viernes, 18 de abril de 2025

Viernes Santo, la Cruz: escuela de amor, esperanza y misericordia. Por Joaquín Manuel Serrano Vila



Celebramos hoy unidos a toda la Iglesia Universal la pasión y muerte del Señor; es este un día silencioso, enlutado, en que no hay eucaristía en ningún lugar del orbe. El rezo de laudes, el ejercicio del vía crucis, la oración ante el monumento, han sido oportunidades de interiorización en esta jornada tan cargada de emoción y sentimiento. Especialísimamente el Oficio de este día, con la postración inicial de los presbíteros ante el altar desnudo y la liturgia de la palabra con la solemne lectura de la pasión según San Juan, nos ayudan a la contemplación a la que somos llamados mirando ''al que traspasaron'', como profetizó Zacarías. Somos invitados a mirar a Cristo en la cruz y preguntarnos, ¿Cuántos pecados míos veo en el leño santo? ¿Qué sentido tiene la muerte del Señor para mí? ¿Y en qué medida he respondido o tengo pensado responder en mi conversión, en mi camino de vida de fe para testimoniar mi agradecimiento al que dio su vida por la mía?.

Volver a revivir su prendimiento, condena, tortura y muerte, supone ser testigos de nuevo de una injusticia como pocas, pero que al mismo tiempo era necesaria para dar cumplimiento a las escrituras, de que el Mesías debía de padecer mucho. La muerte de Cristo nos interpela e interpela al mundo. He aquí un inocente llevado al patíbulo más horrendo e infame en el que morir y, sin embargo, no clama en sed de venganza, no maldice, no grita, sino que hace verdad en su docilidad lo anunciado por Isaías: ''como oveja llevada al matadero... como oveja enmudecida ante el esquilador''. No hay cabida para la violencia en la fe católica, ni hay causa por muy noble o social que sea que sirva de justificación para empuñar las armas y terminar con la vida de un semejante. Si alguien era inocente de verdad ese fue Jesucristo y, sin embargo, aceptó la muerte ''uno por todos, para librarnos del morir eterno''.

En este día de Pasión por antonomasia queremos de algún modo imitar a las monjas y monjes de vida contemplativa y hacer de esta jornada una contemplación del amor de Dios al mundo, a los pecadores, a cada uno de nosotros. Queremos subir al Calvario, acompañarle en su agonía y decirle como el buen ladrón ''acuérdate de mí cuando llegues a tu reino''. Hay muchos que aprovecharán esta jornada para el descanso, viajar, ir a la playa, a la discoteca, al cine... ¡Cuantos ignoran que Jesucristo los ha rescatado ya con su sangre! Que nuestra salvación nos viene por esta ofrenda sublime de caridad, por este pacto de la nueva alianza sellado en sangre un viernes santo. Hoy queremos tener a todo el universo presente en nuestra plegaria, por eso pedimos en la oración universal del Oficio por los judíos, por los que no creen en Dios, por los que están sufriendo tribulación, etc...

La adoración de la Cruz, inclinándonos ante el signo de nuestra redención, es reconocer que de Ella nos viene la misericordia, la esperanza y la propia vida: ¿puede haber cátedra de amor y perdón mayor que el leño santo?... Mirando la imagen de Jesús crucificado entendemos cómo Dios es quien tiene la iniciativa del amor redentor universal; como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia en su nº 604: Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; cf. Jn 4, 19). Es un día también para tener muy presentes a nuestros hermanos católicos de Tierra Santa, a la Custodia Franciscana, a los que mantienen viva en ese suelo bendito la llama de la fe cristiana en medio de no pocas dificultades e incomprensiones. La muerte del Señor perdonando a sus verdugos ha de movernos en este día a orar por la paz en todos los lugares del orbe que sufren la violencia, empezando por los corazones de cada uno de nosotros necesitados también de perdón y de perdonar a ejemplo del Maestro: Gracias Señor, pues ''por el madero ha venido la salvación al mundo entero''

La liturgia del Viernes Santo. Por R. H. M.

Hoy es un día de penitencia, ayuno y abstinencia. Los únicos sacramentos que se pueden celebrar en este día son la confesión y la unción de enfermos. Hoy la Iglesia no celebra la eucaristía, no se permiten tampoco los funerales, únicamente se puede dar sepultura a los difuntos sin canto alguno ni tocando las campanas. A los enfermos se les puede llevar la comunión a cualquier hora del día.

En este día no conviene el uso de instrumentos, únicamente para sostener el canto, pero nada más. Si quiere hacerse alguna monición para explicar las características de este oficio debe hacerse antes de comenzar la liturgia, y no una vez que haya comenzado la procesión de entrada.

La Iglesia pide que el Oficio de la Pasión y muerte del Señor se celebre lo más cerca posible a su hora auténtica: la hora nona (sobre las tres de la tarde). Por motivos pastorales puede celebrarse a otra hora, más nunca después de las nueve de la noche de este día. 

La celebración de hoy consta de cinco partes: la entrada con la procesión en silencio, la postración del sacerdote y los fieles de rodillas orando. En segundo lugar la liturgia de la palabra que tendrá como momento principal la solemne lectura de la pasión; en algunos lugares se hace incluso cantada. Dios ha hablado a su pueblo, y ahora nosotros su pueblo actual, le pedimos en la oración universal. En tercer lugar la adoración de la cruz, en este momento se aprovecha también en muchos lugares para hacer la colecta pontificia por los santos lugares, colocando un cestillo a los pies de la cruz. En otros sitios acostumbran a hacerlo al comienzo del rito de la comunión, aunque no es conveniente, pues se distrae a los fieles en un momento muy importante.  Hay quienes tienen por costumbre hacer una pequeña monición sobre la colecta. En cuarto lugar la comunión con la reserva eucarística del día anterior. Nos configuramos con Cristo partido y repartido por nosotros. En quinto y último lugar las oraciones finales que terminan sin despedida alguna. 

Para la liturgia del Viernes Santo el presbiterio debe de estar sin flores, el altar desnudo (sin mantel, candelabros y cruz), el sagrario continúa abierto y vacío -lógicamente sin vela o lámpara-. Es conveniente retirar también todo lo que normalmente se tiene en las credencias: vinajeras, campanillas, acetre, lavabo... Para mayor austeridad si las credencias se tienen normalmente con un paño, retírese también para mostrar la austeridad de este día. En la credencia únicamente se ha de tener preparado el misal -sin atril- para el rito de la comunión, el humeral -paño de hombros- para ir a por el Santísimo al Monumento y reservarlo tras la comunión. Téngase también un par de purificadores para la adoración de la cruz y para el sacerdote en el momento de la comunión. 

Para mostrar de forma clara que es un día en que ese estar en tinieblas conviene encender las luz indispensable. A poder ser no se enciendan las lámparas y focos principales, de modo que el templo de aspecto de penumbra. En algunos lugares para cuidar esto colocan pequeñas luces para facilitar la visión a la hora le leer en el ambón, el atril o la sede. 

La celebración se inicia en silencio. Los acólitos y el sacerdote inician el oficio entrando en procesión sin canto. Al llegar frente al altar el sacerdote se postra en tierra en oración, los acólitos y los fieles se unen a esa oración corporal arrodillándose en silencio. Tras unos instante de oración en silencio el sacerdote realiza la oración colecta y tras esta comienza la liturgia de la palabra. Se manifiesta con este signo penitencial la tristeza de la Iglesia por la pasión y muerte de su Esposo, así como la la humillación «del hombre terreno» .

La liturgia de la palabra transcurre igual que el domingo de ramos; es decir, tras la segunda lectura no hay canto de proclamación al evangelio ni incensación ni signación, sino que directamente se inicia la lectura de la pasión según San Juan. En el momento en que se dice ''expiró'' todos se arrodillan; en este momento también se puede hacer un canto apropiado. 

Terminada la lectura de la pasión tiene lugar la homilía; conviene que el sacerdote concluya invitando a los fieles a la oración y meditación personal del misterio de la muerte del Señor que la Iglesia contempla en este día. 

Seguidamente tiene lugar la oración universal, en que se pide: 1 por la Santa Iglesia, 2 por el Papa, 3 por los ministros y por los fieles, 4 por los catecúmenos, 5 por la unidad de los cristianos, 6 por los judíos, 7 por los que no creen en Cristo. 8 por los que no creen en Dios, 9 por los gobernantes y 10 por los que se encuentran en alguna tribulación. 

Terminada la oración universal tiene lugar la adoración de la cruz; conviene tener preparada previamente la cruz cubierta con un paño rojo en la parte trasera del templo en alguna mesa junto a dos candelabros (y un mechero). Llegado el momento de la adoración de la cruz el sacerdote o un diácono se dirige al comienzo de la nave del templo acompañado de dos acólitos. El sacerdote toma la cruz cubierta y los acólitos un cirio cada uno poniéndose a cada lado. Las rubricas detallan cada momento: 
''El sacerdote, o el diácono, con los ministros, o bien otro ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia, donde toma la cruz ya descubierta; los ministros le acompañan con las velas encendidas, y van procesionalmente por la iglesia hacia el presbiterio. Cerca de la puerta, en medio de la iglesia y antes de subir al presbiterio el que lleva la cruz la eleva y canta la invitación Mirad el árbol, a la que todos responden Venid a adorarlo, y después de cada una de las respuestas se arrodillan y la adoran en silencio durante unos momentos, como se ha indicado antes. Después se coloca la cruz con los candelabros, según se ha indicado antes''.

La otra fórmula más sencilla es esta ''El sacerdote, de pie ante el altar, toma la cruz, descubre un poco su parte superior y la eleva y comienza a cantar la invitación: Mirad el árbol de la Cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario, la “schola”. Todos responden: Venid a adorarlo, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante unos momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto. Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz y de nuevo, elevándola, cantar la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez. Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez''.

Después el sacerdotes, los acólitos y los fieles se acercan a venerar la cruz. Las rúbricas dicen ''se acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de veneración (por ejemplo besándola), según las costumbres de cada lugar''.

La liturgia pide que únicamente se de una cruz a venerar, no más de una debido al número excesivo de fieles. En caso de ser haber muchos fieles para no alargar la celebración más de lo conveniente es preferible que el sacerdote muestra la cruz y invite a la adoración comunitaria con una sencilla monición o un canto apropiado. 

Durante la adoración de la cruz tiene lugar el canto de los improperios. También se pueden cantar algún canto propio de este día cómo: Tú cruz adoramos, Oh Cruz fiel, Pueblo mío...

Terminada la adoración de la cruz se revista el altar con el mantel más sencillo y simple que haya; cuando los fieles hayan vestido el altar el sacerdote extiende el corporal y a continuación acompañado por dos acólitos se dirige al Monumento. El sacerdote con el humeral extrae la píxide del Monumento y traslada bajo el paño de hombro los copones. Los acólitos toman dos candelabros del monumento y acompañan al Santísimo con un cirio a cada lado. Importante tener en cuenta donde se ha guardado la llave del Monumento el día anterior para tenerla ahora a mano. 

Si hay un diácono en la celebración acerca el corporal y lo extiende sobre el mantel ya colocado en el altar para que el sacerdote coloque sobre éste el corporal.

Llegado al altar se depositan los copones sobre el corporal, el sacerdote se despoja del humeral, se retiran las tapas de los copones del altar y un acólito acerca el misal al altar. El sacerdote abre el misal por el rito de comunión y puede entonar ''Fieles a la recomendación del salvador...''

No se dice ''Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles...'' dado que no hay rito de la paz. 

En el momento del Cordero el sacerdote dice la rúbrica ''hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre el pixis y dice en voz alta, de cara al pueblo: Este es el Cordero de Dios...''

Durante la comunión la liturgia recomienda que se cante el salmo 21, terminada la comunión el Santísimo se reserva 

La cruz se deja en el templo en un lugar visible donde pueda ser adorada y venerada por los fieles. Desde la adoración de la cruz hasta la vigilia pascual se hace genuflexión a la cruz dentro del templo cada vez que pasamos ante ella o al entrar y salir de la iglesia. 

Terminada la comunión el Santísimo se retira del templo, siendo reservado en otro tabernáculo en la sacristía u oratorio de la parroquia fuera de la iglesia parroquial. Termina así el Oficio sin la presencia de Jesús Sacramentado, la iglesia queda sin su Esposo, el centro de atención será el crucifijo en las siguientes horas. No vuelve el Santísimo al templo hasta antes de comenzar la vigilia pascual cuando el sacerdote lo trasladará al Sagrario del templo donde no estaba desde que terminó la misa de la cena del Señor. Terminado el oficio el altar vuelve a quedar desnudo (No es necesario desnudar el altar antes de terminar el oficio, puede hacerse en otro momento posterior), se apagan las velas del Monumento y se desmonta este. 

Terminada la Comunión y habiéndose retirado ya el Santísimo del templo se recomienda unos minutos de silencio. Tras el momento de interiorización el celebrante hace la oración correspondiente. La oración final al ser sobre el pueblo es recomendable pedir a los fieles que se inclinen antes de iniciarse esta. Se sale del templo en silencio sin ninguna despedida. Si inmediatamente al oficio tiene lugar la procesión del Santo Entierro se inicia sin ningún saludo del celebrante del tipo ''procedamos en paz'' etc. Se recomienda que en dicha procesión no se entone ningún canto del tipo eucarístico o festivo, únicamente es aconsejable aparte del acompañamiento de una banda el canto de algún motete relacionado con la muerte del Señor o especialmente el salmo miserere. Los sacerdotes, religiosas y fieles que participan en el Oficio de este día no están obligados al rezo de vísperas.

jueves, 17 de abril de 2025

Jueves Santo, día del amor fraterno, la eucaristía y el sacerdocio. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

En este día de Jueves Santo dejamos atrás la Santa Cuaresma para iniciar el Triduo Pascual con la solemne eucaristía de la cena del Señor. Es una jornada bellísima en la que pedimos al Señor en la liturgia, como subraya la oración colecta: ''concédenos que, de tan sublime misterio, brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida''...

En este día santo nos disponemos a adentrarnos con todos los sentidos en los misterios de nuestra redención. Y así empezamos en última cena con el lavatorio de los pies y el mandato del amor, la institución del ministerio sacerdotal y la eucaristía. Somos llamados a servir, somos llamados a amar, somos llamados a vivir de la eucaristía y hacerla permanente en nuestra vida. En esta jornada del amor fraterno, del Amor de los amores, Jesús parte el pan y reparte el vino; sella en el cenáculo la Nueva Alianza que no es otra cosa que el sacramento de su cuerpo triturado y su sangre derramada para el perdón de todas nuestras faltas.

Aquí empieza el final de la historia de amor más grande jamás contada, y esta caridad y este amor lo vemos en Jesús que se arrodilla a lavar y besar los pies de los suyos; lo vemos en su ley nueva del amor que no es una recomendación sino una norma para los que quieran ser discípulos suyos. Lo vemos en la santa cena donde nos regala el sacerdocio y la eucaristía y, más aún, lo veremos mañana viernes cuando el amor que hoy constatamos en sus palabras y gestos, se hará más palpable en los silencios y en la oblación de su propia vida. Jesucristo nos da ejemplo para seguir sus huellas: sirviendo, amando, dándonos...

Como recuerda la encíclica  Sacrosantum Concilium en el nº 47 "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura".

Animados por la grandeza de revivir esta santa tarde, iniciemos el Triduo acompañando al Señor, especialmente con la adoración eucarística a lo largo de toda la noche y velando en oración al lado del Maestro, que dejará la cena para pasar toda la madrugada en diálogo con el Padre en el huerto de los olivos. Velemos, pues, para no dejarle sólo ni caer nosotros en tentación; vayamos a Getsemaní a compartir las horas de angustia e incertidumbre de Jesucristo que es bien consciente que se acerca la hora en que ha de ser entregado el Hijo del Hombre.

La liturgia del Jueves Santo. Por R. H. M.

Con la eucaristía solemne de la cena del Señor termina el tiempo de cuaresma y se inicia el Triduo Pascual, es por ello que la Iglesia recomienda vivamente que la celebración penitencial que se acostumbra a organizar en las parroquias como especial preparación a la Pascua tenga lugar antes de entrar en el Triduo Pascual y no dentro de estos días, como así pidió la Congregación para el Culto Divino.

La preparación para la misa de la cena del Señor implica preparar el lugar del templo que se habrá de destinar al Monumento, para el cual las rúbricas piden ''austeridad y sobriedad'', que no están reñidas con el buen gusto, las alusiones a lo que se celebra o las costumbres de cada lugar, como puede ser el ornato propio de cada región. Lo que sí pide la Iglesia es que no tenga forma de sepulcro, ni tampoco están permitidos monumentos en los que el Santísimo quede a la vista, bien por no haber otro tabernáculo o por ser la puerta de cristal o metacrilato. Es preferible que si la parroquia no cuenta con recursos se utilice el propio sagrario como monumento antes que cometer acciones impropias o abusos litúrgicos. 

En el Jueves Santo, siguiendo una tradición antiquísima en la Iglesia, no se permiten las eucaristías sin pueblo, únicamente por el bien de las almas, pero con permiso del ordinario del lugar se puede celebrar en este día una segunda eucaristía -bien por la mañana o por la tarde- en la misma parroquia; por ejemplo, si el templo fuera tan pequeño que más de la mitad de la comunidad no pudiera participar de la misa de la cena del Señor; en este caso sí conviene que el obispo permitiera más de una celebración, más es algo que actualmente se da principalmente en los antaño llamados "países de misión".  

En muchas parroquias se conserva en la sacristía algún viejo sagrario; si este se encuentra en buen estado y limpio, ha de trasladarse con respeto y unción por parte del sacerdote al Santísimo Sacramento a este. El Sagrario ha de estar completamente vacío antes del inicio de la misa de la cena del Señor, por tanto importante apagar también la lámpara y tener presente que no está el Señor presente al comienzo de la eucaristía, es decir, no se hacen genuflexiones mirando al Sagrario sino únicamente venia ante el altar. 

Para dar realce a la celebración es recomendable utilizar los mejores vasos sagrados y ornamentos para subrayar el carácter eucarístico y sacerdotal de este día. Hay que ser previsores a la hora de preparar patena y copones para consagrar en la misa de la cena del Señor, dado que el viernes santo no hay eucaristía y ha de llegar para que los fieles puedan comulgar ambos días. 

Sobre el ornato del templo, es decir, del presbiterio. Las rúbricas inciden "Adórnese el altar con flores con la moderación que conviene a la índole de este día" (MV, n. 5). A veces se ven casos de templos donde se adorna más el templo para el domingo de ramos o para el jueves santo, y luego el domingo de pascua que es el día principal es el día en que se ve el templo más sobrio. También en la decoración floral se hace una catequesis hermosa, por ello conviene tener en cuenta los días de austeridad frente a los que sí procede una decoración más llamativa. 

El canto de entrada siendo fieles a la antífona de entrada debería ser ''Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo'' inspirado en las palabras de San Pablo a los Gálatas capítulo 6, versículo 14. 

Llegados al canto del "Gloria" suenan las campanas; en muchos lugares no sólo las del templo en la torre de la parroquia, sino también las campanillas manuales de los monaguillos. Este gloria solemne es acompañado al órgano. Terminado el canto el órgano y las campanas enmudecen, y no vuelven a sonar hasta la vigilia pascual, las campanas volverán a sonar cuando el sacerdote entone en la noche de Pascua ''Gloria a Dios en el cielo'' mientras que el órgano volverá a sonar con el canto del "Aleluya". Por desgracia, esta bella práctica de la Iglesia de realizar los cantos tras el gloria de la misa de la cena del Señor a capella hasta el aleluya de la vigilia pascual no es respetado en muchos lugares, para ello la Iglesia pide que los instrumentos se utilicen ''sólo para sostener el canto" (MV, n. 7). Es decir, no ha lugar momentos donde suene el órgano sin canto.

Conviene que los sacerdotes revisen los textos, no sólo las lecturas para su lectio divina de cara a la preparación de las homilías sino, por ejemplo, la oración colecta y el prefacio si va a cantarlas. En el leccionario hay que tener cuidado de no confundir las lecturas de la misa crismal -cuyo día propio es el Jueves Santo- con las de la misa de la cena del Señor, dado que las de la crismal están delante de las de la misa de la cena. 

El incensario se utiliza al comienzo de la eucaristía cuando se inciensa el altar y la cruz, el evangelio; en el ofertorio: las ofrendas, el altar y la cruz; y cuando se reserva al Santísimo en el Monumento. Si hay acólitos conviene la incensación en el ofertorio al sacerdote y al pueblo, así como la consagración.

Concluidas las lecturas y la proclamación del evangelio tiene lugar la homilía. La rúbrica del misal romano incide en que ''en la cual se comentan los grandes misterios que se celebran en esta misa: la institución de la Sagrada Eucaristía y del Orden Sacerdotal, y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna''. 

Hoy no hay profesión del credo. Concluida la homilía tiene lugar el lavatorio de los pies. El Misal indica: ''el sacerdote (dejada la casulla, si es necesario) se acerca a cada uno y, con la ayuda de los ministros, vierte agua sobre los pies y se los seca''. 

Sobre el lavatorio de los pies hay que recordar: ''según la tradición, se hace en este día a algunos hombres previamente designados, significa el servicio y el amor de Cristo, que ha venido «no ha venido para que le sirvan, sino para servir»'' (58). Esto viene a propósito del debate de si la liturgia no dice nada si pueden ser o no mujeres: "hombres previamente designados". Para el momento del lavatorio de los pies las Iglesia propone siete antífonas propias: 

Antífona 1 Cf. Jn 13, 4. 5. 15 El Señor, después de levantarse de la Cena, echó agua en la jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos. Éste fué el ejemplo que les dejó. 

Antífona 2 Cf. Jn 13, 12. 13. 15 El Señor Jesús, después de haber cenado con sus discípulos, les lavó los pies y les dijo: «Comprendéis lo que yo, Señor y Maestro, he hecho con vosotros? Os he dado ejemplo para que vosotros también lo hagáis ».

Antífona 3 Jn 13, 6. 7. 8 «Señor, ¿lavarme los pies tú a mi?» Jesús le replicó: «Si no te lavo a ti los pies, no tienes nada que ver conmigo». V/. Llega a Simón Pedro y éste le dice: —«Señor, ¿lavarme los pies tú a mi?...» V/. «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; pero lo comprenderás más tarde».

Antífona 4 Cf. Jn 13, 14 Si yo, vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, cuánto más vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. 

Antífona 5 Jn 13, 35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos, si os amáis unos a otros. V/. Dijo Jesús a sus discípulos —

Antífona 6 Jn 13, 34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado –dice el Señor. 

Antífona 7 1Cor 13, 13 Permanezcan en vosotros la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más grande es el amor. V/. Ahora quedan la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más grande es el amor. 

Terminado el lavatorio de los pies nos dice la rúbrica: ''el sacerdote se lava y seca las manos, vuelve a ponerse la casulla y va a la sede desde la que dirige la oración universal''. Este primer lavatorio por así llamarlo, no suprime el habitual del momento del ofertorio. 

En el momento del ofertorio se entona el himno litúrgico ''Ubi cáritas est vera, Deus ibi est''. La colecta de esta jornada va destinada a la Caridad al ser el día del amor fraterno. La oración sobre las ofrendas y el prefacio están en la página 264, la versión musicalizada en la página 1169.

Hoy se recomienda especialmente que se utilice la plegaria eucarística I o canon romano, por conveniencia pastoral se pueden emplear cualquiera de las otras plegarias a excepción de la IV. Si el sacerdote no utiliza con frecuencia el canon romano conviene que lo revise primero, igualmente utilice la plegaria que considere oportuna, tenga presente los embolismos propios de cada una: 

Plegaria Eucarística I. Los sacerdotes que utilicen el canon romano sólo tienen que seguir las páginas siguientes al prefacio donde viene adaptado el texto a este día (páginas 265 a 271). 

Embolismos propios - En la conmemoración de los Santos ''en el día mismo en que nuestro Señor Jesucristo encomendó a sus discípulos la celebración del Sacramento de su Cuerpo...''

-En la consagración: ''El cual, hoy, la víspera de padecer por nuestra salvación...''

Plegaria Eucarística II. -En la consagración: ''El cual, en esta misma noche, cuando iba a ser entregado a su pasión, voluntariamente aceptada''

Plegaria Eucarística III -En la consagración: ''habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo''

Si el sacerdote va a iniciar el rito de comunión a modo cantado tiene la partitura de esa parte de la misa musicalizada en las páginas 568 y 569. 

Era costumbre piadosa dar la sagrada comunión bajo las dos especias en este día, desde la crisis sanitaria del covid-19 esto ha caído en desuso aunque convendría recuperarlo con una breve catequesis previa. 

No se permite en este día la comunión fuera de la eucaristía a los fieles, únicamente a los enfermos. Es una tarde muy propicia para acercarse a los enfermos y moribundos de las parroquias en el tiempo que queda desde que concluye la eucaristía de la cena del Señor hasta la hora santa. 

Terminada la distribución de la Sagrada Comunión el Santísimo no se reserva en el Sagrario, sino que ''se deja sobre el altar la píxide con el pan consagrado para la comunión del día siguiente''. Se hace la oración para después de la comunión como de costumbre, y tras ésta tiene lugar el traslado del Santísimo al Monumento. La rúbrica del misal indica: ''Dicha la oración después de la comunión, el sacerdote, de pie, pone incienso en el incensario, y de rodillas inciensa tres veces al Santísimo Sacramento. Después, poniéndose el paño de hombros de color blanco, se levanta, toma en sus manos la píxide y la cubre con el extremo del humeral''. Se hace una sencilla procesión donde los acólitos acompañan al Santísimo con el incensario y varios cirios. Un canto apropiado para este momento es "Pange lingua". Después una vez ya en el monumento ''el sacerdote, deposita la píxide en el tabernáculo dejando la puerta abierta. A continuación, después de poner incienso, de rodillas, inciensa al Santísimo Sacramento, mientras se canta Tantum Ergo''. 

Tras unos momentos el sacerdote y los acólitos se retiran en silencio. Por conveniencia pastoral únicamente recordar el sacerdote que nos retiramos en silencio, igualmente salimos en silencio del templo y mantenemos el clima de oración ante el monumento. No se dice podéis ir en paz, bendigamos al Señor ni ningún tipo de despedida. La celebración termina en silencio, como ha de empezar y concluir el oficio de la Pasión así como ha de comenzar la Vigilia Pascual. Es como una celebración que dejamos iniciada desde la misa de la cena hasta el "podéis ir en paz, aleluya" de la Vigilia Pascual. Para favorecer este gesto evítese también al iniciar las procesiones o ejercicios de piedad comenzar con la señal de la cruz o concluir con ninguna expresión del tipo ''quedemos en paz''. Es preferible iniciar con un acto penitencial y concluir con una oración mariana sin términos del tipo ''procedamos en paz'' o ''podéis ir en paz''.

Una vez que la iglesia haya quedado con pocos fieles es el momento oportuno para desnudar el altar, retirando a la sacristía sus candelabros, cruz y manteles. En muchos lugares es también costumbre mover de lugar la sede de un sitio preferencial a otro más secundario como indicación de que Cristo nuestra cabeza se nos ha sido quitado. En los lugares donde los crucifijos no se hayan cubierto el V domingo de Cuaresma es este también el momento de hacerlo. 

Si la Hora Santa se hace pasadas las doce de la noche téngase en cuenta que ya es viernes santo, por ello se pide mayor sobriedad y austeridad durante dicha vigilia de oración. 

El triduo pascual son días para intensificar la vida de oración de las comunidades cristianas, por ello se pide vivamente que no sólo se celebren los oficios, sino también la liturgia de las horas que tras la misa de la cena del Señor conviene se reza ante el Señor en el Monumento. Los sacerdotes, religiosas y fieles que han participado de la misa "in coena Domini" están dispensados del rezo de vísperas de este día, aunque hay quienes acostumbrar a rezarlo. 

Triduo Pascual en el Arciprestazgo de Oviedo


Parroquia o Templo

JUEVES      SANTO        Misa de la Cena

VIERNES SANTO   (Oficio)

VIGILIA PASCUAL

Domingo de Pascua de Resurrección

Catedral

 17'00

 17'00

 21'00

 12'00

 S. Tirso el Real

 

 

 

 

 Santa María la Real de La Corte

 19'30

 19'30

 19'30

12'30 

 Benedictinas (Pelayas)

 18'00

 17'00

 21'30

 10'30

 San Isidoro        el Real

 19'00

12'00 

 21'00

          11'00           12'00

 Basílica de San Juan el Real

 18'00

 13'00

 22'00

09'00 - 11'00 - 12'00 - 13'00 y 20'00 

Templo Esclavas 

 18'00

 12'30

 20'00

       13'00          18'00

 Capilla Siervas

 X

 X

 10'00

 Templo Sagrado Corazón, Jesuitas

 18'00

18'00 

19'30 

 12'30 - 19'30 - 20'45

 Nuestra Señora del Carmen, Carmelitas

 18'30

 17'00

 21'00

 09'00 - 12'00 - 13'00 - 19'30 y 20'30

  Corazón de María, Claretianos

 17'00

17'30 

 20'00

 08'30 - 09'30 - 11'30 - 12'30- 13'30- 18'00 y 20'00

  Santo Domingo de Guzmán, Dominicos

 19'00

 17'00

22'00 

      09'30                     12'30         20'00

 San Lázaro del Camino

 19'30

 19'30

19'30 

         10'00          13'00

 Santiago de La Manjoya

 18'00

 18'00

 X

12'00 

 San Esteban de las Cruces

 18'00

 18'00

 X

 11'00

 San Pelayo de Olloniego

 19'30

 16'00

 19'30

 San Julián de Box, Tudela Veguín

 18'00

 15'00

18'00 

 12'00

 Santiago de Tudela Agueria 

 X

 X

11'10 

 San Pedro de Naves

 X

 X

 X

 Santa Eulalia de Manzaneda

 X

 X

 X

 13'00

 Santa María de Bendones

 X

 X

 San Félix de Lugones

 17'00

 17'00

 21'00

          11'00            12'30

 Santa Eulalia de Colloto

 19'15

 18'30

 21'30

 12'30

 Santa María de la O de Limanes

 17'00

16'00 

 18'00

 X

 San Pedro de Granda

 18'00

 17'00

 X

 11'00

 San Cipriano de Pando

 X

 X

 S. Juan Bautista de La Corredoria

 19'00

12'00 

19'00 

12'30 

 Carmelitas (Toleo)

19'00 

 16'00

 22'30

10'00 

 Pasionistas (Fitoria)

 18'30

 16'30

 22'00

 09'30

 San José de Pumarín

 18'00

 12'00

 21'00

 12'00

 San Julián de los Prados

 17'00

 17'00

 22'00

          12'00           13'00

 Sagrada Familia de Ventanielles

 18'00

 18'00

 21'00

          11'00            13'00

 Natividad (Guillén Lafuerza)

 X

 X

 X

 12'00

 San Javier de la Tenderina

 17'00

 17'00

 21'00

          11'15            12'30

 San Juan de Caces

 X

 X

 X

 San Pelayo de Puerto

 17'30

 17'30

19'30 

10'30 

 San Juan de Priorio

 19'30

 19'30

17'30 

12'30 

 San Francisco de Asís

 19'00

 19'00

 

10'30 - 12'30- 13'30 - 19'30 

 San Melchor de Vallobín

 17'00

 17'00

 22'00

 09'30 - 11'00 - 12'00 - 13'00

 San Antonio de la Florida

 19'00

 18'00

 X

 10'00 - 12'30 - 13'30

 San Pablo de la Argañosa

 18'00

 18'00

22'00 

10'00 - 12'00 - 13'00 - 20'00 

 San Pedro de los Arcos

 18'00

 12'00

X

         11'00            13'00 

 Nuestra Señora de la Merced

 20'00

 17'00

 20'00

 12'00

 Agustinas Recoletas

 16'30

 16'00

18'00 

 10'00

 Parroquia del Naranco, Salesas

18'00 

18'00 

20'00 

12'00 

 Asilo de las  Hermanitas

 16'00

16'00 

 

10'00 

 Cristo de las Cadenas

 17'30

17'30 

 20'30

         13'00           18'30

 Templo de Montecerrao

 X

 X

         11'00            12'00 

 Santo Tomás de Latores

 

 

 

 

 Santos Apóstoles 

 19'30

 19'30

 22'00

        13'00           19'30 

 Santa María de San Claudio

 18'00

 18'00

 18'00

 12'00

 San Esteban de Sograndio

 13'00

 13'00

 X

 13'00

 Santa Marina de Piedramuelle

 16'30

 16'30

 X

 11'00

 Santa María de Loriana

 X

 X

 X

 Santa María de Viella

 X

 X

 10'00

 Nuestra Señora de Covadonga (Teatinos)

 19'00

 17'00

 22'00

         10'00                   11'30           12'30

 Santa María de Trubia

 19'30

19'30 

 20'30

12'00 

 Santa María de Pintoria

 X

 X

 X

 Santa Teresa de Soto

 17'00

17'00 

 X

 11'00

 San Nicolás y S. Pedro de Udrión

 X

 X

 X

 San Tirso de Godos

 X

 X

 X

 San Pedro de Nora

 X

 X

 X

 X

*San Pedro de Berció (Concejo de Grao, Parroquia de Trubia): Domingo de Pascua a las 13'30