal punto llegó el ejemplo de Nembra que la hermana pequeña de Antonio, uno de los mártires, la cual se hizo religiosa,  al tener noticia que uno de los asesinos de su hermano estaba viviendo -ya anciano- en condiciones infrahumanas, ella misma fue a verle y lo llevó al centro sanitario donde estaba destinada y lo lavó y cuidó los últimos años de su vida, de forma que aquel hombre ateo y radical murió convertido a Dios, pidiendo perdón y solicitando confesar y recibir la Unción de Enfermos... Este es el perdón de la Iglesia que no necesita salir en prensa, en la TPA ni recibir aplausos baratos para notoriedad megalómana de resentidos sin identidad de lo que nunca pudo ser por imposible en un ideológico y farisaico afán de protagonismo, casposo, caduco y ya muy aburrido...  

De esto trata también el evangelio de hoy, de lo que implica realmente ser seguidor de Jesús, algo que se nos expone a partir de esta parábola del fariseo y el publicano que nos presenta San Lucas en este capítulo 18 de su evangelio. Los personajes no son elegidos sin más, ya de por sí decían mucho en aquella sociedad, pues el fariseo era sinónimo de modelo en el cumplimiento de la ley, mientras que el publicano era todo lo contrario; prácticamente el modelo del antitestimonio. Nuevamente se nos recuerda lo dicho anteriormente, nuestros juicios nada tienen que ver con los de Dios, y es que sobran los que aparentemente pasan por justos y, sin embargo, desprecian a los demás. En aquellos momentos la religión estaba contaminada -como no pocas veces hoy, y al párrafo anterior me remito- por criterios políticos o ideológicos, por eso el publicano era alguien despreciado y considerado casi un traidor. Una persona que trabajaba para Roma y trataba con paganos no podía ser de ninguna manera un buen judío. Seguía vivo en el pueblo el anhelo de independencia, de restaurar el reino de Israel y librarse de la dominación romana. Por tanto, todo aquel que no contribuyera a lograr dicho fin era sencillamente un traidor. La misma actitud de cómo oraban nos describe esta realidad: el fariseo se ponía en un lugar principal y oraba de pie a la vista y "con publicidad", y se sentía orgulloso y modélico creyente, despreciando a los demás. El publicano, por su parte, oraba al fondo del templo, avergonzado de sus pecados y sin apenas levantar la vista del suelo... Mientras el fariseo daba gracias por ser tan bueno, el publicano suplica misericordia. Y es en este último en quien se encarna la oración del salmo 33: ''el afligido invocó al Señor, él lo escuchó''. El pasaje nos muestra otro pecado del fariseo, no sólo su ego de creerse tan bueno y despreciar y criticar al publicano que oraba humildemente: El difunto Fray Miguel de Burgos Núñez O.P. describe este actuar como el de "la ceguera religiosa", que como explicaba este dominico ''es a veces tan dura, que lo bueno es siempre malo para algunos, y lo malo es siempre bueno para otros"... Bueno es lo que ellos hacen, malo lo que hacen los otros. Porque la religión del fariseo se fundamenta en una religiosidad monólogo de sí mismo. Es una patología envuelta en el celofán de lo religioso desde donde ve (y trata de manipular) a Dios y a los otros tal y como él mismo quiere verlos, y no como son en verdad. En realidad, éste solamente se está viendo a sí mismo''... Esto ocurre muy a menudo, y lo vemos en las parroquias donde hay personas que se posicionan por encima de Dios mismo; no se auto examinan cara a cara con el Señor ni hacen examen de conciencia, sino que buscan un chivo expiatorio en la comunidad al que continuamente señalar: ''mira que malo es y qué buena soy yo''... Pero, ¿con quién se quedará -se queda- el Altísimo: con el fariseo o el publicano, con el de buena fama que sin embargo despreciaba a los demás, o con el de mala fama que vivió en clave de humildad?... Es curioso cómo el publicano ni se atreve a mirar o a levantar la vista ni mencionar al fariseo. Para él no es enemigo, tiene un concepto tan pobre de sí mismo que su oración se limita a rogar clemencia, y con ello ya le llega: ''Oh Dios, ten piedad de este pecador''. ¡Tomemos nota!

Evangelio Domingo XXX del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según San Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
“Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor

Sabiduría oriental, hondura alemana. Por Monseñor Jesús Sanz Montes O.F.M.

Ha sido una grata sorpresa la designación de Byung-Chul Han como Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. En ese escenario internacional que suponen los Premios ovetenses, contar con uno de los filósofos contemporáneos más leídos y con mayor influencia, es ya una buena noticia que me agrada reconocer al Jurado.

Este pensador nacido en Corea del Sur y formado en Alemania hace tiempo que aborda los cambios que él observa en la sociedad de nuestros días, muy determinada tanto por la tecnología super sofisticada que ha roto fronteras antes infranqueables, como por la comunicación atrofiada en su uso y su abuso llegando a la paradoja de compaginar las mayores cotas de intercomunicación con las de una inmensa soledad que nos aísla. Títulos como “La sociedad del cansancio” o “La sociedad de la transparencia”, dan buena cuenta de esa habilidad fina y certera para diagnosticar los retos que desafían a la sociedad actual, como justamente ha observado el Jurado que le ha otorgado este importante premio.

Son tantas las noticias y es tan desmedida la información que a diario nos desbordan y asedian, que nos falta el cauce razonable de poderlas asimilar o gestionar con mesura e incluso con el tiempo del que se tenía en otras épocas, cuando con muchos menos medios sí que se gozaba de una sabiduría capaz de discernir, de juzgar, de aprender y enriquecerse sin que los valores que vale la pena cuidar y transmitir a las nuevas generaciones se viese empañado y empeñado por la levedad más anodina y la frivolidad más nociva que abotarga la mente y enfría el corazón. Pero este pensador, que goza de la sabiduría oriental con su delicada sensibilidad, al tiempo de haber crecido en una racionalidad centroeuropea con hondura, método y rigor, también ha puesto sobre la mesa de su escritorio una cuestión que él juzga fundamental en el análisis del momento contemporáneo: la cuestión religiosa, la presencia de Dios en la vida, la necesidad de una honda espiritualidad.

El profesor Byung-Chul encara la célebre noción de Friedrich Nietzsche sobre la “muerte de Dios” señalando cómo ahí reside una de las grandes crisis de la modernidad: la pérdida de sentido. Este pensador afirma que la desaparición de Dios en la cosmovisión de nuestros días tiene como consecuencia la ausencia de una figura trascendente, y al mismo tiempo la disolución de aquello que simbólicamente fundamenta la vida, la experiencia humana y la convivencia. Vivimos en un mundo que se torna irrespirable, violento, corrupto y mendaz, donde se da culto únicamente a esos tres dioses menores cuando se ha expulsado en nuestro pequeño paraíso al verdadero Dios. Son los tres dioses de los que hablaba T.S. Eliot: el poder, el dinero y el sexo (de enorme actualidad hoy día).

José Mª Barrio, buen conocedor de nuestro autor, ha señalado que estamos ante un pensador que nos ofrece “uno de los mejores retratos de nuestro tiempo, a la vez que una medicina para sus lados más vulnerables. Recoge lo mejor de la sabiduría oriental para purificar nuestras heridas post-cristianas”. Efectivamente, sin Dios nos deshumanizamos, como Byung-Chul Han ha subrayado en sus recientes obras “Hablar sobre Dios” y también “Sobre Dios”, donde aparecen como urgente necesidad esos valores que nos ayudan a crecer humanamente, como ciudadanos y como creyentes: la atención frente a un mundo que nos dispersa y fragmenta, la belleza ante la zafiedad que nos empobrece con su mezquindad, el ayuno de lo inútil que nos aligera ante a la voracidad de un consumismo que nos esclaviza con sus adicciones, la dimensión espiritual que nos encara amablemente hacia el rostro de Dios que nos protege y acompaña. La obra de este premiado es una ventana que nos permite asomarnos a una realidad en la que nuestra mirada se nutre de la bondad, la verdad y la belleza que nos hace mejores en medio de la vulnerabilidad que nos empequeñece y aísla en la soledad.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

sábado, 25 de octubre de 2025

Horarios de Todos los Santos y Fieles Difuntos

 

*El día 1 de Noviembre a las 15'30 tendrá lugar el rezo del santo rosario 
en el Cementerio Parroquial de Lugones

Venerable Fray José Merino, un Superior de los Dominicos de La Felguera camino a los Altares. Por R. H. M.

Este viernes 24 de octubre el Papa León XIV ha reconocido las virtudes heroicas del P. José Merino Andrés O.P. que desde ahora será reconocido como "Venerable". Este religioso dominico nació en Madrid el 23 de abril de 1905, y fue bautizado el día 30 de dicho año con los nombres de José Aquiles. Se educó con los Hermanos Maristas que le inculcaron el amor por la enseñanza. Creció en una familia cristiana y siempre estuvo muy vinculado a la vida parroquial. En su juventud vivió su compromiso creyente en la Acción Católica, llegando a ser el presidente de la sección de su parroquia, así como fue miembro de la Adoración Nocturna.

Ingresa en la Orden de Predicadores el 22 de julio de 1933 en el convento de San Esteban de Salamanca, tomando el hábito el 1 de octubre de dicho año. Hizo su profesión solemne en plena guerra civil española en 1937, y recibió la Ordenación sacerdotal el 3 de junio de 1939. Su primer destino fue el convento de La Felguera donde llegó ese 1939 sirviendo en el convento de Santo Tomás de Aquino fundado en 1930 y en el colegio de San Pedro. El 18 de septiembre de 1943 fue nombrado Superior de la comunidad de La Felguera.

Años después el Colegio pasó a llamarse Santo Tomás de Aquino, y el convento así como su nuevo templo, de Jesús Obrero. En 1946 es trasladado a Madrid, también como Superior del Convento de Nuestra Señora de Atocha. Tres años después en 1949 fue destinado a México a las misiones populares de la Orden. Regresó al año siguiente al ser requerido para el cargo de maestro de novicios en la casa de formación de Palencia. Ejerció está misión hasta 1966 en que tuvo que renunciar a ello debido a su delicada salud. En esos dieciséis años los pasó acompañando a los futuros frailes; fueron cerca de mil los jóvenes que formó. Dejó impronta en aquellas generaciones, como reconocerá años después el Padre Gago que había sido compañero suyo en el equipo de formadores.

Los dos últimos años de su vida los dedicó en la medida de sus ya débiles fuerzas a continuar con las misiones populares, predicaciones, confesionario, o el culto en el templo de San Pablo de Palencia. Los años 1967 y 1968 fueron de configuración con la cruz de Cristo. Tras mucho sufrimiento falleció en olor de santidad el 6 de diciembre de 1968. Recibió cristiana sepultura en el panteón de la Orden, en el cementerio municipal de Nuestra Señora de los Ángeles de Palencia. El 6 de diciembre de 2011 -cuarenta y tres años después de su muerte- sus restos mortales fueron exhumados del cementerio local y depositados en la capilla de Santo Domingo de la iglesia de San Pablo de Palencia. Se eligió ese lugar junto a la Virgen de Fátima, donde el Padre Merino oraba de rodillas para preparar sus clases.

El Padre Merino destacó por su humildad; como maestro de novicios nunca le costó pedir perdón a un formando, reconociendo que se había equivocado en su acompañamiento o discernimiento, hasta el punto de arrodillarse ante él implorando disculpas. Vivió la pobreza y el desprendimiento en grado sumo. Gran devoto de la Santísima Virgen, fue un fraile dominico que encarnó el carisma de forma sobresaliente. Mucha oración, gran predicador capaz de tocar los corazones de los fieles y asiduo estudioso de las escrituras. Fue también un pastor sensible hacia los enfermos, a los que llevaba la comunión y acompañaba espiritualmente casi a diario.

viernes, 24 de octubre de 2025

La conexión asturiana de la corona robada en el Louvre

(Lne/ María José Iglesias) El convento de las Carmelitas de Oviedo guarda una carta de Eugenia de Montijo, la española que portó la lujosa pieza del museo francés

El robo de parte de las joyas de Eugenia de Montijo el pasado domingo en el Louvre ha reavivado la figura de la emperatriz de Francia, vinculada a Asturias a través de una de sus grandes amigas de juventud, Leocadia Zamora Quesada (Puerto Príncipe, 1819-Oviedo, 1891), fundadora del convento de las Carmelitas Descalzas de la capital regional. Es decir, impulsora del primer monasterio del Carmelo en Asturias, que desde 1980 se ubica en el barrio de Fitoria y que antes estuvo en un área cercana a la actual calle Muñoz Degraín.

El monasterio conserva en su archivo una carta de Eugenia de Montijo a su gran amiga, "la mujer más bella de la España de Isabel II", tal como aseguraba un artículo de "Blanco y Negro" en 1959. Así lo atestigua un cuadro de Federico de Madrazo de 1847, cuando la retratada aún brillaba en la vida social de la nobleza española. Leocadia alcanzó gran relieve social en la corte y cantaba en las veladas de los salones como el de la condesa de Montijo. En ellas se hizo muy amiga de las dos hijas de la casa: Francisca, más adelante duquesa de Alba, y Eugenia; y de la reina Isabel II, de la que curiosamente también conserva cartas el cenobio ovetense, tal como cuenta Elsa Campa Fernández, priora del convento, en el que habitan 17 monjas. "Tenemos esas cartas, y había más que se perdieron durante la Guerra Civil y la Revolución del 34; Eugenia de Montijo era muy amiga de nuestra fundadora", señala la religiosa, natural de Besullo (Cangas del Narcea).

La carta de la emperatriz, ya en el exilio, datada en Carabanchel (Madrid), donde tenían su palacio de recreo los Montijo, el 2 de julio de 1887, escrita en francés, comienza de un modo cariñoso: "Ma cherie Leocadia (Mi querida Leocadia)". En la misiva, la emperatriz alude a asuntos familiares, muestra su preocupación por su hermana y también recuerda a su hijo, el príncipe imperial Napoleón Luis Bonaparte, fallecido en Sudáfrica en 1879, a los 23 años. A Eugenia de Palafox y Portocarrero le gustaba escribir, prueba de ello son las numerosas cartas que se conservan a su hermana Paca, duquesa de Alba; a su madre, Manuela Kirkpatrick de Closebun; a Alejandro Dumas, y a su tutor, Prosper Mérimée, que en una carta enviada a Sevilla le adelanta parte de la trama de "Carmen".

La carta escrita por Eugenia de Montijo a Leocadia Zamora / Irma Collín

Tras recorrer varias ciudades europeas y, según algunas crónicas, tras varios amores frustrados, entre ellos con su sobrino Rafael Zamora y Pérez de Urría, III Marqués de Valero de Urría, en 1870 Leocadia ingresó en las Carmelitas de Alba de Tormes bajo el nombre de Sor María Ana Teresa de la Sagrada Familia, y, aunque dijo adiós a las glorias mundanas, mantuvo el contacto epistolar con sus amistades.

La mujer que inspiró a Washington Irving sus "Cuentos de la Alhambra", enseguida quiso llevar la orden carmelitana a lugares en los que no estaba presente. Tras una frustrada fundación en Puigcerdá (Gerona), en 1879 le hablaron de Asturias, de la que escribió: "Es un Principado del país hermosísimo y fertilísimo, de clima suave en las estaciones, y en el contorno del cual no existe sino un convento de frailes dominicos en un confín de él, y en su capital, Oviedo, dos conventos de monjas". Leocadia murió en Oviedo en 1891.

Viaje frustrado a Covadonga

El 29 de junio de 1896, Eugenia de Montijo llegó a Pontevedra, para desde allí trasladarse a Villagarcía de Arosa, donde la esperaba su barco "Thistle" para continuar a La Coruña y seguir a Asturias con objeto de asistir a una ceremonia a la que acudiría el rey Alfonso XIII. Tras unos días en Galicia, cuando ya se disponía a embarcar se encontró con un fuerte oleaje que impidió su traslado al yate, y además surgió un grave problema médico: el cocinero se puso enfermo y fue diagnosticado de pulmonía grave, sin que los servicios médicos municipales pudieran hacer nada por salvar su vida. Todos estos imprevistos hicieron que la estancia en Villagarcía se prolongase más de lo previsto. El viaje a Asturias jamás se realizó.

El "Thistle" era el segundo barco de la emperatriz. El primero había sido el "L’Aigle", pero estando en Inglaterra lo perdió, con lo que le compró al duque de Hamilton el famoso "Thistle". La emperatriz era una gran navegante y adoraba el mar, especialmente el Cantábrico, que contemplaba desde su palacete de Biarritz, hoy convertido en un hotel donde su huella está por todas partes.

Don Federico, el punto filipino de la diócesis de Oviedo. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Conocí a Don Federico hace bastantes años, aunque cuando realmente lo pude conocer mejor fue en mi etapa como párroco en el suroccidente asturiano. Llegó la enfermedad y la jubilación de mi compañero de tabla Don Horacio como párroco de San Antolín de Ibias y otras y yo hacía las sustituciones, y el entonces arzobispo Don Carlos Osoro, el cual me había nombrado arcipreste de El Acebo me dijo que no me preocupara, que tenía un sacerdote para mandar a esas seis parroquias del referido Concejo, y la solución llegó de Estados Unidos en la persona de Don Federico Abad Martínez, quién aceptó aquel nombramiento contento e ilusionado... Ese nombramiento en principio me sonó un tanto extraño de mano: ¿un sacerdote entrado en años contento e ilusionado para Ibias?... Bueno, me dijo el Arzobispo, es que su familia es del occidente, se crió en Salime y es un enamorado del mundo rural... ¡Ah, pues genial! Desde el primer momento tuvimos mucho "feeling". Era, ciertamente, único e irrepetible, pero en aquel hombre fuerte y robusto se escondía también una persona frágil, enferma, con heridas en el alma y mucha vida a sus espaldas. Don Federico me pidió en mi calidad de arcipreste que defendiera ante el Arzobispado la necesidad de que le arreglasen la casa rectoral que había dejado D. Horacio tras medio siglo en ella. Aquello -como siempre que uno trata con burócratas- me costó mis disgustos, pues yo reclamé -porque era testigo- que aquella casa no reunía las condiciones para un sacerdote de su edad, tras una austeridad espartana de D. Horacio. El entonces Vicario General, Juan Antonio Menéndez (q.e.p.d.), asesorado por el Ecónomo decía que era "tirar el dinero", que Federico en dos días iba a pedir cambio de destino: "que tú no le conoces, Joaquín, que nunca ha parado en ningún sitio..." Yo volví a hablar con Don Federico y me aseguró que ese sería su último destino: ''yo me jubilo en Ibias'', me dijo. Con las mismas vuelvo a hablar con el Arzobispo y la administración y, finalmente, se aprueba arreglar la casa rectoral de San Antolín. Aún hubo después muchos tiras y aflojas, pues Don Federico quería rehabilitar la casa por todo lo alto y la Diócesis quería gastar lo mínimo indispensable. Al final todos cedimos un poco, pues que un sacerdote estuviera dispuesto a dedicar el resto de su vida ministerial en aquel lejano suroccidente sonaba a chollo...

Al final Don Federico, a los dos años no pidió cambio, pero dijo que se jubilaba y que se iba para la Casa Sacerdotal de Oviedo... Tardaron poco en echarme en cara "los expertos" su profecía, pero en mi opinión no fue un error ni un gasto inadecuado, pues gracias a aquella rehabilitación se pudo alquilar posteriormente esa casa; de otra forma hoy sería otra de las no pocas rectorales en ruina a lo largo y ancho de nuestra geografía diocesana. Don Federico, aún con su estilo socarrón no mintió, pero tampoco dijo toda la verdad; cierto. Dijo que se jubilaba en Ibias, pero no nos dijo cuándo ni en qué forma. Los dos años que le tuve de compañero pude disfrutar de su forma de ser tan original, de su saber y de su dominio del paisaje y paisanaje. Aunque estuvo poco tiempo se impregnó muy bien de la historia y la idiosincrasia de Ibias, y si le preguntaba por cualquier tema del pasado estaba informado o sabía darme su visión sobre ello. Por poner un ejemplo, recuerdo que un día le pregunté por un caso curioso de un niño de dos años que había desaparecido en una aldea de Ibias en el verano de 1968 al cual la Guardia Civil buscó con importantes batidas por la zona sin hallar nunca su rastro. Pensé que Don Federico igual no tenía noticia de ello, pues el crío era de la aldea de Salvador en la parroquia de Sena, feligresía de Ibias, y que no atendía él sino Don Manuel -un sacerdote de la diócesis de Lugo-. Me sorprendió: estaba informadísimo de las diferentes hipótesis, las leyendas urbanas y las búsquedas de la gente y la Guardia Civil. Don Santiago Pérez García -''Chilindrín''- cura emérito de Naviegos, le llamaba ''el punto filipino de la diócesis de Oviedo'', y es que sus padres estaban en aquellas tierras de Asia en busca del porvenir cuando él llegó al mundo en la ciudad de Tarlac, castellanización de la palabra indígena malatarlak que significa ''mala hierba''. Pero uno no es de donde nace, sino de donde pace, por eso Fede siempre se sintió muy asturiano. En el occidente estaba en su salsa, no en vano su primer destino fue en tierras de Cangas de Narcea como Ecónomo de San Mamés de Tebongo y Encargado de Coliema y Carceda. Tras cuatro años en esta zona del El Acebo con sus aventuras y desventuras, era conocido como ''el cura de Tebongo''. Pasó de aquí a Avilés, fundando la parroquia de Santa Teresa de Jesús en el barrio de El Pozón, siendo en esta etapa también Consiliario Comarcal de Mujeres de la Acción Católica General de Avilés, así como arcipreste del desaparecido arciprestazgo de Avilés-Sur, el trienio 1973 - 1975.

Vuelve a su occidente del alma, en concreto a su querida localidad Grandas de Salime a la que se le añadieron San Juan de Vitos, Santa María de Trabada y Santa María Magdalena de Peñafuente, primero, y más tarde Santiago de Pesoz y San José de Brañavieja. Fueron años en que vivió con mucha intensidad, pues se conocía aquello como la palma de su mano. Se identificó muy bien con el papel de sacerdote rural, muy preocupado por las necesidades de sus paisanos, por lo que abundaron en aquellas fechas reuniones y "concejos"; unas para restaurar templos, otras para arreglar caminos o hacer nuevas pistas o reclamar la llegada del alumbrado. 

Fueron cinco años en esta tierra de sus raíces en las que en los últimos tres ejerció también como arcipreste de Grandas de Salime, así como de miembro designado del Consejo Presbiteral. Muchos años después, cuando llegaron los ordenadores e internet se haría todo un experto y llegaría a llamarse Federico de Salime, como figuraba en su perfil de linkedin. Le gustaba presumir de que había hecho la primera comunión en el templo de Salime, y que se había criado en aquel pueblo que hoy yace bajo las aguas del Salto en el embalse de Grandas de Salime. El pueblo pertenecía a la parroquia de Villarpedre, aunque como ocurría en tantos otros lugares de la Diócesis con núcleos de población alejados del templo parroquial, se dotó a Salime de un cementerio propio y una iglesia filial. El templo de Salime estaba dedicado a Santa María, y así, al edificarse el poblado de A Paiceiga y dotarlo de templo para los trabajadores del Embalse, se dedicó también a Santa María en la advocación de Nuestra Señora de la Luz en alusión al fin eléctrico del Salto. Hoy la imagen pétrea de Nuestra Señora preside el enclave natural del embalse y Salime sigue siendo de Santa María. 

En 1979 D. Federico  pide cambio, ofreciéndosele la posibilidad de ir a Taramundi, lo cual acepta encantado. Se encontró con sus dificultades en esta Parroquia: sustituía en esa de San Martín a Don Manuel, un sacerdote anciano y enfermo que en los últimos años en lugar de anotar los sacramentos celebrados en los libros del Archivo Parroquial los iba dejando de forma provisional en cientos de papelinos en una letra ilegible sobre el despacho parroquial, amontonados anárquicamente sin orden ni concierto. Don Fede, que era un apasionado de la investigación, la historia y los archivos, hizo un trabajo de campo ingente preguntando a las familias, comadronas, enterradores, matrimonios jóvenes, etc. para recopilar datos y reconstruir todo lo que faltaba de aquellos "apuntes" de su enfermo predecesor. Atendió también San Pedro de Bres y San Julián de Ouría, siendo el último sacerdote que vivió en la histórica Casa Rectoral de Taramundi, la cual se convirtió en el primer experimento de turismo rural de España y del mundo -dicen algunos- hasta el punto que se la conoce hoy como ''la cuna del turismo rural español''.


Después de tres años en Taramundi parte para las Islas Canarias, en concreto a la diócesis de Canarias donde con permiso del Arzobispo de Oviedo fue nombrado párroco de Santa Ana de Casillas del Ángel, en el corazón de la isla de Fuerteventura. Tras un año de experiencia pastoral canaria es designado por el entonces obispo de esa diócesis, Monseñor Ramón Echarren, secretario particular. Fue el destino al que más tiempo dedicó en su vida sacerdotal, nada menos que seis años; todo un récord en nuestro filipino astur. Monseñor Echarren Isturiz era un hombre abierto de mente, se reconocía progresista, social y próximo a Tarancón. Era hombre humano e inteligente, por ello buscó a un sacerdote para acompañarle que no le dijera que sí a todo, que no fuera canario ni "animal de curia". Lo encontró en Don Federico, pero éste siempre fue "perro sin amo" y en 1989 regresa a nuestra Diócesis siendo destinado como párroco a Tazones, Bedriñana y San Martín del Mar.

Después de tres años en tierras maliayas los periplos de Don Fede serán cada vez más breves: dos años como Adscrito en la parroquia de Holy Rosary Church en Sacramento - USA, dos años en La Espina de Salas junto a dos parroquias más de Salas y tres de Tineo... En 1996 Monseñor Díaz Merchán le ofrece un destino más cómodo como párroco de Ciaño (Langreo) donde en lugar de dos años -lo habitual en él- estará cuatro. Lo pasó mal en la Cuenca del Nalón: le tocaron años convulsos de manifestaciones y actos vandálicos. En aquellos tiempos estaba la Catedral tomada por los trabajadores de Duro Felguera (sufriendo mucho por ello también el Deán de entonces, D. Rafael Somoano Berdasco q.e.p.d.), pero como siempre hizo la izquierda en sus asaltos en contraposición del buen trato recibido de la Iglesia, dañaron seriamente los edificios religiosos, aunque en aquel Langreo no llegaran al nivel de 1934... Contra las paredes de la iglesia y la casa parroquial de Ciaño dispararon cócteles molotov, y hasta clavos, puntas y tornillos... Don Federico, que siempre se sintió muy libre, pidió audiencia al Arzobispo y se presentó con fotografías y con un tarro lleno de esas puntas, clavos y tornillos que lanzaron contra su casa, diciéndole al Obispo: ''Ahí tiene Don Gabino una muestra de lo que hacen sus amigos del "gomeru", y a los que usted tanto contempla''. Y le pide salir de Ciaño, volviendo a la vida de cura rural como párroco de Alles y siete parroquias más del entorno. A los dos años solicita permiso para desarrollar el ministerio pastoral en la Archidiócesis de Madrid, siendo nombrado por Don Antonio María Rouco Varela, Cardenal Arzobispo de Madrid, párroco de Santo Tomás Apóstol de El Berrueco, en la sierra madrileña. A los dos años marcha de nuevo a la diócesis de Sacramento, en Estados Unidos, y será a su regreso de tierras americanas cuando asuma las parroquias de San Antolín de Ibias, San José de Seroiro, San Clemente de Ibias, Santa María Magdalena de Marentes, Santa María de Cecos y San Pedro de Alguerdo, donde yo le conocí y compartí sus anécdotas y el "pulpo a feria" en Fonsagrada, al igual que ya había hecho con su predecesor, el difunto D. Horacio.

Ya jubilado y residiendo en la Casa Sacerdotal de Oviedo aún colaboró en el Archivo Histórico Diocesano como buen amante de la historia; tenía especial habilidad para las cuestiones de archivística. Pastoralmente aún tendría nombramiento como Adscrito en San Antonio de Padua de la Florida de Oviedo. Después colaboró generosamente con la UPAP de Grado, con la UPAP Grandas de Salime o con la Capellanía del Real Monasterio Benedictino de San Pelayo-Oviedo, entre otros apostolados, incluyendo de vez en cuando la ayuda en nuestra parroquia de Lugones. Era habitual verle pasear por el centro de Oviedo con su boina carlista... 

Este hombre inquieto y risueño, aunque a veces lo utilizara como argumento "ad hoc", realmente nunca gozó de buena salud: problemas de tensión arterial, glucosa, etc. Los achaques le llevaron en estos últimos tiempos a moverse incluso con ayuda de un andador, primero, y en silla de ruedas al final. Sufrió un "ictus" el día 22 de agosto, por lo que fue trasladado al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) donde falleció. El Señor lo llamó a su presencia en la madrugada del sábado 23 de Agosto de 2025. Tenía 88 años de edad y 59 de ministerio sacerdotal. Descanse en paz el buen punto filipino de D. Federico: 
¡hasta el cielo, amigo!