martes, 26 de septiembre de 2023

Me siento legitimado para hacer lo que me dé la gana. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Digamos que estoy haciendo un paréntesis dentro del paréntesis, pero bueno, me han entrado ganas de escribir y me he puesto. Ya está.

Hace tiempo que mantengo una no sé si táctica o técnica, igual me da, que consiste en que todo me parece correcto, eso sí, tomo nota y saco mis consecuencias. Por ejemplo, me parece perfecto que uno se confiese directamente con Dios sin pasar por el ministerio de la Iglesia. Aceptado. Eso sí, cuando lleguen el bautizo, la boda, la primera comunión del niño y el entierro de la abuela, lo organizan tanbién directamente con Dios y todos tan felices.

Leo en estos días en Infovaticana que “el miércoles por la noche comenzó un servicio de bendición católica a las puertas de la catedral de Colonia para parejas homosexuales y casadas en segundas nupcias. Según la policía, unas 400 personas acudieron a la celebración religiosa con banderas arcoíris y pancartas". Leo también que participaron varios sacerdotes de Colonia y de otras diócesis. No es la primera vez que lo hacen y con idéntico resultado: NADA DE NADA.

También me ha llegado la última de sor Lucía Caram, encantadísima con el matrimonio para los gays y tantas y tantas cosas. No pasa nada. Nunca pasa nada.

Ahora bien, me tendrán que conceder que a partir de aquí uno se sienta legitimado para decir y hacer lo que le dé la gana, porque claro, aquí tomamos nota y vamos sacando conclusiones. La fundamental, que parece que hemos llegado a un momento en la Iglesia en el que se acabaron las normas, todo es discrecional y cada cual va haciendo según su conciencia, su recto entender y sus circunstancias circunstanciales.

Mi hacer lo que me dé la gana es sencillísimo. Tan simple y tan eclesial como celebrar ad orientem si quiero, saltarme algunas reuniones, escribir libremente de lo opinable, por ejemplo del sínodo de la sinodalidad, que me parece un despropósito, y no cortarme un pelo cuando de predicar se trate. Pastoralmente soy más simple que el mecanismo de un botijo: misa, sermón, rosario y exposición, abomino de la agenda 2030, pongo en entredicho el cambio climático y lo de la ecología me parece en buena parte un cuento de ecologetas y acomplejados ante la modernidad.

Gente me dice que tenga cuidado. No entiendo por qué. Si hay sacerdotes que bendicen públicamente parejas gays en contra directamente de Doctrina de la Fe, si una reverenda puede poner en duda la virginidad de María o la doctrina de la Iglesia en cuanto a las relaciones plenas entre personas del mismo sexo y no pasa nada, por qué me iba a pasar a mí.

Claro que, me dicen, hay un problema. O dos. Que los de la bendición de parejas gays son alemanes -ALEMANES, QUE NO TE ENTERAS- y la reverenda lleva sobre el hábito una bufanda roja -BUFANDA ROJA-. No vas a compararte con ellos.

Of course.

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