martes, 5 de septiembre de 2023

Padre José Antonio Rodríguez, el fraile del abrazo. Por Joaquín Manuel Serrano Vila, Arcipreste de Oviedo


Se nos ha ido "precipitadamente" el Padre José Antonio; la noticia de su indisposición este domingo y ahora de su fallecimiento (Justo el día en que los dominicos celebran en todo el mundo la misa de aniversario por los amigos y bienhechores difuntos de la Orden) nos ha dejado a todo el Arciprestazgo de Oviedo tocados nuevamente en el corazón ante el misterio de la muerte. Nadie podíamos imaginar que justamente uno de los religiosos de menos edad, más activos y dinámicos del convento ovetense, iba a ser llamado a la presencia del Señor en pleno novenario de la Santina y en plena celebración eucarística (tampoco otra alternativa hubiera sido mejor para un servidor de Señor). Siento profundamente su muerte, y esto me lleva -una vez más- a reflexionar cómo ciertamente los caminos del Señor son misteriosos, y sus planes no son los nuestros. Pero ante la tristeza natural de la pérdida y separación nos salen al paso las sabias palabras del Padre Santo Domingo: “No lloréis; os seré más útil y daré más fruto para vosotros después de mi muerte, que con todo lo que hecho en mi vida”. Y es que sólo el grano de trigo da vida cuando cae en tierra y muere. 

El Padre José Antonio era un religioso muy conocido y querido en Oviedo, en ese "Oviedín del alma" que le vio nacer y crecer y donde descubrió su vocación religiosa y sacerdotal. Llevaba dieciséis años en nuestra capital como párroco de Santo Domingo de Guzmán, donde se ganó el cariño de la feligresía, de los frailes y de la cofradía del Nazareno. Era un religioso muy disponible y presto para la ayuda del que le solicitara. Colaboró en muchas realidades eclesiales, desde la pastoral del colegio de Santo Domingo o la pastoral parroquial donde preparó con esmero el 40 y 50 aniversario de la Parroquia, los 800 años de la Orden y tantas otras efemérides.

Trabajó también en realidades de la Diócesis como "la Confer", el arciprestazgo de Oviedo o la atención de varias capellanías de religiosas como las Dominicas de la Anunciata, las Siervas de Jesús de la Caridad o las Hermanas del Santo Ángel, donde tuvo su última celebración. Dedicó un especial servicio a la Semana Santa de Oviedo y a la Orden Tercera Dominicana. Puso mucho empeño en la restauración de diferentes partes y bienes del templo de Santo Domingo, por ejemplo, el retablo de San Melchor de Quirós, el cual logró rehabilitar con la ayuda de la Obra Social de Cajastur.

Era un hombre de mente abierta, de ideas avanzadas y, sobre todo, muy llano. Le sobraban adornos y recovecos. Como buen hijo de Santo Domingo iba a lo esencial: predicar la palabra y celebrar la fe desde una espiritualidad de total desprendimiento como buen religioso mendicante. Era muy libre a la hora de hablar, más sabía hacerlo fiel a sus criterios y principios propios de un fraile que vivió en primera persona la transformación postconciliar en la vida consagrada. A veces era algo "cabezota", pero al final su corazón solía ganar a sus ideas, volviéndose a menudo el fraile conciliador que sabía encarnar "la pastoral del abrazo". Ese abrazo que Santo Domingo y San Francisco se dieron hermanando ambas Órdenes y verificado ahora en nuestro Arciprestazgo con la proximidad entre la comunidad Dominicana y el Pastor Diocesano.

José Antonio era un religioso campechano que le gustaba patear y perderse por el barrio, que estaba atento a los problemas de las familias de la Parroquia, del colegio, de los frailes mayores o de los miembros de la Tercera Orden Dominicana. Muy sensible a la realidad social y de la Orden, y su reestructuración de los últimos años: cierres de comunidades, unificación de provincias, precariedad vocacional... En Oviedo acompañó a más de un joven en su discernimiento propio y algunos hoy son frailes dominicos. Su vida la resume esta máxima tan dominicana: ''Contemplari et contemplata aliis trádere'': "contemplar y dar a los otros el resultado de nuestra contemplación", eso quiso hacer él, hacer partícipes a los demás de su encuentro personal con Jesucristo. 

Desde el Arciprestazgo, nos unimos al sentir de la Comunidad Dominicana de Oviedo, de la Parroquia y la Cofradía de Jesús Nazareno. A Él, al Señor de Oviedo, a Nuestra Señora del Rosario y los Santos dominicanos Santo Domingo y San Melchor, lo encomendamos. Esperamos que pueda gozar pronto de la Pascua de los elegidos y allí entonar con la Orden Celeste su lema: "Laudare, benedicere, predicare"

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